lunes, 31 de marzo de 2014

Recuerdos (7ma parte) by Paula



A Alessa y a Lilita que complotaron conmigo.
Al #TeamCielito, que defiende con uñas y dientes a nuestro amado Pedro.




Guille lo vio alejarse, dudó por unos momentos y finalmente decidió seguirlo a una distancia prudencial.
No quería otro enfrentamiento ahora
La figura de Pedro pareció perderse en un sendero. Apuró el paso. Se estaba haciendo de noche y le perdía el rastro.
Cuando llegó a un claro de la vegetación, se dio cuenta que Pedro ya no estaba a la vista. Un ruido, que surgía del sendero a su derecha, lo decidió a tomar ese camino.
Después de 10 minutos de seguir avanzando trabajosamente, él seguía vestido con la ropa con la que había ido al estudio esa mañana, que justamente no era la más apropiada para una travesía en el Delta, se percató  que no había señales de Pedro tampoco por allí.
Una letanía de puteadas salió de su boca cuando sintió que metía su pie en un charco de barro y el agua se filtraba a través del costoso cuero. Maldita naturaleza.
 Volvió sobre sus pasos intentando encontrar el claro donde había perdido a Pedro.
Después de largos minutos tratando de orientarse con los últimos rayos de claridad que se filtraban entre los árboles, tuvo que reconocer que no tenía la más remota idea de donde estaba.
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Ante los ojos de Pedro, apareció la silueta de la casa a la vera del río. Suspiró aliviado, estaba agotado, la caminata había sido muy larga, calmarse le había costado demasiado. Le llamó la atención que no hubiera ni una luz prendida. Guille odiaba la oscuridad y una de las primeras cosas con la que habían mejorado esa casita era con luz eléctrica.
A medida que se fue acercando, sintió que el desánimo lo agobiaba, “¿Guille se había ido? ¿Ni siquiera le interesaba luchar por ellos?” La amargura lo golpeó mientras subía los escalones de la casa, hasta que sintió algo bajo sus pies. Se apresuró a prender la luz y vio que era el saco de Guille prolijamente doblado.
“¿Dónde mierda se había metido Graziani?” Si se hubiera vuelto a Buenos Aires no hubiera dejado su saco ahí, con las llaves, el celular y la billetera en el bolsillo.
Levantó la vista, pero no había ni rastro de su esposo.
De repente, un pensamiento lo asaltó. No habría sido tan boludo de intentar seguirlo, y menos que menos en un terreno que no conocía o por lo menos que no recordaba, ¿no? ¿Graziani, qué carajo hiciste?
Entró a la casa a las corridas, buscó una linterna y volvió a adentrarse en la vegetación. Aunque jamás se lo iba a reconocer a Guille, a él tampoco le divertía caminar en la noche por esos senderos casi inexistentes de la isla.
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Guille se volvió a estremecer. La humedad se hacía más persistente a cada momento que pasaba, la combinación con la brisa nocturna hacía que la noche se sintiera particularmente fría. ¿En qué mierda estaba pensando cuando dejó el saco en los escalones de la casa?
Ruidos desconocidos por todos lados.
Un murciélago pasó volando casi por encima de su cabeza. Con el susto, intentó salir corriendo pero tropezó y cayó sobre un montón de ramas. Sintió como se lastimaba las manos y algo, supuso que una de las ramas, le cortó la cara.
A pesar de estar dolorido, se levantó rápidamente. Seguramente el suelo estaba lleno de bichos.
Intentó seguir caminando, casi a ciegas en ese laberinto de vegetación que lo tenía  aterrado. Se estaba asfixiando, se dio cuenta que no había salida, no tenía idea hacia dónde ir, no se quería sentar por miedo a lo que podía haber en el piso, no quería pasar la noche allí, ¿pero qué otra opción tenía?
Se apoyó contra un árbol, se limpió la sangre de la mejilla con el pañuelo que milagrosamente conservaba en el bolsillo del pantalón.
Intentó darse calor masajeándose los brazos, pero la humedad parecía decidida a calarse entre sus huesos.
Desalentado, se dejó caer finalmente contra el tronco del árbol y así en cuclillas se le escapó un sollozo que nadie iba a escuchar.
¿Qué tenía este lugar de mierda que aparentemente lo había embrujado? El no le encontraba ningún encanto, pero algo debía de tener, porque podía reconocer su mano en el jardín que rodeaba la casita, no le cabía duda que había pasado muchas tardes trabajando en ese lugar. Un solo vistazo y había reconocido claramente una réplica en miniatura del jardín de su adorada abuela.
¡Pensá, Graziani, pensá! No te podés quedar varado en este lugar, tiene que haber algo, alguna salida… y de repente se le ocurrió, como no se había dado cuenta antes… ¡el río! El río no podía estar muy lejos, ahí la vegetación iba a ser menos tupida e iba a poder encontrar alguna forma de volver a la casa.
Cerró los ojos, decidido a prestar atención a los sonidos que iban más allá de las aves y animales nocturnos y el crujir de los árboles. Se concentró y ahí estaba, el sonido del agua, algo lejano y distorsionado, pero ahí estaba.
Empezó a caminar hacia él, era cansador, porque cada pocos pasos tenía que parase para volver a escuchar y orientarse. Se hacía difícil, ensordecido como estaba con el latido de su propio corazón, que parecía estar a punto de salirse de su pecho.
No supo cuanto tiempo estuvo caminando, pero ahora el sonido del agua era inconfundible, estaba muy cerca, se apuró y ahí lo vio, el río corría incansable en ese punto, por un estrecho cauce.
Caminó por su vera hasta llegar a un recodo y a lo lejos divisó una luz. Hacia allí se dirigió.
A medida que se iba acercando, se dio cuenta que esa no era ¿su? casa, pero no le importó, alguien seguramente podría ayudarlo o por lo menos brindarle refugio hasta el amanecer.
 Al llegar a la puerta, golpeó las manos. Se alegró al ver salir al lanchero que lo había llevado más temprano, por suerte era una cara conocida.
-“¿Señor Guillermo?”- le preguntó sorprendido.
-“Sí, soy yo… parece que estoy perdido… ¿Usted me podría ayudar?”- dudó Guillermo.
El lanchero pareció por fin salir de su asombro y se apuró a hacerlo pasar.
-“Por favor, pase, pase, siéntese… perdone mis modales…”- le dijo mientras lo hacía entrar y lo acomodaba en una silla.
-“¿Qué le pasó?”- le dijo finalmente, notando la herida de la cara.
-“Nada hombre, nada grave, me lastimé con una rama… me perdí, me caí y acá estoy”- reconoció Guille.
-“Pero… el señor Pedro… ¿sabe? Hay que avisarle, se va a poner como loco cuando se entere.” – agregó el lanchero.
Guille no pudo evitar sonreír por primera vez en la noche. Escuchar de un extraño que Pedro se preocupaba tanto por él, lo hacía recuperar parte del calor que había perdido.
-“Mire…”- Guillermo vaciló, con cierta incomodidad y siendo sincero consigo mismo tuvo que admitir que no tenía idea como se llamaba ese hombre.
-“Juárez…”- el lanchero aclaró notando su vacilación.
-“¿Eh?”
-“Me llamo Juárez, yo estoy en lugar de Maidana, ¿vio? Esta era su casa.”- afirmó.
Guille decidió no indagar sobre ese tema, bastante confundido estaba.
-“Mire, Juárez, vamos a tratar de dejar a Pedro afuera de esto, por ahora.”- sabía que Pedro se iba a enterar de cualquier modo, pero mejor estar presentable antes de enfrentarlo. –“¿Tendría un poco de agua para que pueda lavarme la cara?”- no pudo evitar el escalofrío que recorrió su cuerpo.
Juárez al darse cuenta se disculpó: -“Pero usted está con frío y yo acá parado, espere, espere”- mientras hablaba iba y venía, trajo el agua y unos trapos, le puso una manta sobre los hombros y le dejó un vaso de vino delante.
-“Para calentarse por dentro”- fue la única explicación.
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Pedro estaba como loco, no podía encontrar a Guille, hacía dos horas que había empezado su búsqueda frenética y no sabía que más hacer.
La isla era un lugar complicado, mucha vegetación, muchos animales, un terreno escabroso con muchos desniveles, raíces y ramas de los árboles que entorpecían el paso. Su tobillo ya lo había sufrido.
Desesperado, se acercó rengueando a la orilla del río. A la lejanía se divisaba la cabaña de Juárez, iba a tener que pedirle ayuda, tenía que encontrar a Guillermo.
Se acercó lentamente y se sorprendió al escuchar voces adentro.
Tocó la puerta y apenas le abrió Juárez, descubrió la silueta de Guillermo sentado en una silla. Sintió que el alma le volvía al cuerpo.
-“Estás acá…”- le dijo, mientras lo observaba atentamente.
-“Sí, Pedro, acá Juárez…”
Antes que pudiera seguir, Pedro lo interrumpió, -“Ah, pero veo que estás muy cómodo, tomándote un vino, mientras yo como un boludo ando buscándote por toda la isla.”
-“Pedro, pará…”- Guille intentó calmarlo.
-“Pará nada, yo estoy como un pelotudo dando vueltas y preocupado por vos… y vos acá muy tranquilito…”
-“Yo le dije al señor Guillermo que le teníamos que avisar…”- interrumpió el lanchero, y ante la mirada asesina de Guillermo, se fue del cuarto dejándolos solos.
-“Basta, Pedro, dejá de comportarte como un pendejo y escuchame.”
-“No tengo ganas de escucharte…”- y por segunda vez en el día Pedro se dio media vuelta y lo dejó solo.
“¡Otra vez no!” y Guille salió corriendo detrás de Pedro.
Enseguida lo vio. No estaba muy lejos, caminaba rengueando por la orilla del río. La luz de la linterna lo alumbraba.
En pocos minutos Guille lo alcanzó y lo frenó. –“¡Basta de escapes por hoy!”- le dijo con firmeza.
Pedro asintió y se dejó ayudar por Guille en la caminata silenciosa hasta la cabaña.
Apenas llegaron, cansados,  se sentaron los dos en el sillón. Guille, viendo que Pedro había cerrado los ojos y recostado la cabeza sobre el respaldo, se paró y dedicó unos minutos a prender la salamandra que había en un rincón.
En uno de los muebles encontró una manta, lo tapó y cuando ya se estaba yendo a preparar algo para comer, la voz de Pedro lo detuvo.
-“Tenemos que hablar…”
Volvió sobre sus pasos y se sentó de vuelta a su lado.
-“Hablemos…”
Pedro tomó aire, -“Una vez te pregunté en este mismo lugar, ¿qué vamos a hacer con esto?”- mientras con un gesto silencioso señalaba el espacio entre ellos dos. –“Hoy te lo vuelvo a preguntar, ¿qué vamos a hacer con esto?”
-“Mirá, Pedro, el otro día con José, por lo menos me acordé de algo, tendrías que estar contento.”
-“¿Contento?”
Guille negó con la cabeza, exasperado: -“Sí, por lo menos me acordé de algo”
-“Te acordaste de otro, Graziani, te acordaste de otro”
-“¿A vos te parece que yo elijo los recuerdos que vienen a mi mente?”
-“No, no me parece. Lo que me parece es que yo era lo suficientemente importante en tu vida como para que te acuerdes de mí.”
-“Eso es algo que sabés vos, yo no tengo idea…”
Pedro se levantó furioso del sillón, -“¡¿Algo que sé yo?! Y digo yo, ¿vos no sabés nada, no sentís nada, no sos consciente de nada? Linda manera de no hacerte cargo de nada.”
-“Yo vine hasta acá para ver qué te pasaba… Eso tiene que ser algo.”- Guille en su enojo también se había parado y estaban los dos frente a frente, la respiración entrecortada, a muy corta distancia.
-“Lo que a mí me gustaría…”- le dijo Pedro en un susurro iracundo, los puños apretados – “es que te acordaras de lo nuestro…”
“Pedr…”
Pero Pedro no lo dejó seguir hablando y simplemente lo besó con todas las ganas contenidas, con toda la pasión, el enojo, el cansancio y el amor que estaba sintiendo.
Cuando se separaron, con la respiración y los latidos del corazón descontrolados, Guille se lo quedó mirando desconcertado.
-“Decime que por lo menos te provocó algo… que sentiste algo…”
Lo único que obtuvo como respuesta fue el silencio de Guille.
Pedro se mordió los labios –“¿Te das cuenta que necesito a mi esposo, que necesito volver a sentir su amor…?”
-“Me estás pidiendo algo que en este momento no te puedo dar, perdoname…”
“Sabés que eso me está matando, ¿no?”-la sinceridad de Guille fue como un puñal. En unos segundos vinieron a su mente las imágenes de la tarde en  que Camila le disparó, volvió a sentir el frío y la soledad.
“No seas dramático, Pedro… por favor, si esto te está matando, entonces estemos alejados un tiempo, no creo que sea tan grave y por ahí es lo mejor para vos.”- el tono de Guille era cortante.
Viendo que Guille no iba a entender el profundo dolor que le estaba causando y que simplemente buscaba una solución racional al tema, tomó una decisión.
-“Se está haciendo de día. Como vos decís, quizás necesito estar solo unos días. Me voy a ir a Buenos Aires, por favor respetame en esto. Juárez está por pasar con la lancha, acá hay comida y por supuesto, está tu ropa.”- le dijo con enorme frialdad y salió caminando hacia el muelle sin mayores despedidas.
Guille lo miró irse, se sentó en el sillón y suspiró. Su vida era definitivamente un quilombo.
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La vuelta a Buenos Aires había sido rápida.
Subió al auto que lo estaba esperando en un estacionamiento cercano y manejó por la ciudad durante horas.
No quería volver a su casa. No quería enfrentar la soledad.
“Su lugar, sin su Guille”, reflexionó amargamente.
Finalmente el anochecer, lo encontró estacionando en la puerta de su casa.
Entró rápido, fue directo a ducharse y se tiró a dormir en el cuarto de huéspedes.
Las pesadillas lo despertaron rápidamente, el dolor en el pecho hacía unos días que era insoportable, menos mal que mañana tenía consulta con el médico. El era muy consciente que los estudios que se había hecho la semana anterior no habían dado bien.
Incapaz de seguir durmiendo en esa cama que le resultaba tan ajena, fue hasta el dormitorio principal, se sentó en su cama, abrazó la almohada de Guille.
Su olfato enseguida reconoció el perfume de Guille. ¿Como una tontería así podía confortarlo? Se acurrucó en la cama del lado de Guille, abrazando más fuerte la almohada y así fue como se quedó dormido.

