jueves, 24 de julio de 2014

Hostería (17va parte) by Elena

Hostería Acto de Fe
Un, dos, tres
Cosas que pasan cuando dejo a mi chico en manos del Sadic Club
Para Paula

-         No, no te puede atender ahora
-         Quien es, Pedro?
-         Esta ocupado
-         Dame ese teléfono
-         No es importante – susurra tapando el auricular – le digo que te llame después
-         Dame! – y el tono ya no admite replica – Juancito – saluda y fulmina a Pedro con la mirada al tiempo que gira para esconder la sonrisa que le provoca el brillo de enojo en los ojos marrones – no, cocinando nada mas – se sacude el abrazo y el mentón apoyado en el hombro – Salí , dejame hablar tranquilo. Sí, siempre igual
-         Se quema
-         No se quema nada. Dame un minuto Juan – lo empuja hasta la puerta, beso en la mejilla y cierra. Vuelve a atender el teléfono mientras lo ve irse hacia el rio – decime en que te ayudo
Sabe dónde buscarlo un rato después. Sentado en el muelle, tirando piedritas al agua. Le revuelve el pelo con una mano – venís a almorzar?
-         Que quería?
-         Ayuda con una causa penal
-         Se le murió otro “amiguito”?
-         No seas desagradable, es para un cliente
Resopla – y que le dijiste?
-         Que sí, por supuesto. Podemos ir a comer?
El camino a casa no queda libre de protestas – no puede hacerlo Beto o Marcos?
-         Amorcito…te olvidas las veces que nos ayudo?
-         Con eso de que las fotos tienen que ser certificadas? Hasta un estudiante de primer año lo sabe
-         Declaro a mi favor
Y por fin se lleva un bocado a la boca, pero la tregua dura poco – que vas a hacer?
-         Terminamos de comer y me voy al estudio para reunirme con él, mañana es la primera audiencia
-         Te acompaño
-         No
-         Si
-         No – tormenta en puerta – no voy a aguantarte con cara de culo toda la tarde – y un beso para calmar el temporal – tengo hoy solo para estudiar el caso, cielito
Regresa tarde a la noche y cien mil llamados de Pedro después.  Nada para cenar y una nota “me fui a lo de Maidana, vuelvo tarde, no me esperes”. Mastica sin ganas el sabor amargo de un sándwich hecho con lo poco que encontró en la heladera y lee un rato más antes de dormirse.
Abre los ojos cuando suena el despertador, estira el brazo y numera: esta, acostado de espaldas, no lo escucho llegar, tiembla?. Lo siente acurrucarse a su lado en cuanto lo toca – quedate…
-         Sabes que me tengo ir, venís a desayunar conmigo?
-         Me siento mal
Imposible no besarlo – celoso?
-         De verdad, Guille, me siento mal
-         Pedro, es la audiencia hoy, sabes que no puedo faltar. Me buscas esta tarde?
Nadie lo espera en el Tigre cuando vuelve casi de noche, algunas llamadas perdidas, muy pocas – la agencia va a tener dos ex agentes menos – masculla mientras muy a su pesar, muy marca otro numero en el teléfono – o tres. Marcial, Guillermo habla, decime, sabes donde carajo esta Pedr…Agustín?
-         Como, no le avisaron?
-         Avisarme qué?
-         Lo internaron en el Hospital de Pacheco, Maidana está con él, los chicos acá conmigo. Guillermo está ahí?
-         Sí - busca apoyo en la pared, mareado – como que internado? – agrega con un hilo de voz – que paso?
-         Apendicitis me parece
-         Dame la dirección
Recorre casi corriendo los pasillos – como mierda puede ser que nadie sepa donde esta un paciente! – hasta que al fin divisa el quirófano. Unas manos lo detienen cuando está empujando las puertas vaivén – no puede entrar – Maidana
-         Decime ya que paso! Porque no me llamaron? Están seguros que es apendicitis? Quien autorizo la operación? - observa como busca en silencio un café para él en la máquina, lo exaspera la parsimonia de ese hombre – habla de una vez!
-         Se sintió mal a la mañana y después empezó con vómitos, así que lo traje. Ya debe estar por salir, tranquilícese.
Camina de un lado a otro hasta que ve salir al médico y se abalanza sobre la camilla que viene detrás sin oír las explicaciones – Pedro! Pedro, estas bien?
