sábado, 31 de mayo de 2014

Vuelta de página (2da parte) by Alessa

Yo había creído seriamente que estaba en paz con el pasado hasta que el maldito se me apareció en persona.


~oOo~

Un tal Guillermo Graziani
Guillermo Graziani. Dos casamientos fallidos. Abogado y de los buenos. En su realidad personal no se las arreglaba tan bien. Nunca había sido capaz de asumir su elección sexual. Condicionado por los prejuicios, llevaba una doble vida. Mentía como respiraba, hasta que se sintió atascado. Se acordó de que quería vivir, pero no quería una vida condicionada por los deseos o necesidades de los demás.
La mayor parte de sus años profesionales, fueron un gran conflicto desarrollado en varias etapas de dimensiones distintas, donde él fue protagonista unas veces, y otras, partícipe necesario.
A los cuarentaypico, su destino cambió. Una noticia le sacudió los cimientos: su primera mujer, Silvina, era uno de los rehenes en los atentados de Bombay.
No dudó. Recuperó su espíritu curioso y sus ganas de meter la nariz donde fuere, y se internó en la India para seguir las negociaciones de rescate. Los relatos vía mail que hacía de los acontecimientos, llegaron a manos de un amigo periodista que lo convenció de publicar los valiosos textos.
Ese fue el comienzo de una seguidilla de coberturas de conflictos que lo tendrían enrolado en los frentes de batalla. Y sería también el comienzo de su reconocimiento mundial como periodista de trinchera.
Para eso, siempre tenía que estar en el lugar exacto. Oliendo la muerte. Poniéndose “en el pellejo del otro” o “dejándose llevar por el instinto”, como le gustaba decir.
Ese instinto lo tuvo girando por Asia, América y Europa, trazando vínculos nuevos, fuertes, genuinos, con la gente y sus problemas. Vínculos de los que ya nunca más pudo ni quiso desprenderse.
Su vida consistía en guerras, viajes y mudanzas. Se convirtió en un trotamundos, en un nómade.
~oOo~

2011
Después de haber seguido los últimos años de una cacería que duró casi diez y terminó con la muerte del misterioso líder terrorista más buscado, Graziani decidió que era hora de volver.
Apenas eran las 21,30 cuando pisó suelo argento pero había estado despierto desde la madrugada anterior y el cuerpo le acusaba el trajín. Cayó en la cuenta, con cierto regocijo interno, de que se sentía un poco decepcionado de que no hubiera ido nadie a recibirlo. Pero no había querido causar revuelo ni corridas anunciando su llegada.
No fue hasta que estuvo subido a un taxi que empezó a sentir que estaba de vuelta. Había algo en el ruido de los neumáticos sobre el asfalto mojado que sonaba diferente de todos los caminos por los que había andado durante los últimos tres años, algo acerca de la forma en que las luces se reflejaban en la superficie de la calle, algo sobre el olor de los asientos.
El corazón le dio un ridículo salto de alegría al saber que volvía a estar en casa.
~oOo~

“Lo inesperado suele estar a la vuelta de la esquina” era mi muletilla insignia.
Aunque esta vez, la esquina estuvo detrás de la puerta de la oficina del jefe, cuando llegué una mañana cualquiera para presentar un borrador.
Apoyado indolentemente contra una ventana, un tipo con las manos en los bolsillos y con el pelo en franco retroceso, me sonrió con cierta picardía.
Mierda.
No estaba acostumbrado a que me sorprendieran con la guardia baja. En mi trabajo era muy saludable conocer de antemano el cómo, el cuándo y el con quién. Sobre todo si ese quién desprendía un nivel de magnetismo capaz de dejar pegado a algún incauto por el resto de su vida.
-Hola.
-Hola.
Tenía abierto el cuello de la camisa, la corbata ladeada y las mangas subidas hasta los codos. La sonrisa derrochaba sexualidad reprimida. Me miró de arriba abajo con una atención a los detalles que resultó casi turbadora.
-Ah, Pedro, dejame que te presente a un querido amigo y excelente profesional. Estoy tratando de convencerlo de que deje un poco de primeras planas para otros y se quede en Buenos Aires...
-Guillermo Graziani.
Me estiró la mano y la mía le salió al encuentro por voluntad propia. Imposible no reconocer el nombre. El tipo era una leyenda entre los novatos que soñaban algún día seguir sus pasos. Aunque la foto de archivo no le hacía justicia. La madurez lo había mejorado.
El reconocimiento de piel fue instantáneo. Casi doloroso. ¿Había algo más odioso que obligarse a la normalidad, cuando la sangre se espesa y los iones colisionan en el aire?
-Beggio. Pedro Beggio.
La voz del jefe descomprimió la situación.
-Pedro es nuestra más reciente incorporación. Van a tener mucho de que conversar; está a cargo de la sección Política Internacional.
Se despegó de la pared y empezó un curioso balanceo a la vez que me traspasaba con la mirada.
-¿Trabajás acá? No te dejes engañar por nada de lo que Vito te diga. Detrás de esta pinta calamitosa, se esconde el mejor analista político de Buenos Aires.
Se acercó al escritorio y agarró el borrador que había quedado olvidado.
-¿Puedo?
Me encogí de hombros.
¿Quién era yo para negarle nada?
Vito sonrió.
~oOo~