A la mañana siguiente ya en el consultorio médico, Pedro volvió a acomodarse en la silla, el médico miraba los estudios desde hacía más de 10 minutos. Anotaba algunos datos en una hoja frente a él  y seguía leyendo.
Finalmente se sacó los anteojos, cruzó las manos en el escritorio y lo miró a los ojos.
-“¿Qué está pasando, Pedro?”
-“¿Qué está pasando con qué?”- trató de hacerse el desentendido.
-“Pedro, los estudios del control anterior daban perfectos, y estos…”- negó con la cabeza.
-“¿Qué pasa con estos estudios?”- aunque ya sabía la respuesta, se vio en la obligación de preguntar.
-“Pedro, ¿hace cuánto que nos conocemos? ¿Dos años?”
Pedro agachó la cabeza y asintió.
-“Los estudios de hace 3 meses daban bárbaro”- continuó el médico –“estos… estos, no están nada bien… ¿Dónde está Guillermo?”
-“Guillermo no va a venir”- el tono de Pedro era sombrío.
-“¿No va a venir?”- se sorprendió el médico – “¡Guillermo no faltó a ninguna de tus consultas en los últimos dos años!”
-“Siempre hay una primer vez para todo, doctor”- respondió irónico.
El médico suspiró. Conocía Guillermo hacía 50 años, desde que eran chicos y Pedro había sido su paciente por dos años. Si bien a su edad le resultaba todavía difícil aceptar una relación entre dos hombres, siempre se había admirado del amor que se tenían esos dos. Pedro no era exactamente un paciente modelo, demasiado cabeza dura e independiente, pero bastaba una palabra o una mirada de Guillermo para que Pedro se comportara perfecto. Su salud era impecable tres meses atrás y ahora esto…
-“Pedro, ¿qué pasa? Vos no estás bien, sabés que tenés que cuidarte y no lo estás haciendo…”- lo retó el médico.
Como respuesta solo recibió silencio.
-“¿Lo tengo que llamar a Guillermo para que me cuente qué pasó?”- presionó.
Esa pregunta hizo reaccionar a Pedro. -“No, a Guille no lo llames…”
-“Entonces… ¿qué hacemos?”
Pedro finalmente cedió -“Hace unas semanas, hubo una pelea en una audiencia de una cliente nuestra, Guille estaba ahí, se metió en el medio, recibió una trompada y se golpeó la cabeza…”
-“Ajá… ¿y?”-
-“Traumatismo…”- tragó saliva –“Amnesia postraumática retrógrada.”
-“Pedro, ¿por qué no me vinieron a ver?”
-“Guille está bien, lo está atendiendo un neurólogo…”
-“Y entonces, ¿qué es lo que te tienen tan mal?”
-“Guille no se acuerda de mí, no se acuerda de nada de nuestra vida juntos…”- por un momento la voz de Pedro pareció quebrarse e instintivamente se llevó la mano al pecho.
-“Pedro, seguramente el neurólogo te dijo que era algo temporal, que iba a pasar…”
-“Sí y también me dijo que podía ser que nunca recuperara la memoria, pero que no era importante porque realmente era muy poco tiempo el que no recordaba.”-Pedro no pudo ocultar la desolación que sentía.
-“¿Eso es lo que te tiene tan mal?”
-“¿Y a vos qué te parece? Ya sé que parezco un pelotudo, pero Guille me desconoce y a mí me destroza. Estar cerca de él, pero ser un extraño para él me está matando…”- confesó Pedro.
Tras unos momentos de silencio, el médico volvió a hablar, -“Pedro, creo que es momento de que empieces a pensar en tu salud, realmente esta última tanda de análisis me deja preocupado. Tu corazón y tus pulmones están funcionando al límite.”
Viendo el semblante pálido de Pedro, continuó –“Hace dos años te dije que tenías que tratar de evitar las situaciones de estrés, que someter a tu cuerpo a ese maltrato te iba a hacer muy mal. Tu problema es que el estrés te lo está provocando Guille. Creo que deberías pensar en alejarte un tiempo de él.”
Recibió como respuesta la risa amarga de Pedro. -“¿Qué hiciste? ¿Hablaste con él?... Él me dijo lo mismo… que si tanto mal me estaba haciendo, lo mejor era que no estuviéramos juntos… Qué suerte que tiene a la opinión médica de su lado.”
-“Por favor, solo te estoy aconsejando lo que creo que es lo mejor.”- le dijo, mientras Pedro se levantaba de la silla.
-“Muchas gracias por su consejo doctor, lo voy a tener en cuenta”- Pedro le dio la mano y salió del consultorio.
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Abrió la puerta de la casa con temor, lo último que quería en ese momento era encontrarse con Guillermo. Esperaba que no hubiera vuelto del Delta.
El silencio de la casa le confirmó que estaba solo.
Se apresuró a prender la computadora. Ese mail de Marcial de unos días atrás le venía como anillo al dedo. “Iba a poder cumplir el deseo de todos”, pensó con amargura.
Buscó su billetera, mientras la pantalla de la notebook mostraba la página de una aerolínea.
Vio la aprobación de la transacción y concluyó que era muy fácil conseguir un pasaje de avión para una sola persona a último momento.
Salió corriendo al cuarto. A las apuradas metió toda la ropa que pudo en dos valijas.
Cuando terminó, empezó a recorrer la casa. Él amaba esa casa, era su lugar en el mundo, su refugio, su santuario, los momentos más felices de su vida los había pasado ahí. La casita del Delta nunca se iba a poder comparar con esta casa. Este era su hogar.
Llegó al cuarto más pequeño, la oficina en casa, lo habían bautizado. Se sentó en el escritorio, y se limpió con bronca las lágrimas que estaban cayendo por sus mejillas.
Buscó una hoja de papel y garabateó algunas líneas. Encontró un sobre y metió adentro la nota. Lo dejó sobre la mesa del comedor en un lugar visible.
Agarró sus cosas y con una última mirada salió de la casa.
El eco de la puerta cerrándose repercutió en el silencio, el único testigo de su partida era ese sobre de papel en el que claramente se leía “Guille”.

