“Somos extraños de nuevo, pero esta vez con
recuerdos.”
Como siempre, gracias infinitas a mi beta
Alessa.
CAPITULO 3
Guillermo miró de reojo el reloj; la reunión
con Baunes se había alargado más de lo esperado y como todo en esos días, se le
estaba haciendo insoportable.
Por cada chicana e insulto de Baunes que no
contestaba, podía sentir las miradas preocupadas de Gaby y de Marcos, y los
interrogantes que se dibujaban en la cara de Matías.
No tenía ganas de entrar en discusiones
inútiles. No, cuando sabía que no iba a encontrar un guiño cómplice o una
carcajada contenida en unos ojazos
marrones que lo enamoraban.
Finalmente pudieron ponerse de acuerdo y por lo
menos la insufrible y eterna reunión había servido para algo, evitando la
aparición de la brigada “controlemos que Guille coma, beba, duerma”.
Se apuró a despedirse y huyó hacia su despacho.
Cerró la puerta y suspiró fastidiado.
Sí, estaba más flaco. Sí, estaba durmiendo
menos. Sí, estaba desganado. Sabía que estaban preocupados por él, pero estaba
harto de que lo controlaran como a un chico.
A la hora del almuerzo eran Beto, Sonia y, para
su absoluta sorpresa, Marcos (que insistía en compartir una vianda,
sospechosamente generosa que le había preparado Isabel). Si los esfuerzos no
eran exitosos, aparecían las más temibles, Cuca y Gaby. A la noche era Fabián,
y si él no podía, siempre había algún suplente listo. Estaba podrido.
Él era un hombre grande, carajo. Con el corazón
destrozado, pero un hombre grande. No necesitaba niñeros.
Él necesitaba otra cosa, pero esa otra cosa, con justas razones, había desaparecido de su vida.
Se agarró la cabeza con las manos y se preguntó
nuevamente si no estaba mejor “antes”.
Ese “antes” lo había llevado a largas
discusiones con Jorge…
No creía en Dios, no iba a rezar, ni a esperar
un milagro. ¿Qué milagro podía esperar él? Pero las últimas semanas lo habían
encontrado más de una vez sentado en el banco de la iglesia esperando a su
amigo.
Al principio había ido por consejo y presión de
Carlos, pero después esas charlas se habían convertido en los únicos momentos en
que sentía que podía desahogarse, dejar salir su dolor, sin preocupar a nadie.
El “antes” que añoraba, era el antes de conocer
a Pedro. Una vida anestesiada, vacía, pero sin ese profundo dolor que lo
consumía todos los días.
-“¿Por qué no lo
buscás?”- lo interrogó la última vez que se vieron, finalmente dejándose ganar
por la curiosidad.
-“Porque creo que no
quiere que lo encuentre…”- reconoció con tristeza.
-“Guille, no lo buscás
porque tenés miedo.”- lo increpó, tratando de hacerlo reaccionar.
-“No lo busco porque
dejó muy claro que quería estar lejos mío. Y realmente Jorge, yo también
querría estar lejos mío.”- confesó, ya casi sintiéndose acabado.
-“Pero ahora
recuperaste la memoria, sabés quien es Pedro, sabés que sos feliz con él…”-intentó
darle fuerzas.
-“Ya te dije que
preferiría no saberlo ¿Qué hago con eso? Después de cómo lo traté, de las cosas
que le dije, ¿te parece que va a querer verme? “
“Guille, el amor
perdona todo y si hay algo que Pedro tiene es un amor infinito por vos.”
“Sí, pero soy yo el
que no me puedo perdonar.”
“Habías tenido un
accidente, perdiste la memoria.” presionó.
“¿Pero sabés que
Jorge? No escuché a mi corazón. Y eso es imperdonable.”
Los golpes en la puerta lo hicieron salir de
sus cavilaciones. Para su sorpresa, se asomó Matías y por supuesto atrás suyo
la inefable Cuca.
-“Mirá
quién vino para invitarte a comer, tesoro.”- la ilusión en los ojos de su tía
adorada, le hizo morderse los labios y evitar el consabido “no tengo hambre”.
-“Dale Guille, te invito a comer, ¡vamos!”- una
invitación cómplice brillaba en los ojos de Matías.
Con el “no” en la punta de la lengua, se
contuvo. No era tan mala idea la de salir a comer con él, le iba a permitir
escapar un rato de la brigada infernal.
