Pedro cumple con lo prometido y no lo llama. Se concentra en sus estudios entusiasmado nuevamente con la idea de recibirse y poder comenzar a trabajar. Piensa en el futuro con Guille y Fabián y se siente feliz. Saca dos finales. Sólo le quedan cuatro para rendir, más tres que promociona, una de ellas la cátedra de la que desplazaron a Guille. Con suerte y viento a favor terminará la carrera en diciembre y ya verá luego qué se presenta. Pero lo primero será descansar, estar con Guille y su hijo y después verá cómo se van presentando las cosas. No va a ser fácil pero siente que con Guille al lado puede contra todo.
Llega el jueves y ya le parece que son demasiados días sin ver a Guille. Lo llama al celular pero la voz metálica de una computadora le responde que el celular está fuera del área o algo así. Seguramente Guille estará trabajando en algún caso lejos de la Capital, en algún lugar sin señal, además esto de los celulares es relativamente nuevo y muchas veces no andan muy bien.
Cuando el viernes sigue sin poder comunicarse decide tomar el riesgo, averigua la dirección del estudio y hacia allá se dirige. Lo recibe una mujer un poco mayor muy simpática que parece ser la única empleada allí, “Cuca”, recuerda el nombre. Pregunta por Guille. La mirada de la mujer se ensombrece.
-¿Cuál es tu nombre tesoro? –
-Pedro Beggio, fui alumno de él y quisiera verlo –
-Así que vos sos Pedro – dice con dulzura – vení conmigo – Pedro la sigue, imagina la cara que pondrá Guille cuando lo vea entrar a su despacho escoltado por Cuca.
El despacho al que lo lleva la mujer está casi vacío y hay algunas cajas con biblioratos y papeles no muy ordenados – Tomá – le dice Cuca acercándole un pequeño grabador digital – es de Guille, él me dijo que ibas a venir y me pidió que te lo de, también me dijo que te dejó grabado ahí algo para vos –
Pedro siente que las piernas no lo sostienen – Pero él dónde está? Tengo que verlo es importante – suplica.
-Es que él no está corazón. Dejó el estudio. Se fue a vivir a otro lado con el hijito –
-¿A otro lado? ¿cómo a otro lado? ¿adónde? – la cabeza le da vueltas. Cuca se da cuenta.
-Te pusiste mal, vení conmigo corazón – y con dulzura lo lleva hasta la cocina y hace que se siente – te preparo un café fuerte
Pero Pedro la toma del brazo – No, no quiero nada. Sólo quiero saber dónde está Guille. Por favor – baja la voz – por favor, digame dónde está.
-Es que no lo sé corazón, yo vine ayer y ya estaba todo así. Lo del grabador me lo había dejado un día antes pero no me imaginé que se iba. Ni siquiera se despidió de mí, imaginate, pobre mi querido, no quiso ponerme triste. Igual estoy muy mal. Yo lo adoro a Guille, es como mi hijo y Fabiancito como si fuera mi nieto –
Pero Pedro ya no la escucha, está como anestesiado, como si alguien hubiera venido de repente y le hubiese pegado una trompada en pleno rostro. Cuca lo mira y entiende todo, aunque ya lo intuía.
-Lo querés mucho ¿no? – se anima a preguntarle.
Pedro asiente.
-Así que eras vos la razón por la que Guille estaba tan cambiado en los últimos tiempos. Sonreía, estaba pleno, feliz, nunca lo había visto así. Mirá que le pregunté pero él siempre me esquivaba y recién ahora que te veo me doy cuenta –
Pedro permanece sentado sin reaccionar – En este momento no hay nadie, estoy sola ¿querés ir a la oficina de Guille a escuchar lo que te dejó en el grabador?, es esa donde estuvimos recién, quedate el tiempo que necesites –
Apenas logra articular un gracias y se encierra luego en el despacho que fuera de Guille. Se sienta en su sillón que todavía conserva su perfume. Toma el grabador y lo enciende. La voz de Guille inunda la habitación.
-Pedro, mi amor, cuando escuches esto yo ya me habré ido con Fabián a vivir lejos. Aquella noche no te lo podía decir porque me hubieras seguido y yo no me hubiese perdonado arrastrarte hacia un destino incierto, comprometiendo tu futuro.