“Mi adiós,
el adiós que te doy,
es mucho más profundo:
es mi despedida a lo que
dolorosamente eres
dentro de mí.”
-Rourke Boada


FIN.

domingo, 30 de marzo de 2014

Miradas (2da parte) by Elena


Suele usar el recuerdo de cualquiera de sus amantes para satisfacer sus deseos en las largas noches de soledad pero, últimamente, una sola imagen viene a su mente, la del hombre que corre en el parque. Puede adivinar sus muslos bien formados bajo el jogging, y sentir su piel blanca palpitar contra la suya, los dedos largos que buscan música en el celular recorriendo su cuerpo. Hace meses que lo observa. Le gustaría saber el color de sus ojos escondidos siempre bajo las gafas oscuras, presiente ingobernable el pelo marrón bajo la gorra con visera. Ira también los fines de semana? Conoce de memoria la figura espigada, juega cada mañana a adivinar la ropa que usara ese día, y casi siempre acierta. Imagina cerca de los suyos los labios gruesos que alguna vez vio sonreír. Suspira y se levanta, imposible intentar dormir, prepara un té, enciende la computadora, ingresa a rentas de la ciudad y busca la chapa del corsa azul que todos los días cruza en el semáforo de Eva Perón y Emilio Mitre, le lleva un rato dar con el dato del nombre del titular “Pedro Daniel Beggio” Bello.



Sus manos siguen el camino que otras marcaron en su piel, se estremece y despierta, agitado, empapado; enciende un cigarrillo, hace semanas que las sueña, las manos del hombre que hojea el diario mientras desayuna en el bar. Avergonzado y confundido al principio, venció con los días su propio pudor; uno no puede elegir lo que sueña se dijo, y noche tras noche se deja arrastrar por sensaciones que electrizan su piel. Lleva meses observándolo, cincuenta y pico, traje siempre impecable, de que trabaja? Tendrá familia? Conoce su típico gesto de sonreír ladeando la cabeza mientras escucha alguna broma del mozo del bar. Quisiera conocer el perfume que usa, le gusta imaginar que huele a madera y se encuentra pensando cómo se sentirá estar en sus brazos. Adivina de lejos una mirada de ojos oscuros que, amparado tras los lentes de sol, ve redirigir al diario cada vez que él pasa corriendo por el lado de la pista más cercano al bar. Se ducha y llega más temprano que de costumbre al parque, aborda al mozo con cualquier excusa – creo que lo conozco, pero no recuerdo de donde o tal vez lo confundo con alguien
-          Al Doctor Guillermo?
-          Medico?
-          Abogado
Sigue con la rutina habitual, corre y escucha música, con los meses aprendió a calcular el tiempo y todos los días cruza al taxi en la misma esquina


Llega de madrugada, estuvo toda la noche en la comisaria asistiendo al interrogatorio de un cliente, nada interesante pero necesita el caso, no le gusta trabajar movido solo por el dinero, de eso siempre se ocupo Marcos pero que remedio….Se ducha y prepara un café, es la hora en que debería estar en el bar, llueve, calcula que de todos modos no habrá ido a correr. Baja y para un taxi, le da la dirección del estudio – tome por Eva Perón
-          Es más largo – aclara el chofer
-          No importa, vaya más despacio – ve el corsa azul detenido en Emilio Mitre cuando cambia el semáforo dándole paso.


