Capitulo anterior: http://actosdefeylibertad.blogspot.com.ar/2014/03/recuerdos-6ta-parte-by-paula.html
A Alessa y a Lilita que complotaron conmigo.
Al #TeamCielito, que defiende con uñas y dientes a nuestro amado Pedro.
Guille lo vio alejarse, dudó por unos momentos y finalmente decidió
seguirlo a una distancia prudencial.
No quería otro enfrentamiento ahora
La figura de Pedro pareció perderse en un sendero. Apuró el paso. Se
estaba haciendo de noche y le perdía el rastro.
Cuando llegó a un claro de la vegetación, se dio cuenta que Pedro ya no
estaba a la vista. Un ruido, que surgía del sendero a su derecha, lo decidió a
tomar ese camino.
Después de 10 minutos de seguir avanzando trabajosamente, él seguía
vestido con la ropa con la que había ido al estudio esa mañana, que justamente
no era la más apropiada para una travesía en el Delta, se percató que no había señales de Pedro tampoco por
allí.
Una letanía de puteadas salió de su boca cuando sintió que metía su pie
en un charco de barro y el agua se filtraba a través del costoso cuero. Maldita
naturaleza.
Volvió sobre sus pasos intentando
encontrar el claro donde había perdido a Pedro.
Después de largos minutos tratando de orientarse con los últimos rayos
de claridad que se filtraban entre los árboles, tuvo que reconocer que no tenía
la más remota idea de donde estaba.
--------
Ante los ojos de Pedro, apareció la silueta de la casa a la vera del río.
Suspiró aliviado, estaba agotado, la caminata había sido muy larga, calmarse le
había costado demasiado. Le llamó la atención que no hubiera ni una luz
prendida. Guille odiaba la oscuridad y una de las primeras cosas con la que
habían mejorado esa casita era con luz eléctrica.
A medida que se fue acercando, sintió que el desánimo lo agobiaba, “¿Guille se había ido? ¿Ni siquiera le
interesaba luchar por ellos?” La amargura lo golpeó mientras subía los
escalones de la casa, hasta que sintió algo bajo sus pies. Se apresuró a
prender la luz y vio que era el saco de Guille prolijamente doblado.
“¿Dónde mierda se había metido Graziani?” Si se hubiera vuelto a Buenos
Aires no hubiera dejado su saco ahí, con las llaves, el celular y la billetera
en el bolsillo.
Levantó la vista, pero no había ni rastro de su esposo.
De repente, un pensamiento lo asaltó. No habría sido tan boludo de
intentar seguirlo, y menos que menos en un terreno que no conocía o por lo
menos que no recordaba, ¿no? ¿Graziani,
qué carajo hiciste?
Entró a la casa a las corridas, buscó una linterna y volvió a adentrarse
en la vegetación. Aunque jamás se lo iba a reconocer a Guille, a él tampoco le
divertía caminar en la noche por esos senderos casi inexistentes de la isla.
------------
Guille se volvió a estremecer. La humedad se hacía más persistente a
cada momento que pasaba, la combinación con la brisa nocturna hacía que la
noche se sintiera particularmente fría. ¿En
qué mierda estaba pensando cuando dejó el saco en los escalones de la casa?
Ruidos desconocidos por todos lados.
Un murciélago pasó volando casi por encima de su cabeza. Con el susto,
intentó salir corriendo pero tropezó y cayó sobre un montón de ramas. Sintió
como se lastimaba las manos y algo, supuso que una de las ramas, le cortó la
cara.
A pesar de estar dolorido, se levantó rápidamente. Seguramente el suelo
estaba lleno de bichos.
Intentó seguir caminando, casi a ciegas en ese laberinto de vegetación
que lo tenía aterrado. Se estaba
asfixiando, se dio cuenta que no había salida, no tenía idea hacia dónde ir, no
se quería sentar por miedo a lo que podía haber en el piso, no quería pasar la
noche allí, ¿pero qué otra opción tenía?
Se apoyó contra un árbol, se limpió la sangre de la mejilla con el
pañuelo que milagrosamente conservaba en el bolsillo del pantalón.
Intentó darse calor masajeándose los brazos, pero la humedad parecía
decidida a calarse entre sus huesos.
Desalentado, se dejó caer finalmente contra el tronco del árbol y así en
cuclillas se le escapó un sollozo que nadie iba a escuchar.
