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Lo
despierta el timbre, insistente
-
Quién es?
-
Yo
-
Se pone una remera y acomoda un poco el pelo antes de bajar
-
Buen día – “carita de dormido, más hermoso todavía”- son las 11,
dormías?
-
Es domingo – en el ascensor lo abraza y hunde la cara en su cuello, se
quedaría a vivir allí
-
Camina precioso – le saca las llaves de la mano y abre – necesito que
me lleves a buscar a Fabián
Levanta
la cabeza con el ceño fruncido – no me parece… la mama no parecía muy de
acuerdo de verme ahí la vez pasada
-
Y a mí que me importa lo que opine?
-
Te vas a meter en quilombos Guillermo
-
Yo no me meto en quilombos, son ellos los que me persiguen a mi –
sonríe- además le prometí llevarlo al zoológico y ni loco voy solo, odio los
animales, el olor y la mugre – pero no lo convence. Lo besa y sin apenas
separar los labios – que tengo que hacer para que me digas que si?
Sonríe
– se me ocurren varias cosas….
Lo
empuja hacia la habitación, alejándolo – raja de acá, vestite que te preparo el
desayuno
Recogen
a Fabián
-
Este no es el camino, Pedro
-
Vamos a Temaiken
F – Si!!!!
Almuerzan
y pasan la tarde en el bioparque, no dejan nada por recorrer y ninguna
actividad por realizar. Guillermo disfruta viendo a Pedro y a Fabián ir de un
lado a otro, congenian perfectamente, aunque a veces duda de quién es el más
chico, escuchan atentos las explicaciones, alimentan a todos los animales
posibles, se asombran en el acuario y se divierten con las mariposas. No es que
a él le interesan los secretos de los murciélagos o las aventuras de las
suricatas, solo le importa la felicidad de su hijo, y la de Pedro “enamorado
como un boludo a mis cuarenta y largos”, sonríe
-
Dale papa! Vamos a ver a los hipopótamos!
-
Ya voy hijito, ya voy
-
Cansado Grazziani? – le alcanza una botella de agua y roza apenas sus
dedos
-
Vos y tus ideas maravillosas
Regresan
tarde por la autopista repleta, Fabián duerme en el asiento de atrás, le avisa
a Silvina que están atrasados
-
La pasaste bien?
Apoya
su mano sobre la de Pedro en la palanca de cambios por toda respuesta
-
No me hagas chocar otra vez – sonríe y entrelaza sus dedos con los de
Guillermo
Cuando
llegan Silvina y Claudio, su pareja, los esperan en la puerta, huele a
problemas
-
Despertate hijito, despedite de Pedro
Lo
abraza – chau
-
Chau, campeón
-
Quedate acá – le indica Guillermo
Claudio
se lleva a Fabián
-
No te podes llevar a mi hijo con cualquier “amigo” que tengas por ahí
-
No tengo por qué darte explicaciones
Desde
el auto los ve discutir, Claudio regresa, decide bajar cuando los gritos se
escuchan en toda la calle
-
Voy a pedir visitas supervisadas!
-
No podes hacer eso!
-
Yo no te dije nada cuando trajiste a vivir al orangután este acá!
La
trompada le hace perder el equilibrio- raja de acá puto de mierda!- cae en los
brazos de Pedro, siente el sabor de la sangre en la boza, se incorpora y
aporrea la puerta cerrada – te voy a denunciar idiota! no sabes con quien te
metiste! Te voy a sacar la tenencia!
-
Guille…
-
Dejame, dejame – sube al auto, apoya los codos en las rodillas y
esconde la cara entre las manos – que mierda…. Llamalo a Marcos, hay que hacer
la denuncia y quiero una ampliación del régimen de visitas.
Maneja
en silencio hasta la casa
-
Queres que me quede?
-
No
Saca el
pañuelo del bolsillo, lo moja con lo que quedo de una botella de agua y le
limpia la sangre del labio partido – ponete hielo
-
Vas a declarar?
-
Claro
Quita
suavemente el pañuelo de entre los dedos de Pedro y lo guarda en su saco antes
de bajar del auto – este lo lavo yo
“Umbrío por la pena, casi bruno,
porque la pena tizna cuando estalla,
donde yo no me hallo, no se halla
hombre más apenado que ninguno.
Pena con pena y pena desayuno,
pena es mi paz y pena mi batalla,
perro que ni me deja ni se calla,
siempre a su dueño fiel, pero importuno.
Cardos, penas me oponen su corona,
cardos, penas me azuzan sus leopardos
y no me dejan bueno hueso alguno.
No podrá con la pena mi persona
circundada de penas y de cardos:
¡cuánto penar para morirse uno!”
porque la pena tizna cuando estalla,
donde yo no me hallo, no se halla
hombre más apenado que ninguno.
Pena con pena y pena desayuno,
pena es mi paz y pena mi batalla,
perro que ni me deja ni se calla,
siempre a su dueño fiel, pero importuno.
Cardos, penas me oponen su corona,
cardos, penas me azuzan sus leopardos
y no me dejan bueno hueso alguno.
No podrá con la pena mi persona
circundada de penas y de cardos:
¡cuánto penar para morirse uno!”
Miguel Hernandez
Continuará...
Me gusta mucho esta historia!! Me gustan mucho este Pedro y Guiie!! Siempre con los pañuelos =D
ResponderEliminarAmo profundamente esta historia... Gracias Elena!! Cande
ResponderEliminarAy Ay las nanas de la cebolla.....
ResponderEliminarME ENCANTO!! SEGUI ESCRIBIENDO!! GRACIAS!!
ResponderEliminarAmo esta historia!!!!! No me veìa venir para nada lo que pasò en el capìtulo de hoy, me pareciò un giro interesantìsimo, muy muchas gracias por esto. Espero ansiosa la continuaciòn, es una relato hermoso, interesante y tan atrapante que no podes parar de leer, corrès en el texto en busca de lo que viene, muchisimas gracias por esto. Felicitas
ResponderEliminargracias!
ResponderEliminarPero que linda se esta poniendo esta historia, pero o lei muy rapido o fue muy cortita, quiero mas!!! Silvana.
ResponderEliminarUy, que tema ríspido las nuevas parejas de los padres... de cualquiera de los dos lados. Me gusta que te animes con este tema, Elena! Creo que más vale me abrocho el cinturón, porque me parece que el viaje se va a poner un poco accidentado... Besos!
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