No podía seguir ahí, los clientes del estudio comenzaron a presionar a Marcos para que me deje afuera y entonces tomé la decisión que creí y creo más justa. Tampoco podía seguir en Buenos Aires, ese Robles no me iba a dejar en paz y la cercanía con Ana siempre es un riesgo, no por mí, pero sí por Fabián, yo puedo enfrentar el insulto e inclusive la difamación, soy adulto, tengo herramientas para defenderme, pero mi hijo no y yo no puedo someterlo a eso.
Ni Marcos ni Cuca saben dónde estoy, lo prefiero así. Tratá de entenderme y no te enojes mucho.
Por favor Pedro, estudiá, recibite, sé que vas a ser un excelente abogado, yo lo sé, te he visto. La tristeza va a pasar mi amor, va a pasar.
Una cosa te pido que hagas por mí, una sola, se feliz, saber que lo sos me alcanza para justificar esta decisión que ahora no vas a entender pero con el tiempo estoy seguro que sí y por ahí ese día me vas a poder recordar sin que te duela – un silencio, la voz que busca aclararse – Te amo Pedro, quiero que lo sepas, te amo con toda el alma.
La grabación se corta y la voz de Guille desaparece. Pedro guarda el grabador en su mochila. Cuando Cuca entra al despacho con el café, Pedro ya no está.
Pedro nunca volverá a ser el mismo. Guille lo despojó de todo, se siente muerto en vida. La desdicha, mezcla de tristeza, rabia y desilusión oscurecen su vida. Se vuelve malhumorado, muchas veces intratable, siempre a la defensiva. Se aísla de sus compañeros. Cuando no trabaja, está estudiando, preparando exámenes. Un rencor sordo lo anima. Guille lo traicionó, aunque fuera por los mejores motivos, pero lo traicionó y desde ese momento nada ni nadie le importa ya. Sólo quiere terminar esta estúpida carrera y ponerse a trabajar, de ser posible las veinticuatro horas. Ojalá no tuviera que dormir, porque es el único momento en que el dolor lo arrasa y lo lastima sin piedad.
Cuando da su último final no avisa a nadie, no quiere celebraciones, ni fiestas, no quiere forzar una alegría que está lejos de sentir. Con la nota de la última materia que le quedaba por rendir, anotada en su libreta sale del aula, y totalmente indiferente y sin decir nada a nadie se va. Un día como cualquier otro desde su vida sin Guille.
Pasa por un supermercado a comprar doce latas de cerveza que se lleva luego a su departamento. Se recuesta en el sillón y coloca las latas al alcance de su mano, prende el televisor y mira sin ver. Comienza a beber hasta anestesiarse. Unas horas después yace en el sillón dormido y totalmente borracho. No hay pesadillas esta vez y si las hay el alcohol evitará que las recuerde.
Se convierte en uno de los mejores promedios de los últimos años y recibe felicitaciones de docentes y compañeros, pero esto le es indiferente. El día en que se realiza la colación de grados donde le entregarán el diploma Pedro no asiste, lo pasa llevando currículums y yendo a entrevistas pactadas en tres bufetes. Ese mismo día es aceptado para entrar como pasante en uno de esos estudios, que maneja varias firmas importantes.
Deja la fotocopiadora y comienza a trabajar inmediatamente en el bufete. El trabajo se vuelve su obsesión, una droga que le permite adormecer todo lo demás y sobrevivir, por supuesto que a costa de sí mismo. No hay trabajo que él no haga, le roba horas al sueño (porque los sueños son el lugar de sus pesadillas), prácticamente vive en el estudio, no lo hace por una necesidad de crecimiento profesional ni como instancia de aprendizaje, no, sólo lo hace porque esto le permite no pensar. Pensar es volver al dolor lacerante, al mensaje de Guille en la grabadora, a la ausencia sin remedio.
Casi no tiene registro del tiempo, los días son todos iguales salvo por los casos en el estudio, los clientes nuevos, ir y volver de tribunales. Tiene alguna que otra relación ocasional de vez en cuando, en algún boliche, las pocas veces que acepta salir, nada que le importe.
