El Profe (2da parte) by Adriana

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Gracias a la ayuda Lilita, este capítulo es posible. 

Sin ella las preguntas seguirían sin respuestas.

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Después de unas semanas el estudio vuelve adquirir ritmo. De a poco, las tardes tranquilas se transforman en mar de clientes, reuniones y expedientes. Guillermo agradece el trabajo. Lo mantiene ocupado. Lejos de los interpelaciones de Fabián. Últimamente el tema “Pedro” es el único que se le da por tocar.

Por todo lo que se acumuló en el último mes, deciden con Marcos incorporar un Junior para que les ayude. No quiere otro socio, así que solo será un asociado por unos meses.

Cuando terminaron de ver algunos Curriculum, se dividen la tarea de entrevistarlos. Si alguno les parece adecuado, luego el otro se reunirá y así la decisión será democrática. Al cabo de unos días ninguno lo convence y cuando está a punto de desistir de la idea, Marcos le habla de uno de los aspirantes. Harto de perder tiempo en las entrevistas, decide reunirse para definir la situación. Pacta para la tarde siguiente una entrevista.

Al otro día Fabián le pide que lo acompañe para hablar con el profesor de tenis. Están por hacer un viaje por un Torneo y su hijo quiere que esté interiorizado. En realidad Guillermo intuye que la verdadera intención de su hijo es que interactué con el profe.

La solo idea lo incomoda. No por el muchachito, al contrario. En cualquier otra circunstancia no habría que haberle insistido en lo más minino. Si con esos ojos, con el exquisito modo en que muerde su labio inferior antes de sonreír, con esas manos… “Uy, no! Si Fabián se da cuenta… no, no, no… no  puedo dejar que pase esto ahora.”

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Pedro enfrenta un largo día, con varios alumnos en su rutina, se siente agotado. Estos meses han sido bastantes pesados. Lo único rescatable de la jornada es que el último, es muy bueno. Además, pasar las horas entrenando con Fabián ha devenido en una linda amistad. Adora escucharlo hablar de Guillermo. No solo porque él hubiera querido tener un cuarto de la relación que ellos tienen, con su propio padre. Sino que, por lo que cuenta Fabián, es del tipo de personas que uno aprecia tener en su vida. Aunque a Guillermo, esto parece no interesarle.

Cuando está saliendo del departamento lo sorprende una notificación en la puerta. Han rechazado la prórroga de su contrato de alquiler y debe desocupar el lugar a la brevedad.

No sabe qué hacer. Ahora a dónde va a ir. Para colmo hace unos días gasto sus últimos ahorros en la reserva para el torneo en Uruguay. Pasa el día con muy mal humor. Cuando comienza a preparar todo para la última clase aparece Fabián. Éste desde lejos nota como el profe murmura apretando la mandíbula. Lo saluda y sin más preámbulo lo pregunta que es lo que lo tiene tan preocupado. Con una pequeña sonrisa, le dice que está todo bien.

Cuando están terminando la clase recuerda que había acordado juntarse con Fabián y su padre por el torneo. Esto lo ponía más incómodo. Sentía que estaba por dar examen, ya que Fabián le había dicho que el Padre quería esa reunión para interiorizarse del plan de entrenamiento, del itinerario de Uruguay.

Intentó siempre mantenerse al margen de cuestiones familiares de sus alumnos. Pero se trataba de su amigo, y en esto lo tenía que bancar, con padre incluido.

Fabián estaba inquieto, algo le pasaba a Pedro. Lo notaba fastidiado y molesto. Su padre no se la hacía fácil tampoco. Había tenido que bancarse durante el desayuno el ataque por la reunión con Pedro. Que él era grande para resolver solo su vida. Que si quería que lo tratara como adulto, porque tenía que ir a hablar con sus profesores. Que si lo del torneo ya estaba resuelto, porque tenían que juntarse. Que a esa hora él ya había acordado otra reunión. Que debería haberle dicho antes…

-     Si claro… si te aviso antes, inventas una excusa mejor.

