SEXTO CAPITULO
La sensación de
la muerte va más allá del dolor inicial de la carne, es el peso del dolor en el
alma, el dejar eso a lo que estamos aferrados; Dejar lo amado, lo anhelado,
dejar la esperanza de encontrar lo buscado. Guillermo en fracciones de segundo es consiente
que está casi inmóvil sobre el pavimento ahogándose en su propia sangre, con el
dolor inclemente irradiado a todo su cuerpo anestesiándolo y con una sola
letanía en su mente: “Pedro…Pedro”
El destello casi fosforescente
de la lámpara se refleja en las pestañas, ojos semi abiertos. Una
sombra, dos sombras proyectadas que vienen y van. Las ve cernirse sobre él, en un coro de susurros, un repicar incesante como el de un reloj de péndulo. Lo recuerda
inmenso en la casa de su abuela haciéndose eco por todos los pasillos,
haciéndose presente durante muchos años como el único arrullo para su eterno
insomnio. El tic-tac se pierde en el tiempo y el espacio a medida que el
cansancio aumenta, ¡esta tan cansado! Como nunca antes, y de nuevo renace
fuerte, contundente el sonido del tic – tac, y se alegra, se deja llevar como
en una canción de cuna, cae profundo, en silencio en su último sueño.
Nunca antes esa
sensación de angustia se instalaba de aquella manera, ni en sus noches más
oscuras, ni en sus días de más soledad. Se toma el pecho mientras espera
cambiar el semáforo, la respiración casi duele, frena bruscamente y antes de bajar es sorprendido por un golpe
fuerte sobre el parabrisas; Beto con la cara trasfiguraba de dolor. Lo único
que atina a escuchar “Le dispararon a
Guille”. Un sonido sordo sofoca el resto de los sentidos, las náuseas amenazan y el llanto se apodera
incontrolable. No siente el correr de los minutos, no ve el tránsito de la
ciudad, casi ni siente la presión poderosa en su brazo que ejerce la mano de
Beto al sacarlo del automóvil.
Solo percibe poderoso
el aroma a hipoclorito, los diferentes matices casi desagradables que percibe
en el aire colmado a enfermedad y como un polo a tierra, lleva aferrado en el
puño de la mano aquella tarjeta amarillenta por el paso de los años que lleva
sus nombres. Se queda estático a mitad del pasillo, perdido entre las paredes
blancas y con la sensación de abandono avasallante y lo nombra en silencio y a
gritos en su mente reteniéndolo, convirtiéndolo en un mantra “Guille”
Y la única idea
racional se apodera de su mente “si te pierdo…yo me muero”. No siente a Beto ir
y venir, (no repara en la violenta llegada de Fabián, en llanto, exigiendo una
respuesta); al desespero de Gaby conteniendo a Cuca casi a borde del desmayo, a
Marcos por primera vez perdido con su inmensidad, no se percata de su propio rostro
bañado en lágrimas, de su negación de tomar asiento, no siente el celular
vibrar insistentemente en el bolsillo de su abrigo, solo siente irse la vida,
desgajándose minuto a minuto.
-
Familiares del señor Graziani.
-
¡yo!- salta Fabián, desencajado.
-
Somos su familia – Beto
contenido, que observa a Pedro vigilante acercarse, lo ve pálido casi
fantasmal, con los ojos opacos.
-
El señor Graziani fue víctima
de un disparo a nivel del tórax con compromiso pulmonar, presenta un hemotorax,
en el traslado de la ambulancia a la guardia entro en shock: un paro respiratorio
con posterior reanimación. Ahora se encuentra estable, debemos esperar las
siguientes horas, el disparo …
-
¡¿eso qué quiere decir, ah…que
mi papá…que mi papá…?!- grita Fabián.
Beto lo
contiene, Cuca y Gabriela lloran abrazadas. Pedro, impasible y con los ojos abiertos,
fijos sobre el médico.