¿Qué tenía este lugar de mierda
que aparentemente lo había embrujado? El no le encontraba ningún encanto, pero
algo debía de tener, porque podía reconocer su mano en el jardín que rodeaba la
casita, no le cabía duda que había pasado muchas tardes trabajando en ese
lugar. Un solo vistazo y había reconocido claramente una réplica en miniatura del
jardín de su adorada abuela.
¡Pensá, Graziani, pensá! No te
podés quedar varado en este lugar, tiene que haber algo, alguna salida… y de repente se le ocurrió, como no se había
dado cuenta antes… ¡el río! El río no
podía estar muy lejos, ahí la vegetación iba a ser menos tupida e iba a poder
encontrar alguna forma de volver a la casa.
Cerró los ojos, decidido a prestar atención a los sonidos que iban más
allá de las aves y animales nocturnos y el crujir de los árboles. Se concentró
y ahí estaba, el sonido del agua, algo lejano y distorsionado, pero ahí estaba.
Empezó a caminar hacia él, era cansador, porque cada pocos pasos tenía
que parase para volver a escuchar y orientarse. Se hacía difícil, ensordecido
como estaba con el latido de su propio corazón, que parecía estar a punto de
salirse de su pecho.
No supo cuanto tiempo estuvo caminando, pero ahora el sonido del agua
era inconfundible, estaba muy cerca, se apuró y ahí lo vio, el río corría
incansable en ese punto, por un estrecho cauce.
Caminó por su vera hasta llegar a un recodo y a lo lejos divisó una luz.
Hacia allí se dirigió.
A medida que se iba acercando, se dio cuenta que esa no era ¿su? casa,
pero no le importó, alguien seguramente podría ayudarlo o por lo menos
brindarle refugio hasta el amanecer.
Al llegar a la puerta, golpeó las
manos. Se alegró al ver salir al lanchero que lo había llevado más temprano,
por suerte era una cara conocida.
-“¿Señor Guillermo?”- le preguntó sorprendido.
-“Sí, soy yo… parece que estoy perdido… ¿Usted me podría ayudar?”- dudó
Guillermo.
El lanchero pareció por fin salir de su asombro y se apuró a hacerlo
pasar.
-“Por favor, pase, pase, siéntese… perdone mis modales…”- le dijo
mientras lo hacía entrar y lo acomodaba en una silla.
-“¿Qué le pasó?”- le dijo finalmente, notando la herida de la cara.
-“Nada hombre, nada grave, me lastimé con una rama… me perdí, me caí y
acá estoy”- reconoció Guille.
-“Pero… el señor Pedro… ¿sabe? Hay que avisarle, se va a poner como loco
cuando se entere.” – agregó el lanchero.
Guille no pudo evitar sonreír por primera vez en la noche. Escuchar de
un extraño que Pedro se preocupaba tanto por él, lo hacía recuperar parte del
calor que había perdido.
-“Mire…”- Guillermo vaciló, con cierta incomodidad y siendo sincero
consigo mismo tuvo que admitir que no tenía idea como se llamaba ese hombre.
-“Juárez…”- el lanchero aclaró notando su vacilación.
-“¿Eh?”
-“Me llamo Juárez, yo estoy en lugar de Maidana, ¿vio? Esta era su
casa.”- afirmó.
Guille decidió no indagar sobre ese tema, bastante confundido estaba.
-“Mire, Juárez, vamos a tratar de dejar a Pedro afuera de esto, por
ahora.”- sabía que Pedro se iba a enterar de cualquier modo, pero mejor estar
presentable antes de enfrentarlo. –“¿Tendría un poco de agua para que pueda
lavarme la cara?”- no pudo evitar el escalofrío que recorrió su cuerpo.
Juárez al darse cuenta se disculpó: -“Pero usted está con frío y yo acá
parado, espere, espere”- mientras hablaba iba y venía, trajo el agua y unos
trapos, le puso una manta sobre los hombros y le dejó un vaso de vino delante.
-“Para calentarse por dentro”- fue la única explicación.
------------
Pedro estaba como loco, no podía encontrar a Guille, hacía dos horas que
había empezado su búsqueda frenética y no sabía que más hacer.
La isla era un lugar complicado, mucha vegetación, muchos animales, un
terreno escabroso con muchos desniveles, raíces y ramas de los árboles que
entorpecían el paso. Su tobillo ya lo había sufrido.