-     Eso pensás de mí?

-     Sos o no sos mi papá?

-     A qué viene esa pregunta absurda?

-     Contéstame viejo.

-     Claro, Fabián, claro que sí.

-     Entonces me tenés que acompañar.

Sabe que su padre odia que lo acorralen. Pero si tan solo se permitiera conocer a Pedro se daría cuenta de lo que se está perdiendo. Solo la vez que cenaron juntos los tres, lo vio sonreír de un modo distinto, relajado. Que Guillermo después actuara sutilmente indiferente ante la presencia del profe, lo tomaba como desafío. Por ahora el viaje sirve de excusa para reunirlos de nuevo.

Cuando terminaron de practicar, Fabián le propuso a Pedro acompañarlo al departamento así se cambiaba y no se demoraban. Recordando que su padre odia la impuntualidad.

Pedro dudo antes de contarle. Pero igual Fabián iba a terminar enterándose. Le confesó que por un cambio en el manejo de la administración del consorcio donde vive, le han pedido desalojar el departamento. Con lo poco que podía entender Fabián, su amigo necesitaba con urgencia ayuda. Entonces le propuso que hablaran con su padre, él algún tipo de ayuda legal podría darle.

Pedro se resistió. No le parecía muy buena idea. Además Guillermo cada vez que lo veía en su casa huía de él. Le recuerda que la única vez que hablaron fue hace tiempo, en esa cena. Pero la insistencia de Fabián y la premura de los tiempos con los que cuenta, lo terminan por decidir.

Cuando salen por fin del Club, Guillermo lleva 15 minutos esperándolos en el bar que habían acordado. Como buen estratega, y para no tener que soportar las indirectas de su hijo, había cambiado el lugar y el horario de la reunión pactada con el nuevo Junior, casi superponiendo las reuniones.

En la descripción de su socio el nuevo abogado es un joven con empuje, buen historial académico, buenas referencias. Por lo que sabía de él, Baunes –su competencia directa- había intentado contactarlo, pero el Dr. Matías Olazabal, había preferido ver primero a Graziani.

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El Junior llega unos minutos antes. Se inquieta al ver que Graziani ya está ahí. Quiere dar una buena impresión. Está muy interesado en comenzar a trabajar junto a Guillermo. Sabe que cuenta con la posibilidad de aprender de uno de los abogados más prestigiosos de la Ciudad. Averiguó todo cuanto pudo para dar la mejor imagen de sí. No pretende quedar como un improvisado delante de él.

Se acerca y lo saluda con mucho respeto. Pide disculpa por la tardanza y Guillermo mirando su reloj le confiere que está ahí por una reunión previa, que al parecer solo el recordó.

Mientras esperan al mozo, Guillermo le pregunta por qué eligió hablar primero con él, en vez de con Baunes. Matías muy seguro y sabiendo lo que interpretaría Guillermo le responde: “porque quiero aprender todo de vos.”

El alerta de Graziani se encendió enseguida. Recordó que sólo serían unos meses, así que pensó que podría llegar a permitirse unas “vacaciones”.

Están sirviéndoles el café cuando ingresan Pedro y Fabián. El fastidio de Guillermo es evidente. Comienza a recriminarles que lleva media hora esperándolos, y que como ya le había dicho a su hijo, el tenía un compromiso.  

Pedro se pone nervioso y ocultándose detrás de Fabián, le dice muy despacio que se va a retirar. En ese mismo instante Matías lo saluda:

-     Cómo estas Pedro!? Tanto tiempo. – con su sonrisa irónica.

-     Todo bien… - responde Pedro mirando al piso.

El denso clima lo corta Guillermo quien, comenzando con un típico interrogatorio pregunta si se conocen. Matías afirma abiertamente. Pedro apenas asiente con un gesto.