-
Doctor. ¿Guille está muy mal?
-
Ha perdido mucha sangre, ese es
otro inconveniente, es O negativo, la reserva de sangre de su tipo es poca, y
no sabemos en las próximas horas que pueda pasar.
-
¿no hay sangre?- la voz de
Pedro corta el aire sorprendiendo a todos.
-
Hay lo suficiente para una
trasfusión, su Hematocrito es demasiado bajo por la pérdida de sangre…debemos
buscar en otros bancos…
-
Yo soy O negativo- dice Pedro
serio, fuerte como si fuera otro hombre diferente al que entrara unos momentos
antes.
El medico cambia
su postura, relaja el semblante y le solicita a Pedro dirigirse con él al banco,
el transcurrir del tiempo se hace cruel,
invivible. Beto lo observa firme, la mirada resuelta sin un ápice del terror
visto en el auto, de un niño en pánico paso a un hombre sereno, ahora tiene la
certeza que es la otra mitad, la que necesita Guille para vivir, y ahora para
sobrevivir.
Al paso de los
minutos la tensión se hace insostenible, Fabián se pierde entre los pasillos
buscando a médicos y enfermeras que le logren dar una respuesta. Llega al
laboratorio buscando a Pedro y lo observa recostado con los ojos cerrados y la cánula
puesta. Por alguna razón siente que Pedro es quien tiene las respuestas; por
algo su padre se ha enamorado perdidamente de él y por algo el aún no encuentra
motivo para odiarlo. Se recuesta sobre la pared, se deja deslizar por ella.
Aterrado llora en silencio, Beto lo observa igual a su padre, fuertes pero con
un punto de quiebre, lo deja solo, ahora sabe que él no es la compañía que
Fabián necesita.
Mientras trata
de digerir el refrigerio obligatorio después de la donación observa la tarjeta,
los recuerdos clarísimos se vienen a la mente, brillantes. Su madre
menospreciada, él con la voz grave y suave al mismo tiempo, su risa espontánea
y sus ojos, hermosos ojos, que en la sensación de un niño albergaron paz.
Allí estaba una
de las repuestas, ese intuirlo cercano, ese sonido conocido de su nombre, la
comodidad al escucharlo hablar.
De nuevo el
teléfono. Camila. Decide contestar y sin mucha explicación aclara el motivo por
el que no puede viajar, cuelga, lo apaga.
Sale al pasillo
y se sorprende al ver a Fabián sentado en el piso, lo llama y el chico con los
ojos enrojecidos lo busca. Ni una sola palabra. Pedro lo acompaña, despacio
cruza su brazo sobre los hombros, el chico se deja hacer.
-
¿se va a morir?- le pregunta
anclando los ojos en los suyos.
Pedro sabe que
no hay respuesta, que Guillermo está en el límite, que él está en el límite.
-
No lo sé Fabián, no lo sé.
Cae la noche. El
medico avisa que la sangre de Pedro es óptima para trasfusión ya que la
hemorragia continua.
-
Se hará una cirugía, la hemoglobina sigue
descendiendo. Continuamos monitoreándolo con rayos X. Con el procedimiento
creemos que será suficiente para estabilizarlo.
-
¿Lo puedo ver?- la voz sale
lastimera, en un hilo.
-
Después de la cirugía- el
medico mira a Pedro- tranquilo, todo va
a salir bien-
Las siguientes
horas se traducen en un silencio casi absoluto, cada uno arrasado por los mismos
demonios de miedo y dolor. Un sollozo de Cuca, un abrazo de Gabriela, un beso
de Beto. Pedro por momentos se pierde en su propia mente. Un fotograma de
recuerdos se repite una y otra vez, la angustia gana terreno; camina de un lado
a otro, la necesidad de verlo, el llanto silencioso y de nuevo una fortaleza
que no creyó jamás tener renace, acaricia la cabeza de Fabián que lo busca
constante para no dejarse consumir por el dolor.