Desesperado, se acercó rengueando a la orilla del río. A la lejanía se
divisaba la cabaña de Juárez, iba a tener que pedirle ayuda, tenía que
encontrar a Guillermo.
Se acercó lentamente y se sorprendió al escuchar voces adentro.
Tocó la puerta y apenas le abrió Juárez, descubrió la silueta de
Guillermo sentado en una silla. Sintió que el alma le volvía al cuerpo.
-“Estás acá…”- le dijo, mientras lo observaba atentamente.
-“Sí, Pedro, acá Juárez…”
Antes que pudiera seguir, Pedro lo interrumpió, -“Ah, pero veo que estás
muy cómodo, tomándote un vino, mientras yo como un boludo ando buscándote por toda la isla.”
-“Pedro, pará…”- Guille intentó calmarlo.
-“Pará nada, yo estoy como un pelotudo dando vueltas y preocupado por
vos… y vos acá muy tranquilito…”
-“Yo le dije al señor Guillermo que le teníamos que avisar…”-
interrumpió el lanchero, y ante la mirada asesina de Guillermo, se fue del
cuarto dejándolos solos.
-“Basta, Pedro, dejá de comportarte como un pendejo y escuchame.”
-“No tengo ganas de escucharte…”- y por segunda vez en el día Pedro se
dio media vuelta y lo dejó solo.
“¡Otra vez no!” y Guille salió corriendo detrás de Pedro.
Enseguida lo vio. No estaba muy lejos, caminaba rengueando por la orilla
del río. La luz de la linterna lo alumbraba.
En pocos minutos Guille lo alcanzó y lo frenó. –“¡Basta de escapes por
hoy!”- le dijo con firmeza.
Pedro asintió y se dejó ayudar por Guille en la caminata silenciosa
hasta la cabaña.
Apenas llegaron, cansados, se
sentaron los dos en el sillón. Guille, viendo que Pedro había cerrado los ojos
y recostado la
cabeza sobre el respaldo, se paró y dedicó unos minutos a prender la
salamandra que había en un rincón.
En uno de los muebles encontró una manta, lo tapó y cuando ya se estaba
yendo a preparar algo para comer, la voz de Pedro lo detuvo.
-“Tenemos que hablar…”
Volvió sobre sus pasos y se sentó de vuelta a su lado.
-“Hablemos…”
Pedro tomó aire, -“Una vez te pregunté en este mismo lugar, ¿qué vamos a
hacer con esto?”- mientras con un gesto silencioso señalaba el espacio entre
ellos dos. –“Hoy te lo vuelvo a preguntar, ¿qué vamos a hacer con esto?”
-“Mirá, Pedro, el otro día con José, por lo menos me acordé de algo,
tendrías que estar contento.”
-“¿Contento?”
Guille negó con la cabeza, exasperado: -“Sí, por lo menos me acordé de
algo”
-“Te acordaste de otro, Graziani, te acordaste de otro”
-“¿A vos te parece que yo elijo los recuerdos que vienen a mi mente?”
-“No, no me parece. Lo que me parece es que yo era lo suficientemente
importante en tu vida como para que te acuerdes de mí.”
-“Eso es algo que sabés vos, yo no tengo idea…”
Pedro se levantó furioso del sillón, -“¡¿Algo que sé yo?! Y digo yo,
¿vos no sabés nada, no sentís nada, no sos consciente de nada? Linda manera de
no hacerte cargo de nada.”
-“Yo vine hasta acá para ver qué te pasaba… Eso tiene que ser algo.”-
Guille en su enojo también se había parado y estaban los dos frente a frente,
la respiración entrecortada, a muy corta distancia.
-“Lo que a mí me gustaría…”- le dijo Pedro en un susurro iracundo, los
puños apretados – “es que te acordaras de lo nuestro…”
“Pedr…”
Pero Pedro no lo dejó seguir hablando y simplemente lo besó con todas
las ganas contenidas, con toda la pasión, el enojo, el cansancio y el amor que
estaba sintiendo.
Cuando se separaron, con la respiración y los latidos del corazón
descontrolados, Guille se lo quedó mirando desconcertado.
-“Decime que por lo menos te provocó algo… que sentiste algo…”
Lo único que obtuvo como respuesta fue el silencio de Guille.
Pedro se mordió los labios –“¿Te das cuenta que necesito a mi esposo,
que necesito volver a sentir su amor…?”