-     Ah bueno, mira vos!

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El dolor de cabeza no aflojaba. Necesita urgente algo que ayude a calmar la molestia. El día había empezado mal. Pero rematarlo con la cara de Matías, sí que era una verdadera mierda.

La idea de hablar con Guillermo por lo del departamento, la había desechado en el mismo momento que comenzó con su berrinche por la tardanza. Y del torneo, ni se dio por enterado.

“Claro lo único que le pareció importar era saber de dónde conocía al pelotudo de Matías. Como si fuera una experiencia grata de recordar… Por qué Guillermo estaba con ese tipo?... Bendito dolor de cabeza!!”

-     Pedro… Pedro!!

-     Si Fabián, qué pasa?

-     Qué fue todo eso?

-     Perdón, no te entiendo, se me está partiendo la cabeza.

-     Mira, algo pasó recién. Mi viejo puede ser un hincha pelotas a la hora de hacer preguntas, pero me parece que ahora te estaba hablando bien. No te entiendo, lo dejaste hablando solo.

-     Fabián, en serio, no me siento bien. Me puedo ir?

“Lo que faltaba, tener que caretearla delante de Fabián. Ojala no se moleste. Va! por qué carajo se va a molestar?”

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Después de arreglar algunos detalles del despacho con Matías, se marchó del bar caminando solo. No quiso seguir ahondando en los detalles de cómo se conocían con Pedro. Tampoco pudo saber nada del Torneo. Para colmo Fabián otra vez enojado. No por no hablar con el profe, sino por preguntar de más. “Es que siempre voy a estoy a estar a destiempo! De donde se conocen estos dos. A lo mejor habrá sido su alumno? Pero porqué se fue así? Todo esto es muy raro, muy raro…”

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-     Fabián, me podes explicar qué le pasó a Pedro?

-     No se viejo… va en realidad si sé, esta re enquilombado por que tiene que dejar el departamento. - y brevemente lo puso al tanto.

-     Pero, por qué se fue así del café? Te dijo algo?

-     En realidad no… que le dolía la cabeza… pero no sé nada más.

Guille suspira…

-     Viejo…

-     Si.

-     Le podemos ayudar? Así, de onda con lo del departamento. No tiene a donde ir.

-     Acaso no tiene familia? Amigos? Qué tan bien lo conoces Fabián?

Éste lo mira sorprendido, comienza a relatarle lo que sabe. Y cae en la cuenta de que en verdad es muy poco.

Guillermo empieza a dudar de la cercanía del profesor a su hijo. Prácticamente es un desconocido.

-     Pero papa, si tan solo te dieras la oportunidad de conocerlo, verías que es un buen tipo y necesita ayuda, que de verdad está solo.

-     No se hijito, no me gusta, esta situación no me gusta.

-     Viejo, vos consideras que Beto es una mala persona? Digo, si te tenés que guiar por lo que hizo antes, sin ver realmente quién es? Lo harías?

Odia cuando Fabián se pone así. Es como intentar enfrentarse con el mismo. Su espejo, ese que a cara de perro lo deja sin armas. Porque contestarle con la verdad es darle la razón.

Suspira profundamente. Sabe que tiene que hacerlo, aunque eso implique que Fabián se lo recuerde por el resto de sus días.

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Mientras intenta ordenar algunas cosas en las cajas no deja de pensar en que podría resumir toda su vida en pocas palabras: dolor, ausencia, soledad. Una lágrima asoma pero la reprime. Hace mucho se prometió no volver a llorar.

Los golpes en la puerta hacen que la cabeza nuevamente le estalle. “Y ahora, lo único que falta es que no me dejen sacar mis cosas.”

El corazón se le acelera. Guillermo está ahí. Es a la última persona que piensa, en este momento, encontrar justo en su puerta. Aunque muy internamente se alegra.

-     Hola.

-     Hola.

-     Puedo pasar?

-     Por supuesto, perdón. Fabián está bien?

