El amor no les dio tregua hoy.
El primer abrazo … apretado … no
bien Pedro entró en la casa.
El primer beso ansiado, deseando
apagar la sed de tantos días.
Las bocas celebran el reencuentro
y se funden, se saborean, se anticipan.
Guille urgido le quita la campera
a Pedro, luego besa su cuello, el nacimiento del mentón, mientras sus manos
recorren su espalda por debajo de la remera.
Pero percibe algo que lo detiene,
mira a Pedro y detrás del anhelo descubre el miedo. Toma su rostro y le sonríe.
-Qué pasa mi amor? … mmm? …
decime – desarmado
Pedro se pone colorado y baja la
mirada.
-No sé … - lo mira – he querido
estar así con vos desde que te vi … y ahora … no sé lo que me pasa … -
-Está todo bien … Pedro … - busca
sus ojos – está todo bien … -
Se separa un poco y eso a Pedro
le provoca tristeza, pero no se lo dice.
Guille no quiere apresurar nada,
lo ama demasiado para eso. Yendo contra su propio deseo decide que sea Pedro el
que cuando lo sienta se acerque a él.
-Pensé que ibas a venir con
hambre así que preparé el desayuno – el pulso acelerado - … es la primera vez
que uso una cocina a leña pero me parece que no me fue tan mal …- busca salir
de la situación.
Pedro se sienta en una banqueta y
lo ve hacer. Lo mira mientras prepara la mesa y una ternura inusitada lo
invade. “Estás hermoso” piensa. Con ese pullover oscuro que resalta sus ojos,
esa mirada que amó desde que lo vio por primera vez. Las mangas arremangadas
dejando ver sus brazos fuertes. Todo en Guille lo atrae y en este momento en
particular siente esa intensa masculinidad que emana de él de una forma
natural, inconsciente. Un calor intenso comienza a recorrerlo mientras lo mira.
Guille sirve café en las tazas y
luego prepara las tostadas. En eso está cuando siente que Pedro se aproxima y
se coloca a un costado.
-Te ayudo?- pregunta en voz muy
baja mientras lo mira con ternura.
Guille trata de mantener la
compostura.
Sin mirarlo – No
… ya está todo listo … - colocando las tostadas en una panera
Pedro entonces
baja la mirada y ensaya una caricia con su mano en su brazo descubierto. Guille
cierra los ojos y Pedro acerca su rostro y le besa el cuello … muy suave.
-Pedro … -
manteniendo los ojos cerrados - … no sigas …
-En serio no
querés que siga? … y sus besos se vuelven más osados.
-No … si no
estás seguro de seguir … - tomando el rostro de Pedro con la mano – tené piedad
de mi precioso … - suspira.
Por toda
respuesta Pedro aparta las tazas, las tostadas, toma el brazo de Guille y lo
apoya en su cintura mientras busca su boca y allí se queda.
La boca de Guille es suave,
sabrosa, intensa. Pedro no se sacia nunca de ella, la devora, se hunde en ella
con placer, con urgencia. Mientras lo besa, abre los ojos, ama mirar su rostro
mientras se besan, ver su expresión de placer lo excita más todavía y aún más
cuando siente ese sonido apagado, como un quejido en la garganta de Guille,
apenas audible pero delicioso para él, porque es anticipatorio de lo que vendrá
luego.
Guille ya no siente resistencias
en Pedro y avanza, sus besos provocan incendios en su cuerpo.
La boca de Pedro es mucho más que
lo que él había soñado en sus noches de insomnio. Si bien ya se habían besado,
el miedo a ser descubiertos no le había permitido saborear del todo ese momento.
Ahora puede disfrutar despacio sus labios gruesos, sensuales, entreabiertos, que
lo invitan, lo excitan, cuando pasa su lengua por ellos saben a misterios no
descubiertos. Pero su debilidad es el labio inferior de Pedro, con un dedo lo
acaricia suave hasta llegar al hundimiento que luego termina en el mentón, al
llegar allí abre su boca y lo abarca. Delicada y lentamente hunde su lengua en
la boca de Pedro y se queda allí, la explora, es la fuente de los mil placeres
y Guille la toma, la reclama para sí como su único dueño y Pedro cede, se
entrega.