Sebastián, uno de los socios jóvenes del estudio se muestra visiblemente interesado por él y Pedro se da cuenta. Un día que se quedan solos el otro lo aborda y lo invita a cenar a su casa y él acepta, más por inercia que por interés. Luego de la cena comienza el juego amoroso que Pedro sigue como si lo mirara desde afuera, acepta los besos, deja que el otro avance, pero permanece ajeno, las caricias del joven se vuelven más intensas y es entonces cuando una furia ciega que lo sorprende pero no puede dominar hace que empuje a Sebastián en el sillón, se tira sobre él, le arranca la camisa y comienza a desnudarlo. Quiere y necesita poseerlo, liberarse de una vez de esta opresión que siente la mayor parte del tiempo y que la rutina apenas disimula.
Pero algo lo detiene, lo paraliza “te amo Pedro, con toda mi alma precioso” la voz de Guille resuena dentro y fuera de sí mismo, siente volver su perfume y el dolor vuelve a poseerlo y a doblegarlo como aquel día en el despacho de Guille, escuchando el adiós en la grabadora.
Se aparta de Sebastián que no entiende qué sucede, tampoco Pedro trata de explicarle lo que no puede explicarse ni a sí mismo. Busca su saco y se va sin decir palabra.
Al día siguiente presenta su renuncia al estudio y esa noche por primera vez se permite llorar su desgarro por esa ausencia insoportable de Guille en su vida, por haber tenido que aceptar una decisión que aún hoy siente como arbitraria y por haberse enamorado y entregado como nunca antes, llora hasta quedarse dormido, esta vez sin pesadillas.
Este tiempo que estuvo como sedado lo llevó a decisiones equivocadas e intentará revertir eso. Presenta sus papeles en el Juzgado Nacional de Menores. Su excelente historia académica sumada a su impecable desempeño en el bufete, hace que no pase demasiado sin que lo llamen. Le ofrecen una pasantía e inmediatamente acepta. Cuando comienza a trabajar allí es cuando de verdad siente que se reconcilia con la vocación que lo llevó a estudiar abogacía. Siente que vuelve a lo mejor de sí mismo y pone su alma allí “al menos quedó una parte de mi alma que no te llevaste Graziani” piensa.
El caso se presenta complicado, hay un menor en el medio y dos padres separados, la madre que reclama la custodia vive en Montevideo y acusa al padre – que vive en Buenos Aires – de haberse llevado al menor sin su autorización y de retenerlo contra su voluntad. Y es complicado porque además del problema de la custodia, el caso implica negociaciones en ambas márgenes que si bien jurídicamente tienen puntos en común, también conservan matices que los diferencian y muy especialmente en lo que se refiere al derecho de familia.
Han pasado tres años y desde hace uno Pedro trabaja como defensor de oficio, luego de ir ascendiendo rápidamente de manera brillante a puro esfuerzo, dedicación, inteligencia y oficio. Mientras la mayoría de sus colegas buscan otras áreas del derecho desde donde poder destacarse, Pedro encuentra en la defensoría el lugar perfecto desde donde pelear por aquellos que más indefensos están frente a la ley. Esto lo ha llevado a duras discusiones con sus colegas y por otro lado a ser el defensor más buscado por la gente que no tiene recursos para pagar un abogado, porque saben que se compromete a fondo con aquellos que defiende.
Golpean la puerta y un hombre alto y elegante ingresa a su despacho y le tiende la mano.
-Buen día, soy Juan Arismendi, abogado autorizado para llevar el caso de Tomás Urteaga en los tribunales de Argentina. Quería presentarme y dejarle mis datos para lo que se vaya presentado y requiera mi presencia –
Respondiendo al saludo - Mucho gusto, Pedro Beggio, soy el defensor de Tomás, nombrado de oficio por el juzgado. ¿Quién lleva el caso de la madre en Uruguay? –
-Un abogado amigo que como favor especial me pidió que tome la representación de su estudio aquí, ya que él no podía, de modo que para todos los efectos, en Argentina yo soy el representante legal de la madre de Tomás.
-Muy bien. Me imagino que su amigo sabrá que si bien no hay fecha todavía, es seguro que en las próximas semanas se realizará la audiencia en Montevideo, donde estará el abogado que representa al padre del menor por supuesto y alguien de la Defensoría –
-Sí lo sabe, pero pensé que me había dicho que era usted quien llevaría la defensa de Tomás –
-Es así, pero no creo que pueda ir debido a que son varios los casos que requieren mi atención acá. Igual la persona que vaya de parte de Defensoría estará tan preparada como yo para llevar adelante el caso allá –
-Muy bien. Quedamos en contacto entonces. Lo dejo que siga trabajando. Buenos días –
Se va. Una conversación más sobre un caso de la defensoría que Pedro registra unos instantes para luego pasar de inmediato a concentrarse en el caso del que se estaba ocupando cuando el abogado lo interrumpió.