Resultó que teníamos un conocido en común. Santiago Malvarez, fotógrafo. Ellos se habían conocido en algún lugar del mundo y ahora Malvarez hacía trabajos freelance para el diario. Organizó una reunión en su casa para agasajar al recién llegado y yo no podía dejar de ir.
Los invitados fueron ocupando gradualmente el espacio, repartidos entre la cocina, el estar y la galería, que era más bien chica. El ruido aumentó. A Graziani y a mí nos separó la gente, después de haber tenido unos insignificantes minutos a solas. En un esfuerzo por ser el de siempre, me dediqué a charlar con cualquiera con quien cruzaba una mirada. A muchos los conocía. Pero uno solo me interesaba. 
Como buen fotógrafo, Malvarez sabía dónde mirar.
-Nunca doy consejos, pero esta vez...
-No hagas una excepción.
-Él y vos van por caminos muy distintos, nene.
-¡Apenas lo conocí esta mañana!
-Como si el tiempo tuviera algo que ver en esto. Se trata de Graziani. La inmediatez es parte de su encanto.
-¿En todo?
-En todo. Con todo. Vive intensamente el momento. Pero nada dura. Nada es importante mucho tiempo.
-No te escucho. Tengo un repentino ataque de sordera.
-Como quieras. Ya sos grandecito. Pero Graziani no es de los que se enamoran.
-No te pongas melodramático, Malvarez.
Sentí el impulso de buscarlo entre los invitados. Nuestras miradas se encontraron por sobre las cabezas. Nos miramos. Un minuto o un año. Y entre los dos crecieron y se ahogaron los propósitos.
~oOo~

Al llegar a casa, me senté en la galería. Parecía que iba a llover; eso me ahorraba el tener que regar las plantas.
Habían pasado dos días desde la fiesta y necesitaba ponerme a trabajar en el borrador, pero mis pensamientos volvían una y otra vez a Guillermo Graziani. Tenía curiosidad por la leyenda. Reconocí un pinchazo de ilusión en alguna parte, recordando cómo me había mirado, pero no quería creerlo. ¿Qué sentido tenía? El tipo era inalcanzable.
En el momento en que estalló un relámpago, sonó el teléfono. Lo había dejado sobre la mesa. Me levanté y entré corriendo. Número desconocido. El corazón se me saltó un latido.
-¿Si?
-Soy Graziani.
-Ah, hola. No esperaba que me llamaras. ¿Pasa algo? “No esperaba... bien hecho, Beggio, como si necesitara saber que estabas pensando en él...”
-¿Comiste?
-¿Cómo?
-Que si ya comiste.
-Acabo de llegar, todavía no...
-¿Puedo ir y cocinar algo? Estoy harto de la comida de restaurant.
-Claro. Sí, sería grandioso.
-Perfecto. En media hora estoy ahí.
Colgó y me quedé inmóvil, con la mirada fija en el teléfono. Eso sí que era moverse rápido. Traté de no pensar en que la cena parecía una cita.
Subí despacio la escalera hasta mi cuarto, me di una ducha, me puse un vaquero y una remera. Descalzo, volví al baño a lavarme los dientes para hacer tiempo. Me miré en el espejo. ¿Graziani en mi casa, cocinando? Tal vez quisiera hablar sobre el borrador, después de todo.
Timbre.
Troté por la escalera y abrí la puerta.
Había optado por algo más cómodo, en vez del habitual traje. Sonriendo, me mostró dos bolsas de supermercado.
-No sabía qué tenías, así que traje algunas cosas.
-Menos mal, porque puedo ofrecerte vino, pero soy muy malo cocinando.
-Ah, eso es porque no me conocías –sonrió un poco más, y sentí de golpe la boca llena de algodón-. Yo te voy a enseñar.
Lo llevé a la cocina. Se arremangó y se adueñó del lugar, mientras yo pasaba a ser un mero colaborador. El tipo era prolijito y sabía lo que se traía entre manos. Destapé una botella de malbec y trabajamos como si lleváramos años haciendo eso. La naturalidad con que fluían las cosas me salvaba de pensar en lo rápido que había mutado el trato entre los dos.
Mientras esperábamos que se cocinara la pasta, me miró de arriba abajo.
-Sos lindo –comentó, como pudo haber dicho ‘pasame la sal’.
-Gracias. ¿Sabés que vos no estás nada mal? –contraataqué.
Otra sonrisa, más marcada.
-Me alegra que hayamos aclarado ese punto.
-Lo mismo digo.
~oOo~

