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Capítulo II
Los últimos días habían
sido un infierno. Sin dormir, sin comer. Guillermo declinó cualquier ayuda de
su parte. Debe sacarlo a como dé lugar de la Corte en el trascurso de la
mañana; trabajo difícil con el reloj en contra y la terquedad de Graziani.
Durante aquellos días
se recrimino la estupidez de abrirle el corazón a Guillermo, vio ese “no sabe
que” en su mirada. Como no lo iba a despreciar si ante los ojos de todos era un
vendido.
Deposita un cigarrillo
más a la colección del cenicero sobre la mesa de noche, una mirada a su reflejo
en el espejo; ojeras, barba descuidada y ojos opacos. Se veía como un perdedor.
Eso lo era hacia mucho tiempo, un perdedor con ínfulas de héroe y en el peor de
los casos de mártir por una patria que
parecía no merecer nada de sus actos. Mira de nuevo el paquete de cigarrillos
desecha y la nota que Marcial le dejara el día anterior.
“Mendoza te descubrió, salí
del país.”
Lo ve llegar como
siempre, puntual. La decisión ya está tomada. Total, ya saben de él, es sólo
cuestión de días que decidan y lo liquiden. Marca directo a su oficina. “¿Doctor
Graziani, me acepta un café?” escucha la voz sorprendida pronunciando su
nombre, tiembla al escucharlo, cierra los ojos. “¿Escuché bien?” pregunta
Guillermo. “Muy bien, lo llevo a su oficina”
Mira el reloj, se
estipula que el movimiento se haga en menos de una hora, el mismo tiempo que
tiene para convencer a Guillermo que salga del país el mismo día.
El café oscuro, cargado.
Lo deja sobre la mesa y una servilleta con sobres de azúcar.
— Sin azúcar, gracias-
lo mira directo, de pie junto a la silla.
— Endulzado es mejor-
Los dedos deslizan insistentemente el papel.
Guillermo desvía la
mirada, una nota en la servilleta “en 10 minutos, estacionamiento dos, 13”
— ¿Qué quiere Doctor
Beggio?- Guillermo guarda la servilleta en el bolsillo del pantalón.
Pedro de nuevo lo mira
como “esa” noche y por un segundo pierde la conexión de la realidad. Guillermo
le detalla el rosto y siente el hormigueo en la palma de la mano deseoso de
acariciarle la piel.
— Que por una única vez
confíes en mí- de nuevo la mirada.
Que lo deja allí con el
corazón desbocado, nervioso por él, temeroso de la hora sin poder hacer nada y
con unas ansias locas que lo devoran desde que lo tuvo a centímetros de su
cuerpo.
* * *
Apenas iluminado el
estacionamiento ubica el automóvil azul de Pedro. Se acerca y mira alrededor,
lo ve llegar con un paquete y hacerle una señal. “Más allá”.
Acorralado contra la
pared, el calor y el ruido irradiado por
el aire circulante de las tuberías lo embotan. Siente cierto alivio poder
mirarlo libremente, siempre lo ha hecho a hurtadillas. Y Pedro de nuevo
demasiado cerca, le entrega el paquete. Guillermo se preguntaba porque allí.
— En la oficina…
— Este es un punto
ciego, libre de las cámaras de vigilancia. Las tuberías y el radiador
interfieren con el sonido. Es seguro.
— ¿Qué es esto?
— Toda la información
de los más importantes mandos del gobierno, cuentas extranjeras, testaferros,
lavado de dinero. Etc. Copias de originales.
— Pedro…
— ¿Sé que vos tenés
evidencia de varios sitios utilizados como calabozos clandestinos no es así?
Guillermo si confiar
aun, sólo lo mira; su cercanía lo tienen a punto de perder la concentración.
— No importa, sé que
tenés eso. Estas memorias tienen todos los listados de presos y su ubicación
especifica. Esta otra memoria. Los miembros de la “Mano Negra”.
— ¿Cómo es que me das
esto? ¿de dónde lo sacaste?
— Ha sido mi trabajo
por estos tres años, coleccionar e informar.
Guillermo abre los
ojos, como pudo ser tan imbécil, el muchachito los engaño a todos, a él
sobretodo. Trata de alejarse de la pared, buscar aire pero la mano de Pedro en
su pecho lo detiene.
— Pedro, vos me dijiste
que el petardo…
— No podemos hacer
nada. En el primer piso, en la cafetería hay un acceso directo a la calle
octava, te espera un hombre rubio, alto. Sólo cinco minutos estará después de
la explosión. Él te llevará a un sitio seguro mientras se hacen todos los
arreglos para que salgas del país.
Guillermo incrédulo
escucha, la ira se enciende en cuestión de segundos y lo enfrenta mirándolo a
los ojos.
—¿Vos pensás que soy un
pendejo? ¿crees que voy a salir así porque si huyendo?
Pedro suspira, ya
intuía el berrinche.
— No creo que seas un
pendejo, te creo lo que sos, un tipo incorruptible, el que llevará a buen
puerto todo mi trabajo de tantos años, sos el único…- suspira y se acerca- en
el que confío.
