lunes, 30 de junio de 2014

Tie-Break, el juego decisivo (1era parte) by Adriana




Silencio
Así como del fondo de la música 
brota una nota 
que mientras vibra crece y se adelgaza 
hasta que en otra música enmudece, 
brota del fondo del silencio 
otro silencio, aguda torre, espada, 
y sube y crece y nos suspende 
y mientras sube caen 
recuerdos, esperanzas, 
las pequeñas mentiras y las grandes, 
y queremos gritar y en la garganta 
se desvanece el grito: 
desembocamos al silencio 
en donde los silencios enmudecen.
Octavio Paz



QUINCE - IGUALES…



-        No quiero, no ahora. Así no me gusta, ¿qué querés que te diga? No me gusta.
-        ¡Dale pa!
-        Fabián, por favor.
-        ¿Qué tengo que hacer? ¿Chocar de nuevo el auto?
-        ¡Dejame de joder!

Ya han pasado algo más de siete meses. Fabián se recuperó perfectamente y ha vuelto a practicar con más ánimo y más entrega. Se avecina un nuevo Torneo en Uruguay. Está extremadamente nervioso, es la oportunidad que está esperando para dar un gran paso en su carrera. Quiere tener a su padre a su lado en ese momento, pero Graziani parece no querer acompañarlo.

Pedro entrena cada vez a menos alumnos, ya casi se dedica con exclusividad a Fabián. Los sponsor lo miman y reparten entre profesor y discípulo las ganancias de las presentaciones locales. Sus nervios no son menores, Fabián está llegando a donde él no pudo. Ve reflejado en él sus sueños. Lo cuida más que como amigo o profesor, como un verdadero padre. También quiere que Guillermo este con ellos en el torneo y no sabe como pedírselo.

El estudio jurídico no ha dejado de crecer y eso complica los tiempos del abogado. Algunas demandas están fuera de control y por la causa de narcotráfico tiene sobre si una restricción para salir del país. Debió pedirle ayuda a su amigo Juan para resolver varios casos y extenderle la asociación a Matías, quien ya le pide que lo incorpore como socio. Cuida celosamente cada detalle para que ni su hijo, ni su pareja sepan las excesivas presiones a las que se enfrenta.

-        Hola – Pedro taciturno entra a la cocina, notando el denso clima.
-        Hola… – Saluda Fabián fastidiado y sale abruptamente.
-        ¿Por qué discutían?
-        No discutíamos. – Afirma Guillermo mientras hunde la vista en el expediente que pretende leer. – ¿Qué querés que cenemos?

El Profe lo mira, sus fantasmas hacen que su mente funcione a un millar de revoluciones por segundo. Un escalofrió le recorre la espalda y le incomoda la situación. El sólo hecho de pensar que puede llegar a perder todo lo que vive desde hace meses lo atormenta. Quiere y necesita que se prolongue la armoniosa y placentera relación que ha entablado con Guillermo, pero es consciente de que tarde o temprano, la realidad puede cambiar.

-        Algo de lo que pasa… les pasa, ¿tiene que ver conmigo?
-        ¿Qué? No se de qué hablas.
-        Vamos Guille! Que me calle y no les diga nada no quiere decir que no me dé cuenta que algo pasa.

Graziani se saca los lentes. Lo mira desafiante, intentando, sin éxito, contener los nervios del cruce con su hijo:

-        Decime vos, qué es lo que crees qué está pasando?
-        Conmigo no, eh! Yo no soy ni tu hijo ni tu empleado, con esos jueguitos a mi no me conformas…
-        No sé de qué estás hablando.
-        Estas mintiendo Graziani, te conozco.
-        Mira… mejor… pidan algo, a mí, me dejan de joder. – Se levanta exasperado. No tiene ganas de abordar esta charla. No con Pedro, no ahora. Porque no sabría ni por donde empezar.