Nos acomodamos uno de cada lado de la barra hasta que por lo visto lo pensó mejor, y dio la vuelta para sentarse al lado mío, diciendo:
-Nada de charlas de trabajo.
-Pensé que querías comentarme algo del borrador.
Sacudió la cabeza sin dejar de sonreír.
-No. Ni una palabra.
Enroscó un poco de pasta en el tenedor y me lo acercó.
-A ver qué te parece...
Consideré mis posibilidades mientras degustaba el bocado. La pasta estaba al dente y la salsa... bueno, no tenía con qué compararla. Era una delicia. El tipo era un periodista reconocido mundialmente, estaba como quería y encima cocinaba como los dioses. Me cocinaba. ¿Qué más podía desear un simple mortal como yo?
-Perfecto.
-Perfecto. ¿Así nomás?
 -¿Qué más? ¿Querés que haga sonar las trompetas de Jericó? No te agrandes, Graziani.
-¡Vos sos un atorrante!
Me resultaba imposible no sentirme impresionado por su personalidad. Era un tipo que había perdido la noción de la pequeñez y de los límites.
Muchas opiniones existían sobre él y yo las había conocido todas y creído ninguna. Un (buen) periodista sabe que eso es algo que se reserva para uso personal.
-¿Cómo triunfar? Es como todas las cosas: 10 por ciento de talento y 90 por ciento de trabajo. Y lo más importante: querer triunfar.
-Bueno... Todos quieren triunfar, ¿no?
-No, chiquitín, no creas. La mayoría cree quererlo, pero en realidad no les tienta demasiado. La mayoría prefiere evitar los sobresaltos y los riesgos y refugiarse a la noche en la seguridad de su sillón mirando la tele. Yo ni siquiera tengo tele porque odio verme y si me preguntás de qué color son las paredes de mi casa no te podría contestar. Vivo en hoteles.
-Esa vida parece muy... muy estéril, ¿no te parece?
-No lo sé. Es mi vida, yo la elegí y no podría vivir de otra manera.
-¿Solo? Digo, después de tus divorcios... ¿Aprendiste la lección?
-Puede. No tengo tiempo para esas cosas. Trabajo. Es lo único que me interesa. No me gusta darle a otra persona el derecho a exigirme nada. ¿Te parece mal?
Me encogí de hombros. No pude evitar reírme. Yo pensaba exactamente igual.
-No sé si puedo ser imparcial en eso. No soy el mejor ejemplo.
-¿Estuviste casado?
-Una vez. Estuve perdido un tiempo, pero sobreviví. Al final resultó lo mejor para los dos. Creí estar enamorado, pero las cosas ya estaban cambiando para mí, así que corregí el rumbo y se acabó.
Me miró, con un codo apoyado en la madera y el mentón en la palma de la mano. Con la otra me alcanzó la copa.
-¿Y ahora? ¿Vos aprendiste la lección?
Estuve a punto de hacer un comentario gracioso, pero me contuve. En lugar de eso, agarré la copa y me demoré en sus dedos.
-Puede. O tal vez haya estado esperando...
Me miró, preguntándose si le tomaba el pelo. Le sostuve la mirada, sin tener idea de lo que pasaría. Eran tantas las posibilidades. “No metas la pata... por favor, sea lo que sea, no metas la pata…”
Graziani apoyó una mano en mi frente.
-No soy muy bueno para esperar.
-Nos estamos metiendo en problemas, ¿no? –dije.
-Más de los que te imaginás –recuperó la copa y tomó un sorbo de vino-. ¿Sabés por qué vine?
-No tengo la menor idea. ¿A alimentarme?
-A seducirte.
-Hasta ahora no tengo quejas.
-Hasta ahora no viste nada.
Sonrió. Y entonces me besó, una sola vez, fugazmente.
Graziani me había sacado de mi eje. Me volvía loco, sentía que el cuerpo se me disolvía, que una horda de deseo tiraba abajo los muros que había levantado por las dudas.
Nos miramos. Sus ojos bajaron desde mis ojos hasta mi boca. Se inclinó y volvimos a besarnos. El primer beso fue de reconocimiento. Este fue una toma de posesión.
No me acuerdo cómo conseguimos terminar la cena. ¿Cómo habíamos llegado a eso? Apenas nos conocíamos, y sin embargo, ahí estábamos.
Insistió en llevar los platos. Cuando terminó, se paró a mi lado. Me agarró de la mano y me tironeó hasta ponerme de pie, dándome la vuelta para que quedara de espaldas a él. Sentí su lengua lamiéndome el cuello. Apartó la remera y me besó el hombro, dejándome un mordiscón.
-Mejor tomárselo con calma –me desconocí al escucharme. ¿De verdad estaba jadeando? De repente me dio un poco de miedo.
-¿Querés no hacerlo?
-No. Sí quiero.
-Bien. Entonces ¿por qué no subimos?
Apagué las luces y crucé la cocina, subí la escalera y me volví en el tercer peldaño. Me senté en el escalón al ver que se acercaba. Se quedó parado con la cara a la altura de la mía. Nos sostuvimos la mirada durante unos segundos y su boca se acercó a la mía hasta fundirse con ella. Levanté el brazo, le puse mano en la nuca y la cerré con fuerza. Mi deseo era como un hierro al rojo que me traspasaba las tripas. Me recosté en la escalera. El filo de los escalones se me clavó en la espalda y dolor y deseo se hicieron uno. Le acaricié la mejilla y el cuello, mientras él deslizaba sus manos por debajo de la remera y me recorría el pecho con la yema de los dedos. Se inclinó sobre mí y nos movimos como en un simulacro, con la ropa puesta, con el cuerpo arqueado. Escuchábamos el murmullo de la ropa, de nuestra respiración. Estiré la mano y la deslicé por su camisa, hacia abajo y lo acaricié. Soltó un gemido animal y se enderezó para pasar por encima, agarrándome la mano para que lo siguiera.
-No tengo edad para andar haciendo papelones con la ropa puesta, chiquitín. Vamos a la cama.
Nos desnudamos por etapas, sin dejar de besarnos. No hubo arrepentimiento repentino, ni timidez. Hubo sí, demasiada voracidad, demasiada pasión. La necesidad de pertenecernos nos estaqueó sobre el colchón, carne contra carne, rindiendo todos los secretos. El primer ramalazo de calor que sentí cuando su carne entró en contacto con la mía me hizo murmurar algo, pero después ya no hubo más palabras. El envión se trasformó en un movimiento arrollador que me redujo a escombros. Fundido hasta los huesos. Se apoyó en los codos y me dio un beso largo y profundo. Y volvió a comenzar.
~oOo~