Otra noche sin poder dormir, agitado y solo en su cama sueña despierto con las manos que lo acarician, envuelto en el perfume que imagina se abandona al deseo que estalla en sus entrañas. Fuma un cigarrillo y se dirige a la ducha. Diluvio de verano en Buenos Aires, estará en el bar? Imposible ir a correr, se viste, prepara un café con leche y controla la hora. Busca el auto, se dirige al parque, toma por Emilio Mitre. Se detiene en la esquina de Eva Perón con el semáforo aun en verde y espera hasta ver pasar al taxi.

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Diecinueve de marzo
Desayuna en su mesa de siempre mientras lo observa correr. Sabe por el mozo que pregunto por él. Esta especialmente de buen humor este día, tal vez el otoño que ya se adivina, el tiempo más fresco o vaya a saber qué, pero hoy se permite mirarlo abiertamente, una, dos vueltas a la pista.
Corre y escucha música, sabe que él está ahí, en el bar. Se siente un poco nervioso hoy, la falta de sueño piensa, primera vuelta y no ve a Guillermo bajar la vista hacia el diario; segunda,  cruza la mirada de sus ojos oscuros; en la tercera gira la cabeza para mantenerla un instante y pisa mal.
Lo vio caer y corrió – Pedro! – tal vez un tono demasiado preocupado para tratarse de alguien que no conoce, recoge los lentes del piso, “ojos marrones” – estas bien?
-          No – con el semblante pálido por el dolor “sabe mi nombre”
-          A ver – lo ayuda a levantarse – fijate si podes apoyar
-          No, no puedo – “perfume amaderado”
Le acerca una silla para que se siente mientras va hasta la calle a parar un taxi – Veni que te ayudo a subir – “brazos fuertes”.  Llegan a la guardia del Piñero, espera las placas y el diagnostico: esguince de primer grado, inmovilización con bota Walker por quince días.
-          Llamo a alguien para que te venga a buscar?
-          No, busco un auto y me voy a casa
-          Te acompaño
Típico departamento de soltero, dos ambientes, ropa por todos lados, la heladera vacía, ninguna presencia femenina evidente – y trabajas de?
-          Como vos, abogado – sonríe
-           Mando a traer tu auto, queres? Así no podes manejar - “sonrisa con hoyuelos”, llama al estudio y da las indicaciones - sobre Emilio Mitre, un corsa azul, pasa que te doy las llaves, gracias – le da la dirección y cuelga - vas a necesitar que alguien te ayude con el pie así, aunque sea con las compras.
-          Después llamo a algún amigo
Desde el sillón lo mira recoger y doblar la ropa casi sin darse cuenta, no ve ninguna alianza en sus manos – y vos?
-          Yo qué?
-          Sos casado? – su voz le suena más insegura de lo que pretende
-          Dos divorcios, un hijo grande
Recibe las llaves que le deja Alberto y de repente se da cuenta “que mierda estoy haciendo?”
-          Esperame Beto así me llevas….bueno…creo que es hora de irme…ahí tenes los remedios, tomalos – va hacia la puerta, duda y vuelve “es solamente ayudarlo un poco” - te dejo mi tarjeta y cualquier cosa me llamas
-          Fijate que ahí hay mías, llevate una
-          Entonces…nos vemos…uno de estos días….
-          Si. Guillermo…. Gracias
Se detiene con la mano en el picaporte y sonríe – de nada, chau


Veinte de marzo
Se mueve torpemente por el departamento, le va a llevar unos días acostumbrarse a la bota, enciende la cafetera, le gustara dulce o amargo? Se pregunta quien estará corriendo en la pista hoy, el día esta lindo, mentira “quiero saber si esta desayunando en el bar”. Agarra el celular y llama, escucha el sonido detrás de la puerta, corta y vuelve a marcar; sonríe y abre.
Intenta parecer casual - No me gusta desayunar solo – apenas puede escucharse por sobre el sonido de los latidos de su corazón
El nudo en la garganta enronquece su voz – el café está listo
Nervioso, intenta apresuradamente  entrar por el estrecho espacio que queda en el vano de la puerta ocupado por Pedro – puedo….? – y queda inmovilizado, atrapado por los ojos marrones. Enredado en el perfume, una de sus manos en su hombro lo retiene contra el marco, perdido en la profundidad de los ojos negros se acerca despacio, tímido, decidido, roza con los suyos los finos labios de sus sueños.
Deja el paquete de facturas en el mueble cerca de la puerta, apoya la mano en su mejilla, el pulgar sobre el pómulo y separa su rostro un poco para cerciorarse que es real, que es él, rodea su cintura con la otra mano y lo estrecha, con miedo, temblando, atrapa en su boca, la boca que le quita el sueño.
El comentario de una vecina que baja rompe el ensueño – que asco!
Se separan apartando la mirada, cada uno en su lado de la puerta, pasan unos segundos de eternidad
-          Mejor me voy – corre escaleras abajo antes de que pueda detenerlo…..

Continuara…..

Viñetas: Remeras by Acto

#FragmentosdelaVidaCotidianaGuilledro
G- Fabián esta remera no es de Pedro?
F- Si, se la pedí - dice con tono descuidado
G- No, la agarraste porque era la única planchada que había...que vago que sos Fabián!
F- No, se la pedí en serio...llámalo
G- No, para qué? para que me mienta?...mucha camaradería entre ustedes, pero esta noche me va a escuchar. Pedro me va a escuchar!
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Viñetas: El vértigo que ampara by Nora


( Sobre un poema de Rourke Boada: "Tus ojos, esos ojos..)

Se aleja del despacho de Guillermo con los papeles del caso y la huida perfecta, por qué tuvo que hablar del sueño, si ya sabe que después esos ojos caerán sobre los suyos el resto del día, e iniciada la noche no habrá tregua ni piedad para él, porque esos ojos son legión, el recóndito jardín, tinieblas donde hundirse.
El vértigo que ampara.
 



Viñetas: Todo el tiempo: enamorado by Acto

Beto y Pedro habían arrastrado a Guille a cenar para terminar la semana. "Ni se les ocurra en uno de esos resto: angostos, oscuros y con velas" era la exigencia de Graziani y terminaron los tres tomando unas cervezas y compartiendo una picada. En medio de la charla, observo como Pedro reía, aconsejaba, daba palmadas cariñosas a Beto y comprendió una vez más, que ese hombre no había llegado solo a "cambiar" su vida sino que había llegado para "compartir" todo lo que en ella había. Y se sintió un hombre completo por primera vez...




Viñetas: Nada mejor by Juliana

Pedro y Guille se encuentran en el despacho, Guille está muy atareado con un caso cuando levanta la vista y ve a Pedro observándolo ...
G:- Podes dejar de mirarme así? estoy tratando de concentrarme, no tenes nada mejor que hacer?!
P:- No, la verdad que no y aunque tuviera algo que hacer, prefiero estar todo el día admirándote ........ algún problema?
G:- Pedro .. somos grandes, dejemos esto para mas tarde, si?
P:- Querés saber que estoy pensando en este momento ..?
G:- Si no tiene que ver con este caso, no me interesa
P:- Tengo unas ganas de cerrar la puerta con llave y arrinconarte en aquella esquina .....
G:- Mirá Pedro deja de hacerte ilusiones porque yo soy un caballero y no me vas a correr con eso ......... Pedro, que estás haciendo??!!

