IV
Sin excusas de ninguna clase comienzan a darle forma a “aquello” que inusitadamente se ha ido instalando en sus corazones. Pedro ya indudablemente hace parte de su vida, sutilmente se ha ido adueñando de momentos, de horas, de instantes donde su ojos y su sonrisa lo evaden del mundo exterior, se siente pleno, como pocas veces ha experimentado.
Enamorado…que palabra tan sencilla y compleja a la vez; ridícula hasta hace meses, ahora…ahora lo es todo, para él eso es Pedro: es el amor, la pasión, el reto constante, el impulso diario, el superarse a sí mismo, a él y a los demás, es la reivindicación, es el perdón, es amar la vida y cada instante. No podría no vivir aquello, dejar pasar a Pedro… ¡jamás!…siente que ni la muerte lo podría alejar de él....sacrílego.
Jamás creyó en la grandeza de un sentimiento así. El intuirlo antes de verlo, olerlo en el aire, ser deseado y desearlo locamente, comprenderse en silencios cómodos llenos de paz y entendimiento, el retarse a diario en discusiones acaloradas cerradas con un beso profundo, el blanco y el negro en oposición pero combinados a la perfección, el no verse durante horas eternas para en el momento del encuentro cerrarse en un abrazo de cuerpo entero, el compartir comidas en noches esplendidas de velas y música. Todo aquello concentrado en esa palabra corta y radical. Amor. Amar a Pedro. Con la vida.
Aquel caso de eutanasia toca indescriptiblemente el alma de Guillermo: saberse en un hilo que divide la vida y la muerte, la agonía y el irremediable dolor de los seres queridos, el amor de un padre, de un hijo que dando muestra de su gran amor decide dejarlo partir. Y saber que hasta allí ha llegado ese sentimiento inmenso por su chiquitín; hacerlo un hombre menos egoísta que imaginándose en una situación similar haría lo imposible por liberarlo de una carga emocional, lo dejaría ir, con aquella posibilidad de un tal vez, en otro momento de volverse a encontrar.
En la vida existen dos alternativas del destino :la casualidad como el encuentro con Pedro en aquel aeropuerto y la causalidad, que todos tus actos tienen un efecto en el tiempo, una consecuencia que tendrás que pagar; y el ver en ese instante el arma apuntando directamente a él solo tres cosas le pasan por su mente en milésimas de segundo: la casualidad que lo llevo a conocer a Pedro , el agradecimiento por tener la oportunidad de vivir ese amor único, profundo y total que conoció con aquel hombre de mirada cristalina que lo ha llevado a una especie de redención y el amor por su hijo Fabián: inmenso e indiscutible.
El sonido del disparo y el olor de la pólvora no lo distraen de sus últimos pensamientos, no hay miedo, solo hay un dolor por dejar en el camino tantas cosas por las cuales vivir, por las que vale la pena mantenerse de pie, y solo un nombre lo hace aferrarse en sus últimos momentos: Pedro.
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Cuatro de la mañana. Verano sofocante. Trabajo a reventar. Clientes insoportables. Insomnio. Desvía la mirada de la noche y se fija en la silueta de su cuerpo, se sorprende al pensar que el amor de su vida sea un hombre. Poco le importa lo que piensen, pero son las sorpresas que dan los giros de la vida. ¿Es el destino?
Recuerda cuando lo encontró en el suelo, inconsciente, sangrando y el pánico de pensarlo muerto y el dolor de un “tal vez” vivir sin él. Días eternos, grises, fríos, desolados. Infernales. Días donde las suposiciones fueron la certeza. Días que demostraron que el resto de su vida carecía de valor, ese valor que le daba la mera existencia de Guillermo en ella.
Se sorprende observando detenidamente su respiración, el vaivén de su pecho, el compás de cada suspiro y no lo puede evitar: rozar apenas su espalda para sentir su calor, como cerciorándose que continua allí y que no se ira de su lado, aun no. cada noche es igual desde que Guille regreso de su largo sueño…cada noche trae la ansiedad que la oscuridad se lo arrebate ahora definitivamente.
Se levanta en silencio, prende un cigarro y se refugia en el baño y como cada madrugada llora y agradece no haberlo perdido aquella tarde.
