Shopping (1era parte) by Graciela Liliana

 Es domingo y el shopping desborda de gente, el ir y venir es incesante.

Una joven pareja está sentada en un banco rodeada de bolsos.

-Ay mi amor, recién vi un juego de porcelana divino, me encantó ¿te molesta si lo compro?-

-Camila Camila … ya tenemos casi todo y lo que falta ya lo pusimos en la lista de casamiento mi amor, y además tenemos que pensar en la luna de miel y todo eso –

-Por favor por favor por favor Pedro mi amor – suplica mimosa.

-Está bien, pero es lo último –

-Prometido – dice ella levantando la mano sonriente

Se acerca y lo besa agradecida, luego se abraza a él.

-Mirá Pedro –

-¿Qué? – distraído

-Mirá esa pareja de allá ¿la ves? –

Pedro sigue la dirección de la mirada de su novia y ve a una pareja de edad mediana sentada, están de costado a ellos. La mujer habla con su marido y se le nota el tono de reproche, mientras el hombre permanece impasible, reclinado, los brazos apoyados en las rodillas, la mirada perdida hacia adelante.

-Jurame Pedro, jurame que a nosotros nunca nos va a pasar eso –

-Por supuesto mi amor que no nos va a pasar – tono tranquilizador – nunca podríamos ser como ellos.

-Es un horror – sonríe ella con algo de malicia – mirá la cara de esa mujer, está desencajada y el marido ni siquiera le presta atención – se vuelve hacia él ahora seria - Pedro prometeme ya mismo que vos nunca me vas a tratar así, ¿Me lo prometés mi amor? –

Acaricia con dulzura el rostro de Camila – Claro que te lo prometo, nunca nos va a pasar algo así mi amor, jamás voy a tratarte de esa manera – y la abraza.

En ese momento levanta la vista y se encuentra con la mirada del hombre que lo observa fijamente, ojos profundos y penetrantes que parece que lo miraran como si lo conocieran. Una vaga inquietud lo recorre, algo extraño en esa mirada que lo retiene.

-Amor amor ¿estás bien? – lejana escucha la voz de Camila y la mira como si no la conociera­ - ¿qué pasa Pedro?

Sin la antigua seguridad de antes – No, no nada, está todo bien, todo bien –

Vuelve la vista y ya la pareja no está. Una sensación de soledad lo inunda sin que pueda explicárselo.

-Voy a comprar entonces ¿me acompañás? –

-¿Qué cosa? –

-¡El juego de porcelana mi amor!, pero no, dejá, esperame acá – y antes de irse le da un beso.

Pedro se estira en el banco, mira las bolsas con las innumerables cosas para la casa que ha comprado hoy Camila y de pronto siente una sensación de hastío profundo. Mueve la cabeza intentando despejarse de esos pensamientos. Ve frente a él una tienda de ropa para hombres y decide ir a mirar, más que nada para sacarse ese sentimiento de agobio que lo invade.

Mira distraído la ropa sin perder de vista el banco en el que dejó las compras, viendo de lejos los paquetes se le antoja más monstruosa aún la cantidad de cosas que compraron, casi obscena.

Pregunta por el precio de un saco y está entrando al cambiador cuando se tropieza con alguien que sale del mismo, cuando va a disculparse se encuentra con aquella mirada.

-Perdón perdón, no sabía que estaba ocupado – a pesar del desasosiego que le produce no puede apartar la vista de esos ojos oscuros y tristes.

-Todo bien – sonríe – yo ya salía – pasá nomás

Pedro entra, un perfume sutil ha quedado en el aire y él reconoce que es del hombre con el que se cruzó recién. No se prueba el saco, sale y lo ve mirando corbatas, toma una, se la prueba. Obedeciendo a un impulso que desconoce se acerca.

-Me parece que no –

El hombre gira y lo ve. Esta vez la sonrisa es abierta, franca y Pedro enmudece.

-No me queda bien ¿eh? –

Tratando de recomponerse Pedro toma otra corbata y se la acerca.

-Creo que esta te va a ir mejor – dice un poco cohibido.

