martes, 25 de noviembre de 2014

Sitiados (2da parte) by Lupillar


Capítulo II


Los últimos días habían sido un infierno. Sin dormir, sin comer. Guillermo declinó cualquier ayuda de su parte. Debe sacarlo a como dé lugar de la Corte en el trascurso de la mañana; trabajo difícil con el reloj en contra y la terquedad de Graziani.

Durante aquellos días se recrimino la estupidez de abrirle el corazón a Guillermo, vio ese “no sabe que” en su mirada. Como no lo iba a despreciar si ante los ojos de todos era un vendido.

Deposita un cigarrillo más a la colección del cenicero sobre la mesa de noche, una mirada a su reflejo en el espejo; ojeras, barba descuidada y ojos opacos. Se veía como un perdedor. Eso lo era hacia mucho tiempo, un perdedor con ínfulas de héroe y en el peor de los casos  de mártir por una patria que parecía no merecer nada de sus actos. Mira de nuevo el paquete de cigarrillos desecha y la nota que Marcial le dejara el día anterior.

“Mendoza te descubrió, salí del país.”

Lo ve llegar como siempre, puntual. La decisión ya está tomada. Total, ya saben de él, es sólo cuestión de días que decidan y lo liquiden. Marca directo a su oficina. “¿Doctor Graziani, me acepta un café?” escucha la voz sorprendida pronunciando su nombre, tiembla al escucharlo, cierra los ojos. “¿Escuché bien?” pregunta Guillermo. “Muy bien, lo llevo a su oficina”

Mira el reloj, se estipula que el movimiento se haga en menos de una hora, el mismo tiempo que tiene para convencer a Guillermo que salga del país el mismo día.
El café oscuro, cargado. Lo deja sobre la mesa y una servilleta con sobres de azúcar.

— Sin azúcar, gracias- lo mira directo, de pie junto a la silla.
— Endulzado es mejor- Los dedos deslizan insistentemente el papel.

Guillermo desvía la mirada, una nota en la servilleta “en 10 minutos, estacionamiento dos, 13”

— ¿Qué quiere Doctor Beggio?- Guillermo guarda la servilleta en el bolsillo del pantalón.

Pedro de nuevo lo mira como “esa” noche y por un segundo pierde la conexión de la realidad. Guillermo le detalla el rosto y siente el hormigueo en la palma de la mano deseoso de acariciarle la piel.

— Que por una única vez confíes en mí-  de nuevo la mirada.

Que lo deja allí con el corazón desbocado, nervioso por él, temeroso de la hora sin poder hacer nada y con unas ansias locas que lo devoran desde que lo tuvo a centímetros de su cuerpo.

*  *  *

Apenas iluminado el estacionamiento ubica el automóvil azul de Pedro. Se acerca y mira alrededor, lo ve llegar con un paquete y hacerle una señal. “Más allá”.

Acorralado contra la pared, el calor y el ruido  irradiado por el aire circulante de las tuberías lo embotan. Siente cierto alivio poder mirarlo libremente, siempre lo ha hecho a hurtadillas. Y Pedro de nuevo demasiado cerca, le entrega el paquete. Guillermo se preguntaba porque allí.

— En la oficina…
— Este es un punto ciego, libre de las cámaras de vigilancia. Las tuberías y el radiador interfieren con el sonido. Es seguro.
— ¿Qué es esto?
— Toda la información de los más importantes mandos del gobierno, cuentas extranjeras, testaferros, lavado de dinero. Etc. Copias de originales.
— Pedro…
— ¿Sé que vos tenés evidencia de varios sitios utilizados como calabozos clandestinos no es así?

Guillermo si confiar aun, sólo lo mira; su cercanía lo tienen a punto de perder la concentración.

— No importa, sé que tenés eso. Estas memorias tienen todos los listados de presos y su ubicación especifica. Esta otra memoria. Los miembros de la “Mano Negra”.
— ¿Cómo es que me das esto? ¿de dónde lo sacaste?
— Ha sido mi trabajo por estos tres años, coleccionar e informar.

Guillermo abre los ojos, como pudo ser tan imbécil, el muchachito los engaño a todos, a él sobretodo. Trata de alejarse de la pared, buscar aire pero la mano de Pedro en su pecho lo detiene.

— Pedro, vos me dijiste que el petardo…
— No podemos hacer nada. En el primer piso, en la cafetería hay un acceso directo a la calle octava, te espera un hombre rubio, alto. Sólo cinco minutos estará después de la explosión. Él te llevará a un sitio seguro mientras se hacen todos los arreglos para que salgas del país.

Guillermo incrédulo escucha, la ira se enciende en cuestión de segundos y lo enfrenta mirándolo a los ojos.