Hace varios días lo siente levantarse. Lo sabe ansioso, temeroso y se siente culpable. Estuvo a punto de morir y eso cambio definitivamente todas las prioridades de su vida y por él siente que regresó de aquel limbo donde ni espacio ni tiempo tenían importancia alguna, solo su voz, su olor, sus besos, su único amor, esa sensación maravillosa, plena, profunda que Pedro momento a momento despierta en él fue su punto de retorno, y por eso lo mata el dolor de saberlo desdichado y que sea él, la razón.
Allí de pie, frente al espejo tratando de apaciguar los pensamientos es sorprendido por un Guillermo que abre la puerta mirándolo serio - ¿Qué haces Pedro?- es la única exigencia que hace al pasar el umbral del baño. Lo mira, y espera escuchar la explicaciones de un Pedro temeroso atropellado por miles de emociones – tengo pánico de perderte- admite avergonzado, se disculpa y Guillermo lo toma del rostro, lo acaricia, lo besa –la muerte tarde o temprano estará entre nosotros, tenes que aceptar que no es una opción, es una situación irremediable- Pedro lo trata de esquivar pero Guillermo le retiene de nuevo -sos mi ancla, a la vida misma- le declara Guille,se miran, se funden en un abrazo y Pedro por primera vez acepta la magnitud del dolor que le causo la posibilidad de perderlo.– vos sos mi vida Guille y si te llego a perder…- se quiebra ante la mención del hecho, se hunde más en el abrazo buscando cobijo, seguridad. – acá estoy, por vos ¿tenes idea de cuánto de amo chiquitín?, vivamos esto, el día a día, no perdamos este tiempo valioso en temores, solos vos y yo, ¿te parece?- Pedro se separa, sonríe, le besa las manos y con algo de picardía lo mira.
– me parece señor Graziani, me parece que usted me va a gustar…mucho… por toda la vida-
– ¿ah sí señor Beggio?...vea usted…y a mí me parece que lo voy amar toda la vida y después de ella…lo continuare haciendo.
Pedro lo mira profundo, serio, y agradece de nuevo esa oportunidad, ya no por la casualidad de un encuentro si no por la certeza de ese amor real que viven en el ahora y vivirán en un futuro.
V
El tiempo es irremediable…con su paso altera objetos, sitios, hombres, mujeres, con su paso adormece la vida, amansa pensamientos y transforma sentimientos. Y quien mejor conoce ese miedo a lo inexorable que el enamorado verdadero. No solo de pasión y de sensualidad está la construcción de una historia de amor, esa historia que arman juntos esta remarcada en la resistencia o en el acoplamiento a la cotidianidad, donde se toleran las faltas, donde se conocen los defectos, pero indudablemente se engrandecen las cualidades y los detalles que llegan al alma, es así como Guillermo bebe de cada gesto en Pedro; cuando se muerde los labios, cuando toma la copa de vino, cuando se hace presa de esos celos donde lo ve arrebatadoramente bello y sensual.
Llevan casi dos años juntos, dos años a partir del día que Guillermo lo llevo a vivir a su casa a un incómodo Pedro que sentía invadir su espacio familiar pero donde fue recibido por Fabián con los brazos abiertos y donde poco a poco como las gotas de agua sobre la roca fue marcando y dejando su huella imborrable e irremplazable.
Después del intento de homicidio hacia Guillermo hace cerca de un año y de los temores de Pedro retoman el diario vivir, la paz se instala nuevamente y por días Guillermo no va al estudio, se queda en casa recibiendo algunos casos de amigos o gente cercana.
El de hoy es una separación que le duele bastante, conoce a la pareja hace muchos años, con dos hijos y a los que antes de conocer a Pedro envidiaba profundamente, su compenetración, su entendimiento. Es la mujer que rebosada ya en su paciencia por un marido celoso y absorbente deciden alejarse y no hacerse más daño.
Los escucha a ambos, concilian la tenencia de los niños, firman e incomodos se marchan. Aún hay amor, percibe Guillermo y por eso el dolor de la pareja. Se queda en la sala con una copa de vino y se imagina así mismo en una situación de aquellas, alejado de Pedro por cualquier circunstancia, no lo concibe y de solo pensarlo le duele el alma. Hace días no se tocan más allá de un beso, de una caricia, comprende las razones pero hoy lo necesita, necesita refugiarse en ese hogar que es el cuerpo de Pedro.
