miércoles, 5 de marzo de 2014

Viñetas: Hilo rojo (2da parte) by Lupillar

Capitulo Anterior: http://actosdefeylibertad.blogspot.com/2014/03/hilo-rojo-1era-parte-by-lupillar.html


2008

Hilo Rojo
Guillermo.

Su mundo solo se reflejaba en la cara más limpia, más cristalina de su vida; su hijo, Fabián. Su realización como padre llegó en un punto de quiebre en su existencia, en un punto de no retorno. La llegada de Fabián apaciguó y le dio un norte diferente a aquello que no era vida, le dio un norte a aquello que se direccionaba a meramente sobrevivir. Junto al nacimiento de Fabián nació por aquel entonces el verdadero Guillermo, cuando comenzaba a conocerse a sí mismo, a ver su propia naturaleza, donde su propia aceptación le impedía seguir. Desde aquel entonces pasarían demasiados años, demasiadas circunstancias, demasiadas pasiones para aceptarse tal cual era.


La vida poco a poco se le fué tornando en una red de mentiras finamente entretejidas con algunas verdades, no solo vive dos realidades, vive miles de vidas. Hoy se llama Joaquín, mañana Antonio, tal vez pasado mañana adopte a un Carlos, se ha dejado llevar por encuentros carnales con hombres de todos las apariencias, se ha dejado llevar por una necesidad que cree enteramente física, se engaña a si mismo diciendo que él, el gran Guillermo Graziani no ha experimentado el amor pero tampoco ha tenido necesidad de él y menos ahora que es un hombre grande con un hijo adolescente y una farsa de hogar perfectamente montada. Si así ha girado la rueda por tanto tiempo, ¿que impediría que siguiera fiel a su camino?


La tira del destino se le ha ido enredando, siente el circulo cerrarse, cercándolo. Una necesidad desconocida por encontrar un cuerpo perfecto, su cuerpo donde pueda llegar a contemplar sin el imperioso afán de las horas, sin el asco de usar a otro, sin ese remordimiento nacido no sabe de dónde a estar faltando a algo que está por encima de él y de sus miedos.


Han sido días de mierda, casos de difícil seguimiento, algunas fugas de dinero, su hermano Miguel tras su cabeza pero sobre todo a punto de rebasarlo su situación con Ana, su alcoholismo, sus recriminaciones, su búsqueda infructuosa de hallar ese esposo que creyó encontrar en algún momento de la vida lo llevan a sentirse hastiado consigo mismo. Decide ese día dormir en el estudio y no ver la degradación en la que se ha convertido aquella mujer.


La llegada del viernes amplifica en mucho su amargura. Fabián le ha pedido permiso para hacer un viaje a la casa de unos amigos el fin de semana, decide dárselo porque es preferible conocer su destino sin gustarle la compañía a no saber dónde, ni con quien estaría. Se queda otra noche en el estudio, solo, más que nunca.


corren las horas y sale desesperado. Con una angustia latente en el pecho, como si un presentimiento le vibrara en la piel. Rodea el puerto buscando tomar alguna cerveza y dejar que aquello pase, la ciudad no duerme y al llegar la madrugada decide regresar caminando hasta su casa, se fija en los edificios y se pregunta qué vidas vivirán aquellos detrás de cada una de esas puertas, que pensamientos rondaran, que tristezas anidaran, que felicidades se encontraran.


Camina esquivando algunos transeúntes, jugando con su sombra y a lo lejos escucha su nombre, se detiene buscando quien lo ha llamado y se fija en un balcón del edificio próximo. Ve a un hombre de torso desnudo mirarlo o cree sentir su mirada, un hombre joven que al verse descubierto se resguarda en la sombras, tímido pero curioso. Guillermo se paraliza queriendo descubrir los rasgos, el rostro que intuye atractivo, solo ve la silueta delineada a través de la oscuridad con esa pequeña luz resplandeciente del cigarrillo en la mano que se va consumiendo. Y por alguna razón aquella angustia nacida horas antes se apacigua al unísono que el destello consumido de la colilla.


Imposible quitarle los ojos de encima; ve el gesto al botar esa colilla – que pendejo sos Guillermo- se recrimina y sigue su camino no sin antes de girar la esquina, volver a mirarlo; fijo en él como si no quisiera verlo marchar y una punzada se anida en su estómago, una sensación que algo sucede, que algo inexplicable, profundo y se atrevería a decir; poderoso ronda el aire.


