Recuerdos (6ta parte) by Paula

A Alessa, mi agradecimiento eterno, porque no solo me prepara estas perlitas para encabezar los capítulos y escucha mis quejas y lamentos, sino que además fue mi beta en esta parte y con sus sugerencias,  ideas y correcciones, me desafió a darle una vueltita de tuerca más a la historia. Agradézcanle a ella la cuota adicional de sadismo.

A las chicas del Twitter, especialmente a Lilita y Antonia, que siempre estuvieron al pie del cañón cuando este capítulo parecía no encontrar el rumbo.

Capitulo anterior: http://actosdefeylibertad.blogspot.com/2014/03/recuerdos-5ta-parte-by-paula.html

“El amor no es amor cuando con algo lo alteras o se aparta con desvíos.

Es una marca indeleble que enfrenta tempestades y jamás se debilita.”

Sensatez y Sentimientos. Soneto 116 - W. Shakespeare

CAPITULO 6

Un paso para adelante y tres para atrás…

Ese podía ser perfectamente el resumen de su situación con Pedro.

¿Dónde estaban parados? No tenía la más remota idea.

Sus instintos parecían estar guardando un silencio cómplice.

Y los sueños que estaba teniendo no ayudaban a calmarlo, más que sueños eran pesadillas…

Esperaba que hoy el día estuviera más tranquilo. La calma tensa que los rodeaba se estaba volviendo insostenible… desde esa noche en el estudio…

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El sonido de unos golpes suaves en la puerta del despacho parecía no haber perturbado el sueño de Pedro, pero Guille enseguida enderezó su postura.

Antes que pudiera pronunciar palabra, entró Gaby silenciosamente.

-“Perdón que los moleste, pero con Beto estábamos preocupados y queríamos saber cómo estaba Pedro…”- dijo en voz muy baja.

-“Mejor, está mejor…”- Guille no pudo evitar mirar con una enorme ternura a la figura que dormía profundamente sobre su regazo.  –“Está agotado, necesita descansar…”-

-“Sí, ya veo…”- Gaby sonrió cómplice al ver esa escena. -“¿Necesitan que los esperemos y los alcancemos a su casa? Pedro no está en condiciones de manejar.”- continuó.

-“No, Gaby, vayan… Pedro necesita dormir… después nos vamos en un taxi, no se preocupen.”-

Gabriela le sonrió y no dijo nada más.

Antes que pudiera salir de la oficina, las palabras de Guille la detuvieron: –“¿Te puedo hacer una pregunta?”

Gaby asintió con la cabeza.

-“¿Qué pasa entre vos y Beto?- dijo sin poder disimular la sonrisa.

-“¿Qué no pasa entre Beto y yo? sería mejor pregunta… es una larga historia”- suspiró Gaby.

-“Que pasó justamente estos dos últimos años y que no podés contarme…” la interrumpió Guille con fastidio.

 -“Guille…”

-“Ya está, Gaby, ya está…”-

Pero antes que pudiera irse, Guille la detuvo nuevamente.

-“Gaby… ¿vos tenés idea…?”- pareció dudar, pero continuó – “¿vos tenés idea qué le pudo provocar a Pedro esta crisis?”

Viendo que Gaby se mordía la boca antes de contestar, la atajó –“Por favor no me contestes que no me podés contar, porque es algo de estos dos años y hay órdenes del médico, porque es una estupidez; acá además de la mía, está la salud de alguien más en juego, no jodamos ¡por favor!”-

“Pará, pará, no te iba a decir eso… te iba a decir que no sé; hay cosas que pasan entre ustedes que solo las saben ustedes… Guille, le vas a tener que preguntar a Pedro, nosotros no podemos ayudarte, perdóname…”- y con una sonrisa triste, Gaby salió finalmente de la oficina.

Guille volvió a posar su mirada en Pedro, que seguía durmiendo, totalmente ajeno a lo que pasaba en el mundo… -“Vamos a tener que hablar vos y yo.”- le dijo bajito y sin saber por qué, no pudo resistirse a acariciarle la frente con la mano. Recostó la cabeza contra el respaldo del sillón, él también estaba cansado.

