miércoles, 5 de marzo de 2014

Viñetas: Hilo rojo (1era parte) by Lupillar

HILO ROJO

1990 ( I )


En aquella sala de neonatos un hombre de más o menos treinta años sostiene cariñosamente a un bebe, le susurra, lo acaricia y le canta. Ya hace varios minutos ve a un niño de unos diez años que los observa desde la puerta y dejándose llevar por la curiosidad se acerca.


- ¡Hola!- saluda el hombre al recién llegado.


El chico lo mira con unos ojazos hermosos.


- Hola… ¿Quién es?- pregunta el niño señalando al bebe.

- Mi hijito y ¿vos?
- ¿Yo? Pedro- sonríe el chico mirándolo.
- Hola Pedro, soy Guillermo
- ¿Y él?- nuevamente Pedro señala al bebe.
- Fabián, ¿te gusta ese nombre?

Pedro mira el bebecito como analizándolo y después repara en Guillermo, éste lo mira atento con una sonrisa.


- Me gusta más Guillermo.

- ¿Ah sí, te gusta más mi nombre?
- Aja… ¿y te quedas con él?
- ¿Acá en el hospital?- el niño asiente con la cabeza- si, por unos días, ya después nos vamos para la casa.

Pedro mira de nuevo a Fabián, y termina agarrándole un dedito de una de sus manitos. Lo acaricia curioso como descubriendo por primera vez que hay alguien más pequeño que él, mucho más frágil. Guillermo atento lo deja hacer conmoviéndole la inocencia de aquel chiquitín desconocido. 


Pedro pregunta sin parar, habla de todo, que su hermano se fracturó un brazo, que el asiste a una escuela cercana… Guillermo bombardeado en preguntas se controla para no estallar en risas por no despertar a Fabián.

Inmersos en una charla de nunca acabar, Guillermo ve a una mujer pequeña entrar a la sala y llamar tímidamente a Pedro, éste se gira y le sonríe llamándola a que se acerque, temerosa, con la mirada clavada en el piso llega hasta donde están pidiéndole disculpas por las molestias que le haya causado el niño. Sin nunca mirarlo a los ojos, Guillermo detallista se fija en la actitud casi aterrada de la mujer, que repara insistente hacia la puerta. La observa: con gestos controlados, medidos, casi maquinados, tocándose nerviosa el cabello y la oreja derecha. Segundos que para Guillermo dicen demasiado; una mujer abusada, degradada y su hijo que se le ha escapado a su control. 

El pequeño Pedro aburrido hace caso a la madre y se deja llevar, cuando se Escucha desde la puerta a un hombre con voz potente llamándolos, el chico intimidado se acerca a la mujer que automáticamente queda fija en el sitio. Amenazante el hombre se acerca, se fija en Guillermo y se frena en su arrebato de furia.


- Pedro ¿Qué hace acá? ¿No le dije que esperara sentado donde lo dejo su madre?- el hombre mira al chico severamente, indiferente a la mujer. A Guillermo le molesta inmediatamente el tono que utiliza, así no se debe hablar a un niño.

- Discúlpeme que mi hijo lo haya incomodado- con una sonrisa falsa se dirige a Guillermo.
- No se preocupe, estábamos hablando de mi hijo.- señala a Fabián.
- Qué raro, Pedro no habla, nunca.
- ¿No?, pues estábamos muy animados- 
Guillermo le busca la mirada y le sonríe tímidamente. – Tienen un hijo bellísimo- Pedro fija toda su atención y sonríe frente al halago.
- ¿Bellísimo?- el hombre se burla tomando a Pedro de los hombros y empujándolo hacia la salida - eso no es un calificativo para un hombre, vamos mujer-

Guillermo siente una punzada de rabia, ¿Quién se cree ese tipo para tratar de esa manera a su familia?, no dice nada porque no es el lugar ni el momento. Deposita a Fabián en la cuna y sigue a distancia a la mujer que queda rezagada, le da alcance, la toma del brazo y ella responde sorprendida, y él se fija en aquellos ojos; inmensos, profundamente temerosos, desolados. Guillermo intuye lo que sucede allí, la retiene solo dos segundos para entregarle una tarjeta de presentación. 


- Si decide buscar ayuda- la mujer mira la tarjeta y desliza tímidamente la mirada de nuevo a su ojos

- Gracias- sonríe resignada llevándose la tarjeta al pecho, aferrándola. se gira y sale corriendo dejando a Guillermo suspendido en una sensación de impotencia y dolor.

Aquella noche Pedro en su cama juega con un papelito que a su mamá se le cayó en el carro, con su lápiz rojo lo raya, quiere ver su nombre así en una tarjeta que diga Pedro Beggio, igual a esa, como la que dice Guillermo Graziani.




2001 (II)


Busca un cafecito o un bar para tomarse algo, una tarde fría, solo. Sin su novia, que lástima que se sienta con “aire” estando sin ella, lo agobia, lo atosiga; realmente no sabe que sucede con él. Son épocas que nada lo llena, siente un profundo vacío, un malestar que no sabe describir y hoy…es de aquellos días. Recién graduado se va a festejar en soledad, a ver si encuentra eso que anda buscando hace mucho y no sabe, no tiene ni idea que es.

