Por la certeza de que allá afuera está la
persona a la que sienten pertenecer.
"Es como si nuestro tiempo juntos fuera solo nuestro,
es nuestra propia creación; es como si yo estuviera en tu sueño y tú estuvieras en el mío"
(Antes del atardecer)
(Antes del atardecer)
Si quieres amor, entonces eso es esto. Esta es la vida real. No es perfecto, pero es real.
(Antes del anochecer)
(Antes del anochecer)
2014
Nadie puede huir del todo de su pasado. Es
como una ley. Todo lo pasado nos espera en las esquinas impensadas, en los
cafés casuales, en las calles que caminamos, en las arbitrarias elecciones de
todos los días.
Mi
nombre es Pedro Daniel Beggio. 35 años. Divorciado. Me gusta correr. Mis
documentos dicen que nací chileno. Un día metí un poco de ropa en una mochila,
algunos libros, mi cámara y crucé la cordillera.
Alguna vez fui tentado para trabajar como
modelo e incluso como actor, pero preferí dedicarme al periodismo.
Me gusta el mundo de la editorial. Sin saber cómo, este oficio que iba a ser
algo para matar el tiempo hasta que apareciera algo mejor, se me metió en la
sangre. Me gustaba su ritmo febril, su irreverencia y su humor negro...
-La gran escritora
Irina Ezio dijo que lo mejor de una mujer es su espíritu...
-Lógico. Si vos
tuvieras la nariz y el bigote que tiene ella también dejarías de preocuparte
por pavadas tales como tener aspecto humano.
Me
gustan mis compañeros, llenos de fachadas y misterios, con sus humores
cambiantes y sus tragedias de bolsillo. Como Cuca.
-Sí. Hay algo que mi
novio adora de mí... el contenido de mi heladera.
También
los que andan envolviendo en telarañas sin consecuencias. Siempre hace falta
algo desagradable con lo cual comparar las cosas buenas de la vida, ¿no?
Incluso
me gusta este Pedro de hoy, tan diferente de aquel otro lleno de sueños
pálidos. Sí. Me gusta este Pedro que tiene más compasión por él mismo y menos
por los demás. Especialmente cuando Vito Rivero me convoca a su oficina.
Es mi jefe, quién también me gusta aunque lo
disimulo muy bien. Tiene un extraño sentido del humor y algunos favores que
pagarle a un colega. Uno de esos favores me trajo hasta acá hoy. Fui asignado
para hacer de niñera del heredero de
un imperio editorial francés que acaba de llegar a Buenos Aires.
Odio los trabajos de niñera de la misma manera
en que odio las cartas y las corbatas manchadas. Pero lo que yo haya odiado
quedó en el olvido en el mismo momento en que abrí la puerta del despacho del
jefe.
Se llamaba Alexander St. Etienne y parecía
escapado de un catálogo de la superelegancia. Todo en su persona era refinado y
tenía una de esas caras de gesto duro que hacen soñar a las mujeres y a algunos
hombres también y que nadie cree que existan en realidad…
Hablaba castellano con acento perfecto, tomaba
vodka con jugo de naranja y mucho hielo
y tenía fríos ojos negros y una sonrisa feroz y cautivante. Era devastador, lo
sabía y estaba acostumbrado a eso.
El jefe fue el encargado de hacer las
presentaciones.
-El señor St. Etienne es el director de la
revista “Éclat” y un viejo amigo mío. Ha venido para la
exhibición de joyas de la colección “Sortilège” -Vito Rivero resopló sacudiendo
barriga, mostacho y sobacos manchados y bufó-. Es un colega.
Me limité a sonreír en silencio, inclinando
apenas la cabeza en señal de reconocimiento. Me dediqué a observar y a pensar.
“¿Sí? Pues esto se parece más a la reunión del bello y el bestia…”
-Queremos que vos le sirvas de guía y
secretario mientras está en Buenos Aires. Es su primera visita…
Me despejé la garganta y contesté algo poco
comprometedor.