Graziani se fue con las primeras luces del amanecer. Tenía una serie de reuniones. Yo planeaba arrastrarme a la cama. Nos había costado desprendernos el uno del otro. En la calle, frente a mi casa, nos habíamos besado por última vez antes de que subiera al taxi y yo me quedara viendo como se alejaba.
Con cualquier otra persona me habrían preocupado las clásicas estupideces: quién haría el primer llamado, si volvería a verlo, si pensaba realmente algo de lo que había dicho... Con Graziani eso no me importaba. Fuera lo que fuese aquello, y viniera lo que viniera después, me parecía bien. Si toda la relación quedaba encapsulada en las horas que acabábamos de pasar juntos, ya me sentía afortunado. En aquel momento ni se me ocurrió pensar que alguna vez iba a desear que esa parte de mi pasado nunca hubiera existido.
Dormí hasta las diez y me despertó el aviso de un mensaje. Agarré el celular y me quedé viendo la lucecita parpadear como si fuera una clave Morse. ¿Sería de Graziani? Y si era de él, ¿significaba algo que no hubiera llamado? El mismo problema al inicio de cualquier relación, nunca se sabe cómo interpretar el comportamiento de la otra persona. Y apenas habían pasado cuatro horas desde mi adulto propósito de tomar las cosas como se presentaran. Me armé de coraje y apreté la pantalla:
“Quiero creer que pueden sucedernos cosas agradables. No todos los días, pero sí de vez en cuando”.
~oOo~