Los ojos apenas abiertos, los labios resecos que aun así alcanzan a dibujarle una media sonrisa, y la voz del enfermero – señor, espere que acomodemos la habitación y después puede pasar – que le cierra la puerta en las narices, para encontrarlo en la misma posición quince minutos después.
Le cubre de besos el rostro – amorcito, estas bien? – y ensaya una broma – al final soy yo el más viejo y vos el que siempre termina en un hospital – despeja los mechones de la frente, acomoda las almohadas y las mantas y arrima una silla – descansa, sí? Dormí un rato
-         Te quedas? – la voz pastosa por la anestesia
-         Me quedo acá, mirame, no me muevo, precioso
Vuelve a revisarlo temblando cuando escucha la respiración pausada, sin fiebre, a besarlo suave y a arroparlo. Inspecciona las indescifrables anotaciones de los sueros y se desploma en la silla, hunde la cara en los brazos y deja escapar su angustia en un sollozo sobre la cama.
-         Ey, Guille – lo despierta unas horas después
-         Qué pasa? Que necesitas? Te duele? Llamo a alguien?
-         Veni, acóstate acá conmigo
-         No, no, vos tenes que descansar
-         Te vas a quedar duro ahí en la silla – haciéndole lugar en la cama – dale, veni
-         Si entra la enfermera…
-         No seas boludo
Si hay algo peor que tener a un Grazziani de mal humor, es tenerlo de enfermero
-         Quedate en la cama, decime que necesitas
-         Voy al baño, amor
-         Y te acostas de nuevo, el médico dijo que no tenias que hacer esfuerzos
-         Caminar no es un esfuerzo Guille
O a tres
-         Papa dijo que no podes comer eso
-         Papa va a matarme de hambre si me sigue dando sopa
-         Pero papi…
-         Acompañe a dar una vuelta Diego y vos, Brisa, si te pregunta no sabes nada
Claro que las cosas siempre pueden empeorar.
Retiene con una mano las dos de Pedro y aparta con la otra la boca de su pecho – amorcito, dejame leer
-         Pero Guille…
-         Dijimos que hasta que no te saquen los puntos, no
-         Vos decidiste, vos y tus decretos!
-         Pedro por favor, y no me digas que no te duele porque es imposible
-         Andate a la mierda
-         Adónde vas?
-         A dormir al living
Sabe cómo hacer que vuelva a la cama – te aviso que mañana viene Juan
-         Que!?
Y no falla - ya me oíste, tenemos que preparar la defensa y no voy a dejarte acá solo
La quinta interrupción los deja discutiendo otra vez en el pasillo
-         Entende que esto es importante y no hay tiempo, voy a cerrar
-         No se te ocurra poner llave… - termina la frase hablando solo con la puerta – porque me voy
Decide no buscarlo la primer noche, ni la segunda. En la tercera, el portazo interrumpe la frase de Marcial – la rubia esa con la que andabas en…
Silencio absoluto. Un Grazziani auténticamente furioso – Pedro, vamos! – y lo levanta del brazo antes de que termine de abrir la boca – no voy a discutir con vos acá – arrebata de un manotazo los billetes que ve pasar de las manos de Marcial a las de Maidana – que apostaron ahora?
-         Nada – al unísono
Y los guarda en el bolsillo antes de salir
-         No me hagas correr que no puedo
-         Ahora te acordas! – un tirón lo detiene en seco – que? – y antes de poder pensarlo se encuentra acorralado contra un árbol – no, no, espera – si no tuviera esa sonrisa… – Pedro – las manos en su cinturón y la boca vaya uno a saber donde, envuelto como esta, integro, en el calor de su aliento – cielito, acá no
-         Pero Guille
-         Remo hasta el Refugio si queres
Los ojos marrones tan cerca que puede ver el fondo y el beso entre risas que lo desarma – ahorrémosle trabajo a la prefectura mejor
-         Vamos a la lancha
-         Es muy grande para el calado del refugio
-         Ya se tontín, veni
Una bandada de patos levanta vuele entre quejas cuando el motor inquieta la serena noche. Y entonces es su turno de detener los besos y las manos que pasean por su cuerpo – así no puedo manejar, amor;  y no me dijiste adónde vamos
-         A Colonia

