"Estos maravillosos personajes no me pertenecen: Pedro
y Guille son propiedad de Polka y sus autores. Es mía tan sólo la fé
inquebrantable de que tengan un final feliz. Gracias a Lilita, fiel lectora y
consejera de primeras versiones y en este caso a Jacques Prevert, quien me ha
dado imágenes de su genial "Dejeuner du matin"
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El día no podía haber sido mejor: Dios existía, tenían lo
que tanto se merecían, Pedro estaba vivo… muy bien. ¿Y ahora qué? ¿Dónde
estaba? ¿Cómo estaba? ¿Volvería? ¿Aparecería? ¿Cuándo? Estas y mil preguntas
más le taladraban el cerebro a Guillermo. No podía más… ya no podía más.
Saberlo vivo era todo, y aún así, no le alcanzaba: lo pensaba “tooodo” el
tiempo, y quería abrazarlo, acariciarlo, tocarlo, verlo. Se fue a la orilla del
río, como si el río fuera a traerle a “su” Pedro. Pero el río seguía su curso…
vital e inexorable… y Pedro no estaba. Un oportuno mensajito de texto de
Fabián, le despejó la cancha: “Me quedo en lo de los chicos. Vuelvo mañana”. La
casa toda para él, para poder extrañar a su Pedro a su antojo, sin pudor… un buen plan. Mañana ya sería otro día…
Caminaba hacia su casa con los ojos semicerrados, envuelto
en la suave luz que anuncia el fin de la tarde, con una idea fija: el primer
instante al reencontrarse con su Pedro. Las posibles respuestas, en imágenes en
su cabeza, iban más allá de toda imaginación…
El aroma de jazmines le anunció que había llegado a su casa.
Ya en la puerta, puso la llave en la cerradura abrió y… y entonces sucedió: un
presentimiento, un relámpago, una corazonada, un rayo, lo que fuera que fuese
que lo hizo darse vuelta, y lo vio: de pie, al otro lado de la calle, estampado
contra un verde intenso, su “cielito” lo miraba… “Bueeenooo”, pensó Guille, “lo
que faltaba: no sólo creo que lo veo en todas partes, sino que lo VEO en todas
partes”. Y muy a su pesar parpadeó, para sacarse la imagen de encima… pero el
“espejismo” no sólo se quedó, sino que además… sonrió. Y el mundo se detuvo.
Guille se quedó inmóvil, con una sonrisa furtiva, mientras
trataba de transmitir sólo con su mirada todo el amor del que era capaz, porque
no le respondía ningún músculo. Pero Pedro, sonrisa con oyuelos, le señaló la
puerta del garaje… ¡Claro, la puerta del garaje, qué pelotudo! ¿Por qué el
garaje?
Guille entró a su casa como una tromba, no encontraba la
llave del garaje, el portón se le trabó pero al fin lo abrió y con un baldazo
de luz, escabuyó a su Pedro adentro. Cerró con un golpazo, para cobijarlo en la
oscuridad. El susurro retumbó en su cabeza como un trueno.
-“Guille…”
Y se fundieron en un abrazo intenso, eterno. Guille lo
“estrujaba”, Pedro se dejaba y hundía su cabeza en el pecho de su amor. Y
Guille le llenaba la cara de besos, mientras se caían juntos al suelo. Y
hubiera sido interminable, sí, pero Guille sintió en la piel un casi
imperceptible escalofrío en el cuerpo de Pedro: algo estaba mal.
-“Amorcito, ¿qué pasa?”
-“Nada mi amor” casi susurrado, casi para adentro.
-“Cómo nada, nada no. Pedro, ¿qué pasa?” - y trataba de
abarcarlo completamente con su propio cuerpo…
-“Está todo bien… Guille… es que no puedo creer que estoy
acá con vos mi amor… tuve tanto miedo”- y entonces Guille supo que Pedro estaba
llorando.
-“Ah, no, no, no, cielito, esto no está bien” – respondió
Guille acariciándolo con la voz, y alejándolo un poco sin perder contacto,
agregó – “Me lo tenés que contar, mi vida, sino yo…” Y fue en ese momento en
que Pedro alzó los ojos, sin levantar la cabeza, sus miradas se encontraron y
Guille lo vio, lo vio de verdad: y vio
un chico agotado, asustado, sucio, con un corte sobre la ceja izquierda, un
golpe en la sien, un raspón en la mejilla y otro en el cuello que se perdía
bajo la remera.
-“¡Pedro! ¡Qué pasó! ¿Te duele cuando te toco?”