Y para el asombro de Cuca, mientras agarraba el
saco, sonrió con un “Bueno, vamos.”
* * *
El almuerzo resultó más agradable de lo que
esperaba. Por lo menos Matías no controlaba cuantos tenedores de comida se
había metido en la boca, ni había insistido en que siguiera comiendo, a pesar
de que medio plato seguía lleno, aunque sospechaba que había recibido
instrucciones al respecto.
Hacía rato que no se reía, pero por lo menos
las anécdotas sobre Baunes que le había contado Matías, lograron sacarle unas
sonrisas.
De todos modos sospechaba que algún motivo más
había en la casual invitación.
Esperó hasta el momento del café y ya estando
más relajados, disparó, -“Dale, contame por qué me invitaste a almorzar.”
-“¿No se puede invitar a almorzar a un colega,
que ya levanta sospechas?”
-“Matías… no perdamos más el tiempo, te
escucho.”
-“¡Sos un viejo zorro vos! Bueno, el tema es así, ayer estuve reunido con el
decano de la facultad de derecho y está con un problema. El Dr. Correa se
enfermó la semana pasada y necesita un reemplazo.” – lo miró fijo, esperando
que entendiera.
-“Ah, no, no querido, estás loco, a quién se le
ocurre que voy a tener ganas de dar clases.”
-“Pará, pará, Guillermo. No es para eso,
suplente para la facultad tiene. El problema es con el Congreso de Derecho que
se hace en Madrid. Correa iba a ser uno de los oradores y…”
Guillermo sintió en ese momento que el tiempo
se detenía. El Congreso en Madrid. Lo
había olvidado por completo. Pedro había estado muy entusiasmado con ir, había
insistido con que fueran; él por supuesto se había negado. Pero todo había sido
una fachada, sin que lo supiera había organizado el viaje, los traslados, el
alojamiento, las inscripciones al Congreso y después una semana de vacaciones.
Flor de sorpresa le tenía preparada a su Cielito.
Tragó saliva, y sintió como se le llenaban los
ojos de lágrimas. Tenía que anular absolutamente todo. Ya no tenía a quién
darle una sorpresa.
La voz de Matías se filtró entre sus
pensamientos, trayéndolo de vuelta al aquí y ahora.
-“Guillermo, Guillermo, ¿estás bien? Te pusiste
pálido. ¿Te sentís bien?”-
-“¿Eh? Sí, sí, sí… Perdoname, ¿qué me decías?-
enfrentó como pudo la mirada preocupada del otro abogado.
Matías pareció compadecerse de él y continuó,
-“Te decía que el decano está buscando un orador que reemplace a Correa en el
Congreso y me fijé, como vos estás inscripto, se me ocurrió que podías hacerlo.”
-“Pero, no. ¡¿cómo se te ocurre?! ¿Yo de
orador? ¿Y de qué voy a hablar?”- intentó zafar Guillermo.
-“Derecho Penal. Tu especialidad, Guillermo. El
caso argentino. Creo que sobre eso, sabés bastante. ¿O me equivoco?”
-“Mirá Matías, te agradezco que hayas pensado
en mí, pero en este momento no soy el indicado.” Negando con la cabeza.
-“Pensalo. Podría ser tu oportunidad de escapar
de Buenos Aires unos días. Mal no te va a hacer.” – le dijo, levantándose de la
mesa y sin darse por vencido. –“¿Te alcanzo al estudio?”
La vuelta al estudio fue casi en silencio.
Guillermo estaba absolutamente perdido en sus
pensamientos.
Apenas se sentó en su sillón, lo primero que
hizo fue revisar los mails del Congreso, los pasajes de avión, el hotel… todo estaba
listo.
Si quería podía viajar. La pregunta del millón
era ¿quería?
En un ataque de bronca, revoleó todo lo que
había arriba de su escritorio.
Sintió que no aguantaba la presión que tenía en
el pecho. Sentía que se ahogaba.
Casi a las corridas salió del estudio, escapando,
intentando olvidar. Ni le dio tiempo a Beto para intentar seguirlo.
Caminó mucho tiempo sin un destino fijo.
¿Qué iba a hacer?
Para cuando volvió a su casa ya había tomado
una decisión.