Continuara…


miércoles, 16 de julio de 2014

Guacamayos by Paula

Un pedido especial de Elena y mis gracias totales porque me dejó jugar con su criatura más preciada, Agustín.

GUACAMAYOS

Se sacó los anteojos y limpió los vidrios con desgano.
Miró el reloj. Hoy volvía Pedr… ¡Pedro, no! ¡Agustín! La Agencia y un maldito caso de tráfico de fauna. Hacía años que estaba retirado y seguían sin poder prescindir de él.
Esta vez, no hubo berrinche que convenciera a Pedro de acompañarlo. La selva profunda no era un lugar para él y muy en el fondo, a pesar del enojo, sabía que tenía razón.
Eso no le impidió poner su mejor cara de culo cuando se iba y casi negarse a saludarlo.
Escuchó el ruido de la lancha a la distancia y se acercó al muelle a recibirlo. A pesar de los brazos cruzados y el ceño fruncido, no podía negar que lo había extrañado. Mucho.
Maidana al volante, Pedro al lado y… ¿una jaula con un pájaro multicolor?
Ni tiempo para meditarlo tuvo, porque apenas amarrada la lancha, una avalancha de abrazos y besos cayó sobre él.
‘Te extrañé, mi amor, te extrañé.’ Hoyuelos iluminando la mañana
‘Si me extrañaste tanto me hubieras dejado ir con vos…’ gruñó mientras hacía un inventario de los rasguños y moretones.
‘Basta Graziani, no es nada que unos besos no puedan curar’ desarmándolo de nuevo con esa sonrisa infernal.
¿Cuándo iba a aprender que todas las batallas estaban perdidas si se interponían los hoyuelos?
Abrazo más apretado. ‘¿Cielito?’ se atrevió a preguntar con la vista fija en la lancha. ‘¿Qué hace ese pajarraco en la lancha.’
‘No es un pajarraco, amor, es un guacamayo.’
‘Ajá. Reformulo ¿qué hace ese guacamayo acá?’
‘Lo tenían los cazadores furtivos, tiene un ala lastimada, pobrecito.’
‘¿Y?’
‘Y no lo podía dejar en medio de la selva solito.’
Silencio absoluto.
‘Necesita un hogar.’
‘Acá ni en pedo Pedro.’
‘Pero mi amor a los chicos les va a encantar.’
‘Ese loro no es un animal doméstico Pedro.’ Intentó razonar inútilmente.
‘Guacamayo. Y ahí vienen Brisa y Diego, vamos a preguntarles a ellos.’ Con aire triunfador.
Y antes que pudiera objetarlo u oponerse, estaba decidido que el loro se quedaba. Tres contra uno, la justicia en el Delta definitivamente no era equitativa.
‘Conmigo no cuenten para nada, háganse cargo ustedes tres del loro ese.’
‘Guacamayo, papá.’ alcanzó a escuchar antes de escapar del muelle furioso.

Una semana más tarde, varios picotazos sin éxito a los chicos. Misteriosa aparición de una pecera llena de pececitos multicolores en manos de Beto. Pérdida absoluta de interés por el pajarraco endemoniado.  Sonrisa burlona Graziani. Y de nuevo la balanza de la justicia volvía a equilibrarse. Uno contra uno.

‘¡La puta madre, loro de mierda!’
Mirada por arriba del diario. Casi sobradora. Casi.
‘¿Algún problema con el guacamayo, Cielito?’
‘Le iba a dar de comer y me picoteó el dedo. Y no me digas, te lo dije, porque me voy a dormir con Maidana.’
‘Lindo tajo te hizo’ decretó mientras le miraba la mano. ‘Sentate que ya vengo y poné esa mano para arriba a ver si para de sangrar.’
Cerró los ojos y esperó que Guille volviera.
Sintió algo que se deslizaba bajo la otra mano, que tenía apoyada en la mesa.
Abrió los ojos con curiosidad y vio una tarjeta entre sus dedos y a Guille con los brazos cruzados.
‘¿Qué es esto?’
‘El refugio de vida silvestre al que vas a llamar para regalar a ese pajarraco.’
‘Me duele el dedo, no puedo marcar el número…’ haciendo puchero.
‘Vení que te curo esa mano, así no tenés más excusas…’ Y entre agua oxigenada, algodón y gasas, también aprovechó para besarlo hasta dejarlo sin aliento.
‘Necesito más mimos, me sigue doliendo.’ Otro puchero en puerta.
‘El loro se va mañana o a la noche lo cocino a la parrilla.’ Murmullo entre labios enredados.
‘Ya tengo contactado otro refugio, el sábado lo lleva Maidana…’ pudo sentir la sonrisa apoyada sobre sus labios. De nuevo su Cielito un paso adelante. Lo volvía loco y lo amaba con locura. Buen complemento.
‘Sos un atorrante vos…’ beso.
‘Tu atorrante…’ beso.