— Pedro…- Guillermo lo
mira los ojos, luego la boca y siente el aire que exhala el chico en un intento
por mantener el control.
El ruido de la puerta
los alerta, nerviosos se distancian, Pedro se aclara la garganta y saca otro
paquete del auto, igual al que le entrego.
— Vamos Graziani- hace
un ligero movimiento de cabeza.
Lo ve alejarse, recorre
con la mirada la figura, no es ajeno a su cuerpo, nunca lo fue. Lo sigue
encendiendo con sólo su presencia y el olor de su perfume. Lo sigue por la
escalera.
— En 15 minutos
Guillermo. Donde te dije.
No alcanza a
preguntarle qué hará después o como se comunicarán, cuando escucha a Pedro
sorprendido al llegar a la puerta de su oficina.
— ¿Qué haces acá?-
empuja al hombre alto hacia el interior. Guillermo recuerda “rubio, alto” debe
ser él. El hombre lo mira de manera sigilosa, dudando.
— Habla, sabes quién
es. ¿Qué pasa?
El hombre nervioso se
pasa las manos por los cabellos.
—Pedro, te mandaron a
matar, hoy. Marcial me llamó para advertirme. Cambiaron los planes. Se vienen
conmigo los dos.
Los sorprende el ruido
agudo y potente que retumba, el temblor de la tierra que los hace perder el
equilibrio. Guillermo sólo alcanza a ver en milésimas de segundo el rostro
trasfigurado de Pedro antes de sentir una punzada dolorosa sobre su sien
derecha. Luego silencio y oscuridad.
* * *
El dolor de cabeza le
atenaza desde la frente a la nuca, profundo y sordo. La pierna derecha
encalambrada por el peso de todo el cuerpo lo hace gruñir, levanta la mano para
sostenerse y girar. Encuentra vacío. El calor de una caricia en su frente y el
rumor de su nombre repetido varias veces lo regresan a la realidad. La voz de
Pedro. Con esfuerzo abre los ojos y la dolorosa luz lo hace quejarse de nuevo.
— Shh… Tranquilo,
Guillermo tranquilo.
— Me duele…
— Te golpeaste la
cabeza.
Se gira, su cabeza
recostada en el regazo de Pedro y le observa la camisa ensangrentada. Temeroso
pone la palma de la mano en su pecho.
— ¡Pedro!
— Estoy bien, es tu
sangre. La estantería cayó sobre nosotros. Necesitas puntos. No te muevas. Ya
casi llegamos.
Recorre el espacio con
la mirada. Un auto. El tapizado desecho, viejo. El dolor punzante, que lo hace
cerrar los ojos. Se concentra en las manos que lo sostienen. La voz liquida,
deliciosa que lo calma. “Tranquilo, Guille, tranquilo, Shh” Ese Guille lo
estremece, toma una de las manos y la besa. Recorre con los labios los
nudillos.
— No te duermas, abri
los ojos.
— La luz…
— No te podes dormir.
— Estoy cansado.
— Ya sé…Guille…
Guillermo sonríe y
Pedro sin saber cómo reaccionar a los besos y a esa sonrisa pregunta temeroso
“¿qué pasa?”
— Me gusta. Eso de
Guille
El recorrido se va en
preguntas constantes de Pedro para verificar el estado de confusión, no puede
dejar de estar atento a cada indicio, a cada uno de sus movimientos. La
adrenalina por el momento de alerta va desapareciendo a medida que el cuerpo se
relaja. Magullones, rasguños, uno a uno se manifiestan pero nada puede borrar
lo que allí sucede, la cercanía ganada en cuestión de minutos, así después
Guillermo alegue amnesia temporal.
Poco más de hora y media de recorrido el auto se detiene.
Bajan como pueden a Guillermo que reabre la herida con el movimiento.
— ¡Pedro! – una mujer
los hace seguir y bajar lentamente a un sótano más iluminado que la calle
misma. Un bunker con un salón de fondo y otra habitación similar a una
enfermería.
— ¿Dónde estamos?-
pregunta Guillermo ya sobre la camilla
— Mi casa Guille. Mi
verdadera casa.
Cae la noche y ve como
alrededor de ellos algunos hombres se despliegan. Al que cree medico lo ve
seco, distante pero hábil en la labor de suturarlo. Le realiza varias pruebas
de coordinación, lo ve atender un golpe en las costillas de Pedro y una herida
en el brazo del rubio. Le llama la atención como los hombres se acercan a ambos
con una muestra especial de afecto, de cercanía y sinceridad. Pedro brilla y
cada tanto le regala una sonrisa. Lo tiene anonadado.
— ¿Qué hora es?-
pregunta Guillermo al ver el bunker aun con luz
— Las 9:30
— Aun hay luz…
— Dr Graziani, tenemos
un generador propio, para urgencias como esta.
El tipo es de su
estatura, delgado, de una apariencia insignificante. Sabe que lo conoce pero no
recuerda de dónde.
