Soñar no cuesta nada by Ilgora Blue

Último capítulo de la serie: dos escenas en paralelo: por un lado Pedro estaciona una cuatro por cuatro, baja a la salida de un colegio primario, y recoge a dos chicos, una nena y un nene de unos diez años aproximadamente. Traje, anteojos negros, más mayor, se lo ve serio... imagínenselo. Por otro lado, Guille, sólo, en su casa, lee el diario. Suena el timbre, abre y es Fabián, con esposa y dos hijos, uno de ellos bebé: Abuelo, abuelo! Dice el otro y corre a los brazos de Guille. Todos se saludan (cómo si Fabián viniera de visita de lejos) - "Se te ve cansado papá",-"Se dice viejo, Fabián, viejo" le responde Guille. Corte a Pedro que habla de la escuela y demás con los chicos en el auto. (a esta altura, yo, al menos, ya estoy desmayada sobre la alfombra) Charlando en el sillón del living, con su nietito subiéndosele encima a Guillermo, Fabián le pregunta: -"Y, estás solo?" Guille, con ojitos semicerrados y sonrisa cómplice: -"Mejor así hijito, disfrutémoslo mientras dure". Ruido de llaves en la puerta… y entran los dos chicos y Pedro, que cuando ven a Fabián y su familia enloquecen de alegría, y la nena corre a darle un beso también a Guille, que se tapa las orejas, molesto/divertido. –“Hola hijita hermosa, cómo estuvo la escuela hoy? Pregunta Guille, mientras Pedro le da un abrazo a Fabián y alza embelezado al bebé. Guille, no se pierde su gesto. Pedro (a Fabián y su esposa) -"Qué grande que está, cuánto pesa? está precioso!

Se las hago corta: es el día de la reunión (en la cantina, esa, a cuyo dueño Guille le debía plata, y donde Guille vio bailar a Pedro por primera vez) de aniversario de 8 años de casados de Pedro y Guille, y se reúnen con todos sus afectos: Fabián y flía, Gaby con Alberto e hijo, Marcos con Isabel y Solange, el amigo Cura de Guille, una jueza amiga, Cuca y los que quieran agregar. Guille es el anfitrión y Pedro un padre dedicado, pendiente de sus hijos y con el hijito de Fabián sentado en las rodillas. Toda la escena transmite una íntima felicidad. A la hora del brindis, Guille, que aclara que nunca le gustó hablar pero que hoy, no le queda más remedio porque nunca hubiera imaginado que la vida le iba a dar tanto, a un tipo como él, sin “osar” dejar de sostenerle la mirada a Pedro, (que ya sabemos todos cómo es capaz de mirar a Guille), él, que nunca soñó que un día iba a ser “público”, agradece entre otras cosas a la jueza que confió en ellos, los “obligó” (risas) a casarse, y así pudo entregarles en guarda a esas dos maravillosas criaturas que son sus hijos y todo lo que imaginemos que Guille tiene para decirle, (en público) al amor de su vida.

Ya en su casa, Pedro y Guille se preparan para ir a dormir. Pedro arropa a su hijo, que hoy compartirá la cama con su primito, ya dormidos… y va al cuarto de su hijita. Cuando se inclina a arreglarle la manta, la nena se le prende del cuello y le da un besote en la mejilla. –“Hasta mañana, hijita”, -“Hasta mañana, papá…! Cuando entra a su cuarto, Guille está sentado en la cama, en pijama, poniendo en hora el despertador… -“Mañana ningún madrugón, que no me dan los huesos…” Todo muy íntimo, muy cotidiano. Pero Guille está serio, y mientras Pedro se apronta le dice mirándolo en el reflejo del espejo: -"Te ví, Pedro". Pedro lo mira con esa carita de no sé de que hablás. -"Sí Pedro, te ví, cuando estabas con el bebé... Eso es algo que sé que querías y no te pude dar...un hijo nuestro" (el “nuestro” mudo, tan de ellos). Pedro se sonríe, baja la mirada, se acerca, con esa cara indescriptible que pone cuando mira arrobado a Guille, le toma la cara con sus manos y dice, sólo moviendo los labios: "Sos un boludo" y lo besa, y le vuelve a sonreir, y se van a dormir cargados de todos esos pequeños gestos de las parejas que saben que tienen algo muy difícil de encontrar. FIN.