-“Me estás pidiendo algo que en este momento no te puedo dar,
perdoname…”
“Sabés que eso me está matando, ¿no?”-la sinceridad de Guille fue como
un puñal. En unos segundos vinieron a su mente las imágenes de la tarde en que Camila le disparó, volvió a sentir el
frío y la soledad.
“No seas dramático, Pedro… por favor, si esto te está matando, entonces
estemos alejados un tiempo, no creo que sea tan grave y por ahí es lo mejor
para vos.”- el tono de Guille era cortante.
Viendo que Guille no iba a entender el profundo dolor que le estaba
causando y que simplemente buscaba una solución racional al tema, tomó una
decisión.
-“Se está haciendo de día. Como vos decís, quizás necesito estar solo
unos días. Me voy a ir a Buenos Aires, por favor respetame en esto. Juárez está
por pasar con la lancha, acá hay comida y por supuesto, está tu ropa.”- le dijo
con enorme frialdad y salió caminando hacia el muelle sin mayores despedidas.
Guille lo miró irse, se sentó en el sillón y suspiró. Su vida era
definitivamente un quilombo.
------------
La vuelta a Buenos Aires había sido rápida.
Subió al auto que lo estaba esperando en un estacionamiento cercano y
manejó por la ciudad durante horas.
No quería volver a su casa. No quería enfrentar la soledad.
“Su lugar, sin su
Guille”, reflexionó amargamente.
Finalmente el anochecer, lo encontró estacionando en la puerta de su
casa.
Entró rápido, fue directo a ducharse y se tiró a dormir en el cuarto de
huéspedes.
Las pesadillas lo despertaron rápidamente, el dolor en el pecho hacía
unos días que era insoportable, menos mal que mañana tenía consulta con el
médico. El era muy consciente que los estudios que se había hecho la semana
anterior no habían dado bien.
Incapaz de seguir durmiendo en esa cama que le resultaba tan ajena, fue
hasta el dormitorio principal, se sentó en su
cama, abrazó la almohada de Guille.
Su olfato enseguida reconoció el perfume de Guille. ¿Como una tontería
así podía confortarlo? Se acurrucó en la cama del lado de Guille, abrazando más
fuerte la almohada y así fue como se quedó dormido.
A la mañana siguiente ya en el consultorio médico, Pedro volvió a
acomodarse en la silla, el médico miraba los estudios desde hacía más de 10
minutos. Anotaba algunos datos en una hoja frente a él y seguía leyendo.
Finalmente se sacó los anteojos, cruzó las manos en el escritorio y lo
miró a los ojos.
-“¿Qué está pasando, Pedro?”
-“¿Qué está pasando con qué?”- trató de hacerse el desentendido.
-“Pedro, los estudios del control anterior daban perfectos, y estos…”-
negó con la cabeza.
-“¿Qué pasa con estos estudios?”- aunque ya sabía la respuesta, se vio
en la obligación de preguntar.
-“Pedro, ¿hace cuánto que nos conocemos? ¿Dos años?”
Pedro agachó la cabeza y asintió.
-“Los estudios de hace 3 meses daban bárbaro”- continuó el médico
–“estos… estos, no están nada bien… ¿Dónde está Guillermo?”
-“Guillermo no va a venir”- el tono de Pedro era sombrío.
-“¿No va a venir?”- se sorprendió el médico – “¡Guillermo no faltó a
ninguna de tus consultas en los últimos dos años!”
-“Siempre hay una primer vez para todo, doctor”- respondió irónico.
El médico suspiró. Conocía Guillermo hacía 50 años, desde que eran
chicos y Pedro había sido su paciente por dos años. Si bien a su edad le
resultaba todavía difícil aceptar una relación entre dos hombres, siempre se
había admirado del amor que se tenían esos dos. Pedro no era exactamente un
paciente modelo, demasiado cabeza dura e independiente, pero bastaba una
palabra o una mirada de Guillermo para que Pedro se comportara perfecto. Su
salud era impecable tres meses atrás y ahora esto…
-“Pedro, ¿qué pasa? Vos no estás bien, sabés que tenés que cuidarte y no
lo estás haciendo…”- lo retó el médico.
Como respuesta solo recibió silencio.
-“¿Lo tengo que llamar a Guillermo para que me cuente qué pasó?”-
presionó.