El Profe lo agarra del brazo fuertemente y lo encierra con su cuerpo contra la mesada, apoya una mano en su pecho, con sus piernas lo inmoviliza, apuntándolo con un dedo, le susurra a centímetros de la boca:

-        Vos… a mi… así… no me dejas…


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A la mañana siguiente…

-        Uy! Otra vez con lo mismo!!
-        Si, una y mil veces viejo! Hasta que no te decidas a venir con nosotr…
-        Pero por favor hijo! No entendes que tengo mis motivos. Que no me es fácil dejar todo para salir corriendo detrás de ustedes…
-        Si no quiere ir Fabián, dejalo. – Pedro los interrumpe con un tono por demás frio. – No podes obligarlo a pasar tiempo con nosotros.
-        No es que no quiero, no puedo… uno no siempre hace lo que quiere, hace lo que puede.
-        Pa, sos el jefe…
-        Por favor hijito!
-        Dale Fabi, vamos que se nos hace tarde. – Pedro cabizbajo agarra el bolso y saca a su alumno a los empujones sin mirar a Guillermo.


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-        Y… qué pasó Guillote? Hace tiempo que no se te ve tan malhumorado. – Juan lo interroga sabiendo de antemano que la respuesta tiene nombre.
-        Pedro…
-        Qué hizo el profe?
-        Se fue sin saludarme.
-        Por?
-        Juan necesito salir del país, unas semanas, cómo podemos hacer para…

Y entre ambos planearon la estrategia para encarar al Fiscal y el Juez de la causa, y así conseguir el bendito permiso, sin tener que comprometer más al estudio.


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-        Terminemos por hoy, por favor.
-        Qué pasa Pedro?
-        No me siento muy bien, me duele la cabeza.
-        Hace tiempo que no te dan “esos” dolores, en qué andarás pensando vos?

Por respuesta le otorga una sonrisa triste, no quiere abrir esa puerta por no ahogarse en el mar embravecido de sus miedos.

Guillermo baja apurado del taxi y casi se los lleva por delante cuando van saliendo de los camarines.

-        Cuidado pa! - Le dice Fabián sorprendido.
-        Hola hijito, vine a buscarlos. -  Le contesta mientras intenta calmarse buscando refugio en los ojos pardos que lo miran asombrado.
-        Yo aprovecho que terminamos temprano y me voy a estudiar con unos compañeros. - Aclara Fabi, despejándoles el camino.

Avanzan a la par sin pronunciar palabras. Pedro tiene un extraño sentimiento de remordimiento. Guille no sabe como pedir disculpas. No le es fácil reconocer que necesita exteriorizar el torbellino que le atraviesa el pecho. Y mientras en su cabeza las cosas corren en mil sentidos, ve de reojo, como “su” Pedro, parece evaporársele.

Al cabo de unas cuadras se para, suspira y lo enfrenta:

-        Nunca, nunca más te vas sin saludarme, está?

Pedro asiente. El nudo en la garganta le impide hablar.

-        Mirame, entendiste?
-        Sí, claro.

Siguen hasta llegar a su casa. Entran en silencio y eso está destruyendo a Guillermo. Su incapacidad para decir lo que siente libremente y el mutismo del Profe lo están acabando.

-        Por favor Pedro, habla!

Éste lo abraza tan fuerte que cree que lo va a dejar sin aire y con urgencia incontenida comienza un rosario de incoherencias, entre las cuales no deja de pedir perdón. Guillermo empieza a entender que los miedos de Pedro, sus problemas en el estudio y lo del torneo, están desgastando, poco a poco, la pareja.

-        Es hora de que hablemos…



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Aún estaban en el sillón cuando el sonido del celular los sorprendió. Fabián llamaba para avisar que pasaría la noche en la casa de un amigo. Su padre, con monosílabos le hace entender que está todo bien.

-        Qué va a pasar ahora?
-        Si Juan logra convencer al Juez… los acompaño.

Pedro lo abraza evitando la mirada. Guillermo suspira con la vista al techo, no desea afrontar esos ojos, por temor a lo que va a encontrar. Sabe que está en falta, por haber callado, pero por sobre todo, por no saber compartir a tiempo.

El silencio, sutil enemigo, se instala otra vez durante la cena a solas. El Abogado es consciente de que podría soportar el mayor de los escándalos, los planteos más irónicos y las verdades más crueles que Pedro le quisiera recriminar, pero no tolera que no hable. Que se encierre.

