Recuerdos (3era parte) by Paula

El destino une y separa a las personas, 

pero no existe ninguna fuerza que sea tan grande

que haga olvidar a las personas

que,  por algún motivo,

algún día nos hicieron felices...

(Gracias Alessa por el feedback!)

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CAPITULO 3

Pedro, se había refugiado en una sala de espera de otro piso de la clínica, la cabeza le dolía y el café que había sacado de la máquina, se había enfriado en su mano. Tenía la mirada perdida y no se dio cuenta cuando Beto se sentó a su lado

-“Ey, ¿cómo estás?”-

Pedro lo miró sorprendido antes de contestarle…

-“Bien, bien, yo bien… ¿Cómo me encontraste?”

-“Te busqué.”- le dijo Beto simplemente.

-“¿Cómo está todo allí abajo? ¿Más tranquilo?”- una sonrisa forzada apareció en el rostro de Pedro.

-“Un poco más tranquilo… ¿Por qué te fuiste?”

-“Beto, ¿a vos te parece que me podía quedar? Vos viste la cara de Guille… el médico además dijo que necesitaba tranquilidad y obviamente estando yo ahí, no la iba a tener.”

-“Vas a tener que enfrentar en algún momento la situación, vas a tener que hablar con Guille, ustedes están casados.”

Pedro se rió amargamente, -“Sí, pero parece que soy el único que se acuerda…”

-“Nene, Guille se va a acordar, vos escuchaste lo que dijo el médico, es producto del trauma, necesita tiempo y que no le estemos hinchando las pelotas.”

-“Beto… la persona que más amo en mi vida no se acuerda de mí, el médico me dijo que era algo que podía suceder con estos traumatismos, que agradeciera que no tenía otra secuela, que esperáramos la evaluación del neurólogo, que parecía que el período de tiempo que había olvidado era bastante corto... Pero sabés qué? El tiempo que olvidó es justamente el tiempo que nos enamoramos, que luchamos para estar juntos, que fuimos felices. No me cierra una mierda lo que me dijo el médico, estoy desesperado y no se qué hacer. Yo sin Guille no se vivir.”- casi sin respirar y con lágrimas en los ojos, Pedro agachó su cabeza y se levantó de la silla. –“Sin Guille no puedo vivir.”

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La consulta con el neurólogo había sido esa misma tarde, básicamente les había confirmado lo que les había dicho el médico clínico esa misma mañana, que era una secuela bastante normal para una lesión de las características que había sufrido Guillermo.

Amnesia postraumática retrógrada.

Frecuentemente transitoria y su duración está relacionada con el grado de daño de la lesión.

No recordaba ciertos eventos previos al trauma.

El período de tiempo afectado por la pérdida de la memoria no era significativo.

Se esperaba que recuperara parcial o totalmente los recuerdos en el corto /mediano plazo.

Lenguaje clínico, frío que lo único que hacía era aumentar la ansiedad de Pedro, certezas ninguna, incertidumbre en exceso.

Parado en la puerta de la habitación de Guille, Pedro no se decidía a entrar, todavía recordaba la mirada con la que lo había recibido esa tarde, esa mirada que conocía perfectamente, era la misma que tenía cuando estudiaba un caso, un cliente nuevo, un testigo, un adversario… desprendía una profunda inteligencia, pero a su vez una inmensa frialdad y no estaba acostumbrado a ser el receptor de esa mirada. Se había transformado en el objeto de análisis del amor de su vida.

Pero sabía que Beto, tenía razón, tenían que hablar si querían intentar solucionar este problema, estaban casados, se amaban… tomó coraje y abrió la puerta.

Guillermo levantó la vista del libro que estaba hojeando y se sacó los anteojos al velo entrar. Inclinó la cabeza en ese gesto tan típicamente suyo –“Me parece que tenemos que hablar vos y yo”-

-“A eso vine”- respondió Pedro con una seguridad que no sentía.