-     Si, Fabián está bien. Pero parece que vos no.

Mira de reojo el pequeño departamento. Miles de libros apilados por varios lados, algunos ya están en cajas, la mayoría desparramados en los rincones. Pocas cosas. Varios cuadros colgados. Guillermo reconoce algunos. Una pequeña heladera al final de un pasillo, pegada a un anafe sobre una mesita, una silla enfrente.

-     En qué te puedo ayudar?

-     No… no. En qué te puedo ayudar yo? Fabián me dijo que tenías problemas con el departamento.

Por segunda vez Guillermo se permitió mirarlo a los ojos, que a diferencia de la anterior los sintió muy cansados, y aunque no emitió palabra, Pedro con su mirada le estaba rogando ayuda. Fabián tenía razón. En cuestión de mentirosos él sabía mucho, y esos ojos eran más sinceros de lo que esperaba. 

Pedro buscó la notificación que le dejaron y se la dio a Guillermo para que la leyera, acercándole la única silla del departamento.

Se quedó mirándolo mientras éste lee. Un sentimiento de tranquilidad comenzaba a invadirlo. No le era fácil confiar. Menos en un tipo que desde que lo conoció solo lo evade. Pero que este allí, es todo un avance. Intuye que no cuenta con mejores manos que lo puedan ayudar. Al mirarlo a los ojos se permitió pensar en que ese hombre podría llegar a ser una, de las tantas respuestas que esta vida le debía.

Mientras Guillermo le explicaba que no podía hacer mucho y que si bien él averiguaría inmediatamente, entendió que no tendría otra alternativa más que desalojar. Pedro no dejaba de admirarlo, de pronto encontró el hombre del que Fabián le hablara tanto.

-     Entendiste?

-     Si… si. Claro… igual no sirve mucho entender cuando no se tiene salida.

-     Mira, podes quedarte con nosotros, en unos días ustedes viajan, cuánto tiempo van a estar en Uruguay?

Pedro no pudo evitar reírse. – Dos semanas, tres si llegamos a la final.

-     Bien, bien… Esto es todo lo que tenés?

Pedro se incorpora rígido, molesto. Esa pregunta lo bajó del idilio del momento:

-     Si. Mis libros y mis cuadros. Algunas raquetas y esos trofeos. No tenga nada más. No me interesa acumular nada más, ni tengo los medios para hacerlo… - de a poco empezaba a elevar la voz.

-     Eh! Pero que bravo sos!! No era para que te pusieras así. Solo preguntaba para llamar a Fabián. En la camioneta va a entrar todo. No quise ofenderte. No es necesario reaccionar así.

Cuando corto con Fabián no aguanto más y le preguntó:

-     Porqué te viniste de Chile?

“Si tengo que exponer mi vida a cambio de ayuda…” pero cuando levantó la cabeza para pronunciar su pensamiento lo vio realmente preocupado, sin ánimos de intromisión. Sabiendo que ahora era él el que debía ceder en algo, le respondió casi sin darse cuenta:

-     Problemas con mi familia.

-     Aja…

-     Qué, aja qué?

-     Mira, no me resulta para nada fácil la idea de meter a mi casa a alguien que prácticamente no conozco, pero Fabián te estima mucho, entendés?

-     Mi viejo me cago a palos toda la vida, y un día simplemente no aguante más y me fui. – le respondió rotundamente, sin saber porque con Guillermo se le empezaban a escapar las palabras.

-     No, simplemente no… - descubriendo que estaba cruzando una barrera, de las muchas que intuye que el profe utiliza para esconderse. - Es entendible que no quieras hablar, pero si no confías en mí, en nosotros, se hace difícil.

Una sonrisa dulcemente triste fue todo lo que obtuvo por respuesta. Y la seguridad del “desde aquí no hay retorno” le implantó calidez en ese rinconcito del alma que estaba deshabitado.

Continuará…