Y Pedro se levanta y cierra la puerta con llave ante la mirada sorprendida de Guillermo

Viñetas: Descubrirnos by Acto

#FragmentosdelaVidaCotidianaGuilledro

Pedro pasó por una librería, no las habituales jurídicas que rodean Tribunales, sino las otras, las pobladas de mesas y novedades. Ganaba tiempo hasta que Guillermo terminará de cerrar el trato con el ultimo cliente del día. Hojeó el libro y el vendedor, sin que mediará pregunta, le habló:
- Es una hermosa edición de la Obra de Mark Rothko
- Veo
- Las obras de Rothko tienen el encanto, que al mirarlas, uno indaga sobre sus propias emociones. Como las personas, la pintura de abstractos nos permiten bucear en nuestra propia alma.
- Lo llevo...
****
G -Pedro, cómo se te ocurrió comprarme un libro de pintura? -preguntó mientras acomodaba sus gafas y acariciaba las hojas del libro
P -No sé, solo lo supe. Hay una parte de vos, que todavía debe descubrir lo que tiene que decir
Guillermo profundamente conmovido por la mirada que Pedro le devolvía, lo besó...



Viñetas: Adicto a tí by Acto

#FragmentosdelaVidaCotidianaGuilledro:

Guillermo abre la agenda, anota, la cierra, se enoja, putea, marca el teléfono, vuelve a putear, abre la agenda y vuelve a empezar. Yo solo manejo y me guardo la media sonrisa, para no ligarme un reto. Pero, si no tuviera este y otros momentos, mi corazón no latiría tan fuerte cuando me mira. "Y si, Graziani, no tengo inmunidad cuando se trata de tus ojos..."
Adicto a tí.




Viñetas: ¿Cómo pudo vivir? by Lupillar

Han pasado los años. Muchos inviernos, muchos veranos, muchas historias. Y lo observa a lo lejos, con esos movimientos tan suyos, tan gráciles; con esa sonrisa límpida adornada por esos hoyuelos que ama. Con ese pelo hermoso, sedoso al tacto y que trae memorias imborrables y ardorosas a sus dedos. Ese ser, que llena ahora todos sus espacios, todos sus tiempos. Y una sola pregunta se hace: ¿Cómo pudo vivir antes de conocer a Pedro? No lo sabe, no lo recuerda. Ahora solo le importa, le interesa lo vivido y lo que falta por vivir a su lado.


jueves, 27 de marzo de 2014

Al otro lado del camino by Adriana

- I -
Guillermo se despertó sobresaltado, el irrisorio espacio de tiempo en que logra conciliar el sueño, se transmuta también en el momento más crítico de estos últimos meses. Su fría, calculadora y, hoy más que nunca, tormentosa psiquis no lo deja descansar. Lo agobia todo lo que ha pasado, lo recientemente vivido, lo que aún no deja de padecer.
El frio sudor en su cuerpo intenta traerlo nuevamente a su apática realidad. Sin embargo, no logra librarse del envolvente aroma a Pedro, que carga el oxigeno dentro de su habitación, casi sin dejarlo respirar. Intentando acortar la distancia entre el mal sueño y la peor de las realidades, se deja caer nuevamente en la cama, y como rayando la conciencia desde muy adentro de sus entrañas escucha manifiestamente “yo solo estoy al otro lado del camino”.
Es esa voz, que con un tinte tan gracioso como sensual, tan confiado, tan vehemente, y esa frase en particular, lo persiguen, como esa pesadez en su vida, hace varias noches, varios días.
Siente que está rozando bordes muy fáciles de franquear y a la vez, muy difíciles de volver.

-“No doy más, es que no doy más”- Se repetía, con palabras, ya dichas, con tan distinto sentido.

El revoltijo en su cabeza, parece bajar hasta su estomago, y casi sin notarlo corre al baño, a descargar todo lo que lo carcome por dentro. Vacio momentáneamente -“aunque no tanto”- piensa, hay algo más que le esta royendo el alma, una incertidumbre, tan obsesivamente esquiva, que no logra distinguirla.
Repasa indisolubles cada uno de los hechos, de los acontecimientos, una y mil veces, y como un mal eco sólo siente retumbar un cúmulo de recriminaciones. La garganta se le achica y el desierto de su boca se agiganta ante el más fuerte de los exhortos que destila todo ese torbellino “no tuve la suficiente templanza para poder prever todo lo que pasó”.
“Miller…” se dice y la vacilación se acrecienta. Siempre llegando tarde en cada fatalidad. Siempre llegando, presurosamente antes de poder hacer nada, antes de poder pensar en nada. De pronto se acuerda de que la primera vez que dudo de él, fue con la orden de dragado, cuando buscaban el cuerpo Pedro en el río, cuando fue obligado a saltar. “Porque la orden no la consiguió él, la consiguió Miguel”. El escalofrió interno no lo deja seguir pensando… no se permite seguir pensando.
Termina de vestirse con urgencia y bajando las escaleras llama a Fabián. Si bien en algún punto está logrando ver algo de claridad, hay muchas cosas que lo perturban lo suficiente como para no “advertir” que hay mucho más por descubrir.
 “Hijito ayudame a buscar en esa cosa” – señalando la compu – “al otro lado del camino”…
Fabián lo mira atónito, de un tiempo a esta parte son escasos los momentos en que ve a su padre emocionarse por algo, así que sin mediar palabra escribe en google y lo primero que encuentra es la Oración de San Agustín.
Fabián la lee, sintiendo que el pecho se le cierra, al entender intrínsecamente el significado de cada frase que proyecta su voz, pero Guillermo solo retiene “San Agustín”.
“Al otro lado del camino - San Agustín, Al otro lado del camino - San Agustín, Al otro lado del camino - San Agustín”, una y otra vez, como una letanía que lo traslada, que lo obliga desgarradamente a buscar una explicación, que no sólo lo turba, sino que intenta anteponerse a la verdad frente a su mente.
Nuevamente como un mal rayo que lo parte en dos, escucha desde muy adentro suyo… “Miller… siempre en el medio, llegando invariablemente tarde, sacándome de los espacios, interfiriendo”. Si hasta lo llevo a un comedor a almorzar, haciéndose el “amiguito”.
Y es atando cabos que ve caer una a una las claves que antes parecían rehuir de su mente: las vaguedades de su pobre proceder en la investigación, la muerte de los testigos casi en sus narices, la alteración de las cámaras de seguridad, todo se le hacía tan equívoco como claro.
Cuando entra en la fiscalía, lo encuentra a José gritando a su teléfono: “Yo ya cumplí con mi parte, ahora vos hace la tuya”.

G: Que parte cumpliste vos??!!- lo increpa exasperadamente
J: Ninguna, no sé de qué me hablas Guillermo – sintiéndose atrapado.
G: Pero vos qué crees, que yo soy pelotudo!! Cuánto tiempo pensas que me ibas a engañar!!
J: Calmate Guillermo, no sé de qué me hablas, queres que te traiga algo?
G: vos realmente pensas que yo me comí todo este teatro, no querido, conmigo no!!