Es la primera vez que los cuerpos
de Guille y Pedro se encuentran, se desnudan, traman juntos una suave e intensa
intimidad.
Renuncian a la urgencia porque el
amor sabe que necesita al otro pero no lo quiere así apresurado, por eso los
movimientos se hacen más lentos, más anhelantes las caricias.
Las manos recorren, descubren, se
demoran en los territorios del deseo.
Las bocas viajan, aprenden a
conocer los lugares del placer del otro y descubren también el propio.
Guille traza con paciencia de
enamorado las rutas para que Pedro descubra su deseo, quiere llevarlo hasta la
cima de su pasión y desde allí saltar con él al abismo.
Aunque es la primera vez que
están juntos en la intimidad, Pedro siente que Guille sabe exactamente dónde
pulsar para encontrar la nota justa hacia su deseo, y demorarse ahí hasta
incendiarlo.
El cuerpo de Pedro para Guille es
un delirio, de pies a cabeza es una invitación al goce. Lo recorre con unción,
con apasionada delicadeza, se adentra en él deseoso de hacerle conocer el
placer y de que descubra el suyo. La piel de Pedro está llena de dulzuras que él
prueba con egoísmo, desea poseerlo, tomarlo para sí, ser su único dueño como
Pedro lo es de él.
Con ternura prepara el cuerpo de
Pedro para el goce compartido, para el placer más absoluto, no permite que su
desesperada urgencia por poseerlo atente contra el delirio de descubrirlo y
hacerlo suyo muy de a poco.
Siente el cuerpo de Pedro afiebrado
debajo de él y siente a la vez su propia fiebre, el deseo busca su cauce pero
él lo demora mientras mira a Pedro responder a sus movimientos anticipatorios
del goce, con los ojos cerrados, mordiéndose los labios, respondiendo a cada
mínimo movimiento de Guille.
Pedro siente excitado el viaje de
Guille por su cuerpo, siente sus manos y su boca subiendo y bajando en una
danza enloquecedora por su pecho, su vientre en llamas, el borde de sus caderas,
su ombligo. Los labios de Guille llegan a su pelvis, la abarcan, se hunden en
ella y cuando siente que invade su sexo el deseo lo traspasa, los sentidos lo
abandonan.
Como un conquistador Guille toma
para sí el cuerpo de Pedro, reclama uno por uno todos sus territorios y la
entrega de Pedro es total, nada deja para sí, se abandona en Guille.
Guille sabe que Pedro está
llegando a la cumbre de su placer y él lo quiere llevar a más todavía, quiere
que sea Pedro quien lo posea y lo lleva paciente hacia él tratando de frenar su
urgencia.
Había zonas de él que siempre
ocultaba por pudor, lugares que creía dormidos … pero Pedro los descubre, los
despierta, entra en ellos y los toma. La sensación de Pedro dentro de él es
inenarrable, enloquecedora, escucha sus gemidos mezclados con los de él y eso
aumenta aún más su placer. Se desata entre los dos un frenesí delicioso,
irrefrenable. Un fuego abrasa el cuerpo de Pedro que estalla y se derrama en
Guille. Sus cuerpos se acoplan en el goce formando una pieza perfecta. No
quieren separarse. Sus cuerpos permanecen así uno sobre el otro, sudados,
exhaustos.
Pedro luego se ubica frente a
Guille, los dos se miran, nada hay para decir … sonríen felices. Pedro lo atrae
hacia él deslizando su brazo por su cintura, cruza luego una pierna sobre la de
Guille y lo aprisiona. Guille hace lo propio y quedan así entrelazados. Los
rostros rozándose. Pedro cierra los ojos, abre la boca y sus labios abarcan los
de Guille. Se estrechan aún más, sus lenguas se buscan, los cuerpos de nuevo
traman movimientos que los envuelven, los agitan en deliciosas oleadas de un placer
que de nuevo los reclama, los empuja y ellos responden … se dejan llevar por
esa marea … se entregan, se abandonan, se hacen uno para siempre.