Los días que siguieron fueron febriles, pero excitantes. Me gustó conocer su mundo secreto y caótico. Graziani era un torrente continuo de talento, malicia, buen humor y desparpajo. Me ayudó con el borrador y el resultado no pasó desapercibido para mi jefe.
-¿Por qué hacés esto por mí, Graziani?
-Porque me gustás. Y cuando alguien me gusta...
-Vos también me gustás mucho. Si nos hubiéramos conocido antes, ¿te imaginás lo que podríamos haber hecho juntos?
-Lo importante es que nos conocimos, ¿no?
-Claro
Y la charla terminaba como todas las charlas. Besos que urgían. Piel que reclamaba piel.
~oOo~

Pasé la tarde tirado en el sillón, pretendiendo leer un libro. En realidad, lo que esperaba era una llamada de Graziani. Hacía cinco días que no lo veía. En los últimos tres meses me había acostumbrado a hablar con él, pero más que nada, me había acostumbrado a su piel. Mi cuerpo recordaba el suyo con una intensidad que me impedía concentrarme en otra cosa. Antes de que apareciera en mi vida yo vivía en un limbo: no me la pasaba de joda pero tampoco era un monje. Ahora me sentía como un animal en celo.
Sin querer, me puse a recordar lo que había pasado entre nosotros. Prefería pensar que éramos amigos con derecho a roce, porque había aprendido a leerlo y estaba seguro de que la palabra ‘amor’ no estaba en su diccionario. No me animé a fantasear con lo que podría suceder. Graziani tenía un ritmo mucho más acelerado que el mío. Para él, vivir rápido era una manera de protegerse. Le permitía reducir los sentimientos a la mitad, porque no había tiempo para sentir más. A veces parecía que estaba apurado por terminar y seguir adelante.
~oOo~

La semana pasó como en una soporífera nebulosa. Contagiado del carácter egocéntrico del mundo, pensé que si nada importante me pasaba a mí, afuera tampoco pasaba nada. La verdad es que sí pasaban cosas, pero para cuando me enteré, ya era muy tarde para hacer algo que modificara no la causa, sino el efecto.
La llamada llegó y lo puso en alerta de inmediato. Ya hacía días que se pasaba horas leyendo documentos y material que le llegaba de sus colegas en el extranjero y muchas veces volvía a casa de madrugada, después de haber estado horas en las agencias de noticias analizando la información que fluía sin parar. Amenaza de ataques en Libia podían acabar con el dictador. Era cuestión de horas. Y Graziani simplemente no podía no estar involucrado.
~oOo~

¿Qué podía decirle? Nada nos ataba, ni promesas ni palabras. Nunca le había dicho lo que sentía por él. Solo habíamos tenido noches ardientes.
No le pude ver los ojos. La noche creciente clavaba sombras en su cara y su voz pareció llegar de muy lejos...
-Hace mucho que me gané el derecho de hacer lo que tenga ganas de hacer. Soy dueño de mi vida. Tomo mis propias decisiones y cometo mis propios errores. No me gusta estar atado. Supongo que lo que estoy tratando de decir tan malamente, es que me voy. Me costó mucho ser quién soy y no voy a renunciar a eso.
~oOo~