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Era su último día de clases como profesor para el primer año de derecho. Había decidido enfocarse en su estudio, tenía conocidos, ciertas influencias, Marcos seria su mano derecha y soporte en ese giro que daría su rutinaria vida.
Quedo en encontrarse con…en fin, no importa…el ultimo amante que consiguió en una fiesta de abogados…el bar queda a dos cuadras de la universidad, un riesgo, sí, mucho, pero el sujeto estaba por demás espectacular así que la ansiedad de llevárselo a cualquier lugar secreto se lo están consumiendo desde la mañana. Hace mucho tiempo no tiene una canita al aire y de veras…lo necesita.
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Le encanta la música del bar y allí en esa esquina resguardada del bullicio exterior detrás de un biombo que lo separa íntimamente del resto del lugar y acompañado por los sutiles reflejos de las lámparas con el aroma del tabaco, del vino y del café se siente extasiado.
Escucha a un hombre llegar a la mesa contigua. Pedir un café amargo. Parece que espera a alguien. Detrás de ese biombo que lo protege Pedro queda atento de esa voz…siente conocerla, la ha escuchado en algún momento. La distancia es mínima y llega hasta él, el aroma de ese perfume como a madera, a sándalo. Pedro cierra los ojos y aspira ese olor entremezclado con su cigarro…se deja llevar por esa sensación de calma, se arrincona más, abre los ojos, trata mirar a través del panel y solo logra divisar la silueta del cuerpo de ese hombre….que huele delicioso, con voz deliciosa.
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El lugar siempre le ha gustado, la intimidad que genera, el buen café que venden, pero hoy percibe algo en el aire, no sabe describir que es: un aroma, una presencia, algo que lo seduce, se quedaría toda la tarde, toda la noche , sintiendo eso que no sabe que es.
Guillermo pide su café de siempre y huele en el aire el tabaco de un cigarro, de alguien detrás de ese biombo, tal vez una pareja buscando algo de intimidad, se ríe, ve al mesero acercarse a ese lugar con solo una copa de vino. Escucha la risa franca de un hombre que habla con el chico que lo atiende, una risa como una cascada: fresca, viva, cristalina.
Una curiosidad que pocas veces siente lo hace concentrarse en el biombo y repasar su mirada por los paneles encontrándose con la silueta delineada de un hombre gracias a los destellos de luz proyectados por una lámpara, se acerca a una de las divisiones y por esa rendija solo alcanza a ver unas manos jóvenes, fuertes, de dedos largos que se pierden entre el humo. Manos hermosas, blancas, cuidadas que juegan con un cenicero. Le parecen de una sensualidad increíble y se pregunta cómo será el resto de ese cuerpo, si es así de bello, de espigado… 
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Registra esa voz profunda, que pide otra café. Registra de nuevo ese olor a madera. Se pregunta qué le pasa, porque está allí estacionado simplemente por la sensación del hombre que lo acompaña al lado de la mesa. 
Con el paso de los minutos sabe con toda la certeza que está siendo observado, percibe el calor de esa mirada en sus manos, y una cercanía casi íntima con aquel extraño y nada molesta, lo embarga. Se deja llevar increíblemente por ese hilo invisible que tira de él, que lo atrae. 
Acomoda su postura y a través de la rendija de esa división trata de buscar al dueño de esa voz encontrándose de frente con un par de ojos, se sorprenden, se esquivan, cada uno sonríe nervioso, extasiados…
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Guillermo irremediablemente atraído por esos ojos, los busca a través de la división, se encuentran de nuevo. Los mira: grandes, de colores cambiantes dependiendo el reflejo de la luz, se sonríen, se evaden unos instantes y retoman el escrutinio el uno del otro…que ojazos…le quitan la respiración…
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Pedro nervioso se mira en el reflejo de esos ojos profundos, fuma, mira sus manos, lo vuelve a buscar, se encuentran. Aclara su voz, dispuesto a por lo menos iniciar con un saludo.
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Apunto de hablar es interrumpido abruptamente. Ha llegado su cita. Desubicado saluda al hombre y éste coqueto se sienta a su lado, roza su mano, su muslo insinuantemente, no hay nada que decir, se deben marchar. Guillermo no quiere perder ese contacto con el desconocido, necesita ver su rostro, conocer un nombre. Algo desesperado se levanta y rodea el biombo…
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Pedro percibe la intimidad del desconocido con la llegada del otro hombre, desilusionado termina de fumar, agudiza el oído tratando de escuchar las voces susurradas, demasiado intimas para ser meramente amigos, lo intuye. Sin terminarse su cigarro lo aplasta contra el cenicero, se levanta silencioso, paga el consumo y abandona el lugar. Qué momento tan loco, que situación tan rara…prendido por unos ojos…de un hombre…se sabe y se siente extraño consigo mismo. Esa noche Pedro lo sueña colocándole miles de rostros, miles de cuerpos, una noche inquieta de recuerdos que entierra en su subconsciente sin saber que se tropezaría más de una vez con aquellos ojos.
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¿Acaso fue una ilusión? no. no lo fue, el humo del cigarro le asegura que fue real. Paga su cuenta, pregunta por aquel cliente, no lo conocen, no saben quién es. Desilusionado sale, camina, ignora sin querer la charla de su acompañante, se hace cientos de preguntas; ¿quién es, porque allí, porque en aquel momento?…y esos ojos…su recuerdo le siembran una ambigüedad de sentimientos; como esa tristeza de saber que algo importante pasaba allí, único y que dejo pasar. Aquella noche como muchas otras solo utiliza un cuerpo para desfogar una necesidad primaria y básica, e imagina esos ojazos mirándolo en aquellos momentos, pero él ahora no está dispuesto a dejarse llevar por sentimentalismos, y en ese instante decide enterrar en lo profundo de su mente el recuerdo de esa tarde. En ese bar. Sin saber que la vida lo llevaría por un camino directo a esos ojos.

Continuará....

2 comentarios:

  1. exelente ficción!!!!gracias,espero con ansiedad lo que imagino va a seguir......

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  2. Agradezco q ya estén los capítulos siguientes d este relato, me hubiera sido muy difícil esperar la continuación!! Felicitaciones! voy directo a leer el resto!!! Besos

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