* * *
Pedro entró apurado al auditorio del hotel. Bufó,
típicos cambios de último momento en los oradores, que lo único que hacían era
complicar su trabajo.
Y para colmo de males, Marcial en Sevilla
organizando una exposición de arte precolombino. Anna era un cero a la
izquierda para ayudar en estas cosas.
Vio entrar al de la imprenta y suspiró
aliviado. Llegaban los programas con las modificaciones.
Congreso Iberoamericano
de Derecho Penal, podía leerse en la tapa.
Ironías del destino, justo a él le tocaba
organizarlo. Todavía se acordaba cuando le propuso a Guille participar y lo
sacó cagando.
“¿Un Congreso? ¿En
Madrid? ¿Por tantos días? No, Pedro, a mí no me gustan los aviones, no me gusta
viajar. Además, ¿a quién dejamos a cargo del estudio? ¿a Gaby? ¿a Marcos? No
querido, no podemos…”
Un Graziani auténtico. Se permitió sonreír con
añoranza.
Después iba a tener que mirar el programa para
ver si había alguna charla que le interesara. Escuchar a unos desconocidos
hablando de derecho no iba a aplacar la nostalgia que sentía, pero bueno… extrañaba
ser abogado, extrañaba el estudio, extrañaba Buenos Aires, pero por sobretodo
extrañaba a Guille.
Seguía siendo una espina atravesada en su corazón.
Por más que había intentado ahogarla de todas las maneras posibles, la tristeza
que sentía seguía sin disiparse.
Sintió que los recuerdos le abrían paso a la
melancolía.
¿Cuánto tiempo más iba a seguir escondiéndose?
Estaba llegando el tiempo de tomar alguna
decisión.
Volvió a mirar de reojo su mano izquierda, la
sentía tan vacía… se sentía tan vacío.
Controló la hora, se estaba haciendo tarde,
mejor dejaba de perder el tiempo rememorando lo que ya no tenía.
Abrió con fastidio la caja con los folletos,
tomó una pila para acomodarla en una de las mesas, cuando sus ojos leyeron de
casualidad un nombre.
Derecho Penal
Latinoamericano. El caso argentino. Expone: Dr. Guillermo Graziani.
Sus rodillas parecían haberse convertido en
gelatina y los programas cayeron de sus manos, haciendo un desparramo por el
piso.
Semanas sin tener noticias de él y de repente Guille
aparecía en Madrid.
Sintió que le transpiraban las manos, el
corazón se le aceleraba.
¿Qué iba a hacer?
¿Lo iba a buscar?
¿Qué estaba haciendo Guille en este Congreso al
que tan empecinadamente se había negado a ir?
¿Valía la pena volver a enfrentarlo?
Quedarse ahí parado, estático, no iba a
solucionar nada. Se apuró a juntar los panfletos y a acomodarlos en la mesa.
Necesitaba hacer algunas averiguaciones.
Se acercó a la recepción, todavía con el
corazón palpitándole descontrolado. Agradeció interiormente que los empleados
del hotel lo conocieran
-“¿Te puedo hacer una consulta?- viendo el
gesto afirmativo, continuó – “Los participantes del Congreso, ¿se están
alojando todos aquí?”
-“Algunos de ellos, sí. Otros están en hoteles
cercanos”- le respondió amablemente la recepcionista.
-“¿Me podrías decir si el Dr. Guillermo
Graziani está hospedado en este hotel?”- intentando controlar la ansiedad que
sentía.
La recepcionista suspiró -“Tu sabes que esa no
es información que podamos brindar.”
-“Por favor, es un viejo conocido, tomalo como
un favor personal.” – suplicó Pedro, acudiendo a una de sus mejores sonrisas.
Después de pensar unos segundos, finalmente
claudicó ante la sonrisa. -“Deja que me fije. ¿Vale?”-
La ansiedad de Pedro iba en aumento, mientras
la recepcionista chequeaba en la computadora.
Unos segundos después le confirmó –“Sí, está
alojado aquí. Habitación 1022. Y yo no te he dicho nada.”
Pedro, asintió, le agradeció e intentó
escabullirse de vuelta al salón donde se iba a celebrar el Congreso, cuando el
sonido de unas risas lo hizo frenar sobre sus pasos. No exactamente cualquier
risa, sino esa que amaba escuchar y provocar.
Se quedó paralizado y dándose vuelta, lo vio.
Contento, relajado, conversando con un grupo de
gente.