Regresa a su casa sin encontrar a Ana en ningún lugar, de nuevo ansioso se desviste y se hunde entre las almohadas con la figura del hombre retenida en la mente. Divaga sobre que rostro tendrá, que aroma emanara de su cuerpo, como se llamara… y sin darse cuenta el sueño lo vence.

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Lo huele delicioso, a limpio con olor a tabaco y algo de frutas, repasa su nariz sobre ese cabello y se le escapa el aliento sobre la piel de un cuello largo, lo siente tímido pero apasionado y entre delirios de éxtasis observa esos ojazos brillantes, de un color verde, casi oliva, inmensos, brillantes, hermosos, la necesidad de tocarlo lo desespera, frota sus manos sin reconocer la piel, sólo siente un cuerpo firme, poderoso, el cuerpo de un hombre hermoso, extasiado lo repasa y con algo de temor a que se diluya en el aire lo trata a retener bajo su cuerpo - ¡Guille!- lo escucha gemir y de nuevo lo mira, ahora con esos ojos cerrados, no reconoce el resto del rostro, solo distingue el sabor y la sensación de esa boca carnosa que se diluye en segundos, entre la neblina desaparece dejándolo con el deseo latente, se va perdiendo esfumando a medida que regresa a la realidad, despertando.

Despierta agitado, incrédulo de un sueño con esa magnitud tan real, aún sintiendo el aroma de esa piel, cierra los ojos y furibundo por esa broma de su mente golpea las almohadas, las tira fuera, cierra los ojos tratando de recuperar algo de aliento y de calma y de nuevo recuerda esos ojos, esa voz, ese tacto y lo ve de nuevo allí a su lado, a un hombre sin rostro con aquellos ojos que sabe, que conoce pero no recuerda de donde, ni de cuándo. Y el deseo se hace latente ahora despierto, se retuerce enfurecido por dejarse llevar pero es más fuerte lo que el cuerpo pide y anhela….y anhela tener a ese hombre entre sus brazos y se funde de nuevo recordando el sueño, ve la piel erizada, cree imaginar lo que recuerda; el latir de las venas en el cuello expuesto al ritmo de la respiración agitada y deja que sus manos se exploren como hace años no sucede y se toca imaginando otras manos y lo recuerda entregado, fuerte y apasionado, excitado al límite estalla en fracciones, agitado, mareado y con los rezagos de un deseo aún no consumado. La frustración lo calma, el cansancio lo hace presa y de nuevo duerme para ya sin esos ojos inmensos mirándolo, devorándole el alma.



2008

Hilo rojo
Pedro.


Esa sensación de tristeza que lo invadía cada vez que salía de la casa de sus padres le marcaba a fuego el alma, era increíble como su principal y fehaciente enemigo era su propio padre. Desde niño sintió su rechazo, su falta de ternura, su falta de comprensión, desde siempre aprendió a percibir en aquella voz el frio, el acero con que se traducía el sentimiento de su padre , desde niño aprendió a leer esos silencios prolongados cargados de rabia que precedían a una furia desatada en golpes, en maltratos verbales hacia él y hacia su hermano, desde niño aprendió a percibir en detalles mínimos aquellas miradas donde se encontraba un destello de amor o donde se encontraba un destello de odio y hasta sus años de adolescencia vivió bajo ese aplastante miedo, pánico que al día de hoy en noches solitarias lo sorprendían y lo aturdían inclementemente.


Su única salida asegurada de aquel sitio al que la palabra hogar le quedaba grande había sido la universidad, la utilizo como método de huida, trabajó a pulso para ganarse uno a uno aquellos espacios en la facultad, peleó día a día por ser el mejor, no quería, no deseaba tener deudas de agradecimiento y menos tener en un futuro que agachar la cabeza, se juró a si mismo jamás volver, jamás sentir terror, jamás rogar por cariño, por comprensión, ahora se hacía un camino, su camino.


Llegó a su departamento extenuado del viaje, de las circunstancias. La enfermedad de su madre y el ambiente agobiante de aquel lugar le hicieron añicos el corazón; los recuerdos de tardes dolorosas, de llantos innecesarios, de miedos que aún negándolos seguían latentes en el alma. Trató infructuosamente por los siguientes días no dejar que el sueño se le tornara en una pesadilla constante, pero fue imposible, la semana se hizo larga; ni la novia de turno, ni sus amigos, ni sus primos llenaban ese vacío, se sentía solo, más que nunca.