‘Mi atorrante…’ 

martes, 15 de julio de 2014

Tie break (final) by Adriana

Capitulo Anterior: http://actosdefeylibertad.blogspot.com/2014/07/tie-break-2da-parte-by-adriana.html

A mi padre, y a todas esas respuestas que no siempre llegan…

LA FINAL

En la cancha principal Fabián disputa el último encuentro. Esta ganando holgadamente. Ya siente el codiciado Trofeo entre sus jóvenes manos. Pero lo que ocurre fuera de esa verde pista rectangular sabe que puede terminar de definir su vida. La de su padre. La de su familia.
Pedro y Guillermo pasaron otra noche más discutiendo. Las cosas parecen no tener retorno. En pocas horas tendrían que volver a Buenos Aires. El cómo, el cuándo y el adonde hoy se magnifican ante cuestionamientos que resienten la continuidad.
Deberían dejar que el amor arbitre ecuánime. Que las reglas precisas y acordes las imponga el deseo, que las dudas queden fuera de juego… pero hay gotas que se derraman implacables y los vasos llenos a veces sólo estallan.
Saque. Las crisis se superan. Uno se eleva más allá de las fuerzas reconocibles y sigue adelante. Se es luchador y aguantador por naturaleza. Cuando la situación así lo requiere, se logra potenciar esos rasgos, en virtud de salvaguardarse. Pero… cuando la batalla es interna y a la vez compartida por dos ¿Se puede superar una parte y la otra no? ¿Cuánto amor hace falta para corregir los errores? ¿Cuántos errores se están permitidos antes de corregir al amor? ¿Cuánto espacio puede ocupar el pasado en el presente, sin afectar el futuro? En la búsqueda de eso llamado felicidad ¿cuántas licencias uno se puede tomar?
Punto. Cuando la racionalidad le gana la batalla al sentimiento, ¿quién pierde? ¿Alguien gana? En pos del cuidado de un vínculo, creyendo que uno no es la parte débil ¿en qué medida se justifica la sobreprotección? Si se rompe la lealtad debida, ¿se termina destruyendo todo? ¿Se afianza una relación exponiendo al ser amado al propio caos?
Ace. ¿Qué hacer, cuando la situación se vuelve inexplicable y la duda corroe todo a su paso? ¿Cuándo no se puede o no se quiere ver el daño causado? ¿Cuándo duele más la mentira propia que la desidia ajena? La impotencia cotidiana de no saber cómo encauzar los sentimientos ¿nos habilita para forzar la voluntad ajena? Arraigando los dolores no resueltos ¿se puede crecer en verdadera libertad?
Devolución. La elipsis que calla, que impide seguir, que cubre de miedo y de dudas al corazón sincero. Silencio que aturde. Sentir mudo que no deja continuar. El espasmo artero en el cuerpo del otro, espejo del propio. Saberse perdido entre las cuatro paredes de una habitación, cercada por uno mismo. La falta de aire que imposibilita respirar, dando lugar al sordo entendimiento de que utilizar la puerta de salida, puede causar mucho más dolor aún, que permanecer ahí.  
Red. Otra vez a empezar desganadamente desde cero. Los mismos serenos argumentos. La misma historia, con nuevas palabras. Intentar disipar el silencio ruin, saturando de frases demasiado pensadas para una devolución correcta. ¿Cuándo uno debe dejarse caer? ¿Intentar el ejercicio de escuchar y escucharse? ¿Maniatar lo que todavía duele? Derramar el afecto en busca de una nueva puerta hacia la confianza ¿es mecanismo válido para salvarse del destierro?
Cuando las locuciones sobreabundan, ya no logran ser escuchadas. Cuando la mentira duele adentro, como una daga, el lenguaje único, de lo no dicho, de los gestos, de las caricias, ya no alcanza.
Los esfuerzos entonces, deben necesariamente multiplicarse. Para refrenar el propio ímpetu y doblegarse a lo único importante. Así como los cuestionamientos antes de exteriorizarlos, se tienen que hacer hacia uno mismo, es menester serenar el ritmo de las embestidas y buscar la oportuna forma de ver el campo completo, holísticamente.
¿Es posible hacer de cada acto un logro compartido, una experiencia extraordinariamente humana? ¿Se puede llegar a hacer una construcción de vida generosa? ¿Es dable aceptar el gobierno propio y conjugarlo con el de otro? ¿Se logra alguna vez separa las cosas, asumir la culpa, pagarla como corresponde?
Las resistencias primarias se empiezan a agotar. Cada cual en su lado va cediendo. Comienzan a complementarse pasiblemente, afirmando sin riesgos lo dicho por el otro. Van terminando sombríos, con el ritmo de las voces en franca desaceleración, resignando a que el tamborileo del corazón se imponga.
La necesaria resolución del tiempo los acecha, como la vida misma. Ya no deben seguir debatiendo mezquinamente, ni hacia adentro, ni hacia afuera. Es hora de ver la realidad, tal cual se les presenta. De afrontar sin miedo lo que viene. Aun sin la certeza de que es lo que tienen en frente.
El siguiente movimiento se inicia con recordar cuál es el sentimiento que los define, los reconoce, los hace iguales. El descubierto hace algo más de siete meses atrás. Ese que los coloco en la misma cancha. Ahora, en cuadrantes opuestos. En el mismo sinuoso camino. Al otro lado de las faltas. De los caprichos del tiempo. El sentido en el refugio que entre ambos armaron. Al que los configura perennes, el uno en los brazos del otro.
Tie break. Muerte súbita. Un solo paso en falso y habrá un ganador… o más triste aún, dos maltrechos perdedores. Último saque. Matar o morir…
Con las fuerzas finales se busca quebrar el juego, de revés, de derecha, como sea. Porque en este “juego” se les va la vida, junto con el amor, la fe, la libertad…  
Se les va ese todo que duele de impronunciable.
Categórica pregunta, donde la acechada respuesta no se espera, solo se ruega…