Esa pregunta hizo reaccionar a Pedro. -“No, a Guille no lo llames…”
-“Entonces… ¿qué hacemos?”
Pedro finalmente cedió -“Hace unas semanas, hubo una pelea en una
audiencia de una cliente nuestra, Guille estaba ahí, se metió en el medio,
recibió una trompada y se golpeó la cabeza…”
-“Ajá… ¿y?”-
-“Traumatismo…”- tragó saliva –“Amnesia postraumática retrógrada.”
-“Pedro, ¿por qué no me vinieron a ver?”
-“Guille está bien, lo está atendiendo un neurólogo…”
-“Y entonces, ¿qué es lo que te tienen tan mal?”
-“Guille no se acuerda de mí, no se acuerda de nada de nuestra vida
juntos…”- por un momento la voz de Pedro pareció quebrarse e instintivamente se
llevó la mano al pecho.
-“Pedro, seguramente el neurólogo te dijo que era algo temporal, que iba
a pasar…”
-“Sí y también me dijo que podía ser que nunca recuperara la memoria,
pero que no era importante porque realmente era muy poco tiempo el que no
recordaba.”-Pedro no pudo ocultar la desolación que sentía.
-“¿Eso es lo que te tiene tan mal?”
-“¿Y a vos qué te parece? Ya sé que parezco un pelotudo, pero Guille me
desconoce y a mí me destroza. Estar cerca de él, pero ser un extraño para él me
está matando…”- confesó Pedro.
Tras unos momentos de silencio, el médico volvió a hablar, -“Pedro, creo
que es momento de que empieces a pensar en tu salud, realmente esta última
tanda de análisis me deja preocupado. Tu corazón y tus pulmones están
funcionando al límite.”
Viendo el semblante pálido de Pedro, continuó –“Hace dos años te dije que tenías que tratar de evitar las situaciones de estrés, que
someter a tu cuerpo a ese maltrato te iba a hacer muy mal. Tu problema es que
el estrés te lo está provocando Guille. Creo que deberías pensar en alejarte un
tiempo de él.”
Recibió como respuesta la risa amarga de Pedro. -“¿Qué hiciste?
¿Hablaste con él?... Él me dijo lo mismo… que si tanto mal me estaba
haciendo, lo mejor era que no estuviéramos juntos… Qué suerte que tiene a la
opinión médica de su lado.”
-“Por favor, solo te estoy aconsejando lo que creo que es lo mejor.”- le
dijo, mientras Pedro se levantaba de la silla.
-“Muchas gracias por su consejo doctor, lo voy a tener en cuenta”- Pedro
le dio la mano y salió del consultorio.
----------
Abrió la puerta de la casa con temor, lo último que quería en ese
momento era encontrarse con Guillermo. Esperaba que no hubiera vuelto del Delta.
El silencio de la casa le confirmó que estaba solo.
Se apresuró a prender la computadora. Ese mail de Marcial de unos días
atrás le venía como anillo al dedo. “Iba a poder cumplir el deseo de todos”,
pensó con amargura.
Buscó su billetera, mientras la pantalla de la notebook mostraba la
página de una aerolínea.
Vio la aprobación de la transacción y concluyó que era muy fácil
conseguir un pasaje de avión para una sola persona a último momento.
Salió corriendo al cuarto. A las apuradas metió toda la ropa que pudo en
dos valijas.
Cuando terminó, empezó a recorrer la casa. Él amaba esa casa, era su
lugar en el mundo, su refugio, su santuario, los momentos más felices de su
vida los había pasado ahí. La casita del Delta nunca se iba a poder comparar
con esta casa. Este era su hogar.
Llegó al cuarto más pequeño, la
oficina en casa, lo habían bautizado. Se sentó en el escritorio, y se
limpió con bronca las lágrimas que estaban cayendo por sus mejillas.
Buscó una hoja de papel y garabateó algunas líneas. Encontró un sobre y
metió adentro la nota. Lo dejó sobre la mesa del comedor en un lugar visible.
Agarró sus cosas y con una última mirada salió de la casa.
El eco de la puerta cerrándose repercutió en el silencio, el único
testigo de su partida era ese sobre de papel en el que claramente se leía
“Guille”.
“Mi adiós,
el adiós que te doy,
es mucho más profundo:
es mi despedida a lo
que
dolorosamente eres
dentro de mí.”
-Rourke Boada
FIN.