En la sala de
espera Pedro junto a Beto sin palabras de por medio se sostienen. El medico se
acerca,” la cirugía salió bien, lo monitoreamos las siguientes 24 horas”.
“Pedro… ¿necesitas algo?” lo mira, sabe cuál es la pregunta real “estoy bien
Beto, asustado, desesperado, pero confiado”.
Pedro le
pregunta si sospecha mínimamente quien está detrás del atentado y Beto sin
ninguna duda: “Guille se ha encargado de hacerse en el camino algunos enemigos,
esa causa de contrabando que involucra al fiscal y a Miguel Ángel”. Beto lo
mira entre temeroso y avergonzado “¿te acordas?, Baunes…Matías, ese es el caso
en el que trabajan”. Si, lo recuerda trabajar absorto, metido de lleno en algo
que definitivamente no le hizo hacer parte. Ahora entiende y recuerda la
incomodidad de verlo junto a Matías y se reprocha los celos enceguecidos que no
le permitieron vislumbrar la verdadera razón, el verdadero motivo. El ridículo
que hizo en aquel momento. Se pasa las manos por la cara, necesita un
cigarrillo. Salen. En medio del humo con olor a tabaco, sostenido por un muro Pedro
lo mira “si Guille no sale de esta…yo no podre…no podre seguir” Beto mira el
cielo y piensa con infinito dolor ¿en qué momento cambio todo?
Solo dos
personas permiten entrar a la unidad de cuidado intensivo. Fabián sale
inconsolable después de ver a su padre. Pedro entra, temeroso. Con la mirada
barre el sitio, de espacios amplios con
el repicar y los sonidos de las maquinas. La enfermera le hace lavar las manos,
colocar la bata, tapabocas y guantes. Lo guía al cuarto, con la constante del
sentimiento frio que se cuela bajo la ropa, con el frio de lo impersonal y lo
ajeno a todo, de lo ajeno a él, de lo ajeno a Guille y de nuevo el dolor en el
pecho.
Se detiene
frente a la puerta con pánico de verlo y tal vez no reconocerlo, de perderlo.
La enfermera con la experiencia de los años lee entre líneas “sus signos
vitales son estables, si continua así ya mañana lo trasladan a piso” él la mira
y ella con una pequeña señal lo hace seguir, pasar el umbral.
Jamás imagino ver a Guillermo hundido entre una maraña de tubos y
con una máscara asistiéndolo para respirar. Se acerca y le aterra el color
cetrino de su piel, lo mira punto a punto y observa la venda a su costado
izquierdo, se concentra en su pecho y en el oscilar de la respiración. Acaricia el rostro como tantas veces lo hizo él. La frente, las cejas, las
mejillas. La máscara no lo deja llegar a su boca, ¡cuánto daría por darle un
beso!, que lo sintiera. Lentamente pasa la mano enguantada por su cuello. Cree
fehacientemente que su único modo de comunicación es el tacto. Acaricia la mano
y suavemente la levanta, se quita el tapabocas y besa los nudillos “tenes las
manos más bonitas que he visto en mi vida” susurra, las acaricia con sus labios
dejando un reguero de besos pequeños que ascienden de nuevo al rostro, a
centímetros de su piel aun percibe su aroma propio, aun no lo ha perdido, no lo
va perder. Besa los parpados suavecito
“acá te espero; tranquilo, entero…yo te espero acá mi amor”.
Hace muchísimo
no recorría la casa vieja donde paso casi toda su infancia, llena de luz con
olor a tostadas y mermelada, ve el reloj de péndulo con su eterno tic tac, la
escalera de madera oscura brillante como siempre. La llama pero nadie contesta,
sale al patio repleto de macetas con diferentes plantas, aquellas que le enseño
a cuidar y hallar un gusto especial, las riega y retoma su camino al interior.