Hay un silencio perturbador, es el que deja una persona cuando sale de nuestra vida. Yo no quería terminar, pero Graziani no sabía cómo quedarse ni cómo quererme.
Sabía de sobra que no nos habían fabricado para estar juntos. Él tenía una etiqueta de no sé qué historia y la mía decía algo muy diferente. Pero nos habíamos encontrado, y nuestros núcleos habían chocado y se habían entrelazado inevitablemente, para volver a separarse y rebotar cada uno por su lado sin tener la más mínima intención de volver a estar en contacto.
Era una mierda, pero era así.
Las noches y los días se volvieron un infierno, un infierno gélido. Una cama vacía y a la vez tan llena de sentimientos, una almohada con su olor. Era poco a lo que podía aferrarme. Presentía que nadie sería capaz de sustituirlo. Nadie tendría la capacidad de salvarme como él lo hacía, ni de hacerme reír o encabronar.
Caminé sin rumbo. Cerré los ojos. Desperté cada mañana dándome cuenta de que todavía no había tocado fondo, pero cada vez me quedaba menos oxígeno para poder llegar a la superficie. Viví al límite del precipicio, hasta que me di cuenta de que estaba luchando por algo que había perdido hacía mucho tiempo. Entonces cerré los puños, apreté los dientes y lo saqué de mi vida como él me había sacado de la suya.
~oOo~

2014
Por enésima vez traté de concentrarme en el libro. Era evidente que la noche no estaba para lectura.
-¿Qué mierda se habrá creído ese imbécil? ¿Por qué tuvo que volver?
Timbre.
Ya pasaba largamente de la medianoche.
-¿Y quién carajo viene a estas horas? ¡Juro que voy a…!
Me levanté tambaleándome y fui a abrir arrastrando el acolchado.
Tenía un mal sabor en la boca y los pelos de punta. Me fijé por la mirilla, no fuera a ser que un ratero madrugador quisiera agarrarme desprevenido.

Pero quien estaba ante la puerta era el mismísimo Guillermo Graziani.

18 comentarios:

  1. Alessa: excelencia pura en esta segunda parte tanto como en la primera. La historia no decae, al contrario cobra fuerza. El relato de la intimidad entre ellos es de un intenso erotismo. El relato en primera persona de Pedro deja sin aliento. Reitero: sos una gran escritora. Tu escritura provoca querer seguir leyendo. Por suerte existe la palabra "continuará". Felicitaciones.

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  2. "Para él, vivir rápido era una manera de protegerse." Probablemente St. Etienne tenía otros motivos para definirlo así, pero esa frase explica lo de 'es un pobre diablo'. Pedro sufrió mucho, pero Graziani perdió más. Y este final, creo, es un indicio de eso. Encadenada a tu historia y tu talento Ale, sos única.

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  3. chan! y asi nos dejas!!!! amarte!

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  4. No es correcto dejar a medias a las personas.. ¿Ahora como me resisto a la curiosidad para saber qué sucede? ¡Porque Graziani ha vuelto a Canossa con la ceniza sobre la cabeza (como decimos en Italia) y la reconciliación será ciertamente igual a un estallido de fuegos artificiales! ¿Qué decir? La escritura de Alessa me enamora siempre más. Tensión psicológica, dolor, sensualidad.. placer. Te envuelven y te dejan sin aliento. Una historia que te toma el alma, en el que te identificas, dónde eres un poco Pedro y un poco Graziani. Dónde nada es dejado al caso. ¡Una historia perfecta! Gracias

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  5. "Y la charla terminaba como todas las charlas. Besos que urgían. Piel que reclamaba piel."
    Como escribís, mujer!!!! Increible!
    Y yo...Ausente con aviso: cuando podré regresar, te escribiré algo con un sentido! Probablemente al proximo capitulo...
    Y hasta aquel momento, voy a concentrarme sobre mi respiración... ❤️❤️❤️

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  6. Ahhh!!!! Alessa ....queria tanto saber cual habia sido ESA historia entre ellos!!!! honestamente, todas las espectativas cubiertas....espectacular descripcion...algunas de tantas frases para resaltar y a mi entender..si se puedieran....ENMARCAR......"Nos miramos. Un minuto o un año. Y entre los dos crecieron y se ahogaron los propósitos".....“Quiero creer que pueden sucedernos cosas agradables. No todos los días, pero sí de vez en cuando”...."No le pude ver los ojos. La noche creciente clavaba sombras en su cara y su voz pareció llegar de muy lejos..."...".nuestros núcleos habían chocado y se habían entrelazado inevitablemente, para volver a separarse y rebotar cada uno por su lado sin tener la más mínima intención de volver a estar en contacto."...una belleza....que inspiracion mujer!!! esperando la ultima parte!!!! GRACIAS! Barby