Se quedaron mirándose el uno al otro, el aire se llenó de incomodidad.

Pedro carraspeó y se sentó en la silla que había al lado de la cama.

-“Mañana puede ser que te den el alta… me crucé con el médico hace un rato… dijo que iba a tener que hacer reposo en cas…”- Pedro se frenó, “casa” para Guille obviamente no iba a ser lo mismo que “casa” para él.

-“¿Vos y yo estamos casados realmente?”- la incredulidad de Guille, simplemente fue como un puñal en el pecho para Pedro.

-“¿Tan increíble te resulta?...Sí, estamos casados. Tengo los papeles, si querés verlos…”- Pedro no pudo disimular la amargura en su voz.

-“Bueno, bueno… por favor no te pongas así. Podés entender que me resulta muy difícil todo esto… yo no te conozco y tengo que hacerme a la idea de que estamos casados.”- retrucó Guillermo.

-“Perdón, perdón, tenés razón”- reconoció Pedro. Agachó la cabeza, esto estaba siendo mucho más difícil de lo que pensaba.

Guille lo miró, suspiró y cerró los ojos. “Toda la situación le parecía tan irreal… él, Guillermo Graziani, casado con un hombre y según le aseguraban todos ese hombre era el amor de su vida, se lo habían repetido Fabián, Gaby, Beto, Marcos…  ¿qué mierda tenía este chico que había dado vuelta su vida?”

Cuando volvió a abrir los ojos, vio que Pedro se había levantado y estaba junto a la ventana mirando algún punto distante, perdido en sus pensamientos. Aprovechó para observarlo. Un físico envidiable escondido bajo una capa de ropa arrugada, manos seguras, delgadas, barba cuidadosamente descuidada, unos ojos enormes que reflejaban una tristeza infinita. En su interior algo le decía que tenía que hacer algo para borrar esa tristeza, “¿Qué carajo estás pensando Graziani? ¡No sabés ni quién es!” Su instinto y su mente libraban una batalla de la que Guille no parecía estar consciente… en este Graziani la racionalidad, por supuesto, ganó la batalla.

Guille se movió incómodo en la cama, “¿cómo iba a seguir con esto? No tenía la más remota idea…”

-“¿Cómo nos conocimos?”- preguntó finalmente sin poder aguantar la curiosidad.

Pedro se dio vuelta y lo miró con una media sonrisa.

-“Somos socios, me contrataste para trabajar con vos en el estudio.”

-“¿En el estudio? ¿Trabajamos juntos? ¿Estamos juntos todo el día?”- alcanzó a balbucear Guillermo.

Pedro se quedó estático. Sí, él había conocido a este Graziani, lo que no recordaba era lo lacerante que podía ser. Sintió la puntada en el pecho y la sensación de ahogo, sabía que el estrés desencadenaba esos episodios, así como las pesadillas. Era el precio que tenía que pagar por todo lo que habían vivido dos años atrás, pero ese no era el momento oportuno para sufrir uno. Puteó por lo bajo.

Se llevó la mano al pecho para aliviar la tensión e intentar disimular el dolor, sabía cuál era el remedio, pero no podía recurrir a él.

-“No te preocupes, ya nos vamos a arreglar de alguna manera”- respondió finalmente. –“Ahora descansá, nos vemos mañana.” Y a las apuradas, casi corriendo, salió de la habitación.

Guille se quedó mirando desconcertado la puerta. “¿Qué le pasaba a este chico que salía disparado como si hubiera visto un fantasma?”

A los tropezones Pedro logró llegar hasta el auto, empapado en transpiración y temblando. Trabó las puertas e intentó controlar su respiración. Sabía que tenía dos opciones, una en ese momento era inviable, la otra la detestaba desde lo más profundo de su ser.

Agarró su celular y marcó un número –“¿Beto?... Sí, soy yo. Necesito que me hagas un favor.”

CONTINUARÁ…