-        Pedro, ¿te casarías conmigo?

Fin





viernes, 11 de julio de 2014

Lives (2da parte) by Elena

Capitulo anterior: http://actosdefeylibertad.blogspot.com/2014/07/lives-1era-parte-by-elena.html

Extranjero que pasas!
No sabes tú el deseo ardiente con que te miro,
seguramente debes ser el que yo buscaba,
o la que buscaba
(paréceme recordarlo como a través de un sueño),
seguramente hemos vivido una vida gozosa,
no sé dónde,
todo esto revive en el mismo instante en que rápidamente cruzamos,
fluidos, afectuosos, castos, maduros,
hemos crecido juntos,
eras un varón o una niña,
he comido y he dormido contigo,
tu cuerpo ha dejado de ser únicamente tuyo,
no he permitido a mi cuerpo ser únicamente mío;
y me das el placer de tus ojos,
de tu rostro, de tu carne,
en el momento de cruzarnos,
y tomas en cambio el de mi barba,
de mi pecho y de mis manos,
no te diré una palabra,
mas pensaré en ti cuando me halle solo o cuando despierte de noche,
esperaré, no dudando que nos encontraremos otra vez,
y entonces,
trataré de no perderte

Walt Witman - Fragmento - A un extranjero

Lives II

Despertó y se sentó en la cama empapado en sudor y agitado, súbitamente sobresaltado por su propio grito y el ruido de… un disparo?
La voz melosa y preocupada de Camila – que pasa mi amor?
-       Nada, una pesadilla, seguí durmiendo – se levanto, necesitaba irse de ahí en ese mismo momento
-       Adónde vas? Pedro!!
Salió a la calle como estaba, remera y pantalón pijama, descalzo. Camino sin rumbo bajo la lluvia, a paso rápido, cada vez más deprisa, hasta que empezó a correr
“Corría al galope, lo más rápido que podía, dejando kilómetros bajo sus cascos, tratando con todas sus fuerzas de aumentar la distancia con los indios que los perseguían y poner a salvo su vida y la de su jinete. El barranco era ancho, calculo la distancia y salto. Oyó el chasquido de su pata al quebrarse antes de golpear de costado contra el suelo y sentir el lacerante dolor de la fractura. El soldado rodo unos metros más allá. El compañero que iba adelante detuvo en seco su cabalgadura. Sus perseguidores quedaron momentáneamente detenidos, dudando.
-       Rodrigo, vamos!
Lo vio acercarse, revisar – está quebrado – y cargar el arma
-       Dejalo, tenemos pocas municiones y menos tiempo
Relincho e intento incorporarse, el dolor casi le hizo perder el conocimiento
-       Es una bala nada mas
Sintió las palmadas en el cuello y se relajo – shhhh, tranquilo – y la caricia en su quijada. Podía ver las aves volando en circulo arriba en el cielo, y los ojos negros brillantes del jinete mirándolo con pena – hasta luego amigo mío – un disparo, oscuridad, nada”