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  7. Alessa, te pido perdòn, pero el mejor elogio que me nace es decirte que te par..! ( con muuucho respeto) Entre..."Apagué las luces y crucé la cocina," y ".Y volviò a comenzar", me olvidè de oxigenarme! Què bien escribìs. Con todas las comentaristas por testigo, me declaro tu màs ferviente admiradora! Excelente. No tengo mucho para decir, sòlo que me perturba y por consiguiente, me sube un dolor desde los riñones, por el hecho de pensar en que Graziani se ausente de la vida de Pedro, o vaya y venga hacièndolo sufrir demasiado...Gracias por esta historia maravillosa. Gracias por escribir con tanta belleza y pasiòn. Marlene Rodrìguez

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  8. No!! es una de esas historias que uno no quiere terminar de leer, por que se siente el silencio de las palabras que no están!! Gracias por regalarnos la segunda parte tan pronto, ¿es mucho pedir la tercera ya? Felicitaciones, admirable escritura!!! Susy

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  9. Ok, ok, Grazinai estuvo allí... y ahora volvió... ¡Alessa´s World!

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  10. Alessa , por Dios como terminaste este capitulo me mato .... ahora me pregunto como va a seguir eso , le abrira la puerta ? o no ? se arreglaran ? .... como puso alguien mas arriba , que suerte que existe ese " continuara" ... no tardes Si ? Graciela CT

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  11. Me he puesto de pie para aplaudirte Alessa!! Hace mucho tiempo que no leo una historia como esta, iba bajando el cursor y no quería encontrarme de ninguna manera con la palabra continuará, sinceramente no queria, necesitaba que este relato hubiese sido infinito. Bueno en espera desesperada de la 3er parte!! Gracias!!!

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  12. Perfección..puedo escribir solo esto Ale!!! no llegue a comentar el primer capitulo que ya nos regalaste el segundi�� amé esto Pedro siempre tierno y siempre sufriendo por Graziani!! Ahora es el que tiene que hacerlo sufrir!! Grande Ale!!!

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  13. Alessa, es excelente la construcción del personaje de Pedro , la elección de la primera persona para narrar... éste es su fic! abrazo.

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  14. Excelente Alessa!!!!! y este nuevo escenario, emocionante!

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  15. PLUMA VOLADORA SOS UNA GRANDE ALE NO HAY CON QUE DARTE!!!!!!ADMIRACION TOTAL....majo

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  16. Alessa, hermoso relato, y que imaginación! los dos periodístas y Guille corresponsal de guerra! impresionante! aguardo ansiosa la continuación. Mis felicitaciones.

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  17. Alessa, esta historia me generó amores, odios, ansiedades, tristezas, y tooooodas las sensaciones que encuentres en el medio. Me dejo casi con taquicardia leer " y entre los dos crecieron y se ahogaron los propositos" Y como soy bastante bipolar, cuando estaba por caer de nuevo en la ansiedad y el temor tu historia me llevo a confiar nuevamente en esos finales felices que tanti necesitamos, en tu pluma maestra, y en ese timbre a medianoche que me devolvio la ilusion. Miles de gracias. Felicitas

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  18. YA LO HABIA DICHO EN EL PLANETA DE ALESSA, POR SUERTE,TODO PUEDE PASAR, NADA ESTA PROHIBIDO, Y ESTO RECIEN COMIENZA.MI DIOS LO MEJOR ESTA POR LLEGAR.
    LA HISTORIA NARRADA POR PEDRO UNA DELICIA ABSOLUTA, SIN DESPERDICIO.FELICITASCIONES CON MAYUSCULAS.
    ALESSA,PLEASE, GRAZIANI QUE NO SE LA LLEVE DE ARRIBA, HIZO SUFRIR A CHIQUITIN LINDO ESO, POR LO MENOS, PARA MI MERECE COMO MINIMO "ESTAS CELOSO, GRAZIANI" SIIIIII.PEDRO ETERNO, ANIMALITO ADORADO.¿COMO SE PUEDE SEDUCIR A CIELITO Y DESPUES ABANDONARLO? Y SI, PEDRO ES PEDRO. GRACIAS POR TANTO A TODAS LAS HERMOSISIMAS ESCRITORAS.NO PODIA NO PASAR, CUESTION DE FE.
    P/D PARA ESCRIBIR SE NECESITA, UN MILLON DE COSAS, PERO LA INSPIRACION ES MUY IMPORTANTE, POR ESO SI HAY QUE ESPERAR ESPERO, ENTERA TRANQUILA.LAS OTRAS 999.999 YA LA TIENEN. GENIASSSS.MONICA DE LANUS

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