-        Qué pasa?
-        Nada…
-        Aja…

Lo mira intentado entender

-        Te pregunte hace rato que va a pasar con nosotros, y me respondiste con lo del viaje…
-        Qué? Pedro, por favor. Por una discusión sin sentido, vos pensas que va a cambiar algo entre nosotros?
-        Algo tiene que cambiar… Vos no confías en mí y encima me gritaste en la calle…
-        Cielito… siempre grito, cuando estoy enojado, cuando tengo miedo, cuando algo no me gusta… creí que te habías dado cuenta, chiquito.
-        Si eso lo sé, pero nunca me habías gritado a mí. No desde que estamos juntos.

Guillermo se sintió un imbécil. Pretender que sea su pareja y no confiarle sus problemas, minimizarlo e intentar arreglar sus errores con gritos era lo que a Pedro lo estaba enajenando.

-        Tenes razón…
-        Quiero que entiendas que no me gusta sentirme excluido, de vos ni de tus problemas. Me duele que no confíes, que pienses que soy tan obtuso, como para no entenderte.
-        No es eso Pedro, es una jodida forma de sobreprotección.
-        Pues no lo hagas, no lo necesito. Por primera vez comparto mi vida, te amo por darme “esto”, que para mí es un hogar, como siempre quise. Con vos, me siento fuerte y libre de poder decir y hacer lo que quiero, por que estas aquí conmigo. Pero estos días me sentí fuera de todo, pensé que ya no querías que estuviera acá, con vos.
-        No cielito, por favor…

Nunca Guillermo podrá expresarle con palabras todo lo que siente. No sabe cómo. Jamás tuvo que demostrarle a alguien ese tipo de afecto. Pero al hombre que le había regalado las sonrisas más hermosas, las mañanas más felices y las noches más apasionadas no se lo podía negar. Por ahora, el lenguaje que entre ellos existe caricias, besos, ternura, amor y pasión alcanzan para despejar las dudas de Pedro.


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-        Buenas…
-        Hola Fabi!
-        Todo bien por acá?
-        Si, tu papá está hablando por teléfono, ya baja.
-        Hola hijito.
-        Y viejo, vamos o no vamos los tres a Uruguay?
-        Vamos, Fabi, vamos. Juan arregló todo. – Afirma mientras con una guiñada le confirma a Pedro que todo está bien.

Continuará…

domingo, 29 de junio de 2014

El Semenario (4ta parte) by Paula /Assís

Capitulo anterior: http://actosdefeylibertad.blogspot.com/2014/06/el-semenario-3era-parte-by-paulaassis.html