-Bueno... En fin… Seguro…
El jefe y Alexander seguían con el intercambio
de aburridas noticias de conocidos en común. Agotado el tema, se enredaron analizando la situación de algún lugar
perdido del planeta como posible fuente de noticias. Yo seguía parado, a la
espera de que el jefe o el invitado estrella decidieran qué hacer. ¿Podía ser que
los ojos de Alexander se desviaran hacia el rincón donde yo estaba? Seis desvíos
más tarde, no me cabía ninguna duda de que estaba haciendo un inventario
detallado de mi persona. Esperé a que volviera a clavarme los ojos y le sonreí.
Lo distraje lo suficiente como para conseguir que terminara la frase en
francés. Con aire aburrido, como si la cosa no fuera conmigo, enterré las manos
en los bolsillos del pantalón. Mis pensamientos, sin embargo, la estaban
pasando en grande.
“¡Apa! Esto debe ser mi regalo
de Navidad… ¡Semejante caramelito!”
No era un secreto que mis preferencias a la
hora de elegir pareja no estaban puestas en la vereda del sexo opuesto. Me había
cruzado con muchos hombres; con pocos había logrado intimar.
Después de otro rato de charla, el jefe y
Alexander se pusieron de pie, dando por terminada la reunión. Intercambiaron
algunas palabras de despedida, y se dieron la mano. Asumiendo mis funciones de
“secretario”, abrí la puerta y un vaho de colonia cara me inundó las fosas
nasales cuando Alexander pasó rozándome un poco más de lo necesario.
Salimos de la oficina del jefe. Apenas crucé
el umbral, me volví y por la puerta entreabierta le dije:
-Jefe, por esto le juro que le voy a regalar
una corbata…
El jefe se alisó la ofensiva prenda a rayas
anchas turquesa y rojo, con restos de algo que parecía sospechosamente huevo y
me miró con suficiencia.
-¿Para qué? Si ya tengo una…
Puse los ojos en blanco y cerré la puerta.
Alcancé al francés junto a los escritorios de la redacción. Su mirada
escrutadora me recorrió abiertamente de pies a cabeza. Me sentí halagado, y
también un poco desconcertado por esos penetrantes ojos azabaches que me
miraron directo al interior, como si me leyeran los pensamientos en tecnicolor.
No estuve muy seguro de que eso me gustara.
Me apoyé contra uno de los escritorios y me
crucé de brazos, esperando.
-En fin, señor St. Etienne, usted dirá…
-Por favor… Mis amigos me llaman Alex y creo
que con eso alcanza. Mis padres amaban los nombres muy largos, pero eso
dificulta la conversación.
-Alex.
Cuca salió de una de las oficinas con un
puñado de post-it de colores en una mano y una taza de café en la otra. Se
quedó clavada en medio del pasillo, mirándonos, en el mismo instante en que
Alexander me agarraba la mano.
-Así está mucho mejor. Estuve pensando ¿te
parece bien que nos encontremos más tarde para cenar juntos y planear lo que
haremos? Odio las oficinas con olor a ceniceros. Hasta esta noche.
Seguro de mi respuesta, Alex se inclinó y me
estampó un beso en cada mejilla, una costumbre francesa, según tengo entendido.
Aproveché para aspirar su perfume, para sentir la calidez de su piel.
Interiormente me estremecí pensando en las posibilidades que podría traer la
noche. Y eso me trabó la lengua.
-Este... Sí... Hasta... Bueno... Chau...
Lo acompañé hasta los ascensores y me guiñó un
ojo justo antes de que las puertas se cerraran. Sacudí la cabeza y volví a la
redacción. Cuca estaba esperándome, con las cejas levantadas y la boca abierta.
-¡Ay! ¡Me muero! ¡Eso no es verdad! ¡Decime
que es una visión, porque si no, me pongo a dieta otra vez!
-Pues te aseguro que es verdadero y esta noche
vamos a ir a cenar.
Cuca me agarró del cuello como si quisiera
estrangularme. Estoy seguro de que ganas no le faltaban.
-Te odio ¿sabés? Te odio malvadamente y te
pegaría con el frasco del edulcorante.
-Lástima. Yo en cambio había pensado invitarte
a tomar café con leche y masas.