Ya no es la casa
de su abuela, es ese bar junto a la universidad, al que hace mucho no va. Con
una iluminación íntima. Por alguna razón siente el corazón repicar fuerte, con
anticipación, con una felicidad indescriptible. “¿desea tomar algo?” escucha al
chico a través del biombo “si, un café por favor” y su risa, una risa conocida.
De nuevo repara el biombo, y a través de la rendija mira un par de manos de
dedos largos, estilizados y el olor de un perfume frutal, cítrico. Se levanta,
rodea el biombo y ve a un hombre sumergido en la oscuridad ¿Cómo te llamas?
El movimiento del tren lo hacen asirse al primer soporte que encuentra.
El hombre en la oscuridad esta de espalda, la luz del día lo ilumina, se gira, sonríe.
De ojos grandes, labios gruesos y hoyuelos “Pedro” y le da la mano como saludo.
La siente delgada pero fuerte, la mira de nuevo, como le gustan esos dedos
largos. El chico atrevido le acaricia los nudillos, “tenes las manos más
bonitas que he visto en mi vida” y lo ve sonreír y él le aclara coquetamente
“vos tenes las manos más bonitas que yo he visto en mi vida”. Siente a Pedro
besarle las manos con adoración, besarle el rostro, los parpados y escucha su
voz suave filtrarse a través del espacio “acá te espero; tranquilo, entero…yo
te espero acá mi amor”. El tren se detiene, Pedro en una última caricia le roza
la muñeca con la yema de sus dedos antes de bajar en la estación. Ve las
puertas cerrarse y con el adentro siente el tren iniciar la marcha. No desea quedarse
en ese vagón, algo le impide moverse del sitio, cierra los ojos “Pedro” .De
nuevo la oscuridad.
Mientras trata
de tomar un café ya frio ve llegar a Camila. Antes que ingrese a la sala
la retiene y a fuerza la lleva a un pabellón lejano. Recriminaciones en todos
los tonos “¿me vas a dejar por ese puto?” “vos y yo somos una familia, queremos
formar un hogar” Pedro la observa y con una claridad mental que hasta ahora
encuentra, es completamente honesto: “amo a Guillermo, sin saber en qué
momento, sin importar que es un hombre, sin la vergüenza para esconderlo”
Camina por los
pasillos, con el cuerpo liviano. Presiente que todo estará bien, una fuerza que
no es ajena a él lo acompaña, lo levanta y lo mantiene. Una sensación en la
piel como cuando Guillermo lo acaricia se hace más real. Ve a lo lejos
acercarse con pasos rápidos a Fabián que lo busca. La mirada desesperada lo
detiene, el chico sonríe “¡Pedro, salió de terapia intensiva!”
El medico los
espera: “está evolucionando muy bien, los rayos X no muestran hemorragia, su
hemoglobina va en ascenso, y ya no hay necesidad del respirador artificial.
Pueden pasar ambos a verlo” Fabián lo mira, lo empuja con sus manos y tímidos
entran. Pedro deja primero al chico acercarse que lo besa y le habla al oído
“acá estamos papá, te estamos esperando”
Lo mira fijo, detalladamente como grabándose cada rasgo de su cuerpo
y ahora sin ninguna barrera lo acaricia de nuevo con el mismo recorrido. Besa
la frente “por acá mi amor” ahora con los labios le roza la boca, tibios y algo
resecos, los humedece un poco y con la nariz le perfila el rostro. Acerca la
silla, se acomoda, besa el dorso de la mano y entre las suyas la retiene,
cierra los ojos un solo momento y el cansancio lo vence.