CAPITULO 4 - VENDETTA
Las 7 en punto. Cae la tarde y Pedro resopla. De reojo ve que a Guille se le escapa una sonrisa al escucharlo y eso lo incendia.
‘No sé qué estamos esperando.’
‘Sí sabés.’
‘Hace media hora que deberían estar acá.’
‘Se retrasaron...’
‘Y no avisaron’, insiste. ‘En casos así se avisa, por un mínimo de cortesía.’
‘Basta Pedro...’
‘¿Me podés repetir la razón por la que no puedo participar de esta reunión?’
‘Porque vos y Matías no se pueden ver ni por accidente. Y yo necesito terminar esto hoy, y no voy a poder si tengo que estar ocupándome de dos gallitos en un ring. Bastante tengo con Baunes.’
‘Me encanta el concepto que tenés de mí. Yo soy un profesional, un muy buen profesional.’
‘Sí, excepto cuando se trata de Matías.’
‘No es justo que...’
‘¡Basta Pedro!’ engrana Guillermo.
Disimuladamente aparta la vista del expediente y lo observa revolverse en la silla, enfurruñado mientras juega con una bandita elástica. Lo trastorna. Se abalanzaría ahora mismo sobre este chiquitín posesivo y lo comería a besos hasta que ninguno de los dos recordara porqué empezaron a besarse. Pero se contiene. Si le da cuerda, Pedro monta una relojería.
Timbre.
‘Voy yo’, suspira fastidiado Pedro. ‘Cuca y Gaby ya se fueron’.
En diez segundos está de vuelta. Con Matías. Sin Baunes.
‘Buenas tardes, perdón por la demora pero el doctor Baunes no se sentía bien y tuve que dejarlo en su casa antes de venir para acá’.
‘Y sí, se habrá descompuesto desde temprano pensando en esta reunión.’
Ironía made in Graziani festejada ruidosamente por Matías, que se gana una mirada asesina de Pedro.
‘Pedro, ¿hacés café?’
Odia que lo deje afuera, y lo sabe. Y encima tener que soportar la mirada irónica de este cuatro de copas. Y encima tener que hacerle café. Duda entre tirarle el tomo VII de Derecho Procesal Penal por la cabeza o retirarse civilizadamente. Opta por lo segundo. Mientras sirve el café negro y fuerte para Guille y escupe concienzudamente en la taza de Matías, una idea atorrante le cruza por la mente. V. V de Venganza.
Asoma los bucles y la bandeja por la puerta ‘permiso...’
Guillermo se saca los lentes y lo que ve lo inquieta. Chiquitín sereno. Alarma. ¿Y el enojo? ¿Y esos hoyuelos?
‘¿Algo más?’, pregunta solícito.
‘No...nada Pedro, gracias. En un rato terminamos.’
‘No hay problema.’
Hoyuelos otra vez. Alarma naranja Graziani.
Pedro se retira...dejando la puerta entreabierta unos 20 centímetros.
Guillermo sostiene como puede la perorata de Matías. Cuanto más lo ve, más se convence de lo invenciblemente bello que es su Pedro.
Y en qué andará Pedr....
La idea no termina de tomar forma, porque algo que ve desde el pasillo lo descoloca.  No, no puede ser. Debe haber visto mal. Pedro nunca se atrevería.
‘Pendejo y la put....’
Otra idea que se corta, porque por un instante Pedro desaparece de su campo visual. Estira el cuello intentando pasar desapercibido y no atraer la atención de Matías, que sigue muy concentrado en su propia voz. Al límite de sus posibilidades contorsionistas lo ve aparecer de nuevo y tomar posición de cara al despacho, justo frente a él. Incrédulo todavía, lo mira deslizar los dedos largos por los ojales de la camisa, desamarrando uno por uno, sin apuro. Siente que cada músculo de su cuerpo se tensa mientras los botones van cediendo a los deseos de Pedro. La camisa se desliza y un pecho soberbio queda al descubierto. ¿La octava maravilla? No, las ocho juntas.