-       Imbécil! Queres que te maten!! – el bocinazo lo hizo volver de un salto a la vereda, empapado, exhausto, mareado. Apoyo una mano en la pared y vomito.
Volvió caminando despacio a un departamento que de pronto le resulto extraño. Que hacia viviendo en ese lugar? Recogió la revista. Las respuestas obvias del test de almas gemelas tildadas por Camila. Se sirvió un whisky y se sentó en el sillón, “no puede ser”.
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Lo despertó Camila unas horas después – Pedro estas bien? Estas empapado, helado, que te paso? Que hiciste?
-       Nada, nada – temblaba de frío – me voy a duchar y me acuesto un rato
-       Pero mi amor…- los brazos de ella se le antojaron desconocidos
-       Llama a la oficina y avisa que no voy por favor
-       Te preparo algo caliente?
-       No, no
-       Llamo un medico?
-       Pedime un turno para mañana si queres, no te preocupes
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Salió de la consulta con una colección de nuevos turnos para toda clase de análisis, las palabras del médico que no lo tranquilizaban – hacete los estudios por precaución pero debe ser stress, el casamiento, es normal tener dudas – y una receta de tranquilizantes.
Entro a un bar a desayunar, telefoneo a la oficina para avisar que ese día tampoco iría a trabajar. Abrió el diario sin intención de leer, al azar en cualquier página. Avisos clasificados: “Estudio Jurídico Graziani & Labrapoulos: Estudio jurídico especialista en derecho penal, busca abogada/o con buena presencia para desarrollar tareas a saber... Matriculado en C.A.B.A”
Arranco la página con mano temblorosa y la guardo en el bolsillo del saco. Trago con esfuerzo el café con medialunas. Volvió al departamento por suerte a esa hora vacio, imprimió un curriculum, adjunto su foto…
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Un día del diablo en el estudio. Mondragon llamando a Beto desde la cárcel sabiendo que no iba a poder negarse a lo que pidiera, y luego su renuncia. Los planteos de Gaby y la maravillosa idea de Marcos de incorporar un socio nuevo.
Ceno apenas y se recostó en la cama con la pila de curriculum en la mano. Se puso los anteojos para estudiarlos y seleccionar a los que les pediría una entrevista personal. Uno recién recibido; poca experiencia; demasiada experiencia; a este chanta lo conozco. Pedro Beggio, el muchachito que lo abordo en la audiencia de Postiglione, buenos antecedentes….
“La tormenta lo había desviado de su curso y hecho encallar en aquella isla, el casco del barco destrozado, no demasiado lejos de la ruta comercial. Rescato lo que pudo. Apilo maderas a lo largo de la playa, construyo un refugio y espero, marcando los días con la navaja en un tronco, a que alguna nave apareciera en el horizonte. Raciono el agua, la comida y las cerillas. Paso una semana apostado en la playa. Unos días más y tendría que internarse en busca de provisiones y abandonar su puesto de vigía. Atardecía en colores cuando le pareció ver un velamen a la distancia. Busco el largavistas. Un barco, lejos, tal vez demasiado a esa hora. Encendió las fogatas a lo largo de la orilla, una, dos, tres, cinco, y espero. Observo como lenta, muy lentamente, el barco giraba su proa hacia él, y corrió a echar más madera”
Durmió intranquilo y se despertó de madrugada. Dejo las carpetas y los anteojos en orden sobre la mesa de luz, se desvistió y volvió a la cama para dormir un par de horas de más.
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Podía escuchar los gritos de Guillermo mientras esperaba para la entrevista
-       De- jen-me de joder! vos te crees que se va por vos? Nooo, el se va porque no puede hacer en la vida la idea que tiene de la amistad, el se va porque no puede hacer con Mondragon lo que cree que tiene que hacer, y de la misma manera que se va porque porque no puede ser el hombre que tiene que ser para vos. Como vos te vas porque no podes hacer la justicia que pretendes hacer y no vas a poder hacer el amor que pretendes hacer y no vas a tener el tipo de amor que tenes acá en la cabecita, eso te lo aseguro. Sos una abogada Gabriela, sabes lo que es eso? Una abogada que tiene que defender a sus clientes, como? Los defiende como pueda, a veces bien, a veces mal, de derecha, de izquierda, como el ser humano puede. Dejame de joder porque la vida es corta, te guste o no, está pasando
Y vio salir casi huyendo a la joven de la oficina
-       Pasa Pedro, perdona, perdoname por favor
-       No, está bien…problemas?
-       Siempre. Mira, estuve mirando tu curriculum – dijo pasando las hojas – y pienso, pensamos – levanto la mirada y se detuvo un instante, los ojos negros de Hipatia reconocieron el alazán tostado de su pelo – que nos podes ayudar a mejorar la clientela, la calidad del servicio
Corrió veloz – tengo algunas empresas, clientes que en lo penal tributario vienen para atrás, así que puedo aportar, puedo sumar algo
-       Pretensiones? – sonrió Muño
-       Quiero que seamos socios, cincuenta por ciento de todas las causas penales, no recibo ordenes de nadie, no trabajo los viernes; bueno… - elemental Watson – algunos viernes si
-       Está bien – respondió Holmes estrechando los largos dedos del capitán del barco – pero si trabajas conmigo, trabajas conmigo

