Viñetas: Dejá vu by Lupillar

El dolor por la pérdida de Guillermo le atravesaba el alma, le aniquilaba la razón. Dos semanas y corriendo que no lo veía, que no hablaban…y como lo necesitaba. Contaba los minutos como un preso que tacha los días de condena. Veía a su mujer a través de una neblina moverse, empacar, discutir con los ayudantes de la mudanza, modificar itinerarios, pagar tiquetes. Uruguay. Él era un ente, un recipiente traslucido por el que se filtraban sus emociones; pasa del dolor, a la flagelación, a la negación, a la rabia, a la recriminación y por último se hunde en la miseria.

La angustia se incrementa por la cercanía de su partida, el hecho de imaginarse no volver a ver a Guillermo lo atormenta y el sentirse acorralado por su mujer lo está asfixiando. Un sin mar de emociones se apoderan y como válvulas de escape utiliza el silencio y el cigarrillo.

Camila reprocha y putea, pero al observar que ha ganado la guerra frente a Guillermo prefiere optar por la aceptación de un pedro evasivo, mudo, muerto en vida. Ella siente recompensa al tener el recipiente, no su esencia.

El día definitivo y minutos antes de abandonar el departamento Pedro hace un último intento; lo llama al celular sin respuesta, lo llama a su casa con igual resultado y por ultimo al estudio - no está , hace días no viene- es la respuesta de Beto. Cuelga desalentado, mortalmente herido.

Toman el taxi hacia el aeropuerto. Durante el trascurso se hace denso el silencio y el malestar de Pedro se hace amargo en la boca, siente la bilis explotar y las náuseas le sobrevienen. Se abre un poco más la chamarra y baja la ventana, aire, necesita aire y recuerda a Guillermo y su claustrofobia.

A lo lejos escucha una tonada y le pide al taxista que suba el volumen, por lo menos la melodía corta algo la incomodidad de tener a su lado a Camila.

Una visión, un deja vu o simplemente un resultado de su imaginación atormentada y disparada por la letra de esa canción lo ubican en un futuro no lejano sin Guillermo, doloroso y amargo; y en un futuro a su lado así sea una noche, un día de más, completo, entero, feliz.

Pasan por la avenida. Semáforo. Pesadez. Desasosiego. Camila. Repulsión. Guillermo…Guillermo…lo ve caminar bordeando la calle para adentrarse en uno de los parques. De nuevo Semáforo. Decisión. Abre la puerta, se baja y corre. Escucha a Camila. No importa. Ya nada importa.

Guillermo no encuentra paz, nublado, así se siente, con un lastre que pesa sobre sus hombros. La capacidad de aguante ha llegado a su límite y se siente hundir. Sin Pedro definitivamente ya nada es. Así de simple.

Escucha su nombre, se gira y lo ve frente a él. Sin aire. Hermoso como siempre. Desesperado y con terror.

- Que sentís…por mí…Guillermo.
- Pedro…por favor

Este se acerca, buscando bocanadas de aire que no quitan la resolución en sus ojos.

- Qué. Sentís. Por mí.
- No es el momento, ni el lugar.

Pedro terco como siempre, algo ahogado e invadiendo el espacio personal y con el índice tocando el pecho de Guillermo acentuando la pregunta.

- Qué. sentís. Por mí.

Ahora o nunca. Las segundas oportunidades son escasísimas en la vida y allí estaba la de él con un Pedro arrebatado exigiendo a lo que tiene derecho, a saber la reciprocidad de sus sentimientos más profundos.

- Te amo Precioso. Profunda e irremediablemente.

Pedro sonríe, sale el sol. Se miran y se abalanza a sus brazos, atropelladamente se besan. Ha regresado la vida, las ganas de vivirla. Ya verán poco a poco como irán acomodando las piezas que no encajan o sobran en su historia. Por que estando el uno con el otro ya no hay derrota.

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