El dolor en el cuello y la sensación de no saber donde estaba fue lo primero que registró; lo segundo fueron unos ojos marrones que lo miraban muy seriamente.

-“Me quedé dormido, parece…”- reconoció.

-“Sí, y yo también y no tendríamos que habernos quedado hasta tan tarde…”- le dijo Pedro separándose en forma instantánea de su abrazo.

-“Ah, ¿sí? Y contame, después de lo de hoy a la tarde ¿qué pretendías?”- la sensación rara de extrañar el calor de otro cuerpo lo golpeó, pero prefirió ignorarla.

Un suspiro cansado fue la única respuesta de Pedro. Y el silencio se adueñó del lugar.

-“Vayamos para casa”- concedió Guillermo finalmente, viendo que no iban a llegar a nada más.

Guillermo estaba inquieto, necesitaba saber qué era lo que había pasado con Pedro. Sabía que no era el mejor momento para enfrentarlo, pero necesitaba respuestas.

Golpeó la puerta de la habitación de Pedro y entró.

Pedro estaba terminando de cambiarse y solo tenía puesto un pantalón pijama.

Guillermo no pudo evitar que su mirada se posara sobre las dos cicatrices que resaltaban en su torso desnudo. Huellas inconfundibles de un disparo a corta distancia.

Al  darse cuenta, Pedro se apresuró a ponerse la remera.

-“¿Qué necesitás?- le dijo molesto, mirándolo desafiante.

-“Bueno,  ¡calmate! Venía a preguntarte algo. ¡No seas belicoso!”- Guille parecía ofendido, ¿todo lo que habían vivido esa tarde, iba a quedar en la nada…?

Esa frase le hizo abrir los ojos a Pedro, pero nada en la actitud de Guillermo le dio a entender que había sido provocada por un recuerdo. Estúpidas ilusiones…

-“Bueno, bueno, perdón, ¿qué es lo querés preguntarme?”-

-“En realidad tenía una pregunta pero ahora tengo otra, quiero saber cómo te hiciste esas dos cicatrices que tan rápido quisiste esconder. Eran las que te dolían hoy a la tarde, ¿no? ”

-“Guille…”

-“No, no me tomes por boludo, Pedro. Soy un abogado penalista, por si te habías olvidado; sé perfectamente qué tipo de cicatrices deja un disparo con arma de fuego.”

-“Bueno, te vas a tener que quedar con la duda, porque no te voy a contar, órd…”

Y antes de que pudiera continuar, Guillermo lo interrumpió –“Sí, ya se, órdenes del médico” la mandíbula apretada y los hombros tensionados fueron claros signos para Pedro de cómo estaba intentando controlarse y no hacer un escándalo al estilo Graziani… La sonrisa que asomó en sus labios, lo único que hizo fue enfurecer más a Guillermo.

-¿De qué carajo te reís? ¿A vos te resulta gracioso, disfrutás haciendo esto? -el enojo era evidente.

-“No, no disfruto Guille, no te enojes, pero… yo me doy cuenta cuando estás tratando de controlar un berrinche” -para Pedro los berrinches de Guille siempre eran motivo de diversión, pero ¿cómo se lo explicaba a este Graziani furioso?

-“Así que un berrinche, ¿eh? Mirá vos… ¿A vos te parece que yo tengo edad para aguantar esto?”

-“No, no tenés edad para aguantar esto y yo tampoco, Graziani.”- le respondió muy serio. –“Por favor, respetemos lo que dijo el médico.”

-“¡Ah! ¿si? Bueno… te hago una pregunta, ¿qué va a pasar con nosotros si yo no recupero nunca la memoria? ¿Vas a seguir escondiendo cosas? Contame, ¿qué vamos a hacer?”

-“No te estoy escondiendo nada, simplemente estoy siguiendo órdenes del médico y si es por mí, de esto”-dijo señalándose el pecho-“espero que no te acuerdes nunca.”

-“Está perfecto. ¿Vos querés seguir así? ¿Te parece bien que tenga que adivinar las cosas? Si vuelve a pasar lo mismo de hoy a la tarde, ¿yo tengo que adivinar qué tengo que hacer…?”