Unos pocos metros a recorrer, para despejar sus dudas, para encontrar sus
respuestas. Como atraído por un imán, sintió como sus pies empezaban a achicar
la distancia que los separaba. La necesidad imperiosa de volver a sentirlo
cerca lo quemó por dentro.
Cuando estaba a punto de hacerse ver, una
silueta apareció a la izquierda de Guillermo.
Matías. Con su sonrisa pedante y sus ademanes
presuntuosos, palmeando a Guillermo en la espalda y haciendo chistes.
Pedro sintió que se le helaba la sangre. Al
Congreso que Guille se había opuesto a ir con él, había aceptado ir con Matías.
La punzada de los celos le estrujó el corazón y
sintió como la bilis subía por su garganta.
A duras penas logró llegar al baño.
* * *
Como pudo, consiguió delegar las últimas tareas
pendientes y logró huir del hotel rápidamente.
Las conocidas puntadas en las cicatrices se
hicieron presentes. El desencanto, la desesperanza, los celos, eran una combinación explosiva dentro
de él.
Cerró de un con rabia la puerta del
departamento. El ruido llamó la atención de Anna que se asomó con curiosidad a
ver qué pasaba.
Pedro tenía la cara desfigurada por bronca,
tristeza, desilusión y varias emociones más que no podía clasificar.
-“¿Qué pasa?”-
La mirada de Pedro la fulminó.
-“Nada pasa, o mejor dicho, todo pasa. Como
hace meses, ¡pasa de todo!”
Dio media vuelta y se encerró en su cuarto,
dispuesto a masticar su dolor en soledad.
Diez minutos más tarde, la cabeza de Anna se
asomó por la puerta.
-“Quiero ir a beber algo. Necesito un caballero
que me acompañe.”
-“Anna, no estoy de humor.” Le advirtió.
-“Tu nunca estás de humor, pero quizás unos
tragos te pongan de humor.” Le demandó con su marcado acento extranjero.
Realmente, nada lo unía a Anna, no tenían
intereses en común, ni siquiera había intentado conocerla en profundidad. Pero
en su razonamiento había algo de lógica. Beber hasta aturdirse quizás no era
tan mala idea.
Estuvo un rato en silencio, mientras Anna lo
esperaba pacientemente. Finalmente, asintió con la cabeza. -“Vamos.”
Tapas, cerveza, ronda de bares, mucha gente que
no conocía, brindis, más brindis. Más bebida.
Iba avanzando la noche y cada vez más el
alcohol se hacía dueño de su torrente sanguíneo.
Eso era lo que quería. Sentirse absolutamente
borracho, borrar el dolor, las penas, la tristeza y poder escapar de Guille
aunque sea una noche.
La imagen de Guille riéndose con Matías era la
más difícil de borrar, le costó muchos tragos que empezara a desaparecer.
Totalmente borracho, se dejó caer en un rincón del último bar al que habían
ido.
Sintió una mano que lo sacudía en el hombro;
aún a través de la nebulosa del alcohol pudo reconocer que era Anna. Si bien no
estaba en mucho mejor estado que él, los
primeros rayos de sol le habían dado pauta de que era momento de volver.
A los tropezones salieron del bar. La luz de la
mañana hirió sus pupilas y se recostó contra una pared, esperando que pasaran
los mareos que lo atacaban sin piedad.
-“Volvamos caminando”- sugirió Anna,
arrastrando las palabras –“Creo que un poco de aire fresco nos va a hacer
bien.”
Apenas asintió con la cabeza y emprendieron la
vuelta hacia el departamento.
A mitad de camino, Anna apenas caminaba. Se
había sacado los zapatos y terminó casi encima de él, mientras la arrastraba.
Decidió que una buena idea era cortar camino
por el Parque del Retiro, les iba a ahorrar muchas cuadras y una vez del otro
lado, ya más despejados, podrían tomar un taxi.
Siguieron con la penosa marcha, con el sol ya
colándose entre los árboles.
* * *
El amanecer lo encontró despierto, como todos
los amaneceres, últimamente. Hacía largo rato que esperaba que el primer rayo
de luz se colara por la ventana para levantarse de la cama.
Se sentía encerrado entre las cuatro paredes de
la habitación, pero a la vez experimentaba la gran libertad de hacer lo que se
le cantaba sin que nadie lo controlara.