Pedro sale de tribunales y el caso en el que trabajaba sale a su favor. – ¡Gane el caso, Guille, lo gane!- es el mensaje que recibe en el celular, se le hace extraño que no lo llamara directamente, le marca dos veces sin contestación y a la tercera se va directamente a buzón. Lo apagó. Qué raro. Insiste varias veces sin lograr nada. Se dirige al estudio y Marcos le confirma que Pedro acababa de salir con un hombre, iban de afán y no los presento, pero si se le notaba contento, feliz.
Con Pedro conoció una infinidad de mundos dentro de su mundo particular de dos, con Pedro reconoció en sí mismo muchas caras de su personalidad, pero pocas veces ha sido presa de los celos, él tan cerebral, tan racional y tan seguro de Pedro.
Regresa a su casa y entrada la noche vuelve Pedro, borracho a punto de perder el equilibrio y el sentido, se acerca a un Guillermo desdibujado por la ira, lo besa y sin darle tiempo a enfrentamientos se duerme vestido sobre la cama.
A la mañana siguiente Guillermo abre los ojos decidido a entablar una charla por esa actitud que jamás había mostrado Pedro, pero no lo encuentra, sorprendido observa su desayudo listo en la cocina y un mensaje – tuve que salir temprano, te amo. Luego te llamo- no concibe el espacio de su alrededor sentirlo ahora pequeño, respira y el aire no parece ser suficiente. Como un manto negro que cubre su cuerpo siente la rabia apoderarse, revienta la tasa contra el piso y decide salir a buscarlo.
No se haya a sí mismo, jamás en su vida se imaginó estar en una postura así, camina y se devuelve, no encuentra motivos, Pedro nunca se los ha dado pero de nuevo lo rememora borracho, casi sin sentido e ignorándolo por completo y retoma la marcha, se pide tranquilidad y la mente le juega con imágenes de otro hombre, besándolo y acariciándolo…a Pedro. Cierra la mandíbula y presiona rechinando los dientes. Ira, ¡jamás! la había experimentado.
Recuerda las palabras de Marcos: se veía nervioso, pero feliz, el otro tipo casi ni entra, ni saluda- No podía ser, lo llama al celular, no contesta.
Al paso de un par de horas recibe un llamado de Pedro, tiene que ir de urgencia al tigre y llegara muy tarde. No lo puede creer, la agonía se incrementa. Fabián a lo lejos lo observa, lo llama, lo ve transfigurado, furibundo, nunca la vio de esa manera y decide marcarle a Pedro pidiendo una respuesta a la actitud de su padre, lo pone sobre aviso –Fabián, ésta noche lo recojo en casa y hablo con él. Confía en mi– el chico confía y trata por todos los medios de contener esa furia ciega, a ese animal enjaulado.
En un momento determinado sale de casa huyendo del ojo controlador de su hijo, decide tomar aire y por alguna razón llega a un barcito en puerto madero, un bar al que va Pedro seguido en las tardes de verano, y su vista no lo puede engañar, lo ve allí sentado con esa hermosa sonrisa en sus labios, distendido, disfrutando la cercanía de otro hombre, se abrazan, Pedro recibe un beso en la mejilla y nuevamente un abrazo. Guillermo no piensa, se queda estático mientras los observa alejarse y un dolor agudo apresado en la garganta y el pecho lo hacen llorar en silencio.
Fabián aterrado lo ve llegar, mudo, arrastrando los pies, se sirve un whisky y le pide dejarlo a solas, el chico solo espera el regreso de Pedro ante la hecatombe que presiente a punto de explotar.