-“No tenés que adivinar nada, sino recordar y no te preocupes, no va a volver a pasar…”- retrucó Pedro.

-“¡Es que me preocupo, Pedro!”- reconoció Guillermo.

-“Graziani, no te podés preocupar por mí, si no me conocés…”- viendo la cara de asombro de Guille, agregó: –“Tus palabras… no mías.”

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Y últimas palabras de Pedro, antes de empezar a vivir la tensa calma…

-“Hoy tenemos reunión con el fiscal de la causa Menéndez.”- anunció Pedro, entrando a la cocina.

Guille levantó la cabeza, la voz de Pedro lo hizo volver de sus reflexiones.

-“¿Lo conozco? Decime que no es el boludo de mi hermano…”-

-“Tu hermano está preso hace como dos años…”- Pedro no pareció darse cuenta del desliz que había cometido y continuó –“Y sí, a este fiscal lo conocés… lo conocés muy bien, podría decirse. José Miller se llama. ¿Te suena el nombre?”

-“No, no me suena… nada me suena estos días.”- concluyó con fastidio –“¿Cómo es eso de que mi hermano está preso? ¿Qué hizo el boludo?”-

Pedro negó con la cabeza –“Ya sabés lo que dijo el médico.”

-¡Ah! Seguimos con lo mismo… ya te lo dije la otra noche ¡¿qué mierda vamos a hacer si no recupero la memoria nunca más?! ¿Vamos a vivir como si estos dos años nunca hubieran pasado?”

-“Guille… por favor, no volvamos a discutir.”

-“No, no vamos a discutir, es mucho más fácil y menos estresante escaparle al tema”- la ironía se sentía en cada palabra.

Viendo que Pedro, una vez más, parecía dispuesto a no seguir con el tema, Guille se dio media vuelta y con un portazo se encerró en su cuarto.

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Ya en el auto, camino a la fiscalía, el aire se cortaba con un cuchillo.

Cada tanto, Pedro lo miraba a Guille, que parecía empeñado en aprenderse  el paisaje de memoria e ignorarlo.

-“Una causa por narcotráfico…”-

-“¿Eh?”

-“Tu hermano… está preso por una causa por narcotráfico”-

-“Eso confirma que sigue siendo un boludo… “-

Pedro se rió y Guille sintió que una piedra se levantaba de su estómago, no pudo evitar contagiarse y largó también una carcajada.

Cuando llegaron a la fiscalía fueron directo a la oficina de Miller, que los estaba esperando sonriente.

-“Guillermo, José Miller, nos conocemos… Ya me anticipó Pedro que no te acordás de mí y que debería tratar de no contarte nada. Imagino lo que te debe hinchar eso…”

La simpleza y pocas vueltas de José hicieron que a Guille le cayera bien de inmediato. Por lo menos uno que no andaba con pies de plomo alrededor suyo.

Estuvieron casi dos horas discutiendo sobre la causa. Pedro sentía que la sangre le empezaba a hervir; Guillermo se sentía más que a gusto con José, tenían una familiaridad que con él no había recuperado. No había silencios incómodos, ni miradas recelosas, ni desconfianza, simplemente parecía que trabajar en equipo se daba para ellos de forma natural.

Sí, era verdad, él lo único que había hecho estos dos días era mantener a distancia a Guille, no quería más preguntas, no más peleas, no más sentirse un pelotudo por necesitarlo tanto.

De repente Pedro notó que los otros dos habían parado de hablar y lo estaban mirando con curiosidad. Perdido en sus pensamientos no se dio cuenta que no había aportado nada a la conversación desde hacía rato.

-“Pedro, ya terminamos, si te parece vamos yendo…”- le dijo Guillermo mientras seguía mirándolo atentamente.

Pedro carraspeó y se puso colorado.

Antes que pudiera hablar, José se interpuso –“¿No quieren que vayamos a almorzar juntos?

Guillermo le respondió –“Sí, pero vayamos a un restaurante, por favor no me hagas ir de vuelta al comedor en el que ayudás todos los mediodías, estoy cansado y no quiero trabajar”- se rió.