Resultó verdad eso de que toda persona tiene
un precio. El de Cuca venía en cajas de boulangerie cordon blue. Se olvidó de ahorcarme y en cambio, se me colgó del
cuello.
-Sos un amor... Te perdono que me hayas robado
a ese príncipe azul de novela...
-Vení, soñadora, antes de que pierdas el
apetito, si eso es posible.
~oOo~
Dos horas después de volver de la oficina,
seguía con los codos clavados en las rodillas, sentado en la sala en penumbras,
mirando a través de las ventanas sin cortinas las luces que se iban encendiendo
en la calle.
No me servía la obvia y patética excusa de que
no sabía lo que estaba pasando. Tenía suficiente andadura para reconocer que me
había agarrado un serio, y quiero decir serio
metejón con el tal Alexander St. Etienne.
Lo que no lograba poner en claro era si me
había cautivado con su charme o
simplemente me había agarrado con la guardia baja. ¿Podía ser nada más que
vulgar necesidad? ¿Por culpa de la
forzada sequía a la que me estaba auto sometiendo? Normalmente no caía tan
fácil nada más que por una cara linda. Necesitaba más: inteligencia, personalidad,
intereses comunes.
“Mierda, Beggio, ¿qué carajo fue eso? ¿Un aviso de Corazones
Solitarios?”.
Hundí la cabeza en las manos con
desesperación. No estaba del todo seguro de que Alexander compartiera mis
preferencias; ciertamente, no nos conocíamos lo suficiente, pero no podía haber
leído tan mal todas las señales. Y eso me llevaba al otro problema: yo no tenía ganas de involucrarme.
No me malinterpreten. Hacía mucho que había aceptado
mi bisexualidad, y estaba muy cómodo con ella. Que fuera un hombre no era el
problema. De hecho, desde que me había divorciado, mis relaciones habían sido exclusivamente
con hombres. El punto es que no había habido nadie en serio desde..., bueno,
desde hacía bastante; apenas unas citas a ciegas y algunas noches de juerga con
mis amigos.
Inspiré profundo; la tarde se hacía noche y no
estaba más cerca de llegar a una conclusión que al principio.
Mi cuerpo sabía lo que quería. Era mi cabeza
la que me causaba toda esa pesadumbre.
~oOo~
Pasadas las nueve, vestidos de impecable traje
y corbata, estábamos a punto de cenar en un lugar muy elegante, con un balde de
champán y velas.
Todo se mantenía en el mismo ritmo. Hay
hombres que encuentran su lugar hasta en ciudades que nunca han visitado y este
era el caso de Alexander St. Etienne (o Alex).
-…y champagne. Nada mejor que champagne para
acompañar todo.
Distraído como estaba en mis pensamientos, me
perdí parte de lo que estaba diciendo. Por las dudas, estuve de acuerdo.
-Claro.
Mientras Alexander llenaba mi copa, decidí
interesarme por el motivo de su visita a Buenos Aires.
-¿Por qué es tan importante esta colección?
-¿Por qué? Porque es una de las más valiosas
del mundo y porque me da una buena excusa para dejar París en verano y
escaparme de mi oficina.
-Pero… siendo el director y dueño de la
revista...
Un atisbo de malhumor cruzó por sus ojos.
-Yo no. Mi padre. De esa revista y de docenas
de otras sin contar los diarios. Es un hombre serio que desaprueba mi vida y me
obliga a obrar con cierta cautela.
Ah. Detecté un marcado tono de resentimiento
en sus palabras. Me di cuenta porque no me era del todo desconocido el sentimiento.
La familia de abolengo tratando de imponer sus pretensiones al heredero. Ahí
teníamos un tema que podía resultar más interesante que un montón de piedras de
colores, por más caras y famosas que fueran. Tomé un sorbo de champán y lo miré
sonriendo por encima de la copa.
-¿Y… hay mucho para desaprobar en tu vida?
Alexander recobró el buen humor, y se relajó
en la silla. Sin dejar de mirarme, estiró una mano, y con un dedo rozó los
míos.
-Depende de lo que cada uno crea…
Estaba a punto de decir algo, cuando una
sombra se detuvo junto a la mesa. Alcé la mirada y me quedé sin aliento.