—¿Vos pensás que soy un pendejo? ¿crees que voy a salir así porque si huyendo?
Pedro suspira, ya intuía el berrinche.
— No creo que seas un pendejo, te creo lo que sos, un tipo incorruptible, el que llevará a buen puerto todo mi trabajo de tantos años, sos el único…- suspira y se acerca- en el que confío.
— Pedro…- Guillermo lo mira los ojos, luego la boca y siente el aire que exhala el chico en un intento por mantener el control.

El ruido de la puerta los alerta, nerviosos se distancian, Pedro se aclara la garganta y saca otro paquete del auto, igual al que le entrego.

— Vamos Graziani- hace un ligero movimiento de cabeza.

Lo ve alejarse, recorre con la mirada la figura, no es ajeno a su cuerpo, nunca lo fue. Lo sigue encendiendo con sólo su presencia y el olor de su perfume. Lo sigue por la escalera.

— En 15 minutos Guillermo. Donde te dije.

No alcanza a preguntarle qué hará después o como se comunicarán, cuando escucha a Pedro sorprendido al llegar a la puerta de su oficina.

— ¿Qué haces acá?- empuja al hombre alto hacia el interior. Guillermo recuerda “rubio, alto” debe ser él. El hombre lo mira de manera sigilosa, dudando.
— Habla, sabes quién es. ¿Qué pasa?

El hombre nervioso se pasa las manos por los cabellos.

—Pedro, te mandaron a matar, hoy. Marcial me llamó para advertirme. Cambiaron los planes. Se vienen conmigo los dos.

Los sorprende el ruido agudo y potente que retumba, el temblor de la tierra que los hace perder el equilibrio. Guillermo sólo alcanza a ver en milésimas de segundo el rostro trasfigurado de Pedro antes de sentir una punzada dolorosa sobre su sien derecha. Luego silencio y oscuridad.

*  *  *

El dolor de cabeza le atenaza desde la frente a la nuca, profundo y sordo. La pierna derecha encalambrada por el peso de todo el cuerpo lo hace gruñir, levanta la mano para sostenerse y girar. Encuentra vacío. El calor de una caricia en su frente y el rumor de su nombre repetido varias veces lo regresan a la realidad. La voz de Pedro. Con esfuerzo abre los ojos y la dolorosa luz lo hace quejarse de nuevo.

— Shh… Tranquilo, Guillermo tranquilo.
— Me duele…
— Te golpeaste la cabeza.

Se gira, su cabeza recostada en el regazo de Pedro y le observa la camisa ensangrentada. Temeroso pone la palma de la mano en su pecho.

— ¡Pedro!
— Estoy bien, es tu sangre. La estantería cayó sobre nosotros. Necesitas puntos. No te muevas. Ya casi llegamos.

Recorre el espacio con la mirada. Un auto. El tapizado desecho, viejo. El dolor punzante, que lo hace cerrar los ojos. Se concentra en las manos que lo sostienen. La voz liquida, deliciosa que lo calma. “Tranquilo, Guille, tranquilo, Shh” Ese Guille lo estremece, toma una de las manos y la besa. Recorre con los labios los nudillos.

— No te duermas, abri los ojos.
— La luz…
— No te podes dormir.
— Estoy cansado.
— Ya sé…Guille…

Guillermo sonríe y Pedro sin saber cómo reaccionar a los besos y a esa sonrisa pregunta temeroso “¿qué pasa?”

— Me gusta. Eso de Guille

El recorrido se va en preguntas constantes de Pedro para verificar el estado de confusión, no puede dejar de estar atento a cada indicio, a cada uno de sus movimientos. La adrenalina por el momento de alerta va desapareciendo a medida que el cuerpo se relaja. Magullones, rasguños, uno a uno se manifiestan pero nada puede borrar lo que allí sucede, la cercanía ganada en cuestión de minutos, así después Guillermo alegue amnesia temporal.

Poco más de  hora y media de recorrido el auto se detiene. Bajan como pueden a Guillermo que reabre la herida con el movimiento.

— ¡Pedro! – una mujer los hace seguir y bajar lentamente a un sótano más iluminado que la calle misma. Un bunker con un salón de fondo y otra habitación similar a una enfermería.
— ¿Dónde estamos?- pregunta Guillermo ya sobre la camilla
— Mi casa Guille. Mi verdadera casa.

Cae la noche y ve como alrededor de ellos algunos hombres se despliegan. Al que cree medico lo ve seco, distante pero hábil en la labor de suturarlo. Le realiza varias pruebas de coordinación, lo ve atender un golpe en las costillas de Pedro y una herida en el brazo del rubio. Le llama la atención como los hombres se acercan a ambos con una muestra especial de afecto, de cercanía y sinceridad. Pedro brilla y cada tanto le regala una sonrisa. Lo tiene anonadado.

— ¿Qué hora es?- pregunta Guillermo al ver el bunker aun con luz
— Las 9:30
— Aun hay luz…
— Dr Graziani, tenemos un generador propio, para urgencias como esta.

El tipo es de su estatura, delgado, de una apariencia insignificante. Sabe que lo conoce pero no recuerda de dónde.