Pedro regresa y se encuentra la casa a oscuras, siente el aire tenso, prende las luces y encuentra a Guillermo en la sala, estático con un vaso en la mano y una botella consumida en totalidad de whisky – Guille…- se acerca y trata de retirarle el vaso, Guillermo le esquiva las manos bruscamente y se encuentran con las miradas – que haces. Acá. Pedro – la voz gruesa, rasposa por la bebida y por la furia. Pedro lo mira y se arrodilla ante él, le sonríe y sutilmente se acerca de nuevo, presiente la razón de su ira. – Te tengo una sorpresa…- Guillermo se endereza y amargamente le confirma – ya se cual es…me abandonas, los vi – Pedro abre los ojos sorprendido por ver a Guillermo de esa manera, siempre tan centrado, tan controlado, lo ve desecho, consumido en celos.
Le parte el alma ser el causante de ese dolor, trata de acomodarse a su lado, y de tomarle el rostro, Guillermo arisco no deja pero Pedro a fuerza de no tener un gramo de alcohol en él, sostiene su rostro entre su manos y le explica que aquel hombre en el bar es su primo Marcial, que gracias a su ayuda compro una estancia en el tigre, que el día de su borrachera había sido convencido por Marcial para festejar su adquisición y que hoy habían cuadrado la estancia para el gusto de Guillermo, la idea era viajar mañana con la excusa de visitar un cliente y lo sorprendería con la casa.
Guillermo a la fuerza trata de centrarse en esos ojos hermosos, no puede creer lo que escucha, se dice que es el efecto del alcohol, siente los labios de Pedro recorrer su rostro y llamarlo – mi amor, creeme, es “nuestra” casa, “nuestro” espacio, solo vos y yo – y rompe en llanto, nunca había sentido morirse en vida, nunca la lejanía de Pedro le hacía ver que sin él no valía la pena siquiera el intentar vivir, se abrazan, Pedro lo arrulla como a un niño, le susurra cuanto lo ama hasta sentirlo dormido en sus brazos, se acomoda en el sillón, será una noche incomoda pero vale la pena, ya mañana será otro día.
Frente a la casa Guillermo abraza a Pedro. A él no le gusta el campo pero al saber que Pedro lo hizo para regalarse más tiempo juntos, de soledad, no le importa. Es hermosa, sencilla, con el decorado justo. – decime algo Pedro, ¿cada vez que veas a Marcial, te me vas a perder así, de esa manera? – Pedro estalla en risas, acepta que su primo no es una compañía muy ética, pero es su familia. – si me pierdo mi amor, ya sabes dónde encontrarme, te espero acá, tranquilo, entero, por y para vos-
Guillermo aspira su olor, entierra su nariz en ese cuello largo y lo besa, lo aprisiona contra su cuerpo, mira la casa y le aflora una sonrisa, todo lo que es Pedro se ha convertido en el motor de su vida, no halla y no hallará nunca una respuesta a estar sin él.
VI
Pedro se miraba al espejo insistentemente, siempre le había gustado vestir adecuadamente para cada momento y hoy, particularmente hoy no era la excepción. Lo interesante no era la ceremonia, una firma sobre algo ya estipulado hace mucho tiempo, lo que le encantaba era la fiesta. Como le gustaban esos momentos de cercanía con “su” familia, la comida, el disfrute de una buena bebida y el estar al lado de Guillermo. Arregla un poco el cabello, un poco la camisa, un toque de perfume, sonríe y sale. Si, definitivamente hoy era un gran día.
Para Guillermo ciertas circunstancias en la vida de una pareja son ritos casi obligatorios por realizar, dictamen de la ley, de la sociedad que le aburría sobremanera cumplirlos pero hoy por encima del deber estaba la confianza, el respeto y el amor depositados en él. Recordaba la ilusión y la felicidad reflejada en la cara de Pedro ¿Cómo decirle no a su mirada? Suspira, se mira en el espejo, ya está, qué más da. Hoy es el día.
La casa del Delta era el reflejo de un trabajo conjunto y fiel a la mano de ambos: el orden de Guillermo y los detalles únicos de Pedro. Se ve una decoración sencilla con una disposición de sillas y mesas abarcando el patio trasero, los chicos de la música y algunos meseros.
Guillermo de pie, recostado sobre una columna observa con algo de incomodidad como ha sido invadido su espacio, un espacio exclusivo de él y de Pedro; receloso como siempre al ver caras desconocidas.