Guillermo Graziani.
Se me encogió el estómago y se me borró la
sonrisa. En los ojos negros que me miraban directamente brilló una chispa de reconocimiento.
Una rara sensación de familiaridad me invadió, pero la ahuyenté rápidamente
cerrando los ojos. Me obligué a tomar otro sorbo de champán para juntar coraje.
Entonces lo miré como si no hubieran pasado tres malditos años. Como si apenas
esa mañana hubiéramos... Ay, mierda. A
él le tambaleó un poco la sonrisa, pero la recompuso rápidamente en una de
suficiencia que le llenó la cara. Y a mí me llenó de ganas de tirarle lo que me
quedaba de champán por la cabeza.
-Ah, pero mirá vos. St. Etienne en persona…
Todo el brillo “chic” de París se desploma sobre nosotros…
Me sobresalté pensando que ese “nosotros” nos incluía a él y a mí,
porque no era a Alexander a quien miraba. Me moría de ganas (¿o de celos?) por
saber dónde, cuándo y cómo se habían conocido esos dos.
Alexander apretó los labios y entrecerró los
ojos. No hizo falta una declaración para que me diera cuenta de que Guillermo
Graziani era la última persona en el universo que hubiera deseado tener parado
delante. Pero también era un tipo educado y mundano, y sabía comportarse, por
más que la situación le resultara evidentemente desagradable.
-Graziani… Es una sorpresa verte por acá. No
creí que frecuentaras este tipo de lugares.
Su traje estaba arrugado y su corbata floja y
torcida… y sin embargo, no desentonaba. Tenía el rostro quemado por el sol,
curtido y cruelmente humorista.
-¿Te referís a este lugar elegante? Tenés
razón, no es mi ambiente, pero…
Un sujeto gordinflón y casi calvo, con un saco
de etiqueta agarrado por un único botón que amenazaba salir disparado en
cualquier momento, se acercó con los brazos en alto y una sonrisa de oreja a
oreja. Recordé distraídamente que era el dueño del lugar.
-¡Mi querido Graziani! Me estaba preocupando,
creí que ya no iba a venir. Venga. Venga. Le preparé la mejor mesa del
restaurante…
-Tano, sos un pesado pero nunca me atrevo a
desobedecerte…
Nos hizo una burlesca reverencia y sospeché
que había estado tomando.
-Los dejo con su champán helado. A mí me
espera mi whisky.
Me miró una última vez con expresión vacía, y
se dio la vuelta, alejándose con el Tano, que parloteaba loco de contento.
Sacudí la cabeza con desánimo.
Yo mismo me desobedecí y anclé la mirada en la
espalda que se alejaba, el cuello inclinado, las manos en los bolsillos y ese
andar tan suyo...
El francés se dio cuenta.
-¿Lo conocés?
“¿Que si lo conozco? Claro que lo conozco. El
Gran Guillermo Graziani. Abogado arrepentido. El Tipo Jodido. Excelente para
meterse donde no lo llaman. Bueno para las relaciones fraternales, pero pésimo
para comprometerse emocionalmente. O al menos conmigo. Mierda. Mierda”. No me gustó el derrotero de mis
propios pensamientos. Sentía una desagradable puntada en la frente que no iba a
tardar en convertirse en uno de esos
dolores de cabeza. Me limité a contestar con la versión oficial.
-Claro. Guillermo Graziani. Brillante abogado.
La leyenda dice que un día dejó todo y decidió ser periodista. Dio el salto
completo y fue corresponsal en casi todas las zonas de conflicto armado de la
última década. Europa, América, Medio Oriente. Ganador del Premio Pulitzer y
aparentemente, del Premio a la Botella también. Estaba fuera del país. Lo
estuvo por un largo tiempo. No sabía que había vuelto.
Alexander tenía la mirada fija en el punto
donde un montón de gente estaba rodeando a Graziani.
Yo también me di cuenta.
-No te cae muy simpático, ¿no?