Los hombres suben y Pedro suavemente se le acerca e inspecciona la herida. Miradas, sonrisas. Lo ayuda a salir y descubre una casa sencilla. La mujer de antes los recibe con dos tazas de café en la mano. Embarazada.

— Así que usted es el Dr. Guillermo Graziani.
— ¿Si, mucho gusto y usted?
— Teresa Olaya
— Gracias Teresa.
— Es un gusto tener a uno de los incorruptibles con nosotros.

Guillermo se pierde en los sendos ojos verdes de la mujer, la ve aguerrida, fuerte, pero noble y muy sincera.

Se sientan en la sala con otros, a los que Pedro, presenta uno a uno y a la luz de las velas le dan la bienvenida.

Guillermo se da cuenta que antes que sean combatientes, son un grupo de intelectuales ya cercados por la policía militar. Pedro era un acceso libre y pleno al sistema gubernamental, ahora descubierto, corrían  riesgo él y el grupo entero.
Teresa la última en despedirse le susurra algo a Pedro.

— ¿Qué te dijo?
— Nada Guillermo.
— ¿Qué te dijo? ¿Es sobre mí?
— Uhh pero egocéntrico Graziani, no todo gira a tu alrededor- le ve la sonrisa diáfana que tanto le gusta.

Su mirada se posa en la calle, a través de los ventanales. Las estrellas se ven resplandecientes en este lado de la ciudad, el lado pobre de la sociedad y el cerro distante, vigilante. Se levanta y se sienta cerca a Pedro.

— Te pido disculpas.
— ¿Por qué?
— Por dudar de vos, por todo, por cómo te trate, por como…
— Basta Guillermo, así tenía que ser.
— Perdóname Pedro.

La luz de la vela parpadea. Pedro y su sonrisa. Todo tenía que ver con Pedro durante aquellos años.

— Muy bien, para que estés tranquilo, te perdono.

Y le da rienda suelta a la necesidad de la piel, la cercanía lo invita a rozarle el rostro, a delinear la frente y dibujar las cejas. Pedro suspira, le ronda la boca y le toca los labios llenos.

La puerta se abre y la voz pausada de Beto, el hombre rubio se escucha suave.

— Salimos en tres horas Pedro, están rastreando la ciudad, no demoran en llegar a las provincias.
— Gracias Beto.

Los ojos cristalinos fijos en los ojos más oscuros.

—Tenemos tres horas-  siente el aliento cercano a su rostro.
— Tres horas precioso.

Y la luz de la vela se extingue, la ciudad entera queda a oscuras.

Continuará...


11 comentarios:

  1. Intriga,suspenso,acción y porque no pasión...Se aman hace mucho ,no lo sabían....lo descubren.....se descubren.....que bello ¿Quien es Pedro en realidad? un incorruptible igual que El que se juega su vida para salvarlo.....Gracias es hermosa la Fics....me tiene atrapada......

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  2. Gracias Lucero por este hermoso capítulo! Pedro nunca podría defraudarnos, lo sabía. Cuánta dulzura y pasión contenida, me encanta verlos así. No quería que se termine!!! Ojalá el próximo llegue pronto. María Elena

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  3. Buenisimo hay que intriga tengo

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  4. Por dios que buena historia! Gracias , muchas gracias por escribir tan bello. Los amo tanto que me hace bien seguir recordándolos. Espero ansiosa la continuación. Bella , muy bella esta historia de amor. Su amor nunca morirá mientras los sigamos recordando.

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  5. Potente y intenso. Un relato que deja marcas en quien lee.

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  6. Interesante relato, Me gusta mucha , me apasiona también...Gracias Lucero!!

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  7. Muy bella historia! el contexto es movilizante... maravilloso el amor con que se relata y la intensidad de los hechos!! Felicitaciones y gracias!! Pedro todo un héroe, no podría ser de otra manera... me encanta!!!!! Susy

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  8. Ya me parecia que Pedro era de los incorruptibles el jamasssss nos falla tiene una etica imparable♡♡♡♡♡♡♡genial Lucero como siempre ....majo

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  9. Guau!! qué gran historia!! quiero la continuación ya!! Felicitaciones Lucero!! Igual no me olvido que nos estaría faltando el último capítulo del "hilo rojo", otra hermosa historia... Felicitaciones... perdón por tanta demanda... Gracias por compartir!

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  10. Bellísima Lupillar, me tiene atrapada tu historia, con su marco histórico, la nobleza y el amor de ellos, el peligro y tu pluma un encanto. Gracias y Gracias Acto. Pero no puedo creer que ya termine, es tan linda.

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  11. Sencillalmente es-pec-ta-cu-lar, lo digo así para que puedan comprender cómo me ha gustado esta segunda parte.
    Me encantó Lupillar, te felicito y a vos Acto. Que genias, por Dios, cuanta dedicación y creatividad!!!!!! Muchas, pero muchas, pero muchas gracias!!!!!!. Manuela Valle.

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