-acaricándole la frente con toda la mano, recorriendo apenas la herida con la
yema de sus dedos…
-“Miguel vino a matarme Guille. Entró y lo vi, y vi que me
quería matar… y apenas me escapé y corrí y escuchaba los disparos y me tiré al
río y nadé… y me llevé puesta toda la porquería… me quería matar, Guille, me
quería matar… estoy vivo de milagro…”
-“Ese hijo de puta… ya lo sé, precioso, pero ahora estás
acá, entendés, acá conmigo… y ahora hay que curarte, y bañarte, y darte de
comer… y pensar qué hacer… en ese orden
o en cualquier otro… la puta madre…” – parloteaba Guille, tratando de conservar
la calma… sin mucho éxito.
Rodeó a Pedro con sus brazos, se incorporaron y
prácticamente lo arrastró por la sala, y la escalera hasta la habitación. Sin
decírselo, los dos pensaron en la misma escena: en la noche de la despedida de
soltero… Guille al rescate…
-“¿Y Fabián?”
-“No va venir”
-“La última vez que dijiste eso fue una catástrofe” – y el
tono de Pedro se relajó, con algo de picardía.
-“Ja,ja, qué chistoso…”
Lo sentó en la cama.
-“Te preparo el baño: ducha o inmersión? Pedro no respondió.
–“Ok; inmersión, ponele un poco de onda amorcito.” Pedro no se movió mientras
Guille preparaba el baño.
-“Busco unas toallas, y algo que ponerte y vuelvo. Dejá la
ropa tirada, no importa. Metete rápido en la bañera que te va a hacer bien…” Al
pasar por al lado de Pedro le tomó la carita y lo besó en la mejilla. Pedro no
se movió. -¡Ay, mimoso! ¡Vamos! Y tomándolo del brazo lo llevó y lo sentó al
borde la bañera. –“Dale”, y Guille salió.
Guille trata de ordenar sus pensamientos: ¡qué estoy
haciendo? El primer lugar donde van a buscar a Pedro es acá!! Pero también es
el primer lugar en el que Pedro pensó. ¡cómo lo voy a sacar? Al volver al baño,
con toallas, ropa, desinfectante y cicatrizante, Guille encuentra a Pedro
exactamente como lo dejó: sentado en el borde de la bañera.
-“Pedro, cielito, vamos”. Pero Pedro sólo lo miraba. Guille
entendió que el chico estaba paralizado. Había agotado toda su energía en
llegar hasta él, y ahora, sencillamente, se había entregado en sus brazos.
-“Muy bien, no te voy a decir que no me gusta, me gusta… y
mucho…” Y Guille empezó a desnudarlo. La sensación de volver a tocarlo, de
recorrerlo, empapado por el terso vapor que llenaba el ambiente, era
indescriptible. Y Pedro sólo reaccionaba al contacto, al olor de Guille, recargándose,
hundiéndole la nariz en el cuello. Lentamente, meticulosamente, y muy, muy
dulcemente, le sacó las zapatillas, las medias, los pantalones, la remera, los
bóxers y lo ayudó a entrar a la bañera. El cuerpo de Pedro estaba cubierto de
arañazos, magullones y algunos cortes. Guille aprovechaba para confortarlo con
pequeños besitos, mientras lo acompañaba en cada movimiento. Pedro no le sacaba
la mirada de encima.
Pedro se sumergió en el agua caliente, sólo con la cara
afuera, inmóvil. Guille se detuvo un momento a admirarlo, en su fortaleza y en
su vulnerabilidad: había resistido un ataque directo, atravesado el río, y
ahora corría a sus brazos como un pollito mojado. Por dios, ¡qué bello es!
Guille empezó a bañarlo, como a un niño, tratando de evitar
sus heridas. Pero le resultaba insoportable la distancia entre el afuera y el
adentro, así que se puso de pie, se desvistió y entró a la bañera incorporando
a Pedro con mucha suavidad, para sentarse detrás de él. Y Pedro se acomodó
contra su pecho. Y así, bañarlo era abrazarlo y masajeándole la cabeza, el
pecho, los brazos, trató de sacarle junto con la mugre, el dolor, la pena
inmensa de los últimos días. Cerró la canilla cuando se dio cuenta de que Pedro
estaba dormido.
Cuando el agua comenzó a enfriarse, Pedro tiritó y Guille
aprovechó para despertarlo con un beso en la cabeza. Lo sacó del agua, él mismo
se puso una bata, puso unos toallones sobre la cama y lo acostó. Con infinita
delicadeza lo secó y le puso desinfectante y cicatrizante en las heridas, mientras
le hablaba de un futuro posible. Pedro lo miraba y sonreía.