Finalmente se fija la audiencia en Montevideo para el miércoles de la semana siguiente. Si bien Pedro pensaba enviar a otra persona en representación de la defensoría, el juez le pide como un favor especial que vaya él, principalmente porque el caso es un poco delicado y no quiere dejar nada librado al azar para no encontrarse luego con sorpresas no deseadas.
Si bien no lo tenía contemplado, Pedro lo toma como una oportunidad para conocer la forma en que trabajan allá con respecto al área de minoridad y también como un descanso luego de tres años de trabajar a destajo, ya que incluso en las ferias judiciales pidió quedarse a cargo de las guardias con lo que se ganó obviamente las simpatías del resto del juzgado. Si bien se siente más tranquilo, igual sigue necesitando llenar su tiempo con trabajo para no pensar. Pide entonces el resto de esa semana para quedarse unos días en Uruguay y luego de la audiencia aprovechar para recorrer Montevideo y si puede ir a alguna playa tranquila donde relajarse y tal vez animarse a comenzar a pensar en el futuro. “Ya va siendo hora” piensa.
Llega temprano a Montevideo y eso le da tiempo para registrarse en el hotel y recorrer un poco. Le gusta la ciudad, su ritmo, esa mezcla equilibrada de lo antiguo con lo nuevo. Desayuna en un bar antiguo llamado Iberia, se ubica frente a la ventana y desde allí contempla el movimiento que se va intensificando conforme avanza la mañana.
Si bien la audiencia está programada para las diez, decide ir antes para conocer un poco el lugar y encontrarse con los abogados de los padres de Tomás, de los dos solo conoce al que representa al padre y no le ha caído muy bien precisamente. Espera que el abogado que eligió la madre no le de problemas, sería una pena porque él sabe que Tomás – contra los deseos de su padre – quiere vivir con ella y él va a defender la posición del chico. Pero a veces los abogados asesoran mal a los padres y con tal de sacar más tajada obstaculizan la resolución rápida de los casos. Espera que no suceda eso con su colega uruguayo del que a propósito no sabe aún el nombre.
Llega al juzgado y lo hacen pasar de inmediato a una pequeña sala que suelen destinar a las audiencias preliminares en los juicios por tenencia. Todavía no ha llegado nadie y Pedro aprovecha para observar el lugar, ordenar la documentación y prender su notebook, un lujo que hace poco incorporó a su trabajo. Al poco rato llegan el padre con su abogado, a quienes Pedro saluda con fría amabilidad. Aparece luego la madre de Tomás, que se dirige directamente a él y lo saluda sonriendo. Ahora comprende a Tomás, su madre es una mujer cálida, sencilla y en su rostro puede ver el sufrimiento que está viviendo, sin embargo no tiene rencor en la mirada, sólo una gran ternura. Pedro siente una inmediata simpatía hacia ella.
-Vino con su abogado? – le pregunta en voz baja.
-Sí, vine con él, pero tenía que presentar un documento muy importante, algo que apareció ayer a último momento –
Un poco molesto – No se me informó de nada, yo debería haber tenido también esa información-
-No fue adrede se lo aseguro, es que mi abogado la recibió recién anoche y no alcanzó a avisar. De todos modos sacó una copia para entregársela a usted. No bien llegue él se lo va a explicar –
Pedro no está muy convencido pero no tiene sentido reclamarle a la madre que ya tiene bastante con la pelea por la tenencia de su hijo. La mujer se sienta y Pedro aprovecha el tiempo que queda para revisar los documentos que trajo y la transcripción de las entrevistas realizadas al niño.
Está tan concentrado que no escucha la puerta que se abre a espaldas de él.
-Usted tranquila, no se preocupe, déjelo todo en mis manos –
Por suerte está sentado, porque cuando escucha esa voz, pierde el control de su cuerpo, su corazón tanto tiempo adormecido acusa el impacto y parece a punto de estallar. Toda la sangre se agolpa en su cara. “Es una alucinación, un invento de mi cabeza” piensa “no puede ser él”. Se niega a mirar hasta que escucha la voz de la mujer que se ha acercado y le toca el hombro.