El portazo aún retumbaba en el pasillo cuando se da cuenta, de que todo el amor y la devoción que Pedro le había traído a su vida, ese construir de espacios comunes que se había vuelto un vicio, y el impróvido dolor de la trampa en la que habían caído, lo había adormilado, lo había aletargado de tal manera que no la había permitido sobrellevar todas las situaciones.
No podía no sentirse culpable por no haber podido separarse de la manera que normalmente lo hace, como con cualquier caso; dejando que sus instintos, su vocación y su profesión le indicaran como debía proceder. Se sintió abatido por la epifanía que ultimaba de despertarlo. Si hubiera dejado que su racionalidad actuara habría podido, al menos,  evitar esta fracción de realidad.
A la distancia volvía a repasar fríamente cada hecho, cada desviación que José y Miguel le habían procurado. Siempre supo que Miguel era un mediocre, y nunca le dio mayor trascendencia a sus embestidas, pero… “con la ayuda de Miller…” ahora todo cuadraba…

Tácitamente se alegro de haber llegado a ese punto, pero inmediatamente se le hizo presente el profundo dolor que le cercenaba su esencia, que no le permitía sentir como una victoria el camino que empezaba a desandar. Puesto que ni con toda su racionalidad podía explicarse el impasible hecho de saber que Pedro, a pesar de todo aún no había aparecido…

Continuará....

martes, 25 de marzo de 2014

Miradas (1era parte) by Elena

Veinte de Marzo

Se siente un idiota parado frente a la puerta del departamento de Pedro con un paquete de facturas en la mano. Se apoya contra la pared sin animarse a llamar, no sabe porque está ahí, nunca hizo algo así, bien podría ser un pretendiente con un ramo de flores en la mano piensa, es una estupidez; es que no le gusta desayunar solo y quiere ver que este bien, mentira; “solo quiero verlo”
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Unos meses atrás
Hizo siempre lo que se esperaba de él. Buen alumno, hijo diligente, mejor promedio en la facultad, empleado de una multinacional, de novio con la hija del dueño. Una pareja de ensueño, ambos hermosos, fiestas de  alta sociedad, viven juntos y la boda…..lo que sigue en la lista.
Ahogado de charlas sin sentido, un sexo que no lo satisface, formalidades y engaños, apariencias, una relación vacía. Y aunque cree que a su edad ya debería tener la vida resuelta, de repente entendió que ese no es el futuro que quiere para él. No sabe cuál es pero definitivamente no éste. Aterrado de verse encadenado a ese mundo, se escapo. En medio de un escándalo, gritos, llantos y amenazas perdió el trabajo y dejo a Camila, se mudo a un departamento y monto una oficina, en la que poco a poco los casos empiezan a llegar. Se siente raro, nunca estuvo solo, no sabe qué hacer con el tiempo libre, busca un parque para correr, el ejercicio siempre lo hace sentir mejor.
Elige la pista de Parque Chacabuco, mira la gente paseando los perros, al resto de los corredores, una chica con calzas fucsia, un muchacho de cabello rubio, trota, pone música en el celular. Hay un bar debajo de la autopista, en las mesas de afuera un hombre desayuna y hojea el diario. Mira la hora, se le hizo tarde, busca su auto, apurado cruza el semáforo en amarillo obligando a frenar al taxi.
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Desterrado, exiliado de su propia vida, así se siente. Después del divorcio les dejo la casa a Ana y Fabián, incapaz de soportar el desprecio de ambos. Durante veinte años mantuvo una doble vida perfectamente organizada, una familia tradicional por un lado y amantes ocasionales por otro, personas que no saben nada de él y a las que apenas conoce. Nada que hubiera llamado la atención de nadie, después de todo algo bastante común en el círculo en que se mueve. Su matrimonio con Ana transitaba hace años por la cuerda floja pero la aparición y el escándalo con Maxi termino por derrumbarlo, podía suponer que ella sospechaba que la engañaba, pero sabe definitivamente que jamás pensó que la engañaba con hombres. Se pregunta que siente por ella, la quiere? Claro que si….pero, la ama? Y en todo caso, que es el amor?  En medio de las discusiones Fabián se entero de todo de la peor manera posible, no le perdona haber engañado a Ana, haberle mentido a él, como si fuera capaz de explicarle algo que apenas admite.
Y si le faltaba algo era enfrentar la hipocresía de Marcos, compañero de la facultad, socio y amigo de toda la vida, eternamente infiel a su mujer y que ahora se atreve a juzgarlo. Solamente él no, todos, es la comidilla de tribunales, del barrio, de los clientes. Deshizo la sociedad y ahí está, pasados los cincuenta años y empezando de nuevo. Se mudo a un departamento en Capital e inicio un nuevo estudio con su incondicional amigo Alberto.
No le gusta desayunar solo así que busca un bar, se sienta en una mesa afuera y pide el diario, hace calor. Observa  a la gente, hay que tener ganas para pasear a los perros tan temprano, o para hacer ejercicio piensa mirando a los corredores en la pista; una chica con calzas fucsia, el muchacho rubio y un hombre joven escuchando música, anteojos de sol, gorro con visera. Paga y toma un taxi por Eva Perón; en la esquina, la frenada brusca lo empuja hacia delante, alcanza a ver al corsa azul que cruzo en amarillo.


Continuara….

sábado, 22 de marzo de 2014

Tarde de Lluvia en la colonia by Ilgora Blue

TARDE DE LLUVIA EN LA COLONIA – que no es lo mismo que decir “tarde de lluvia en Colonia”.

Para Juanita, Angelita, Shesha, China, Téte, que cocinaron mi infancia.





En vacaciones, la noche, en lo de los Graziani-Beggio se extiende un poco más.
-Mañana hay pronóstico de lluvia, papi. Jaque – sin sacar la vista del tablero.
-Tu táctica distractiva hoy no te va a servir de nada Dieguito. Estoy super concentrado. Jugada y … salvado –mirando el tablero.
-No es una táctica distractiva. Lluvia, papi. Brisa está súper exitada. Jaque.
Pedro levanta la vista del tablero, cayendo en la cuenta. – Oh, oh.
-Mate.
………………………..

-Guille…
A esta altura de la matiné, el tono suave de Pedro no logra engañarlo.
Al principio sí, sólo escuchar esa voz, con ese acento dulcísimo y tibio deslizándose entre los dientes, y caía rendido a sus pies, aunque en vano lo disimulara. Ahora, reconocía inmediatamente si eran “tiros” o “niños”. Conocerlo tanto a Pedro, lo enamoraba todavía más, si era eso posible.
-A ver, precioso, ¿qué quiere Brisa? ¿Qué hizo Diego?
¡Cómo no sonreírle con los oyuelos a pleno!
-Mañana hay pronóstico de lluvia… y le prometi-mos a Brisa – midiendo el ritmo de sus palabras – que se podía quedar en casa los días de lluvia, la chica se aburre en la colonia, pobrecita –Guille lo sigue con suma atención – y Cuca se fue a Carué…
-Ajá…
-Y yo tengo la audiencia de Benavente, y Valeria puede estar con ella solo por la mañana… y…
-Y… vos pensás – gesticulando, exagerado, tomándole el pelo – que no me creés capaz de pasar toda una tarde completa solo con mi hija –
-Guille…
-Para tu información – catedrático -he recorrido muchacho un largo camino…
-Guille: le prometi-mos a Brisa, que si llovía, podía invitar a Marita. La nena también se aburre y…
-Pro-me-ti-mos?
-Claro, Guille, lo dije yo, pero siempre que hablamos con los niños…
Guillermo se levanta y le hace un clarísimo gesto de NO con al “manito”, ¡manota!
-Guille…
-No.
-¿Nos vamos a desdecir de algo que le prometi-mos a Brisa?
-Lo decís como si pusiéramos en peligro la paz mundial.
A Pedro le basta con mirarlo. No necesita palabras. Vuelve a sentarse, tomándose la cabeza entre las manos.
-“Esto” tiene un precio, querido – Pedro se ríe para adentro, no fue tan difícil. Entregado, Guille agrega - ¿Hasta qué hora puede quedarse Valeria?

……………………………

La mañana en el estudio transcurrió sin problemas. No tiene excusas para estar cansado o malhumorado.
Sentado en el sillón de la sala, Guillermo lee un expediente, pero tiene la cabeza en otro lado: está con las dos personitas, que, diligentemente, recorren toda la casa. Brisa le está haciendo un “tour” a Marita.
-Ay sí, es que mi papi es tan genial… Te tengo que contar… Vení por acá y te muestro donde…
Las frases sueltas que pesca entre las chicas lo desesperan. Tiene que concentrarse en algo, sino se va a volver loco.
“Pedro. Cómo cobrarle ESTA a Pedro. Buen tópico. ¿Sexo?, mejor no, invitaría a Marita todas las tardes; ¿Ponerlo a cargo de toooda la logística de los niños, de por vida? Ya lo hace…”
“Vamos, Graziani, has lidiado con corruptos, asesinos, trompadas en el recinto y hasta tiros en tu propio estudio. ¿Cómo no vas a ser capaz de manejar a dos niñitas?”.