Al viernes en la noche decide quedarse en el departamento para tratar de descansar, da vueltas en la cama y rondando la madrugada en medio del insomnio enciende un cigarrillo, abre la ventana que da a la calle, buscando aire, buscando algo que lo lleve a dormir de nuevo y observa la vida que lo rodea: bares, restaurantes, música, noche llena de luz, el reflejo de las farolas sobre el rio y a lo lejos…a lo lejos, cerca al muelle un hombre solitario que camina de regreso, esquivando algunos transeúntes, pisando su propia sombra, otra víctima al parecer por falta de sueño -¿Qué pensás?- le pregunta Pedro al aire y como si el hombre lo escuchara se detiene, alza un poco la cabeza y sin distinguirle el rostro por la iluminación a contraluz se siente observado, como pillado al husmear sin permiso, se paraliza, incapaz de quitarle los ojos de encima. Inquieto por la figura, por la postura distante e imponente, pasan los minutos, ninguno hace movimiento alguno y Pedro se acorrala un poco más contra el rincón buscando refugio en la sombra que le brinda aquella pared, se esfuerza en lograr captar aquel rostro, un rasgo, pero el juego de sombras de la noche con la luz artificial le juegan en contra. 


Sabe que se están “mirando” mutuamente a través de las sombras y que aquel hombre se halla en su misma situación: tratando de captar algo en medio de la oscuridad, su rostro, sus rasgos….sin darse cuenta el cigarrillo se consume, le quema los dedos y adolorido lo tira a la maceta del balcón, de nuevo fija su mirada pero el hombre ya ha retomado su camino, lo ve dudoso girar en la esquina no sin antes detenerse y mirar hacia su lugar…y a Pedro se le va el aire, una punzada en el estómago se le instala; una punzada no de advertencia, ni de peligro…de algo inexplicable, profundo y se atrevería a decir; poderoso.


Ya cansado decide intentar dormir, se despide del hombre con un adiós de nuevo al aire, llega a su cama con la silueta del desconocido gravada en las pupilas, pensando inconscientemente en aquella sombra y por primera vez después de muchas noches cae rendido al sueño… un sueño con aquel desconocido.

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Labios delgados, olor a madera, manos grandes, un roce seguro pero sensual. Siente el aliento en su cuello y una necesidad de llevarlo a su boca lo desespera; le toca el rostro con angustia buscando encontrar sus ojos y los halla….de color más oscuro que la miel, grandes, profundos…sabe que los conoce pero no recuerda de donde, ni de cuándo. Busca de nuevo enfocarlo pero rehúye a su escrutinio, ahora lo siente en su cuerpo, la presión en su abdomen, el deseo sensual que se incrementa, los roces se hacen fuertes y su mente le juega sucio recordándole que es un hombre el que lo toca, un desconocido que habla con su cuerpo mejor que nadie y que él se halla abandonado a su tacto, a su olor…-¡Pedro!- escucha su voz grave, potente, rasposa….éxtasis, deseo, realidad, despertar…


Se despierta asustado, excitado y solo en su cama. No reconoce su lugar, pasa minutos mirando las paredes buscando respuestas a un sueño tan real, siente el roce de las sabanas recordándole aquellas manos y se hace imposible apaciguar la sensibilidad de su piel, busca amortiguar y acompasar sus sentidos entre las almohadas y solo encuentra su deseo vivo, en llamas, se retuerce entre las telas con la viva imagen de esos ojos, ojos profundos que lo miran y lo encienden, trata por milésima vez calmarse y de nuevo recuerda esa voz y esa mirada…cierra los ojos y se deja caer al recuerdo magnético de ese sueño. Su cuerpo, su estremecimiento, su necesidad, su deseo carnal; se muerde los labios mientras sus manos se exploran, mientras sus manos traducen el recorrido que quisiera fuera de otras, y lo recuerda potente, brusco, fuerte y estalla, se fracciona en destellos, como pocas veces, mareado, agitado y avergonzado consigo mismo, cae dormido de nuevo pero ya sin soñar con esos ojos profundos.


Continuará...

2 comentarios:

  1. No me canso de leerlo, me encanta este relato... por favor que se hablen rapido, esta espera me enloquese...

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  2. Increible estos 3 cap...tu historia es compleja,inquietante,totalmente diferente.Esos sueños despiertos y dormidos de Guille y Pedro me parecieron espectaculares... la forma en la q mezclàs todos los sentidos tambièn.Mis partes favoritas:"anhela tener a ese hombre entre sus brazos y se funde de nuevo recordando el sueño" " su mente le juega sucio recordándole que es un hombre el que lo toca, un desconocido que habla con su cuerpo mejor que nadie y que él se halla abandonado a su tacto, a su olor…"

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