A pesar de su reticencia inicial no había sido
tan mala idea venir al Congreso.
Aguantar algunas charlas intrascendentes entre
colegas, simular alguna risa, aparentar disfrutar la cena de anoche con Matías,
eran un buen precio a pagar por la posibilidad de escapar de sus lugares, de esos que lo único que
hacían eran traerle recuerdos cargados de dolor.
Se apuró a vestirse y salió sin rumbo fijo. La
Gran Vía se desplegaba majestuosa ante sus ojos y su suave pendiente lo llevó
inexorablemente hacia la Puerta de Alcalá.
Admiró unos momentos la arquitectura y sus
relieves, antes de decidirse a cruzar las puertas recién abiertas del Parque
del Retiro.
La naturaleza resplandecía en los bien cuidados
jardines, un buen lugar para apreciarla. Sin bichos, sin murciélagos, sin ramas
que salían por cualquier lado, con senderos prolijos. Le pareció escuchar en su
interior un “No seas amargo, Graziani; no hay nada más lindo que las noches en el
Delta, a la luz de la luna, los dos solos…” pero decidió ignorar esa voz, porque generalmente venía acompañada
de una sonrisa con hoyuelos, que era mucho más difícil de ignorar.
Apenas prestando atención hacia donde lo
llevaban sus pies, se descubrió deambulando por uno de los senderos laterales.
A lo lejos pudo distinguir una pareja que venía tambaleándose por el mismo
sendero.
Se puteó por lo bajo, la hora de los borrachos,
y no tenía forma de esquivarlos.
El hombre venía encorvado casi, arrastrando a
una mujer rubia con él. Se ve que había sido una larga fiesta, porque apenas
podían mantenerse en pie.
Ya los tenía muy cerca, cuando se decidió a
pegar la vuelta, no sin antes dirigirles una última mirada indignada.
Ese fue el momento en que el hombre, que hasta
ese momento había permanecido casi oculto atrás de la mujer rubia, levantó la
vista.
Cruzaron miradas un segundo, y sintió
simplemente que el mundo a su alrededor se desmoronaba.
Pedro, su Pedro… Los ojazos marrones que nunca
habían podido ocultarle nada, pasaban de la sorpresa, al desconcierto, la
confusión, la turbación y finalmente al
dolor más profundo.
No pudo aguantar la avalancha de emociones y
simplemente escapó corriendo.
* * *
La última parte del trayecto se estaba haciendo
muy pesada. Sabía que faltaba muy poco para llegar al camino de entrada al
Parque y por fin poder descansar adentro de un taxi.
El sendero por el que venían caminando era
bastante estrecho y Anna simplemente había dejado de colaborar.
Se detuvo un minuto a tomar aliento, cuando una
sombra lo alertó de la presencia de alguien más en ese lugar.
Levantó la vista rápidamente, y se encontró
frente a frente con la última persona en el mundo que esperaba encontrarse.
No llegó a descifrar todas las emociones que
pasaron por la cara de Guillermo, porque rápidamente una máscara de frialdad y
dureza cubrió sus facciones.
Y sin mediar ninguna palabra lo vio desaparecer
tan fugazmente como había aparecido.
En sus labios se dibujó un silencioso “Guille”.
CONTINUARÁ…
Que Genial capitulo! volver a verlos, a sentir con ellos! gracias por volver a escribir esta historia Pau! es hermosa... espero la continuacion <3
ResponderEliminarayyyy y ahoraa me vuelvo loca yo? cuando sigueee??
ResponderEliminarMe matas!!!! Quedé boquiabierta de principio a fin ...estoy azul!!!
ResponderEliminarAméAméAmé "No escuché a mi corazón. Y eso es imperdonable.”
Ay...espero verlo hacer lo imposible para recuperar su amorcito ❤️❤️❤️
Me encanto Paula! Te pido que escribas pronto la continuación por favor!!! impresionante!!!!!!!!!
ResponderEliminarGran escritora, tus historias siempre atrapan!!! Me encantó este capítulo tan esperado,valió cada día de espera!!! quiero el próximo!!! Felicitaciones!! para volver a leer... Susy
ResponderEliminarMe encanto!!! Faltará mucho para el proximo capitulo?. Gracias!! Bellisimo!!