-Pero, ¿tiene o no tiene dibujado un corazón? -Y, creo que no. -Y si no tiene dibujado un corazón, ¿cómo sabía que era de amor?

“Y ahora, ¿¡de qué hablan!?” Por mucho que trató, Guille no alcanzó a escuchar la respuesta. Ni que fuera necesario.
-Papá.
Sobresalto. Levantó la vista del expediente para encontrarse frente  no a uno sino a dos pares de ojos marrones, mirándolo. Se sacó los anteojos, fingiendo normalidad. Sí, así debe sentirse estar frente a un pelotón de fusilamiento.
-Papá, ¿podrías decirnos exactamente qué decía la famosa servilleta? – pregunta Brisa, expeditiva.
-¿Servilleta, mhijita? – atragantándose, ganando tiempo.
-Sí, la servilleta, esa con la que enamoraste a papi.
Nota mental: “Matar a Pedro, lentamente, con dolor”.
-Ay chicas – levantando su mandíbula del piso, recuperándose – no me acuerdo ahora… es que nosotros nos escribimos miles de servilletas de amor.
Su audiencia, silenciosa. No resultó convincente.
-¿Tenía dibujado un corazón? – pregunta seria Marita.
-No, creo que no.
- ¿Y vos tenés tatuado un corazón? – repregunta todavía más seria – Porque mi papá tiene tatuado un corazón – señalándose el hombro: -“Amor, sos mi vida”.
“Hombre previsor el papá de Marita”, pensó risueño – No, yo no tengo un tatuaje  – y al ver la decepción, sobre todo de Brisa, rápidamente, entrando en código, juguetón, agregó triunfal:
-¡Pero papi sí!
La sonrisa en los ojos de su hijita, le dio todo lo que necesitaba en ese momento, y para el resto de del día…
-Ahhh! ¿y es un corazón? – preguntaron al unísono.
Guille las miró con picardía. Se llevó el índice a la boca, en señal de SILENCIO, y les indicó que se acercaran. Muy bajito, con tono misterioso, secreto: -No. Es un diamante, y está escondido – le brilla la mirada, y ahora no está fingiendo.
Las chicas, atrapadas por sus ojos. “Uds me entienden, ¿no?”, les dice sólo con el gesto, y por toda respuesta un casi inaudible comentario de Marita: -¡Qué romántico! Las chicas asienten fascinadas. Brisa… feliz.

Es una sensación extraña. Padece, y al mismo tiempo disfruta la situación. Las dos criaturas son adorables, ¡la tan mentada Marita!, y él, en ese momento, se convierte en posible, se siente curiosamente par... Y no termina este pensamiento, que las tiene a las dos sentadas, una a cada lado. Pendientes. Fin de la lectura. ¿Y ahora que hace?
-¿Y ahora qué hacemos, pá? –ya formaba parte del grupo.
-No sé, ¿qué tienen ganas de hacer?
-Podemos maquillarnos…
-¿Y a él lo dejamos afuera? No!
Toma la iniciativa. - ¿Y si me ayudan con esto? - señalando los papeles. Las chicas ni siquiera consideran contestarle.
-¿Regar las plantas?
-Papá, está lloviendo.
-¿Desfile de modelos y vos sos el jurado? – arriesga Marita. “Podría ser”.
- Ay no Marita. Con papi sí, pero él no sabe nada de eso – sentencia Brisa. “No, no va a poder ser”.
-Entonces que sea el modelo – insiste Marita.
“Pensá rápido, Guillermo”.
 –Juegos de mesa- apuesta.
-¿Cuál? – al unísono. Salvado
-Damas, ludo, dados, palitos chinos, ¿tinenti?
-¡Twister!- grita Brisa entusiasmada.
-Genial- responde Guille, sin tener la menor idea de lo que hablan, “si es un juego de mesa…”
-Sáquense los zapatos y las medias, mientras lo voy a buscar – y Brisa corre a la escalera.
Bueno, tal vez la idea no era tan buena.

……………………

Guille lee las instrucciones de la caja, Las chicas, ya descalzas, siguen sus mohines de “caso dificilísimo”.
-Me temo, que esto no va a poder ser.
-¿Por qué, sos muy viejo? – pregunta casual Marita – mi papá juega… te ayudamos.
-Dale pá… insiste Brisa, pero conoce a su papá y ya sabe que no será. Su carita de decepción no pasa inadvertida para Guille.
-Bueno, sí y no. No puedo jugar a esto porque existe la seria posibilidad- expone, como en el estrado – que me caiga… y que sea arriba de una de uds. o de las dos… aplastándolas – acompañado sus palabras con la mímica de la acción.
Argumento contundente. Caso terminado. Que igual no borra el rictus de tristeza de las caritas de las nenas.
¿Qué hace uno con niños en casa en una tarde de lluvia, que no incluya computadora ni tele, ni la wi?

“Por supuesto”.

……………………..

La audiencia terminó y Pedro está saliendo del juzgado. Whatsapp de Diego.
*PAPI, ¡VENI PRONTO!
Pedro se ríe nervioso. ¿Qué puede estar pasando en casa para que Dieguito dé la alarma?
*¿TAN MALO ES?
*¿MALO? ¡IMPERDIBLE!
Pedro, curioso pero decidido, va pasar primero por el estudio. Hoy, la tarde, es de Guille.
*¡FOTOS!

………………………………

Había sido una audiencia de mierda, técnicamente, un día de mierda, pero, estar manejando ahora sí, de regreso a casa, le cambia totalmente el humor. Ansía llegar a su puerta, la entrada a su mundo de maravillas; sin gato, ni conejo, ni sombrero, aunque bien Guille podría ser todo eso. El abrazo de Guille. El había armado ese mundo para él, con él. Mensajito. Sincro perfecto.
-SIN LECHE HUEVOS HARINA DLECHE MERME CIRUELAS J HELADERA VACÍA
-OK TE AMO
- +HELADO D VAINILLA
Pedro se sonríe. Y agrega a la lista un cabernet.

…………………..

-¡¡Papi!!
-¡Mi niña! ¿Qué linda está! – limpiándole un resto de harina de la ceja -¿Cómo estuvo el día de hoy?
-SEN-SA-CIO-NAL.
-¿A pesar de la lluvia?
-¡Por la lluvia!
-¿Y Marita!
-¡Feliz! Ya quiere volver.
Guille baja las escaleras: remera negra en V, jeans negros. Recién bañado, fresco, impecable. Mezcla de su perfume, más shampú, más, ¿harina?
Al ver a Pedro en la sala: -Diego, bajá, que ya llegó papi. - Amor – dirigiéndose al bar, piquito a Pedro, sirve una copa de campari con gin, que le alcanza - ¿Cómo estuvo tu día?
-Horrible.
Lo mira, invitándolo a seguir.
-Olvidate, después te cuento. ¿Por acá las cosas?
-SEN-SA-CIO-NAL – Brisita y Guille a dúo.
-Ah, bueno! – no puede sentirse más feliz – y, ¿qué hay de rico para cenar?
-Panqueques – se adelanta Diego, uniéndose al grupo, tablet en mano, un dejo de resignación en la voz.
-¡Panqueques salados RI-QUI-SI-MOS! – anuncia orgullosa Brisa – y de postre, panqueques de chocolate con mermelada - y mira a su papá que la alienta a seguir hablando – y… para los mayores, panqueques de cerveza… y todo – Guillermo se empieza a reir, orgulloso, de lo alegre que ve a la nena – todo preparado por: ¡Don Guille Petronio y sus Juanitas… Guille Petronio papá, Juanita 1 yo, Juanita 2 Marita!
-Tenemos pruebas- Guillermo, glorioso, espléndido. Dieguito le da la tablet.