Se tomó su tiempo para contestar. Hubo una
imperceptible grieta en esa perfecta máscara…
-Es un pobre diablo…
~oOo~
En otro lugar del restaurante, un montón de
personas repartía risas y abrazos, apretones de manos y besos de bienvenida. De
alguna manera, se las ingeniaron para apretujarse todos alrededor de una mesa.
Una rubia se escabullió en medio y se colgó
del cuello de Graziani.
-¡Guillermo! ¡Bestia horrible! ¿Por qué no me
dijiste que habías llegado?
El aludido puso su mejor cara de inocente.
-¿Adónde?
Se desató un coro de risas. Alguien propuso un
brindis y hubo un revuelo de manos en alto y ruido de copas chocando. Un hombre
alto y corpulento se acercó con una jarra de cerveza.
-¡Graziani! Te llamé en Ginebra mil veces y
nunca te encontré. ¿Estabas escondido?
-Es muy probable, querido. Vení, tomemos algo.
La charla siguió por toda la mesa, y Graziani
era el indiscutido centro de atención. Conversaba sin apuro y les respondía a
todos, aparentemente cómodo en medio de ese grupo variopinto, que parecía
conocerlo de muchos lugares diferentes.
Yo tampoco podía despegar los ojos de él, por
mucho que lo intentara. Una mezcla de alegría, envidia y bronca me calentaba la
sangre. Me serví otra copa y me removí inquieto en la silla.
-“Mmm... Alex lo detestará, pero eso parece ser algo excepcional. Todo
el mundo está loco de contento de tener de regreso al desaliñado y ebrio señor
Graziani…”
De repente, Alex se levantó, arrastrando la
silla de mal modo, y dejando unos feos rayones sobre el piso de madera. Apoyó
las palmas de las manos sobre la mesa con tanta fuerza que hizo tambalear las
copas.
-Vámonos. Ese estúpido me arruinó el apetito.
-Pero...
Me encogí de hombros y lo imité, apartando la
silla con cuidado. ¿Qué sentido tenía seguir ahí sentados sin decir nada, cada
uno limitándose a masticar como si en vez de la comida, fueran nuestras propias
emociones las que intentábamos digerir?
Nos detuvimos en el guardarropa para buscar
los abrigos. Hice un último intento.
-Caramba… El señor Graziani realmente tiene un
mal efecto sobre vos, ¿no?
Alexander me contestó llegando a la puerta, en
un tono casi desdeñoso, mientras se enroscaba una bufanda de mórbida lana color
azul alrededor del cuello.
-Hablemos de otra cosa. Me enferma ese payaso.
-Bueno… Te paso a buscar mañana para ir a la
apertura de la colección. ¿Estás de acuerdo?
-De acuerdo. Y ahora…
Yo estaba ocupado con mi abrigo, revolviendo
los bolsillos en busca de los guantes. Abrí los ojos como platos cuando una
mano me agarró el mentón y me obligó a levantar la cabeza. El rostro de Alex se
hacía más grande a medida que se inclinaba hacia mí y sus labios buscaban los
míos. Se alejó apenas.
-Buenas noches…
En el segundo que sobrevino, sentí la boca
apoyarse con más fuerza esta vez, y hubo también un brevísimo roce de lengua
sobre mis labios entreabiertos. Todo fue tan fugaz, que cuando reaccioné,
Alexander ya no estaba.
Suspiré y me pasé una mano por el pelo. Olía
bien y besaba mejor. Era como el champagne y como sus ropas… Perfecto y frío.
-“Y se fue, dejándome de seña en la puerta del restaurante. En fin…
Supongo que debería sentirme satisfecho, pero tengo la vaga impresión de que
este ha sido un gesto casi obligado del hermoso Alex… Una especie de rutina…”
Afuera lloviznaba. Me subí el cuello del
abrigo puteando entre dientes por haberme olvidado el paraguas. No me quedaba
más remedio que tomar un taxi. Ensimismado en mis deliberaciones, no vi que un
grupo de personas salía carcajeándose del restaurante. Me empujaron haciéndome
chocar con el paraguas de un hombre que llevaba una rubia escotada colgando del
brazo.
-¡Pedro! ¡Qué sorpresa! ¿Qué haces ahí parado
bajo la lluvia y sin paraguas?