Pedro a la distancia lo ve, lo conoce demasiado, se acerca y con una caricia leve a través de su espalda lo trata de calmar – tranquilízate Graziani, no se van a quedar a vivir con nosotros, solo están por hoy- Guillermo lo mira serio pero al ver esa sonrisa suspira algo resignado y se pregunta ¿Cuándo será capaz de negarse a algún pedido de Pedro? y lo ve alejarse para recibir a la novia con un abrazo. Nunca, es la respuesta.
Guillermo abraza a Gaby, siempre la sintió como su hija y lo hace inmensamente feliz verla allí, nerviosa, sonriente, con los ojos brillantes y a punto de casarse con Beto su fiel amigo. Así debería ser la vida, piensa; llena de detalles simples que se buscan, se encuentra y se unen, que se complementan a la perfección.
La ceremonia trascurre bajo un día de cielo azul, con una que otra torpeza por parte de Beto producto de sus nervios, y un Guillermo superado al lado de Pedro que lo sostiene por un fuerte apretón de sus manos al verlo emocionado hasta las lágrimas, una o dos que brotan de sus ojos disimuladamente; le toma su mano derecha, la besa con adoración y se la lleva a su corazón, sintiéndose hasta el alma en ese mínimo gesto. Se miran cómplices, sonríen y observan a la pareja dar su primer beso de casados.
La tarde corre con el brindis, y el inicio del festejo. La pareja de recién casados agradecen a los dueños de la casa, su espacio y su amistad.
Pedro inevitablemente es presa de una ambigüedad de sentimientos, es un romántico innato y ha deseado por mucho tiempo dar ese paso que para Guillermo es una muestra siempre de pertenencia ante terceros que no les importa su vida y a la cual no está dispuesto a ceder, sabe de ese sentimiento tan inmenso que se generan, siente el nivel de su compenetración y de entendimiento al que han llegado, del amor inmenso que le prodiga pero ante todo del respeto que mutuamente se tienen, y entiende que allí, el tema sencillamente no está en discusión.
Al paso de las horas algunos se han retirado y otros, los de siempre, continúan la celebración, con la música de fondo y algunos tragos encima. Guillermo paradójicamente se ha sentido dichoso, satisfecho, los que asistieron a la reunión son amigos entrañables y los minutos han pasado liviana y agradablemente. allí sentado con Fabián a su lado ve a Pedro ensimismado en Beto y Gaby, que ríe y celebra las payasadas de la pareja, pero observa más allá, centra su atención en esos ojazos que para él no ocultan nada y descubre un tinte de tristeza, de nostalgia.
Con el paso del tiempo y a través de la convivencia cotidiana en su relación, ha ido conociendo cada matiz, cada recoveco de la personalidad de Pedro y ha aprendido a leer cada uno de sus gestos, de sus miradas, y sabe con total certeza cuál es el sentimiento verdadero que se ha apoderado en aquel momento del alma de su chiquitín, ya hace algunos días lo intuye, lo ve entre líneas.
Cae la noche, solo quedan en pie Gaby y Beto sentados y abrazados sobre una poltrona en el patio trasero, Pedro decide dejarlos a solas y caminar hacia el muelle. Observar el paso del rio, escuchar ese silencio particular y abrazar esa paz latente lo embargan de una dicha plena, recuerda su vida hace cerca de tres años, ese camino trazado por aquel entonces aparentemente exitoso como abogado de una multinacional y prometido de una mujer bellísima, quien hubiera pensado que en un momento de lucidez, de reflexión y de verdad consigo mismo lo llevarían a abandonar ese trabajo y esa relación envidiada por muchos, tomar aquellos tiquetes y partir en un viaje que le cambiaria absolutamente su visión de la vida, del amor, del respeto y de la lealtad. Ahora era un abogado penalista de un estudio, enamorado de un hombre y dueño de una estancia en el delta, si, la vida y sus caminos extraños.
Guillermo silencioso llega hasta Pedro y lo sorprende con un abrazo, sin palabras, solo se sienten el uno en el otro hasta que el silencio lo rompe una pregunta – ¿Qué tenes precioso? Te veo algo triste – Pedro niega, para que entrar innecesariamente en una charla que no llevara a nada, la noche esta bellísima y el momento perfecto, no lo desea arruinar.