“No existe ningún problema que no te aporte simultáneamente un don. Buscas los problemas porque necesitas sus dones” Ilusiones. Richard Bach

"ni el amor, ni los encuentros verdaderos, son obra de las casualidades, sino que nos están misteriosamente reservados"...
Ernesto Sàbato - Fragmento de "La resistencia"

Fin

martes, 8 de julio de 2014

El Semenario (final) by Paula y Assís

Capitulo anterior http://actosdefeylibertad.blogspot.com/2014/07/el-semenario-6ta-parte-by-paulaassis.html

Canela y Pimienta

¿Subir las escaleras o escalar el K2? Llegaron a la habitación arrastrando los pies y bostezando a dos bocas, aunque Guillermo seguía jugando a mantener el control. Y a él le gustaba dejarlo jugar.
‘Vos tardás más, así que primero me doy yo una ducha y después te dejo todo el baño para que vos practiques snorkel si querés.’
‘Snorkel voy a practicar mi amor...pero no en el baño.’
‘Dale’, respondió con una sonrisa inofensiva que tiritaba en toda su cara.
Se sentó a los pies de la cama mientras escuchaba el agua de la ducha correr. Pensando en los lugares que esa agua está recorriendo. El frío del garaje volvió en forma de pinchazos. En sus manos que hasta hace unos minutos lo desarmaban a caricias. Apenas sentía los dedos de los pies. La espuma cubriendo el pecho, resbalando por sus piernas. Le dolía la cabeza. Los ojos cerrados. Le costaba respirar. El cuello, los brazos, el vientre, sus escalas de placer. Sintió nacer un vacío en la boca del estómago. La piel perfumada.
‘Listo, todo tuyo.’
Sonrió mientras lo miraba cubrirse con la bata.
Qué parecidos síntomas los del frío y el fuego.
**********
Saliendo del baño escuchó el primer ronquido. Rendido.
Se arrodilló a su lado y lo recorrió con mirada intensa. Con hambre atrasada.
Dormía tan lindo que casi le daba pena despertarlo.
Casi.
Le rondaba una idea, pero no tenía las herramientas para concretarla. ¿La corbata? Abajo, y no consideraba volver a ese congelador.
¡Los pañuelos! Esos gigantes, de seda chillona, que Guillermo había comprado para paliar sus habituales gripes, porque ‘cuando te da la tos te los ponés y te suavizan.’
Cosas de Graziani. Ni pensar en negarse. Además, si había un tema sobre el cual jamás le discutía era con respecto a las gripes: les debía demasiado.
Armas en mano, desanudó la toalla que abrazaba su cintura y se acercó lento. Trepó a la cama y se deslizó junto a él con cautela. No buscaba despertarlo. No todavía.
Suavemente rodeó las muñecas, hasta llegar al nudo.
Un relámpago cruzó por sus ojos al retirar la sábana: no tendría que preocuparse por la ropa interior. Abreviaciones del cansancio.
Pasó una de las piernas por encima del cuerpo que yacía desarmado, y se reclinó hacia adelante hasta unir pecho con espalda.
Enterró el rostro en su nuca. Lo saboreó.
Su olor le quebraba los sentidos.
Tomó distancia, y apoyando los pulgares sobre su espalda comenzó a trazar un camino invisible hacia la base. Detrás de los dedos partieron los labios.
Un temblor debajo de sus piernas le indicó que había sido detectado.
‘Pedro...’
Por toda respuesta sintió una tela fina rodear su cabeza y adherirse a los ojos. En un gesto instintivo buscó quitársela. Imposible. No habría juego de manos para él esta noche.
Intentó incorporarse y unas caderas implacables se impusieron sobre su cintura empujándolo contra la cama.
Saberse indefenso aceleró su respiración.
Pedro niño. Pedro seducido. Hasta hace apenas un momento.
Pedro hombre. Pedro dueño. Ahora.
Las caricias en su espalda masajeaban, presionaban, provocaban temblores violentos.
‘Quiero verte.’
‘No.’
‘Dejame darme vuelta.’
‘No.’
‘Pedro...’
‘Callate.’
Intentó otra petición y él aprovechó para hacerlo callar con la lengua.
Ardían. Los labios, la saliva.
Quemaba tanto que dolía, pero ninguno abandonaba. Uno daba y el otro pedía. Círculo perfecto.