ResponderEliminarNO ME DEJEN ASIIIIIII !!! PORFAAAA , ME ENCANTOOO
ResponderEliminarespectacularrrrrr , que gusto leer esto, y el final tan esperanzado.. No quiero ni imaginarte como sigue asi que voy a esperara el siguiente capitulo. Graciela C T
ResponderEliminarPAULA ¡CUANTO ESPERE ESTE CAPITULO! SIN PALABRAS, ME ENCANTO, Y EL DESTINO OTRA VEZ LOS VUELVE A UNIR,SON SIN LUGAR A DUDAS EL UNO PARA EL OTRO.
ResponderEliminarMUERO POR LEER LA CONTINUACION, PERO VOS TRANQUI, ESPERAMOS ENTERAS, NO ES SOPLAR Y HACER BOTELLA ESCRIBIR.
POR LO VISTO MATIAS SIEMPRE A LA SOMBRA DE PEDRO, QUERIENDO OCUPAR SU LUGAR, INSOPORTABLE, QUE NI SE LE OCURRA HACER SUFRIR A MI CHIQUITIN LINDO.EL FINAL DEL CAPITULO UNA DELICIA"GUILLE" LA DULZURA Y LA TERNURA EN UNA SOLA PALABRA.
HABITACION 1022, POR FAVOR ¿DE QUE SERA TESTIGO LA MISMA?, Y BUENO CON ELLOS LA IMAGINACION AL LIMITE.
P/D "MIRAN AL CIELO Y PIDEN UN DESEO CONTIGO LA NOCHE MAS BELLA" Y, SI ES POSIBLE CON UN " DUERMO ABRAZADO A VOS".
PAULA , FELICITACIONES, TODAS, TODAS.MONICA DE LANUS.
Gran capítulo!!!! felicitaciones! esperamos la continuación... el reencuentro ya!!!!!!!!!! Esperanzada que tanto sufrimiento del chiquitín tenga su recompensa! Felicitaciones!!
ResponderEliminar"La punzada... le estrujó el corazón..." Mas o menos eso sentí la primera vez que leí este capitulo, la segunda, la tercera... y hoy que ya deje de contar cuantas veces lo leí, me pasa lo mismo...
ResponderEliminarPau es realmente impresionante como logras ir llevando los ritmo de cada parte, para que al leerte vayamos acompañándolos por todo este dolor. Felicitaciones y acá me quedo esperando el próximo Reencuentro.
Me muero de amorrrrrrr! Gracias totales Pau por volver al mundo de ilusiones y traernos el capítulo 3! Como siempre, Team Cielito siempre sufriendo junto a Pedro, sus conocidas puntadas, sus celos que le estrujan el corazón... pero nos bancamos todo!!!! Ahora... a esperar :) Lau
ResponderEliminarCuanto estàn sufriendo estos dos, y cuanto nos hiciste sufrir con tanta espera Paula. Hermoso capìtulo. Espero que no tengamos que esperar tanto para la continuaciòn.
ResponderEliminarOh Paula!! No sabes cuanto espere esta continuacion y como siempre super impecable!! Me encantó!! Ahora Graziani a remarla!!! Pedro se lo merece!!!!! Gracias por continuar reencuentro!!! Sil (barby)
ResponderEliminarEsperando la continuación!! hermosa historia, qué gran escritora Paula!! Felicitaciones!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarPaula!!cómo sigue? no nos dejes así!! esperamos deseosas... y esperanzadas...
ResponderEliminarPaulaaaa!! Por favor, continua esta historia!!!
ResponderEliminarPor favor, ha pasado más de 1 año, si alguien lee esto que nos regale la continuacion! nos lo merecemos por aguantadoras!!!
ResponderEliminarUffff como me gusto, y ahora?? Porfavor salvenmen quiero la continuación por favor
ResponderEliminarYo sigo esperando esta historia la verdad por que me dejaron así es la única que deseo terminar de leerla completa por favor, ala escritora paula llegaste a terminala?? Bueno espero algún día poder saber como termina, desde acá de capital les mando un beso y extraño tanto esto que es mágico, de verdad que no puedo explicar lo mucho que amo leerlas bueno enn fin sigo acá firm..
ResponderEliminarMAGUI
Alguien en el 2018 mira q todavia me acuerdo de esto .. Y quisiera q siguiera o saber si continuó en otro lado ... Es mi favorita esta historia
ResponderEliminarHola 2020 sigo esperando
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