Guillermo insiste y ya sabe que no obtendrá respuesta, lo gira en búsqueda de esos ojos, de esa mirada, le sonríe y le regala una de esas caricias que le roban el aliento – ¿te tengo una sorpresa sabes? – El rostro de Pedro se ilumina y como un niño exige la entrega inmediata del regalo – dale Guille, que es- Guillermo busca en el bolsillo de su pantalón, nervioso y con la voz cortada por la emoción le muestra una cajita azul – sabes que no soy hombre de cursilerías y toda esta parafernalia me abruman pero con vos todo fluye, todo sencillamente es… ¿te querés casar conmigo?- Pedro absolutamente sorprendido mira fijo a Guillermo, desliza su mirada a la caja, la toma con las manos temblorosas y ve una argolla sencilla, plateada. De la sonrisa pasa a una risa nerviosa, toma su rostro entre sus manos recorriéndolo con ligeros besos, lo abraza y le susurra al borde del llanto – claro que si mi amor…claro que sí me caso con vos- Guillermo lo estrecha fuertemente entre sus brazos, ese cuerpo, esa alma, ese corazón que son su principio y su fin, su puerto de llegada, su hogar, la vida misma y el amor mas allá de todos y de todo, del espacio y del tiempo.
Cuando se ama de esa manera no hay necesidad de palabras, las miradas expresan más allá del entendimiento, cuando se ama de esa manera se saben las palabras exactas en los momentos exactos y cuando se ama de esa manera se comprenden y se entienden las miradas, las caricias y las palabras.
No todas las historias terminan mal, definitivamente algunas pueden mejorar y llegar a ser perfectas.
Fin
Pura ternura..!! Te felicito, gracias por tanta belleza!!
ResponderEliminar"me parece señor Graziani, me parece que usted me va a gustar…mucho… por toda la vida-
ResponderEliminar¿ah sí señor Beggio?...vea usted…y a mí me parece que lo voy amar toda la vida y después de ella…lo continuare haciendo", esta es para mi la síntesis de tu bella historia Lucero. Gracias por este regalo. Abrazo grande.
SENCILLAMENTE PERFECTA!!! TREMENDA , CONTUNDENTE Y ORIGINAL
ResponderEliminarBELLISIMA..SENTIDA, TOTALMENTE REAL Y POSIBLES!! MUCHAS GRACIAS!!UN ABRAZO ENORME!!
ResponderEliminarHermosa Lucero!!!!!!!!!!
ResponderEliminarLucero...amé, amo y amaré siempre esta historia! tiene toda la magia de este amor eterno que nos enloquece!! Un abrazo gigante y espero de leer algo tuyo pronto <3
ResponderEliminarHermoso Lu!
ResponderEliminar"El amor, la pasión, el reto constante, el impulso diario, el superarse a sí mismo, a él y a los demás, es la reivindicación, es el perdón, es amar la vida y cada instante." Precioso Lucero, tantas emociones, tantas sensaciones, tantas ganas de sentirlos juntos en esta historia...... Miles de gracias por este relato, por esta muestra de amor, de ese amor que tanto queremos porque en el fondo tanto lo necesitamos en nuestras vidas tambien. Muchisimas gracias por "esto" Felicitas.
ResponderEliminarMe quedo con este párrafo de esta historia tan emotiva y atrapante: "Enamorado…que palabra tan sencilla y compleja a la vez; ridícula hasta hace meses, ahora…ahora lo es todo, para él eso es Pedro: es el amor, la pasión, el reto constante, el impulso diario, el superarse a sí mismo, a él y a los demás, es la reivindicación, es el perdón, es amar la vida y cada instante. No podría no vivir aquello, dejar pasar a Pedro… ¡jamás!…siente que ni la muerte lo podría alejar de él....sacrílego"... Hermoso relato. Marlene
ResponderEliminarLucero!! Qué historia rotundamente bella!!! Québelleza ver a Pedro a Guille y sus sentimientos retratados hermosasmente por tu palabras... me gustó muchísimo! Muy inspiradora! Abrazo!
ResponderEliminarEllos son perfectos!!!! y esta historia también!!! Felicitaciones!!!
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