-Hola, Santiago. Es un placer verte, pero ¿te
molestaría explicarme de una puta vez cómo te las arreglás siempre para hacer
preguntas tan estúpidas?
Le sonreí, contrariando mi tono de reclamo.
Disfrutaba cada encuentro con Santiago Malvarez, un aventurero eternamente
inquieto, eternamente atormentado por sus fantasmas secretos y sus eternas
rubias, lánguidas y bobas.
Santiago soltó una carcajada, sin inmutarse
por el maltrato.
-Vamos. Si no tenés un plan mejor, ¿por qué no
venís con nosotros? Hay algo así como una fiesta en alguna parte… Ah, esta es
Silvia.
La rubia se acomodó el escote y me enseñó unos
dientes blanquísimos.
-Laura.
Malvarez siguió como si nada.
-Además, hay alguien que quiero que veas… Te
aseguro que valdrá la pena.
La perspectiva de encerrarme en casa a merced
de mis fantasmas no me atraía especialmente. Tal vez lograra emborracharme lo
suficiente como para caer en la cama y dormirme sin pensar más.
-Vamos. De todas maneras no cené, así que…
~oOo~
Era el ambiente preferido de Marcos
Labrapoulos. Ruidoso, divertido y vagamente internacional. La rubia bostezó y
Malvarez saludó a medio mundo y…
-Ah. Ahí está… Vení…
Ni se molestó en tratar de levantarse. Ahora
estaba casi borracho, pero sus ojos negros seguían lúcidos y sonrientes.
-Guillermo…
-Mi querido Malvarez... Mi estimado híbrido
criollo con tus habituales doncellas…
-No son mis
habituales, ganso. Este es nuestro Pedro,
y esta es Celia…
-Laura.
Graziani me apuntó con el vaso y lo agitó a
modo de saludo. Los cubitos flotaron peligrosamente cerca del borde
-Ya nos vimos antes. ¿No es así, Pedro?
Estabas con el hermoso Alex en el restaurante. –Intentó una sonrisa que no
llegó a los ojos–. ¿Cómo es que estás suelto tan temprano?
Sentí que se me hinchaba una vena en la
frente.
-Yo no estoy suelto, Graziani, porque no soy
una vaca que meten en un corral. Supongo que mucha gente tolera tus groserías
de borracho, pero yo no soy tan altruista. Buenas noches.
Apreté los puños, aguantándome las ganas de
borrarle de un derechazo esa sonrisa presumida de la cara o de revolearle los
cubitos por la cabeza.
Mantuve la jauría quieta, no le iba a dar el
gusto de un berrinche en público. Giré sobre mis talones y me fui, enmascarando
el dolor bajo un frío gesto de furia.
Graziani tomó un trago más que generoso y se
pasó el vaso frío por la frente.
-Mmm… ¿La cagué otra vez, Malvarez?
-Te contesto corto y simple: sí.
~oOo~
No me molesté en prender las luces. Con Al Vacío de NTVG sonando a todo volumen, fui al baño, abrí la lluvia y me quedé
parado ahí, dejando que el agua caliente aflojara la tensión de mi cuello.
Deseaba con todas mis fuerzas desaparecer en la nube de vapor.
...que saltes al vacío y que no vuelvas nunca,
y que toda tu vida te mate la culpa
de haberme robado una parte del alma
y es lo que a vos te hace falta
alejarte de acá...
Me
acordé de las palabras que Malvarez me había dicho una vez, y que no quise
escuchar. Después de todo, eso del amor no es cosa que pueda premeditarse. Es
cosa del destino. De pronto nos golpea cuando menos lo esperamos. Y a veces no
llega por más que nos haga tanta falta como el aire.
Me refregué con la esponja hasta que la piel
se puso roja y me empezó a arder. Traté de tapar el dolor provocado por la
súbita reaparición del energúmeno de Graziani con otro más concreto. Con rabia
mal encauzada, me desquité con el jabón y lo estampé contra la mampara de la
ducha. Pegó con un ruido sordo, rebotó y fue a parar al suelo. Y yo hice lo mismo.