Guille se sienta al borde del sillón, con la espalda tensa como una tabla. Relojea a Matías que sigue hablando de algo -quién sabe de qué- y vuelve a su horizonte, donde el dedo índice de Pedro acaba de iniciar un viaje desde su ombligo, dibujando círculos alrededor de los pezones, siguiendo por su cuello y deteniéndose al llegar a la segunda factoría más grande de placeres que Graziani conoce: la boca. Acaricia lentamente esos labios carnosos, asoma la lengua y la obliga a trabar amistad con ese dedo infinito, recorriéndolo de mil formas diferentes, sosteniendo la mirada de un Guillermo que pasa del calor al frío sin escalas. 
La visión se corta abruptamente. Pedro desaparece otra vez y Guillermo se desespera. Sin pensar en lo que hace, se levanta como un rayo para salir del despacho pero su sonámbulo colega lo detiene.
‘Esperá Guille, ahora viene la parte más jugosa. Dos minutos y acabamos.’
Y Guillermo piensa que eso a él, en este momento, le puede llevar bastante menos de dos minutos. Vuelve al sillón y, mientras destroza una de las patillas, mantiene la mirada clavada en la puerta. Todavía no terminó. Si lo conoce un poco, todavía no terminó de torturarlo. Y lo conoce...
Lo ve pasar de nuevo, esta vez de perfil, ignorándolo. Se descalza. Fuera medias, fuera cinto. La patilla se queja bajo la presión de los dientes de Graziani. Se desprende el botón, baja el cierre, y la gravedad hace el resto. Una gravedad que Guillermo se siente en condiciones de desafiar con cada parte de su anatomía. Todo dentro de él hierve, transpira, reclama. El tiro de gracia se lo da una chispa maligna en los ojos de Pedro posándose en los suyos, mientras las manos pasean sugerentes sobre el bóxer blanco que delata las mismas urgencias que las suyas. La mirada atónita y enfebrecida de Guillermo ve abrirse los labios de Pedro, que modulan una pregunta imperdonable: ‘¿Qué vamos a hacer con esto?’. Y sin más, se escabulle en el baño.
‘Ya vengo Matías.’ Y esta vez su tono no admite réplica.
Cruza el salón y entra en el baño sin mirar. Traba la puerta y estira uno de sus brazos hacia atrás. Lo huele. Ya sabe dónde está. Lo atrae con violencia y lo pone frente a él. El deseo se mezcla con la ternura cuando ve los ojos de Pedro ya cerrados, entregado, con la respiración anhelando eso que lleva toda la tarde buscando provocar.
No tiene tiempo para sí mismo. Todo lo que quiere es prenderlo fuego y apagarlo después. Se adhiere a él como una segunda piel y enterrando la boca en su oído pregunta ‘¿Con esto cielito? ¿Qué vamos a hacer con esto?’. El gemido de Pedro le dice que sus dedos encontraron la respuesta. Las manos anchas y gruesas abarcan cintura, vientre, sexo, piernas, y con la boca ahoga cada grito que su chiquitín es incapaz de contener. Las piernas de Pedro aflojándose le dan la señal. Lo voltea con firme dulzura contra la puerta y se recarga sobre él, pero el golpe que sobreviene no es el de sus cuerpos contra la madera. No.
‘Guillermo, ¿estás bien?’
‘Lo mato’.
La decisión brota unánime de las bocas de Guille y Pedro.
‘Sí Matías...ya estoy, dame un minuto.’
‘OK’
Las manos de Guillermo aprisionan los hombros de Pedro, que con los ojos cerrados continúa recostado sobre la puerta.
‘Esto lo acabamos en casa cielito.’
‘No Graziani’, dice Pedro entreabriendo perezoso los ojazos marrones y sonriendo con picardía.