Apenas terminó de pronunciar las palabras, escuchó la exclamación de Pedro y vio los ojos asombrados de José.

-“Yo paso para ir a comer, no quiero interrumpir tus recuerdos… de José” – Pedro salió rápidamente y ninguno de los otros dos hombres pudo  percibir la mezcla de tristeza, desencanto y enojo en sus ojos.

Guille realmente ya no entendía a Pedro… ¿No debería estar contento porque por fin había recordado algo?  Se encogió de hombros, sacudió la cabeza, miró a José y le dijo –“¿Vamos nosotros dos, entonces?”

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Hora y media de almuerzo. Guille se acomodó en la silla y trató por enésima vez de prestar atención a la charla de José. ¿Cuántas contestaciones monosilábicas iba a poder seguir dando antes que el otro se diera cuenta?

Intentó comer algún bocado más de la comida, pero parecía que estaba tragando arena.

La imagen de Pedro se le aparecía una y otra vez. Puta madre… puta madre…

Este chico le provocaba demasiadas cosas, lo intentaba negar, esconder, alejar, pero no lo lograba… era hora de reconocer que algo le pasaba con Pedro. Porque no era normal estar todo el día pensando en alguien, ¿no es así?

¿Y qué carajo estaba haciendo él ahí con un desconocido, en lugar de estar tratando de solucionar las cosas con Pedro?

Lo miró de reojo; Miller seguía hablando, era tiempo de terminar con este almuerzo.

-“Perdoname José, pero tengo que irme, se me hizo muy tarde.” – y dejando atrás a un sorprendido José salió del restaurante en busca de un taxi.

La vuelta al estudio se le hizo eterna. Esperaba encontrar allí a Pedro y que pudieran hablar. Realmente necesitaban sincerarse.

Sabía que su “recuerdo” había lastimado a Pedro… una hora y media de almuerzo para darse cuenta… ¡bien Graziani, un récord el tuyo!

Pensar antes de hablar; se lo decía a Beto, a Gaby, a Fabián (y sospechaba que también a Pedro), pero se había olvidado de predicar con el ejemplo.

Cuando llegó al estudio, Pedro no estaba, ni había estado antes. Se pasó toda la tarde esperando cada vez que se abría la puerta que fuera él. Pero no… llegó la noche y seguía sin haber señales de Pedro.

Volver a casa, entrar y darse cuenta en un segundo que tampoco estaba. Su ausencia era demasiado notoria.

En las últimas dos semanas, en que la mayor parte del tiempo no sabía dónde estaba parado, había habido una presencia constante a su lado, que le marcaba el norte. Él egoístamente se había sentido con el derecho de sentirse confundido y nunca se le ocurrió pensar qué podía estar sintiendo Pedro.

Puteó por lo bajo. Realmente lo extrañaba. La sensación del cuerpo de Pedro en sus brazos de esa tarde en el estudio, no se la podía sacar de la cabeza. Encajaban juntos como dos piezas de rompecabezas.

Pedro había soportado todo su maltrato y había seguido a su lado, ¿por qué? La respuesta era muy simple y él como buen cagón no había estado dispuesto a aceptarla, a pesar que todos se lo habían dicho y repetido. La entrega de Pedro lo aterraba, pero con un sollozo desgarrador se dio cuenta de algo, finalmente había logrado lo que quería, Pedro se había alejado, como un animal herido que no podía soportar más su dolor.

Se desplomó en una silla y puso la cabeza entre sus manos. Se mordió el puño para no gritar.

“¡¿Qué carajo hice?!... Tengo que encontrar a Pedro.”

Tenía que entrar en acción. Llamó a Beto. Le respondió una voz adormilada.

-“Beto, ¿Pedro está ahí con vos?”- fue directo al grano.

La pregunta pareció despertar a Beto –“Guille, ¿qué pasó?”-

-“No pasó nada Beto, solo quiero saber si Pedro está ahí con vos.”

-“Guille, para que Pedro se despegue de vos tiene que haber pasado algo. No me querés contar,  que es otra cosa.”

-“Es mi vida privada… ¿está ahí con vos?”- insistió Guille.

-“No, acá no está…”- suspiró. –“¿Querés que salga a buscarlo?”