Me desmoroné, la espalda contra la pared y las piernas encogidas. Crucé los
brazos sobre las rodillas y descansé la frente. A pesar del agua caliente,
estaba temblando.
Yo había creído seriamente que estaba en paz
con el pasado hasta que el maldito se me apareció en persona.
~oOo~
Continuará...
Oh, oh, un Graziani corresponsal de guerra y ganador del Pulitzer...ese francés engreído no tiene ni media oportunidad! O si? Que hiciste Guille para que Cielito esté tan enojado con vos? Gracias sister por este AU que no tiene desperdicio!!!
ResponderEliminaralguien me recoge la mandibula?
ResponderEliminarNo hay palabras para comentar el trabajo, óptimamente realizado por Alessia. Cuando todo es claro y te pones el corazón en paz porque no hay Graziani.. He aquí que llega Graziani y mite patas arriba todo. Entornos, personas.. ánimos, corazones. Y todas nosotras a preguntarnos.. ¿Pero qué ha sucedido tres años hace? ¿Qué de tan grave si, a distancia de tiempo, mascan amargo y celos ambos? ¿Tenemos que esperar? .....Entonces esperaremos porque la pluma mágica de Alessa lo merece.
ResponderEliminarPorque esta tan enojado el chiquitin hermoso .... Que le hizo graziani? ..... alessa que fabulossssooooo primer capitulo !!! , me intriga saber como sigue Graciela CT
ResponderEliminarGuauuuuuuu!!!!!!!! Increibleee! No me gusta ni un poco este frances. Y estoy super intrigada en lo que le hizo Graziani! a nuestro Pedro...Magaly
ResponderEliminarMe encanto!! Me gustaría, es mas lo deseo que la continuación de esta historia fuese mañana!! Pero se que hay tiempos que se deben respetar para que pluma magica como la tuya vuelva a escribir.Mucha gracias por este hermosisimo y tierno relato!!
ResponderEliminarAlessa, sos genial. Este nuevo escenario para Pedro y Guillermo, original, sin estrenar, me parece que va a estar muy interesante. El pasado nos conforma y en cierta forma, nos define. El pasado que vuelve...me dejo llevar por tu historia. Marlene Rodrìguez
ResponderEliminaruauuuuu!!!!!inesperada historia!!!!!bien por la autora que nos dirije a otra historia......qué es lo que habrá pasado entre estos dos??????Pedro como siempre muy vulnerable y Guille aparentando fortaleza,que se derrumba ante el primer guiño.....bravo!!!!!!!!....anhelando la próxima.
ResponderEliminarAlessa! una genia.... amo cuando cambian a Pedro de escenario... de profesion pero su amor y su conexion con Guillermo sigue intacta... Graziani avasallador, Pedro, la misma dulzura.... Hermoso comienzo!
ResponderEliminarEsto promete muy bien!!!!!! Me encanta!!!!! Guiie corresponsal de guerra y medio borrachín... Ahhhh, pero no quiero que Cielito sufra por culpa de Graziani!! Qué guachada le habrá hecho, más vale que la repare.
ResponderEliminarSiento como si los personajes se hubieran "atravesado" tanto que uno tomó características del otro... Excelente capítulo Alessa, planteaste todo sin develar absolutamente nada y nos mantuviste amarrados de principio a fin. Tus nuevas criaturas te han enamorado, y eso te hace escribir de forma tal que nos enamora a nosotras. Brindo por esta historia!!
ResponderEliminarIncreíble historia!!! me encantan en nuevos escenarios, no me encantaba que no estuviera Graziani... hasta que apareció, distinto, pero siempre tan Graziani... Brindo por Pedro y su eterna dulzura, amor conflictuado, vulnerabilidad... No puedo evitar la ansiedad por la continuación. Gracias. Susy
ResponderEliminarAlessa....Esto es...es..........cuando lograré regresar puede ser que...tal vez...te pueda escribir algo que tenga un sentido!
ResponderEliminarPor ahora estoy allí, totalmente atrapada en esta nueva historia... que capacidad tenés de quitarme el respiro, mujer!!
ANHELO conocer TODO: lo que fué, lo que pasa y, más y más, lo que será.
Espero...no estoy ni tranquila ni entera, que se sepa!
