Concentrado en los destellos del cigarrillo, de cómo se consume poco a poco, de cómo las cenizas forman esa columna gris que la brisa de la playa derrumba… y pierde la mirada en el horizonte oscuro, infinito a las sombras de la noche…la brisa fresca y con olor a mar trae con ella otros sonidos, otras voces, otros tiempos y otros nombres.
Lo mira a lo lejos y se deleita en su figura joven, espigada pero ante todo casi etérea y a la vez real; que toca, que huele, que besa, que presiente y que contiene noche a noche, día a día el almíbar de esa armonía de estar juntos.
Y como si a través del espacio, a través del aire le escuchara lo que la mirada le grita, alza sus ojos y lo encuentra allí de pie, bebiéndolo a través de esos ojos penetrantes, profundos…se hablan con caricias aun no dadas, se tocan con el anhelo que espera su encuentro más tardío y se besan con las ganas retenidas durante el día.
Se levanta, peina su cabello en contra de la brisa, sonríe, sonríe para él, lo atrae y aquél, obnubilado se deja llevar, enceguecido por la luz de esos ojos, de esa boca se adentra a la playa y resguardado en la oscuridad reflejada del mar lo persigue por la rivera, escucha su risa y ya cansado de la arena murmura ansioso “veni” y despacito le roza sus manos con esos dedos largos, en un susurro quedo se pierde en el aroma de su cuello y le roba de a poco, beso a beso la calma. Y se devuelven la vida, nace la esperanza más allá de la muerte. Nacen con otros nombres, en otras tierras, y dejan atrás a un Beggio y a un Graziani. Farsantes ahora ante extraños, nunca ante ellos, jamás lo volverán a ser.
Ok, intento volver a respirar... Lucero es impresionante leerte, y a través de tus palabras: verlos, sentirlos, saberlos bien, aunque sea un en recuerdo de algo que no fue...
ResponderEliminarSiempre es genial leerte Lucero!! Gracias!!
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