-“Ahora no… mañana a la mañana, si no aparece…”- concluyó Guille.

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A la mañana siguiente Pedro seguía sin aparecer. Guille era como un león enjaulado en el estudio. Iba de un lado a otro sin poder quedarse quieto.

Beto había vuelto hacía un rato sin novedades. Gaby había deslizado la posibilidad de llamar a la policía o a los hospitales. Eso lo único que había conseguido era aumentar la ansiedad de Guille, que parecía estar a punto de cavar un surco en el piso.

-“La casita en el Delta…”- dijo Fabián de repente, que había seguido los movimientos de su padre atentamente toda la mañana.

-“¿Qué?”- preguntó Guille frenándose en seco.

-“Ustedes tienen sus secretos… pero una vez los escuché hablando de que estaban arreglando una casita en el Delta… una con la que un cliente le pagó  a Marcos, no sé bien… pero muchas veces van para allá.”- confesó Fabián.

-“¿Y por qué me estás diciendo esto? Creía que vos no estabas de acuerdo con que estuviera viviendo con Pedro.”- inquirió Guille.

-“Pa, vos no te das cuenta, y a veces yo tampoco… pero vos sólo sos feliz cuando estás con Pedro. Andá a buscarlo… no sé si va a estar allá, pero es una posibilidad.”

-“¿Y dónde queda esta casita?”-parecía que parte de la tensión había abandonado los hombros de Guille.

-“La verdad, no tengo idea.”-confesó Fabián.

Antes que Guille explotara, Beto intercedió –“Yo tampoco, pero sé de alguien que puede llevarte.”

-“¿Y qué estamos esperando, hombre? ¡Vamos!”- apuró Guille agarrando el saco.

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El ruido de la lancha, el suave vaivén de las aguas del río, el cansancio acumulado, hicieron que a Guille finalmente lo venciera el sueño.

Unas horas después, la voz del lanchero lo despertó –“Ya estamos llegando...”

Guille rápidamente se acomodó y vio a lo lejos una casita recién pintada, un jardín que intentaba domar la exuberante naturaleza y una inconfundible figura sentada en los escalones, fumando…

Se bajó de la lancha y recién ahí la figura pareció darse cuenta de su presencia. Se acercó lentamente…

-“¿Qué hacés acá Guillermo?”- le dijo finalmente, sin moverse de su lugar.

-“Te vine a buscar…”- le respondió mientras se sentaba a su lado.

Pedro apagó el cigarrillo contra el piso y amagó a levantarse, la mano de Guillermo sobre su brazo lo detuvo.

-“¿Por qué me viniste a buscar?”- cuestionó Pedro.

Guille suspiró. En ese momento, sabía que solo podía ir con la verdad… -“Te extraño…”

Sus palabras fueron recibidas por una risa amarga de Pedro.

-“No creo que me extrañes mucho… ni siquiera te acordás de mí…”-

-“Pedro…”

-“No, Guille… ¡Te acordaste de José! ¡De José!”

-“Pedro, yo no me acordé de José específicamente…”

-“¡Ay! Disculpe el tecnicismo, Dr. Graziani! ¡Está bien! ¡Te acordaste del comedor de José y estabas muy contento con José discutiendo el caso!”- la indignación de Pedro era evidente.

-“¿Estás celoso?”- preguntó Guille.

-“¡No, no estoy celoso!…”- al ver la mirada incrédula de Guille, siguió- “o mejor, sí, sí estoy celoso… puedo estar celoso de que mi esposo se acuerde de otro antes que de mí, ¿no? o peor, que mi esposo se sienta mejor al lado de otro que conmigo… ¡es un derecho que me asiste Graziani!”

-“Pedro, eso no es así... por favor dejame que te explique…”

-“¿Y también me vas a explicar por qué te fuiste a almorzar con Miller si tanto me extrañás? ¡ANDATE A LA MIERDA, GRAZIANI!”

Se levantó, soltando su brazo de la mano de Guille. La mirada furiosa que le dirigió hizo retroceder a Guille, que lo vio irse, impotente para detenerlo.

CONTINUARÁ…