-“Pensé que mi pijama te iba a quedar peor… bastante
bien…”-le dijo Guille con una sonrisa camino a la carcajada, mientras lo
acostaba y lo arropaba. Lo sentía seguro, y sentía que no podía amarlo más que
en ese íntimo momento. Se acomodó al lado de Pedro. Tomados con una mano, los
dedos entrelazados y con la otra, Guille le acariciaba el pelo, sin dejar de
mirarle la boca. Curioso, yacían juntos en casi idéntica posición que aquella
primera vez. Cuando se aseguró que se había dormido de nuevo, Guille intentó
levantarse, pero Pedro se aferró a su brazo: -“Amor, no te vayas, no me
dejes…”-
-“No precioso, cómo te voy a dejar! Bajo un momento a
prepararte algo de comer, sí? Un momentito nada más amorcito, si?”
-“¿Me lo prometés?” Y Guille le respondió con su cara de
“obvio” y recién ahí Pedro lo dejó ir.
Guille nunca se había sentido tan amado.
Bajó a la cocina: en un tris preparó sándwiches, jugo, una
fruta. Por un momento pensó que preparaba la vianda de un chico de escuela
primaria… ¡qué pensamiento pelotudo! No había tiempo para pensamientos
pelotudos: tenía que relajar y armar un plan.
Cuando subió con la bandeja, Pedro ya estaba dormido. Pero
con un sueño arisco, agitado, que lo sobresaltaba al menor ruido. Solo cuando
Guille lo tocaba, parecía poder descansar. Y por eso Guille se recostó a su
lado. Pedro respondió ovillándose a su cuerpo.
Miró el reloj en la mesita: eran casi las 10 y media. El
tiempo se agotaba.
Para las 11, Guille ya había tomado una decisión: Pedro
tenía que irse, irse ya. Esconderse, hasta que Maidana se recuperara y
declarara, hasta que Miguel Angel confesara, hasta que José le asegurara que
estaba completamente fuera de peligro. No sería por mucho tiempo. Ya faltaba poco
para que todo se destapara. Por fin.
Dos o tres veces, las elucubraciones de Guille fueron
interrumpidas por las pesadillas de Pedro: se incorporaba, sobresaltado,
empapado, llorando, y Guille lo abrazaba, lo acariciaba, lo acunaba, le
musitaba “cosas lindas” y lograba volverlo a dormir.
Para la 12.30 de la noche, Guille consideraba seriamente,
que Pedro se entregara: sí él planeaba todo cuidadosamente, si hacía las cosas
en el momento correcto, Pedro estaría preso por poco tiempo, el juicio saldría
pronto, y estarían juntos casi todo el tiempo….
Para la 1.30, Guille había cambiado de opinión. Haría unos
llamados y él mismo lo escondería. Nada de no saber dónde estaba, donde dormía,
qué comía. Él (Guille) lo escondería, aunque fuera debajo de la cama. Unos
cuántos llamados a la gente indicada, ¡para qué tenía tantos contactos! Y verlo
todos los días.
Para las 2 y media, Guille decidió que él se iría con Pedro:
entregarse era una tontería. Mejor desaparecer, pero desaparecer juntos. Nada
de lo suyo le importaba nada. Sólo Pedro. En el estudio se arreglarían, Fabián
se arreglaría. El se iba con Pedro. Y punto.
A las 3 de la mañana, Guille preparaba un bolso, con cosas
para los dos.
Pero a las 4 de la mañana, Guille recostado boca arriba, con
las manos cruzadas bajo su nuca y la cabeza de Pedro dormido sobre su vientre,
sabía que el plan era una total catástrofe. ¡Si él se iba, quien ayudaría
Pedro? La pesadilla no terminaría jamás…
A las 5 de la mañana, Guille estaba seguro que Pedro tenía
que desaparecer, sin dejar rastro, hasta que todo se resolviera… pero, ¿cómo?
El no podía pedírselo, él no quería decírselo… Pedro se desmoronaría y no iba
dejarlo solo, no otra vez… Abrumado por el peso de estos pensamientos, Guille
se quedó dormido.
-“Ey, mi amor, buen día…” – Guille se despertó de un salto. La
luz de la mañana brillaba en la ventana. Pedro a su lado, estaba vestido y
preparaba un bolso. –“La puta madre, me quedé dormido… Pedro, ¿qué estás
haciendo? ¿qué hora es? ¿qué está pasando?