Guille huele a Pedro … Pedro
huele a Guille.
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Ese día el ritual amoroso de los
dos apenas se interrumpe para comer algo y reponer las energías gastadas en el
amor, para luego volver a ser abrazos, coincidencias de los cuerpos amantes,
fuego, delirio, deseo.
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La casa permanece en
semipenumbras, los últimos rayos de luz bañan los cuerpos de Guille y Pedro que
duermen abrazados, ajenos a todo. La cabeza de Pedro reposa en el pecho de
Guille y su brazo descansa sobre su vientre mientras Guille abraza su espalda.
El primero en despertar es Pedro.
La casa está en penumbras. No sabe bien qué hora es ni le interesa. Se acerca a
Guille y aspira el perfume de su cuerpo después del amor que el uno al otro
hicieron.
Va al baño, prende la luz y deja
la puerta entornada, para que apenas los ilumine. Se acuesta de nuevo y con ese
halo de luz observa el sueño apacible de Guille, su respiración acompasada.
Mira el contorno de sus brazos, sus hombros, su pecho, sus manos. El amor ha
suavizado las líneas de su rostro en el que casi siempre él pudo vislumbrar
como un dolor sordo, agazapado que lo lastima. Pero ahora no, está allí,
durmiendo a su lado, frágil y fuerte a la vez, en su rostro una expresión de relajada
ternura, una mansedumbre recién descubierta.
Acerca su rostro y con su nariz apenas
roza los hombros de Guille que a su contacto se mueve apenas.
Pedro se levanta, sale afuera y
aspira el aire de la noche cargada de sonidos, de perfumes. Se sienta en el
piso a un costado de la casa apenas iluminada por un farol que pende del techo.
Prende un cigarrillo y aspira lentamente el humo en volutas que se deshacen en
la oscuridad.
Su alma, su cuerpo, todo huele a
Guille. Se siente feliz, pleno, lleno de mansedumbre. Se sentía tan desgraciado
la semana pasada en casa de sus padres y ahora está aquí, con el hombre que ama
y que lo ama. Siente que Guille lo hizo nacer de nuevo, en dimensiones que
todavía no puede comprender pero intuye. Sabe que su vida cambiará, que tomará
un nuevo giro a partir de ahora y esa idea le inspira curiosidad y a la vez
inquietud. Pero no será hoy ni mañana que lo resolverá, porque hoy y mañana son
de él y Guille.
Discurriendo en esos pensamientos
lo encuentra Guille que se ha levantado sin que él lo escuchase.
-Qué hacés acá? – le dice
mientras se acerca cubierto con una manta.
-Disfruto la noche – le tiende la
mano – vení … te invito
-Una cosa tenés que saber de mí …
no soy muy amante de la naturaleza … -
-No importa … dale vení … -
Guille se sienta y Pedro se ubica
entre sus piernas, apoya sus brazos sobre ellas, descansa su espalda sobre el
pecho de Guille y su cabeza en sus hombros.
-Tenés frío? – pregunta Guille.
-Pensándolo un poco sí – sonríe
Guille lo envuelve con su manta.
-Ahora sí es una noche perfecta –
dice mimoso
Se quedan en silencio, los
sonidos de la noche los envuelve, se escucha apenas el rumor de los árboles
movidos por la brisa.
-Me gusta estar acá … con vos … -
susurra Pedro.
-A mí también precioso … a mí
también –
De nuevo el silencio, se sienten
cómodos en ese aire de intimidad silenciosa.
-Cómo se llama tu hijo? –
-Fabián … -
-Es parecido a vos? –
-No … por suerte es mucho más
lindo que su padre … y más inteligente también … -
-Mmmm … su padre no está tan mal
… es más … diría que no está para nada mal …- sonríe.
-Vos decís? … - divertido
-Doy fe …-
En un gesto de ternura Pedro
acaricia con su pelo el cuello de Guille, apoya luego su cabeza en su hombro y
acaricia con su nariz su rostro, lo mira, lo espera.