‘Ya vuelvo.’
Y al oído le contó adónde iba.
Guillermo gimió. Se abría, se rebelaba. Pero ahí estaban sus caderas para recordarle que ya no era él quien impartía las órdenes.
Bajó lento, depositando un beso por cada mordisco. Lo marcaba, impasible ante sus ruegos.
Con el fin de la espalda comenzó otro viaje. Y Pedro lo guíó profundo, vertiginoso.
Dividió con las manos y sumó con la lengua. Lamía, exploraba. Y se dejaba enloquecer por las súplicas mudas de ese cuerpo: las caderas retando a la gravedad y reclamando sus labios, una y otra vez.
En una pausa que se le hizo cruel, sintió ausentarse la boca que lo martirizaba y el cuerpo se tensó instintivamente reclamando su presencia.
 ‘Vení’, lo rescató.
Sus manos lo sujetaron por las caderas, elevándolas en la ruta directa a su boca.
Le dejó hacer. De su boca sólo se desprendía una palabra: su nombre, repetido una y mil veces hasta perder todo sentido.
Aliviándolo, los dedos húmedos lo impregnaron de una esencia que no logró reconocer. Una breve tregua, mientras todo él vibraba descontrolado, domado sólo por esas manos que lo anclaban a la realidad.
El armisticio llegó a su fin, y el dictador dio rienda suelta a su codicia.  
Milímetro a milímetro volvió a enloquecer su piel, raspando, succionando, alimentándose.
Una de sus manos se desprendió de la cintura y se deslizó hasta su sexo. Apenas lo rozó. Algo más hubiera provocado un estallido definitivo que aún no quería conceder.
Lo recorrió con delicadeza, dejándolo fluir entre sus dedos. Lo sintió latir en su mano, dilatarse, colmarse.
Serpenteó hasta su oído y susurró una orden.
Guillermo giró.
Saberse culpable de ese cuerpo en carne viva lo aniquilaba.
Recorrió los pezones con sus dientes. Y con sus besos el vientre. El frenesí no daba lugar a la clemencia. Pedro no la admitía. Guillermo no la deseaba.
Un sonido casi inaudible lo hizo detenerse: alzó la vista y descubrió conmovido las lágrimas que resbalaban por debajo de la venda.
‘¿Guille...?’
Los labios de Guillermo trazaron la silueta de un te amo en absoluto silencio. Apenas dos palabras para que Pedro sintiera ponerse en pie toda la ternura. No hizo falta más.
Las bocas se buscaron mansamente, conjugando un beso traicionero que marcó el principio del fin.
Con delicadeza, las piernas lo aprisionaron en un cepo armado sobre su espalda. Su miembro descansaba contra su vientre, y su boca contra la suya.
Se medían, se esperaban.
El duelo más hermoso del mundo a punto de desatarse.
‘Ahora mi amor... Pedro...’
Esta vez no lo hizo esperar. Enterró la cabeza en su cuello y el cuerpo dentro del suyo, y se hundieron en un oleaje de embestidas que los inundaban implacables, furiosas.
El cinturón sobre su espalda se estrechó, y los abrazos amarraron dos cuerpos que eran un solo estremecimiento.
La sintieron llegar al mismo tiempo; la libertad los arrastró en un acople perfecto, con un vientre escalando sobre otro y una espalda arqueándose al salir a su encuentro. 
El rugido de uno tatuado en el cuello del otro.
El sudor y la alegría de pertenecerse.
Nada más. Nada menos.
Resbaló con suavidad por su cuerpo y con dulzura le desató las manos. Y la mirada. Se acurrucó a su lado y esperó en silencio, con la vista fija en ese pecho que se acunaba cada vez más cerca de la calma.
Cuando los ojos negros por fin lo llamaron, se zambulló en el único abrazo capaz de completarlo. Con las piernas entrelazadas, como le gusta a Guille. Con la boca enterrada en su cuello, como necesita Pedro.
Cuando empezaba a sentir que las caricias en su pelo lo arrastraban al sueño, le oyó preguntar:
‘¿Qué era?’
Levantó la vista intrigado, y la mirada cómplice de Guillermo señalando la mesita de luz lo hizo reaccionar.
Sonrisa traviesa, beso chiquito depositado detrás de la oreja, y confesión:

‘Canela y pimienta, mi amor.’
Fin