‘Si querés en casa podemos empezar de nuevo, pero esto...esto ya se acabó’. 

continuará....

sábado, 28 de junio de 2014

El semenario (3era parte) by Paula/Assís

Capitulo Anterior: http://actosdefeylibertad.blogspot.com/2014/06/el-semenario-2da-parte-by-paula-assis.html



CAPITULO 3 - CICUTA
Una semana de mierda y para completarla una tarde de viernes, interminable.
Reunión de todo el estudio, convocada por Gaby. ‘Justo lo que necesitaba.’
Y todavía faltaba a última hora Baunes y su gente. Lo miró de reojo a Pedro, no estaba muy convencido de que participara en esa reunión, pero su Cielito era terco como una mula. Si estaba involucrado Matías, él iba a estar presente, pero el solo pensar a los dos en una misma habitación le daba dolor de cabeza.
La voz de Gaby le llamó la atención, ‘Guille ¿vos que opinás de todo esto?’
‘No sé Gaby… ¿esta no es la tercer reunión de la semana para hablar de este tema?’
‘¡Ay, Guille! Como sos. Sabés que es importante para mí.’
‘Bueno dale, sigamos, así terminamos de una vez…’
Otra vez estaba a punto de desconectarse de la charla monótona de Gaby, cuando sintió un pie que lo tocaba por debajo de la mesa. Pegó un pequeño salto en la silla, mientras lo miraba fijamente a Pedro sentado a su derecha, que con una postura de total inocencia tomaba notas en su cuaderno.
‘Lo mato’
‘Guille, ¿te pasa algo?’ otra vez Gaby.
‘Nada, nada, un calambre.’
De nuevo el pie, empezó el recorrido ascendente por su pierna.
Tragó saliva. Sintió que la sangre se le agolpaba en sus mejillas. Toda la sangre no, una parte se estaba agolpando en otro lugar.
Se movió incómodo.
Pedro pareció percatarse de sus movimientos, ‘Guille, ¿te sentís bien? ¿querés que te traiga agua?’ sonrisa indulgente.
 ‘Dos veces divorciado, una vez viudo… no son buenos números, calmate.’
‘No gracias, querido. Terminemos con esto.’ tono cortante.
‘Bueno Guille, entonces ¿te parece bien, que vayamos Beto y yo a la escribanía a buscar los papeles ahora?’
‘Vayan, vayan. Nosotros tenemos que quedarnos para la reunión con Baunes, pero ustedes vayan.’ Tratando de acomodarse para escapar de ese pie que lo estaba volviendo loco. ‘¿A qué carajo accedí?’
Gaby y Beto se apuraron a juntar los papeles y Marcos aprovechó y también hizo mutis por el foro.
Guille se levantó de la silla y fue directo a la cocina a servirse un vaso de agua. Necesitaba algo que lo refrescara, urgente.
Pedro se quedó sentado en la silla, cara triunfadora. ‘La venganza es el placer de los dioses y esta venganza es muy placentera.’
Guille apoyado sobre la pileta de la cocina, escuchó cerrarse la puerta del estudio. Suspiró aliviado. ‘A su edad lo que le faltaba era que lo pescaran in fraganti en una situación embarazosa.’
El alivio le duró poco, unos segundos apenas... Los brazos de Pedro lo atraparon por detrás.
La voz sensual, melodiosa, embrujadora, susurró en su oído ‘Estamos solos Graziani... ¿Ahora quién te salva? Porque Cuca también se fue…’
Suaves mordiscos en la nuca, movimiento ondulante de caderas, la excitación de Pedro despertaba todos sus sentidos.
Sin poder aguantar más, se dio vuelta bruscamente, agarro a Pedro de la nuca y antes de besarlo, confesó, ‘¿Quién te dijo que me quiero salvar?’
Bocas insaciables, lenguas buscando dominar, jadeos, gemidos, respiración entrecortada, las pelvis marcando el ritmo de un deseo incontrolable. Nada de sutilezas, pura pasión desenfrenada.
Apenas unos segundos para tomar aire... la imagen de Pedro, boca entreabierta, labios magullados, despeinado, intenso. Que él pudiera provocar eso, sencillamente lo volvía loco.
Volvió a atacar esa boca que incitaba al pecado, ya nada importaba, sólo ellos dos.
La voz de Gaby llegó a sus oídos, distante, difusa... ‘¿La voz de Gaby?’
‘Guilleeeee... Pedroooo....’
Se miraron sin entender. Empujó a Pedro a una silla y él se sentó en otra.
‘Sí, Gabriela, acá estamos en la cocina.’ Y más bajito para Pedro, ‘Vos, peinate un poco.’
Los pasos finalmente llegan adonde están ellos.
¿No te ibas vos?’ una digna sutileza Graziani en labios de Pedro.
Sí, pero cuando estaba por subir al auto, le dije a Beto que fuera el sólo, ¿para qué íbamos a ir los dos, no? Preferí venir acá y aprovechar para adelantar la demanda.’
Pero es viernes Gaby, podrías haberte ido a tu casa.’  el tono de Pedro era de desolación absoluta.
Bueno sí, pero como sabía que estaban ustedes dos acá, aprovecho y trabajo acompañada. ¿No les parece?’  riendo cómplice. ‘¿Preparo unos mates?’

‘Sí, de cicuta’ sólo para los oídos de Guille.

Continuará...

viernes, 27 de junio de 2014

El Semenario (2da parte) by Paula & Assís

Capitulo anterior: http://actosdefeylibertad.blogspot.com/2014/06/el-semenario-1era-parte-by-paulaassis.html