El pecho lo
siente pesado, como si algo lo oprimiera. El calor del sol lo percibe en el
rostro, respira. Duele el pecho. Trata de abrir los ojos también pesados, con la sensación de arena en ellos. Traga saliva, ¡que sed! Poco a
poco los abre, se acopla a luz, gira el rostro, su mano derecha entre las de
Pedro. Su cabellera revuelta, recostado al borde de la cama. Lo llama una, dos
veces, la garganta también duele, mueve los dedos de la mano “Pedro…”
No sabe si han
pasado horas o minutos, una incomodidad en el cuello por la posición en que quedó
dormido lo hacen quejarse y lo escucha apenas en un murmullo, se gira rápido y
se encuentra con los ojos inmensos, profundos mirándolo “¡Guille…Guille!” una
sonrisa, un suspiro, una caricia y un beso de nuevo en la mano, busca su
refugio y suavemente se hunde en el cuello. “precioso”; el peso de la
preocupación cae sobre su cuerpo y alma; y Pedro primera vez se permite el
llorar desconsoladamente.
Lucero, impresionante!!! El nivel de conexión entre Guille y Oedro, llego a su punto máximo? Hasta comparten el mismo grupo y factor de sangre... Se me puso la piel de gallina cuando Pedro reconocé que si pierde a Guille, se muere, es terriblemente obvio, no pueden vivir el uno sin el otro, pero q lo reconozca lo hace demasiado real. Ellos están destinados a estar juntos, y nos lo contaste de una manera magistral. Gracias!!!
ResponderEliminarLucero... a tus pies!!!!!!!! Cande
ResponderEliminarQué maravilloso ese 'viaje en tren' Lucero, bellísima metáfora...nos hiciste esperar pero valió la pena. Gracias!!
ResponderEliminaradoro esta historia, realmente es mágica la forma en que describís cada emoción, cada sentimiento, cada situación, me fascina, gracias por compartirla Lucero!!
ResponderEliminarRealmente una genialidad!sin palabras
ResponderEliminarQue capitulo por Dios. Este hilo rojo es un magistral relato. Que simbiosis, “si Guille no sale de esta…yo no podre…no podre seguir” Un relato exquisito. Que manera de describir e hilvanar todos y cada unos de los sentimientos. Felicitaciones y gracias por compartir. valió la pena esperar.
ResponderEliminarLucero....no imagino algo mejor q esto, esas caricias en la frente, esos besos hermosos en las manos hermosas, esos ojos q nunca dejan de comunicarse.....no imagino algo mejor. Miles de gracias. FELICITAS
ResponderEliminarToda la historia de Hilo Rojo la leo inevitablemente con las sensaciones a flor de piel. Y al final de cada capítulo quedan los sentimientos revolucionados. Los vuelvo a leer y vuelvo a pasar por lo mismo. Y siento que me hace bien. Más allá de la belleza de las imágenes y lo precioso del relato, lo que me atrae de esta historia es lo que logra provocar en mi interior. Felicitaciones y gracias. Valeria
ResponderEliminarEn HR5 comentè que esta era una de las historias màs complejas del Blog....en este Cap siento que el cìrculo comienza a cerrarse.Siempre me pareciò que Pedro se habia metido bajo la piel de Guille,pero hoy corre por sus venas,en su sangre,ya es parte de su ser...Mis partes favoritas :"...él con la voz grave y suave al mismo tiempo, su risa espontánea y sus ojos, hermosos ojos, que en la sensación de un niño albergaron paz..." "besa los nudillos “tenès las manos más bonitas que he visto en mi vida” susurra, las acaricia con sus labios dejando un reguero de besos pequeños que ascienden de nuevo al rostro, a centímetros de su piel aun percibe su aroma propio, aun no lo ha perdido, no lo va perder..."
ResponderEliminarMe he emocionado profundamente, he leido cada recobeco de esta divina historia y en todas pero en todas siento que vibro , todo mi cuerpo vibra ..Muchas gracias!!
