Como debió ser by Marlene Marlene

Dedicado a: Pedro y Guillermo abrieron un espacio cálido en mi corazón.

Gracias Lilita por tus sugerencias.

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Con Pedro, perdí mi "toque", el orgullo y hasta la seguridad  del que todo lo puede.

Supe, al instante de conocerlo, que él, agitaría mis aguas. ¡Pero no sabía cuánto!

¡Mirarlo era una gloria! No podía , en ocasiones, desviar mi vista de  su risa de cascada, de su mirada inocente.

Y cuando me proponía no hacerlo, entonces lo miraba más, como si no fuera yo mismo, perdiendo una y otra vez el control sobre mis sentidos.

A veces, él lo notaba. Pero soy un hábil negador. Con mi actitud, lograba mentirle, descaradamente. Entonces, Pedro, desconcertado,  alejaba sus sospechas. ( Aunque nunca  sabía bien que era lo que había sospechado.)

A continuación, lo escuchaba pensar: “Es admiración, una gran admiración, eso es lo que siento por él”.

Sí,... y sí. Entre otras cosas, con relación a Pedro, tuve que aprender a escuchar lo que él pensaba para protegerme,  para armar mi defensa en caso de ser descubierto. Aunque cada vez era más difícil.  -"Beto, se nota mucho lo de Pedro?", -"Y, a veces, sí."-

....

Por esos días,  Pedro preparaba su boda con Camila. Se convencía a sí mismo que estaba enamorado... aunque de vez en cuando, mientras fumaba en el patio,  en sus ojos, se  borroneaba esa certeza. Y al entrar, ya tenía la mirada opaca.

Por este hábito de ser cobarde en el amor, yo mismo lo animé. Le dije que sí, que debía casarse, así se  ordenarían sus sentimientos y  se irían las contradicciones, las dudas.

Y todo estaría nuevamente en su lugar. Yo volvería a concentrarme en mi mundo de Ana.  El, regresaría a su paraíso, con cada atardecer...

Sucedió.

Lo peor sucedió: se casó, confuso y extraviado... se casó.

Ese día conocí el infierno...

Me atraganté con su pérdida. Se me apagó la esperanza.

Me ahogué en mi propia cobardía y grité al vacío desangrándome!

Lloré con todo mi cuerpo un llanto desconocido,  resollante,  lloré hasta  secar mi garganta y vaciarme.

¡Me sentí deshabitado de mi!

...

Cuando  volvió al estudio, ya se había demostrado a sí mismo,  que ahora era felíz.

(Lo esperaba con el alma  hueca, suspendida y llorosa. Ahí lo tenía de nuevo:  ¡más ajeno que nunca!)

Sin un gramo de nobleza, me  limité a darle la mano y a preguntarle cómo estaba.

Tenía sonrisa nueva e indescifrable,  y ojitos chispeantes.  -Nos debemos una conversación-,  - Por supuesto Pedro, te escucho-

Tartamudeaba por no poder pronunciar lo que quería decir. -" Sí Pedro, te escucho"-repetí.   Y el ligero temblor de:

-" no quiero que pienses que no quiero a Camila"-  -"Por favor, como voy a pensar que no querés a Camila, estabas confundido, pero ya te casaste, ya pasó."-

Me conmovió...

 Y este amor inconfesable, cada día más contrariado y oculto,  fue saturando mis lugares, hasta sobrepasar mi resistencia, se me instaló,  echó raíces...

Todo se traslucía,  todo se mezclaba.

Mis horas enteras, le pertenecían por completo a Pedro. Lo pensaba, lo añoraba,  lo adoraba...

Y mientras lo soñaba despierto, en esa noche lluviosa y fría,  comprobé con alivio y emoción,  que a él, le pasaba lo mismo.

Lo supe,  porque golpeó a mi puerta mojado y casi llorando, a las cinco de la mañana , para saber: -"¿ Vos pensás en mi cuando no estoy? - yo pienso todo el día en vos - ¿qué vamos a hacer con esto"?-

(¡Pedro, el nombre querido,  el amor prohibido,  palideciendo entre mis brazos!  ¿Era real?...)   

....

No lo dejé seguir hablando.

No me alcanzó el abrazo para tanto tiempo desperdiciado. Lo estreché, más y más, lo evaporé contra mí,  le robé el aliento. -¡ Con  este brutal amor que me había despertado!-

Lo acuné en mis vaivenes, lo aturdí con mis latidos.- Nunca  amé de esta manera- atiné a decirle.

Mis oídos no escuchaban,  mis ojos miraban sin ver -sobrecogidos-, porque lenta y suavemente, un tímido y delicioso Pedro me arrebató el cuerpo con devoción,   me acalló con sus besos. 

....

Y encendimos murmullos nupciales.

 Nos tocamos con avidez y delirio.

Nos amamos indefensos, con la torpeza  de la primera vez, sin pudores, en agonía;  buscando tibios rincones con manos leves y amantes, con  gemidos enlazados, dulces, ahogados.  Temblándose en mí, temblándome en él, desvanecimos el pesar de tantas ausencias hasta quedar sin aire y perder la conciencia.... hasta que desaparecieron las tristezas.

¡Y pudimos nombrar al amor! , al que habíamos agraviado,- negado- durante tantos días e  interminables noches.

...

Sobrevinieron  preguntas,  pequeñitas, casi imperceptibles. Igual que las respuestas. Y un:-"¡Te quiero aquí, al lado mío, ahora y para siempre!"-" Sí, yo también, al lado tuyo, ahora y para siempre"-...

Se deshicieron mis tormentas y las suyas.

En sus hondos ojos, se estiró la noche  hasta desaparecer.

...

Fin