-mmm? … -susurra Guille mientras
lo interroga con la mirada.
Pedro entonces se estira hasta alcanzar
los labios de Guille y los besa suave, despacio, Guille responde a la ternura,
lo toma del mentón y hunde su boca en la de Pedro, que se pone de costado y
recorre con sus besos el rostro de Guille con una dulzura que lo desarma.
-Tenés hambre precioso …? –
pregunta Guille mientras trata de frenar las caricias de Pedro que se vuelven
más intensas cada vez.
-Mucha …- sonríe Pedro mientras
muerde la boca de Guille.
- Dale … vamos a cocinar algo …-
-Ok … - mirándolo con deseo –
pero después de la cena no vas a zafar tan fácilmente de mí Graziani .
Lo besa – No tengo ninguna
intención de zafar de vos precioso… -
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El amanecer apenas se insinúa e
ilumina suave la habitación donde Guille mira a Pedro dormido.
La cara contra la almohada, el
cabello despeinado que se arremolina sobre sus ojos, la boca apenas
entreabierta, su brazo aprisionando a Guille, su respiración tranquila.
La luz ilumina las líneas de sus
hombros, la curva de su espalda.
Guille lo mira conmovido, lleno
de ternura.
Acerca su mano que sobrevuela
rozando apenas la piel amada. A su contacto un leve temblor recorre el cuerpo
de Pedro que se abraza más fuertemente a Guille.
Guille toma la manta y lo cubre
con ella amorosamente. Pedro dormido se acurruca en su pecho.
Guille suspira y lo estrecha aún
más contra su cuerpo. Vuelve a dormirse feliz.
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Guille deja a Pedro durmiendo y
se ducha. Cuando sale no lo encuentra en la cama y va hasta la cocina, allí lo
encuentra preparando el desayuno.
Los leños se queman en la
salamandra y el café preparado en la cocina a leña huele a gloria.
-Buen día … - le dice tierno
Pedro se da vuelta y le sonríe …
- Buen día mi amor … - ya está … Guille sabe que no necesita nada más que esto
para el resto de su vida. Amarlo, amanecer con él, desayunar juntos … nada más.
Se acerca a Pedro que está de
espaldas y lo abraza cruzando los brazos por su cintura. Besa sus hombros, el
lóbulo de la oreja. Pedro responde a la caricia y sonríe. Se da vuelta y lo
besa mimoso. Guille suspira. Pedro entonces toma dos tazas y se las alcanza …
-Dale … colaborá Graziani … -
riendo
-¿Colaborá Graziani? … - sonríe
Guille - … ¿colaborá Graziani? … ¿a vos te parece? … -
Se sientan a la mesa. Pedro sirve
café en las tazas mientras Guille prepara las tostadas. Disfrutan de esa
intimidad de estar juntos, inaugurando gestos cotidianos.
Guille luego se levanta, va hasta
la habitación y vuelve con una bolsa de donde saca un paquete y se lo alcanza a
Pedro.
-Qué es? – curioso
-Abrilo … -
Pedro lo abre.
-Un celular? … - interroga
Guille asiente.
-No Guille … no … - trata de
devolvérselo - estas cosas son caras … cuando pueda me voy a comprar uno, pero
no …
-Escuchame … escuchame precioso …
es para que estemos comunicados … vos y yo … el otro día casi me muero de la
angustia Pedro … no sabía nada de vos mi amor … ¿me entendés? … -
Pedro suspira, le cuesta
aceptarlo pero sabe que Guille tiene razón.
-Acepto con una condición … no
bien pueda te lo voy a pagar … -
-Me parece bien … si … - le
sonríe mientras le alcanza un papel – ahí tenés mi número, agendalo.
-Te voy a llamar todo el día
Graziani … te voy a volver loco … -
-Tarde precioso … ya me volviste
loco desde que te vi –
Pedro deja el celular a un
costado.
-A qué hora te vas? –
-A las seis voy a ir a buscar a
Fabián que vuelve del campamento –
Pedro se levanta y va hacia
Guille, se inclina y lo besa apasionadamente.