Que raro GUILLERMO haciendo macanas por no decir otra cosa,sera posible que nos se logre comportar nunca??jajaja me encanta que asi sea y Pedro de mi corazon ,ponelo en su lugar jajaja Ale no sabes como AMO leerte sos impecable y con cada historia subis la apuesta merci beacoup!!!!!
ResponderEliminarperdon ale soy majo la de arriba
EliminarTerminé de leerlo la primera vez conmocionada. Y ya lo leí unas veces más. Me gusta esta historia donde todo ya pasó y los sentimientos de todos están en su máxima expresión. Esperando volver atrás en el tiempo para acompañarlos a ellos para que vuelvan a ser ellos. Excelente historia. Felicitaciones y gracias. Valeria
ResponderEliminarAPLAUSOS, APLAUSOS, Y MAS APLAUSOS,INCREIBLEMENTE,SEN-SA-CIO-NAL.
ResponderEliminarALESSA UNA VUELTA DE TUERCA A LA HISTORIA QUE NOS DEJA SIN ALIENTO ROGANDO POR MAS.
PERSONAJES AMADOS EN ESCENARIOS COMPLETAMENTE DISTINTOS,CON ROLES DIFERENTES PERO CON LA PASION MARCADA A FUEGO, EN LA PIEL.PASION QUE NO PODRAN DISIMULAR.
ADORABLE PEDRO BEGGIO, SIEMPRE PONIENDO EN PRIMER PLANO SUS SENTIMIENTOS, SU ETERNA DULZURA Y TERNURA, PURA PASION .
Y APARECIO EL, EL ETERNO GRAZIANI Y TODO SE PONE PATAS PARA ARRIBA, PROVOCANDO UN TERREMOTO DE SENTIMIENTOS A QUIENES LO RODEAN. AHORA PARECE QUE QUEDO ATRAPADO EN EL VICIO DEL ALCOHOL, QUE SENTIMIENTOS QUIERRA TAPAR...
¿QUE LE HICISTE A CIELITOOOOO? SERA POSIBLE NO APRENDES MASSS, IGUAL ADORARTE ES POCO.
"¿COMO ES QUE ESTAS SUELTO TAN TEMPRANO?" IMPOSIBLE NO QUERERTE GUILLE.
"YO NO ESTOY SUELTO, GRAZIANI, PORQUE NO SOY UNA VACA QUE METEN EN UN CORRAL" SIN PALABRAS CHIQUITIN, SOS LO MAS.
ESTOS DOS SE SACAN CHISPAS, CONOCIENDO LA PLUMA DE ALESSA ALGO ME DICE QUE ME REALICE UN CHEQUEO CORONARIO ANTES DE LEER ,LA TAN ESPERADA RECONCILIACION, UFFFFF!!!!!POR DIOS, LO QUE NOS ESPERA.
AGRADECERTE DESDE EL ALMA ALESSA.
P/D ESTE ALEX, BUEN CONDIMENTO PARA QUE GRAZIANI SUFRA UN POQUITO, UN POQUITO PORQUE DESPUES DE TODO, ME DA UNA TERNURITA INFINITA,ODIO-AMOR, AMOR ODIO ¿ HABRA ESCRITO ALGO SOBRE LOS OJOS , LA MIRADA MAS INQUIETANTE,TRANSPARENTE Y PURA DE PEDRO?MONICA DE LANUS.
Alessa: qué decir. Excelente historia, giro inesperado, intenso e interesante. Y algo más para resaltar es tu escritura: poderosa, llena de matices, de imágenes. Tanto la una como la otra encandilan. Sos una gran escritora. Felicitaciones.
ResponderEliminar"¿Ese energúmeno de Graziani?" me encanta! un Pedro realmente prometedor pero por mucho que hayas hecho, Guillermo querido, estás en Alessa´s World y allí, ¡¡¡todos sucumben en brazos de Cielito!!! Me encanta verlos así, radiantes y ligeramente corridos de su eje... que siga el show!!
ResponderEliminarAlessa, es realmente "inspirado "este nuevo comienzo... Excelente este capítulo. Abrazo.
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