ResponderEliminarEs mi sorpresa de Pascua descubierta con retraso y, por tanto, principalmente estimada. ¿Qué decir Lucero? Bien vengan las crisis del escritor si luego logras escribir así. De este modo tan profundamente íntimo. Tanto de hacer tocar, a quien lee, sentimientos, pensamientos, dolores; de hacer recorrer calles desconocidas. Tanto de hacer descubrir el amor en los pliegues escondidos de nuestro ser.
ResponderEliminar"Busca su refugio y suavemente se hunde en el cuello", Como nosotras.. qué buscamos refugio en ellos. ¡Gracias!
Lucero que hermoso .... Una tranquilidad inmensa vuelvo a sentir .... Me encanta su amor ...... Graciela CT
ResponderEliminarLucero creo que esta es tu mejor creacion, no solo porque esta exquisitamente pensada y escrita hilvanando y entrelazando magistralmente recuerdos con sueños con realidad (en ese estado tan particular y curioso que es el limbo q limita el sueño y la vigilia), sino por lo que logras producir en el lector. A mi particularmente me transportas a un estado de sensaciones intensas, hermosas y dificiles de describir. Gracias infinitas por volcar toda lu sensibilidad en esta creacion, es una obra de arte. M. Elena
ResponderEliminarImpresionante!!!Lucero como describis las sensaciones, los sentimientos tan bien entremezclados los recuerdos !!! Quedé atónita emocionada hasta laS lágrimas una hermosura. Tus historias me atrapan pero ésta definitivamante la mejor!!! Gracias por este Hilo rojo!!!! Barby
ResponderEliminarLucero, HERMOSO! no tengo palabras para describir lo que sentí al leer este capítulo, te agradezco que nos regales esa historia fascinante. GRACIAS!
ResponderEliminarMe sumergí tan profundamente en la lectura de olvidar por completo donde estoy .... Un viaje maravilloso que describe con todos los matices la increíble humanidad de los personajes y la magia de este Amor infinito.
ResponderEliminarGracias, Lucero ❤️
Gran relato!! qué lindo que escribís!! las emociones, las relaciones, los sentimientos todos, un recorrido por la humanidad... Gracias!!! Qué siga, qué siga!!!!! Susy
ResponderEliminarNO SE POR DONDE EMPEZAR,LA VERDAD CHICAS SON UNA MAZA,SI LAS FELICITO ME QUEDO CORTA ,LO QUE HACEN VALE UNA EXPRESION: LO DE USTEDES ES AMOR DEL BUENO.
ResponderEliminarLUCERO,EX-CE-LEN-TE. IMPRESIONANTE RELATO,QUE CALIDAD, QUE FORMA AMOROSA DE NARRAR.
ME MATAS DE TERNURA,COMO A MI ME GUSTA, ME ESTRUJAS EL CORAZON CON FRASES COMO "ACA TE ESPERO, TRANQUILO, ENTERO...YO TE ESPERO ACA MI AMOR".PUEDO SENTIR EL AMOR INFINITO,PROFUNDO DE PEDRO, DE NUESTRO AMADO, INOLVIDABLE, ETERNO PEDRO, PUEDO VER EL ALMA REFLEJADA EN ESOS OJOS INUNDADOS DEL MAS PURO AMOR.
HISTORIA QUE DEJA HUELLA,QUE SANA,QUE EMOCIONA .GRACIAS POR TANTO LUCERO.
HILO ROJO,COCE HERIDAS, BORRA CICATRICES,ILUMINA EL ALMA ,HACE SOÑAR, NOS ASEGURA EL NO PUEDE NO PASAR.
P/D ¿CONTINUA,NO? MONICA DE LANUS.
Precioso Lucero, sin ninguna duda una de tus mejores historias. Amo todo lo que escribìs, pero en èsta te superaste ampliamente. Una vez màs, gracias.
ResponderEliminarLucero GRACIAS! no encuentro otra palabra que decir. Hoy dediqué mi tarde a leer todos los capítulos de esta historia de corrido (me había perdido en el 4) y estoy temblando como una hoja. Gracias otra vez! Ceci
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