El hombre toma la corbata y se la prueba.

-¿Así está mejor? – y se vuelve hacia él, la sonrisa ha desaparecido reemplazada por una mirada seria, honda. Pedro siente que lo interroga aunque no conoce la pregunta que insinúa.

-Mucho mejor sí – se ruboriza sin darse cuenta – elegante, muy elegante – sonríe con toda la cara.

El hombre le extiende la mano – Guillermo –

-Pedro – estrecha la mano que aprieta con fuerza.

-Pedro – repite – mucho gusto y gracias – y señalando la corbata – por el asesoramiento.

-Un placer – no puede evitar sonreírle, se siente a gusto con este desconocido. En eso siente que golpean el vidrio y ve a Camila sonriendo y señalándole la nueva adquisición que pasa a engrosar el montón de paquetes que ya traían.

-¿Tu mujer? – de nuevo la mirada triste que no sabe por qué razón lo conmueve.

-No, mi … mi novia, estamos por casarnos y …- no sabe por qué le explica pero lo hace – estamos comprando cosas para la casa, vos sabés –

-Sí, yo sé sí – la mirada es cálida pero seria –andá, te está esperando –

Pedro se queda estático sin poder dejar de mirarlo.

-Andá Camila, yo estoy hablando con Guillermo y no me esperes porque lo voy a invitar a cenar y no sé si vuelva a casa a dormir –

Pero no se lo dice, le hace señas de que ya va.

-¿Puede ser que nos conozcamos de algún lado? –

-No, no creo – responde Guille sonriendo

­-Ah, me pareció que te conocía, no sé. Soy abogado por ahí has ido a mi estudio –

Guille ríe con ganas

Contagiado por la risa pero sin entender – ¿Qué?, ¿qué pasa? –

-Somos plaga verdaderamente –

-¿También sos abogado? Noooo! No puede ser! – se ríe agarrándose la cabeza – seguramente era por eso entonces que me parecías conocido –

-No, no creo que sea por eso – responde Guille bajando la vista.

-¿Por qué? –

Mirándolo directo a los ojos - Porque si te hubiera conocido difícilmente me hubiera olvidado de vos –

Ahora sí se siente enrojecer, baja la vista intimidado. No sabe qué responder y se queda ahí, con la mirada fija en el piso mientras Guillermo lo observa serio.

-Dale, te está esperando tu futura esposa y a mí la presente – le dice mirando hacia donde está sentada su mujer.

No lo piensa. Saca una tarjeta de su billetera y se la extiende.

-Pedro Beggio – ahora sí lo mira.

Guille la toma un poco sorprendido, la observa con detenimiento y luego fija sus ojos en Pedro que sostiene su mirada.

-Guillermo Graziani –sonríe de nuevo – abogado sin tarjeta.

-No hace falta, lo voy a recordar – dice Pedro y se sorprende al escucharse.

Es él ahora quien extiende la mano y Guille de nuevo quien la estrecha con fuerza.

-Felicidades – sin soltarlo – digo, por el casamiento.

El casamiento, claro, se había olvidado, mira a Camila que en el banco ordena el caos de bolsas y paquetes. Se vuelve hacia Guillermo.

Mira sus manos que aún permanecen juntas, sus dedos acarician suaves los de Guillermo, traga saliva, fija sus ojos en él.

-En la tarjeta está mi celular –

-Lo sé, ya lo memoricé –

-Señor, ¿va a llevar el saco? –

-No, no – y se lo devuelve sin mirar al empleado.

-Nos vemos doctor Graziani –

-Chau – susurra Guillermo.

Pedro se aleja, comienza a juntar las bolsas y paquetes de Camila que le habla sin que el registre nada de lo que dice. Como un autómata llega al estacionamiento, mete todas las compras en el baúl del auto. Escucha de lejos la voz de Camila.

Mensaje en el celular: “también yo siento que te conozco de antes” y luego una dirección, un día y una hora.

Respuesta en el celular de Guille: “con gusto lo asesoraré nuevamente”, sonríe y sale del local, con la corbata recién comprada y perfectamente anudada.

Continuará …