-Entonces no perdamos el tiempo Graziani … -
Una sombra cruza por la mirada de
Guille y Pedro se da cuenta.
Se sienta a su lado.
-Pasa algo? –
-No precioso … nada – acariciando
el rostro de Pedro
-Sí pasa … qué es? –
-Pensaba … que tal vez yo haya
sido injusto con vos …-
-Injusto? … por qué – intrigado
-Tengo cuarenta Pedro … me siento
pleno pero sé que ya voy para grande … tal vez vos merecías conocer a otro tipo
… más joven … no sé … -
Pedro lo mira enamorado.
-¿Otro tipo? … no quiero otro
tipo … yo me enamoré de vos … me importan un carajo tus cuarenta o mis
veinticuatro.
-El cuerpo a mi edad ya no es el
mismo … -
-Shhhh! – susurra Pedro y pone su
mano en la boca de Guille - … yo me enamoré de vos completo, con tu edad, con
tu cuerpo, con tu carácter podrido … - sonríe – con tu inteligencia. Vos sos
perfecto para mí … y no quiero a nadie más …
Se levanta y le tiende la mano.
-Quiero que tus cuarenta le hagan
el amor a mis veinticuatro … y lo quiero ya … -
Guille sonríe.
-Y no quiero tregua Graziani …-
Guille se levanta y lo besa con
pasión.
Los deseos de Pedro son órdenes … y Graziani obedece a su deseo … olvida los
almanaques … y no le da tregua.
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Guille pasa a buscar a Fabián y
de allí lo lleva a la casa.
Ana lo espera como siempre con su
retahíla de reproches, pero él no le hace caso, lo manda a Fabián a bañarse y
como Ana no ha preparado nada, decide él hacer la cena para que su hijo se vaya
a la cama temprano.
Comen solos porque Ana subió
furiosa a la habitación y se quedó dormida … para alivio de Guille.
Guille está feliz y se le nota en
todo, sonríe sin motivo aparente, no responde a las agresiones de Ana
simplemente porque no le presta atención.
Estos días de amor con Pedro lo
han dejado en estado de gracia. Si antes pensaba en él ahora directamente Pedro
ocupa toda la vida de Guille.
Siente como si hubiera vivido
toda su vida con una segunda piel que se fue endureciendo con el tiempo para
protegerlo. Pero el amor de Pedro hizo que esa piel cayera y mostró que debajo
estaba él … Guille. Con Pedro podía ser él mismo … vulnerable y a la vez receptivo … frágil y fuerte … ante él no
tenía que demostrar nada … se sentía liviano … ligero … gracias a su mago de
ojos grandes.
Sube a la habitación de Fabián
que ya se acostó, Guille se sienta en su cama y acaricia con ternura la cabeza
de su hijo.
-Estás contento papá? –
-Sí … - le sonríe – por supuesto
que estoy contento … estoy acá … con vos … eso me hace feliz hijito …
Fabián lo observa con curiosidad
-Lo que pasa es que vos casi
siempre estás un poco triste … pero hoy no … hoy estás contento … mirá – y le
toca el rostro - … en este momento tenés los ojos alegres …
-Si hijito … tu papá está feliz
hoy … pero ahora dormite ¿si? –
Fabián le sonríe con su cara
llena de rulos.
-A mí también me pone contento
que vos estés contento … -
A Guille se le llenan los ojos de
lágrimas y lo abraza fuerte.
-Te amo hijito … te amo mucho –
Fabián se duerme y Guille se
queda un rato vigilando su sueño.
“Pedro …” lo piensa, acaricia su
nombre con amor … con agradecimiento … como algo sagrado.
En eso escucha el sonido de su
celular.
En la pequeña pantalla iluminada Guille
lee “te extraño”
Pedro lee la respuesta “te amo”
Guille apoya los labios en la
pantalla, Pedro acostado apoya el celular en su pecho.
Es misterioso el amor … en el
momento más inesperado … cuando menos preparado se está para recibirlo …
aparece … como un relámpago que nos ilumina para siempre y nos deja a salvo del
sinsentido.
Continuará …