Pedro, vestido con ropa de Guillermo, se sentó a su lado en
la cama. Le tomó la cara con sus dos manos y le dio un casto besito en los
labios: -“Tranquilo mi amor: esta es la realidad, esto es real. Estoy acá, con
vos. Dormimos, literalmente, dormimos toda la noche abrazados. Pero estoy
prófugo, y esto también es real. Sí, querría que fuera una pesadilla, y que me
despertaras, pero no es así, es real. Y tenemos que esperar, mi amor. Y por
eso, ahora tengo que irme… es una mierda pero es lo mejor… tengo que irme, y
esconderme, y es mejor que no sepas donde estoy, ni donde duermo, ni qué como,
ni con quien hablo, para que tengas tiempo, para hacer lo necesario para
hacerme volver, hacerme volver a vos… vos sabés que esto es lo mejor para los
dos… pero nunca me lo pedirías, por eso te lo de digo yo. Pero primero… ¿desayuno?
Y Pedro sonrió. Y el mundo se detuvo. Otra vez.
Guille hubiera querido poder interrumpirlo, pelearlo…
refutarlo… arañarlo, pero a Pedro se lo veía tan tranquilo, tan entero… y
Guille no sabía si era porque era tan hermoso, o porque lo sabía suyo, o porque
tenía razón, que no atinó a articular palabra. Manoteó la bata y lo siguió
escaleras abajo.
Ya en la cocina, compartieron el último desayuno juntos
hasta… mejor ni pensar. La misma cocina de la copa de vino compartida, de la
cuchara de salsa ri-qui-si-ma , del “esto, lo nuestro”… apenas uno de los
tantos lugares que construyeron juntos, para estar con el otro… En silencio, se
observaban, se palpitaban, cada movimiento, cada gesto del otro, para grabarlos
a fuego en su memoria y conservarlos intactos… hasta el próximo reencuentro.
Servirse el café, agregarle la leche, el azúcar, revolver con la cucharita…
Pedro encendió un cigarrillo. Jugó apenas con las bocanadas de humo y tiró las
cenizas en el cenicero. Y después se levantó, le entregó la taza a Guille,
(esto tampoco es una despedida, cielito) y salió, sin el mínimo contacto (de
otro modo no hubieran podido dejarse ir). Nadie lo dijo, pero los dos lo
escucharon: “Esto también va a pasar, mi amor”.
Y Guille, se tomó la cabeza entre las manos, y lloró.
lo amo, amo esa sutileza, ojala hubiésemos visto esto....pero que mejor que dejar la imaginación volar!!! hermoso!!.
ResponderEliminarNos dejan los espacios en blanco, para que podamos dar riienda suelta a nuestra imaginación... :)
EliminarClaro que podemos Igora...Gracias por tanto!!
EliminarMuy bueno Ilgora! Y gracias por Prevert.
ResponderEliminarTouché! Gracias Nora! es que este poema me "persiguió" desde mis días de estudiante... nunca me abandonó y al escribir esto, entendí por qué! :)
EliminarUna dulce persecución...
ResponderEliminarA veces esos textos que nos deslumbran se demoran en encontrar su cauce en la escritura, me alegra que finalmente ocurriera!
Compartido!!!
ResponderEliminarIlgora, me estoy poniendo al día comentando los fics, este particularmente lo tengo bajado a mi PC, así tendría que haber sido el reencuentro.
ResponderEliminarEstas dos frases:
"y Guille lo vio, lo vio de verdad: y vio un chico agotado, asustado, sucio"
"había resistido un ataque directo, atravesado el río, y ahora corría a sus brazos como un pollito mojado"
donde Guille se da cuenta de la vulnerabilidad e Pedro y decide protegerlo con todo su ser, fueron maravillosas.
Muchas gracias por esta historia, abrazo, Paula
es que a cada paso de la historia, el camino se bifurca no en dos sino en un sinnúmero de direcciones... y qué hermoso es poder escoger la preferida!!
ResponderEliminarMi vida...pobrecitos....
ResponderEliminarY todo podría haber sido tan hermoso, Andrea!
EliminarBellísimo Ilgora. Leyendo las historias que escriben vos y todas/todos, las miles de historias que podrian haber sido mucho mejor que lo que pasó, me reconforta, porque los personajes viven mientras se los recuerde como dijo Benja y tiene razón.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo Ar. No podemos saber qué intereses mediaron, pero destrozaron una historia, teniendo loselementos para hacer algo precioso y conmovedor! Y gracias por el comentario!
EliminarIgora Gracias infinitas!!
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