CAPITULO 2 - RESETEO
Entran al Estudio. Vuelven de almorzar, con Pedro se quejándose de todo lo que comió.
Guille lo mira incrédulo, ‘Quisiste ir a ese lugar, según vos porque no desayunaste bien y te recuerdo Cielito que no hay recreo,  tenemos que trabajar en el caso de Sam…’
‘Sí, sí, el caso Sanputa, ya sé. Busco los papeles.’
Guille se queda conversando con Gaby sobre la audiencia que tuvo a la mañana. No puede evitar deleitarse con la imagen de Pedro agachado sobre su escritorio, revisando los cajones.
Los pantalones camel le quedan pintados y le marcan perfectamente la figura.
No llega a desviar la mirada, que Pedro, levantándose de golpe, lo sorprende.
Trata de disimular, pero sabe que es inútil. In fraganti y sin defensa.
Ahí está, la sonrisa ganadora retándolo, en un duelo silencioso. Guiño de ojo, que decide ignorar. 
‘Pendejo provocador, volviéndome loco desde la mañana.
Sacude la cabeza y cuenta hasta 10.
Resuelve cortar la perorata de Gabriela, la interrumpe ‘Disculpame Gaby, pero tenemos que empezar a trabajar con lo de Sampietro. ¿Estás listo Pedro? Te espero en mi oficina…’
Pedro escondiendo un bostezo, lo sigue con las carpetas en la mano.
Entra detrás suyo y cierra la puerta del despacho.
Las cejas levantadas de Guille y el gesto de señalar la puerta, hacen una pregunta silenciosa.
Pedro se encoje de hombros, se quita el abrigo y se acomoda cuan largo es entre las dos sillas al otro lado del escritorio.
Tira la cabeza hacia atrás y murmura un ‘Tengo que resetear el cuerpo.’
Por el rabillo del ojo, lo relojea, se desabrocha un botón más de la camisa, pero parece que todo esfuerzo, hoy, es inútil. Por más tentador que le resulte el postre, parece que Graziani, está empachado.
Guille se desploma en su sillón, decidido a trabajar aunque sea un rato, se concentra en el expediente e ignora la respiración pausada de Pedro.
El ruido sordo que hacen los zapatos de Pedro al caer sobre la alfombra lo saca de su lectura.
‘Qué manera de malcriarlo…’
Lo mira con una de esas miradas que solo son para Pedro. No puede volver a la carpeta. La imagen que tiene enfrente sencillamente lo distrae demasiado.
El cuello al descubierto, los ojos cerrados, el cuerpo relajado, la confianza absoluta de que está protegido… pura tentación. Y también, el deseo irrefrenable de cobrarse venganza.
Se levanta sin hacer ruido. Se acerca sigilosamente a su presa. Animalito listo para ser cazado. No tan difícil de agarrar.
Se agacha y suavemente empieza a besarle el cuello, muy despacio recorre el contorno de la barba. Con la lengua, siente el pulso, que se acelera.
Va hacia la oreja y muerde el lóbulo. Sabe que lo vuelve loco ese gesto.
Los ojazos marrones se abren indolentes, pero la chispa en la mirada es inocultable. ‘Esto es trampa’ le dice bajito.
‘En el amor y en la guerra…’ y con un dedo le tapa la boca, exigiendo silencio.
Muy buena idea la costumbre de Pedro de los viernes sin corbata. Le facilita el trabajo. El tercer botón, sigue el destino de sus predecesores. Besa, prueba y degusta ese cuello que es pura seducción y ya con la vía libre, lentamente empieza el recorrido hacia el pecho.
El hueco entre la clavícula y el cuello, otra de las debilidades de su amorcito, muerde con suavidad el hueso y siente como tensa todo el cuerpo.
Los dedos rozan un pezón y un gemido muy suave se escapa de la boca de Pedro, indicando que está completamente entregado.
Le acaricia la frente, las mejillas, rodea su boca con los dedos y Pedro responde arqueando su cuerpo, besando sus dedos, dejándose llevar.
Sin poder contenerse más, lo besa, lento, profundo, intenso, siente dibujarse la sonrisa en esos labios seductores, ‘Y yo que pensaba que no te quedaba lugar para el postre…’
Como toda respuesta, vuelve a atacar esa boca, que es una incitación al pecado y las manos no dejan lugar sin acariciar.
Sabiendo que Pedro no va a aguantar mucho más, finalmente se arrodilla a su lado y…
Y unos golpes en la puerta lo hacen levantarse como un resorte. Corre a ocultarse detrás de su escritorio y en una maniobra digna de un prestidigitador tapa a Pedro, que demora en reaccionar, con su abrigo.
Se asoma por la puerta la cabeza de Cuca, ‘Tesoro, ¿les traigo un tecito? Me pareció escuchar que habían comido mucho y un tecito les va a hacer bien.’
Tose para aclararse la voz antes de contestar.
‘Sí, tía, traele a Pedro un tecito y a mí un café muy cargado, por favor.’
‘¡Ay! Nene, ¿estabas durmiendo? ¿Te desperté?’ mirando a Pedro con ternura.

‘No hay problema Cuca, ya se me fue todo el sueño.’ le responde sin mirarla, toda su atención puesta en un mudo desafío al hombre de su vida. ‘Esta me la vas a pagar.’

Continuará.....