Los hombres suben y
Pedro suavemente se le acerca e inspecciona la herida. Miradas, sonrisas. Lo
ayuda a salir y descubre una casa sencilla. La mujer de antes los recibe con
dos tazas de café en la mano. Embarazada.
— Así que usted es el
Dr. Guillermo Graziani.
— ¿Si, mucho gusto y
usted?
— Teresa Olaya
— Gracias Teresa.
— Es un gusto tener a
uno de los incorruptibles con nosotros.
Guillermo se pierde en
los sendos ojos verdes de la mujer, la ve aguerrida, fuerte, pero noble y muy
sincera.
Se sientan en la sala
con otros, a los que Pedro, presenta uno a uno y a la luz de las velas le dan
la bienvenida.
Guillermo se da cuenta
que antes que sean combatientes, son un grupo de intelectuales ya cercados por
la policía militar. Pedro era un acceso libre y pleno al sistema gubernamental,
ahora descubierto, corrían riesgo él y
el grupo entero.
Teresa la última en
despedirse le susurra algo a Pedro.
— ¿Qué te dijo?
— Nada Guillermo.
— ¿Qué te dijo? ¿Es
sobre mí?
— Uhh pero egocéntrico
Graziani, no todo gira a tu alrededor- le ve la sonrisa diáfana que tanto le
gusta.
Su mirada se posa en la
calle, a través de los ventanales. Las estrellas se ven resplandecientes en
este lado de la ciudad, el lado pobre de la sociedad y el cerro distante,
vigilante. Se levanta y se sienta cerca a Pedro.
— Te pido disculpas.
— ¿Por qué?
— Por dudar de vos, por
todo, por cómo te trate, por como…
— Basta Guillermo, así
tenía que ser.
— Perdóname Pedro.
La luz de la vela
parpadea. Pedro y su sonrisa. Todo tenía que ver con Pedro durante aquellos
años.
— Muy bien, para que
estés tranquilo, te perdono.
Y le da rienda suelta a
la necesidad de la piel, la cercanía lo invita a rozarle el rostro, a delinear
la frente y dibujar las cejas. Pedro suspira, le ronda la boca y le toca los
labios llenos.
La puerta se abre y la
voz pausada de Beto, el hombre rubio se escucha suave.
— Salimos en tres horas
Pedro, están rastreando la ciudad, no demoran en llegar a las provincias.
— Gracias Beto.
Los ojos cristalinos
fijos en los ojos más oscuros.
—Tenemos tres
horas- siente el aliento cercano a su
rostro.
— Tres horas precioso.
Y la luz de la vela se
extingue, la ciudad entera queda a oscuras.
Intriga,suspenso,acción y porque no pasión...Se aman hace mucho ,no lo sabían....lo descubren.....se descubren.....que bello ¿Quien es Pedro en realidad? un incorruptible igual que El que se juega su vida para salvarlo.....Gracias es hermosa la Fics....me tiene atrapada......
ResponderEliminarGracias Lucero por este hermoso capítulo! Pedro nunca podría defraudarnos, lo sabía. Cuánta dulzura y pasión contenida, me encanta verlos así. No quería que se termine!!! Ojalá el próximo llegue pronto. María Elena
ResponderEliminarBuenisimo hay que intriga tengo
ResponderEliminarPor dios que buena historia! Gracias , muchas gracias por escribir tan bello. Los amo tanto que me hace bien seguir recordándolos. Espero ansiosa la continuación. Bella , muy bella esta historia de amor. Su amor nunca morirá mientras los sigamos recordando.
ResponderEliminarPotente y intenso. Un relato que deja marcas en quien lee.
ResponderEliminarInteresante relato, Me gusta mucha , me apasiona también...Gracias Lucero!!
ResponderEliminarMuy bella historia! el contexto es movilizante... maravilloso el amor con que se relata y la intensidad de los hechos!! Felicitaciones y gracias!! Pedro todo un héroe, no podría ser de otra manera... me encanta!!!!! Susy
ResponderEliminarYa me parecia que Pedro era de los incorruptibles el jamasssss nos falla tiene una etica imparable♡♡♡♡♡♡♡genial Lucero como siempre ....majo
ResponderEliminarGuau!! qué gran historia!! quiero la continuación ya!! Felicitaciones Lucero!! Igual no me olvido que nos estaría faltando el último capítulo del "hilo rojo", otra hermosa historia... Felicitaciones... perdón por tanta demanda... Gracias por compartir!
ResponderEliminarBellísima Lupillar, me tiene atrapada tu historia, con su marco histórico, la nobleza y el amor de ellos, el peligro y tu pluma un encanto. Gracias y Gracias Acto. Pero no puedo creer que ya termine, es tan linda.
ResponderEliminarSencillalmente es-pec-ta-cu-lar, lo digo así para que puedan comprender cómo me ha gustado esta segunda parte.
ResponderEliminarMe encantó Lupillar, te felicito y a vos Acto. Que genias, por Dios, cuanta dedicación y creatividad!!!!!! Muchas, pero muchas, pero muchas gracias!!!!!!. Manuela Valle.