Sentados en el sillón grande, Pedro en el medio, Brisa describe con lujo de detalles cada una de las fotos, comentadas también por Guille, con gestos, copa en mano: -Vos ni te lo podés imaginar, papi, pero papá es un maestro. La cocina, es organización, y buen gusto: a Marita y a mí, nos puso a romper los huevos, “No les costó mucho” se escuchó desde la biblioteca a Dieguito. Pero a Brisa nada la detenía: -Mirá acá: yo me encargaba de la leche, Marita de la harina, papá mezclaba, lentamente, profundamente,” Hay que sentir a la masa, nada de leer la receta, sentir los ingredientes… y no dejar que se formen bolitas”.
Para Pedro,  escuchar a la nena es escuchar a Guille, las exactas palabras de Guille.
-¿Era necesario que las chicas tuvieran repasadores atados en la cabeza?
-Ay papi, si estamos divinas – Guille asiente – la higiene es muy importante. Nos lavamos las manos mil veces! Cada vez que levantábamos la harina que se nos caía al piso, después de ponerla de nuevo en el bol, siempre nos lavábamos las manos. Y fijate en esta a papá: haciendo panqueques a tres hornallas, ¡quien puede hacer eso!, ¿ eh? ¡quien!
Las manos puede ser, pero el resto del cuerpo, ¡estaban cubiertas de harina hasta la punta de los pelos! se sonreía Pedro.  Mira con admiración a Guillermo: -Esta no la tenía, ¿eh?
 - Y sí, chiquito, soy así, impredecible, multifacético.
-Comestible, Graziani –dicho casi  en un susurro.
La cara de Guille, indescriptible. –Y todavía tengo más conejitos en la galera – guiño de ojo incluido. “Si lo sabré yo”, orgulloso, Pedro.
Las fotos no tenían desperdicio. Y todavía había más.
-¿Y el video, Dieguito?
-El botón de arriba.
-Papi, ¿estás preparado para ver esta ge-nia-li-dad? – exultante, Brisa.
-¿El papá? Para el papá, ya sé que nunca voy a estar del todo preparado, mi niña.

…………………………………….

Y así fue. Pedro no lo podía creer: sin que Guille se diera cuenta, las chicas sí, claro, Dieguito había grabado a “Guille Petronio y sus dos Juanitas”. Desopilante, entrañable. Verlo enseñándoles a las nenas, ensuciándose de pies a cabeza, con paciencia, y humor, enchastrando toda la cocina durante la preparación… Irreconocible. Pedro estaba convencido que no había visto nunca algo tan tierno en su vida. Hasta Diego ligó harina cuando fue descubierto.
¡Y la cocción! Ahora sí, consciente de su público, Guille mantenía a raya como podía a sus diligentes ayudantes lejos del fuego, haciendo gala de la más refinada técnica para revolear el panqueque. Perfección. Y no una vez. Todas las veces: tradicional, por la espalda, sin mirar: maestro. Todos lo intentaron, Dieguito también. Nadie lo logró con su gracia. ¡Pilas y pilas de panqueques! Insuperable.

………………………………..

Y durante la cena, Pedro mira hipnotizado a su familia, a Guille.
Las esperadas vistas a la casa de su abuela, el tren, los perros, el olor a tierra de la calle, la merienda en la galería, donde siempre había lugar para todos los amigos de la cuadra, y cada uno podía pedir lo que quería: “la tía Juanita” para ellos. “Su abuela”.
Y si llovía, ¡a la cocina! Budín de pan, flan casero, buñuelos de manzana, arroz con leche (solo con canela en rama, obvio y “chauchitas” de vainilla), hasta “dulce de leche”… lata de galletitas, horas de cuchara de madera y esperar a la marmicock. Guille se sentía capaz de volver a preparar todas las recetas y los chicos se relamían por anticipado.
Y Pedro no sabía cómo decirles, que no se perdieran detalle, que ese era uno de los momentos que debían conservar para siempre, a los que siempre se vuelve: el poder tener así, a su papá, un hombre brillante, divertido, siempre elegante aún en la cocina, siempre para ellos, único. Pero se dio cuenta que no era necesario agregar nada. En la mirada encendida de las dos criaturas, Guille vivía, más hermoso que nunca.

-¿Guillermito?¡ La abuelita Petrona es una genia!
-No, mhijita, nuestra abuela es Juanita, y doña Petrona, bueno de algún modo, doña Petrona es un poco la abuela de todos.

………………………..

Van retirando la mesa. Quedaron panqueques para el desayuno de mañana, para la merienda en la colonia, para llevar al estudio. Ya se las ingeniaría Guille para explicarle a Cuca cómo se había perdido los panqueques de la abuela. Y cuando Brisa la llamó y le contó, hasta Valeria se anotó para la próxima tarde de lluvia, para aprender la receta.

-Esta sí que no la tenía mi amor, nunca me habías contado.
-Peor que eso Pedro, ¡hasta yo me había olvidado! Las cosas que uno va descartando, en pos de otras tal vez más urgentes, pero seguro menos importantes, ¿no? –
El joven sonríe.
-¿Quién no ha tenido una abuelita que le cocinara dulces las tardes de lluvia? – Guille, feliz.
-Yo.
Y su esposo, que lo ve apenas crisparse, lo detiene en el acto, sólo con tocarlo.
-          Ahora sí, mi precioso- le besa la mano – ahora también es tuya. Y de nuestros chicos. Y si pensás que así, -provocador - “esto”, te va a salir más barato… perdiste.

Esa mano, la que lo mantiene tranquilo, entero… “su” Guille.

…………………………………………………..

Pedro acuesta a una Brisa que no quiere dormirse, y chequea a Dieguito, que lo “amenaza” leyendo un nuevo libro de estrategias en ajedrez. Finalmente, copa y cabernet en mano, entra a su dormitorio. Guillermo ya está acostado.
Se toma solo un minuto en el baño y se acuesta a su lado.
-¡Qué día amor, verdad!
-Mmmjuummm…
-Nuestra niña no podría estar más contenta, ni yo más orgulloso.
-Mmmjjjmmm…
-Esto amerita un vinito, ¿verdad? Y como soy buen pagador… ¿Amor? ¿Guille?
Guillermo ronca.

………………..

 El día siguiente no pudo ser mejor para Brisa: su papá era la súper estrella del grupo “Las Mostachos”, nenas de 8 a 9 años de la colonia, con quienes compartió, junto con Marita, y varios “profes” colados, los panqueques de Guillermo.
-Por favor, papá, dejanos subir las fotos al Facebook de Marita-.
-No querida, me niego rotundamente, y es un derecho que me asiste. ¡Qué no me entere! Hay que mantener una dosis de misterio.

Ni en la temporada más lluviosa de febrero del último siglo, hubieran alcanzado los días para recibir a todas las nenas que quieren venir a la cocina de Guillermo. Brisa y Marita, están alteradísimas “organizándole la agenda”.

 -Es que Marita lo dijo con todas las letras papi: “Nadie revolea el panqueque como el papá de Brisa”.

………..

Pedro, insistidor, llega al dormitorio, otra vez con la botella de cabernet y una copa. Guillermo está en el baño.
Abre la cama. Redescubrir el perfume de Guille entre las sábanas cada noche, siempre lo predispone bien, “respira” mejor…

 ¿Qué hace la caja del Twister arriba de la banqueta de la ropa?

-¿Pedro? Dale, apurate que antes de dormir te hago un masajito – saliendo del baño, envuelto en su bata de toalla, secándose la cabeza, radiante. -Dormir con una superestrella tiene sus privilegios…
- Estas tienen que haber sido Brisa y Marita ¿Tenés idea, amor, quien pudo haber dejado el Twister acá, en el dormitorio?
-¿Yo? Noo. –pícaro Guillermo - ¿Vos sabés jugar?