-Doctor, venga por favor que le presento a mi abogado –
Pedro entonces se levanta temblando, mira por encima del hombro de la mujer y comprueba que no es una alucinación. La sigue como un autómata hacia donde se encuentra Guille que está sacando papeles de un maletín que Pedro reconoce de inmediato de tantas veces en clase.
-Doctor Graziani, él es el defensor de oficio que representa a mi hijo Tomás, el doctor Pedro Beggio –
Como tocado por un rayo Guille se da vuelta y los papeles que tenía en la mano quedan desparramados por el piso, pero ninguno de los dos se da cuenta. Quedan paralizados, uno frente al otro sin poder reaccionar. El cuerpo se niega a obedecerles y no pueden articular palabra. Solo los ojos registran, reconocen, los cambios que el tiempo ha provocado en la geografía del otro, una línea en el rostro que antes no estaba, una sombra desconocida en la mirada, una leve e inesperada dureza en la expresión, la barba ahora prolijamente recortada, un aire de desilusión y tristeza cubriendo el rostro, la sonrisa ausente.
-Doctores – en algún lado la voz de una mujer los va devolviendo a la realidad – llegó el juez.
La madre de Tomás ha juntado los papeles y se los da a Guille, que los toma mecánicamente. No atinan ni siquiera a fingir un saludo, tal es el grado de conmoción que los embarga. Con esfuerzo logran que el cuerpo les obedezca y ocupan sus lugares.
Pedro busca desesperadamente en su mente la forma de posponer la audiencia, no está en condiciones de llevar adelante la representación de Tomás, no con Guille al lado. En ese momento la mujer se le acerca.
-Aquí está la fotocopia del documento del cual le hablé –
En sus manos tiene ahora la excusa perfecta que necesitaba para aplazar la audiencia.
-Su Señoría – indisimulable temblor en la voz – se me ha entregado recién una documentación muy importante respecto de este caso que necesito revisar con tranquilidad. Le pido disculpas, pero no lo tenía previsto así que si usted lo permite pido aplazar la audiencia hasta mañana –
A pesar de las protestas airadas del padre de Tomás y su abogado, el juez hace lugar al pedido de Pedro y se pasa la audiencia para el día siguiente. Cuando Pedro mira hacia donde está Guille, ya no lo encuentra. La madre de Tomás le explica que su abogado aprovechó el aplazamiento para solucionar un tema urgente que se le presentó. “Yo conozco tu tema urgente Graziani” piensa con ironía.
Guille sale del juzgado casi corriendo y toma un taxi. Pero no está en condiciones de volver al estudio donde trabaja desde que se instaló en Montevideo junto con su hijo. El día, no, el día no, su vida acaba de partirse en dos. Tanto esfuerzo, tanto sufrimiento y cuando ya creía que comenzaba a cicatrizar lentamente la herida que le provocó el alejamiento de Pedro, le bastó verlo para comprobar que allí seguía, intacta y en carne viva como el primer día.
Por suerte Fabián no está, anoche le pidió permiso para luego de salir de la escuela quedarse en la casa de Jael, su mejor amigo desde que llegó a Uruguay y el que lo ayudó a integrarse en la escuela y en el barrio, ya que viven a menos de diez cuadras de distancia. Los padres de Jael adoran a Fabián y lo tratan como a un hijo, lo cual tranquiliza a Guillermo que muchas veces tiene que quedarse hasta tarde en el estudio. Contrariamente a lo previsto, Fabián se amoldó bien a su nueva vida y lo que Guille creyó iba a ser una adolescencia conflictiva, se convirtió en el caso de su hijo en un recorrido feliz y tranquilo que él está pudiendo acompañar y disfrutar.
Cierra la puerta y se desploma en el sillón. ¿Qué hacer ahora?, ¿cómo va a enfrentar la audiencia de mañana con Pedro cerca?. Para colmo de males nunca comentó en profundidad el caso con nadie del estudio como para que alguno de sus colegas pudieran hacerse cargo de seguirlo en su lugar. Su cabeza es un descontrol de imágenes que vuelven todas juntas para torturarlo.
Le duele en el alma la desilusión que vio en los ojos de Pedro, hubiese dado cualquier cosa para no vivir lo que ahora está sufriendo. Su mago de ojos grandes estaba ausente en la mirada de Pedro. El que vio era un hombre triste, ensombrecido. Parecido a él antes de entrar a aquella clase en aquel día que le cambió la vida para siempre. Siente un total agotamiento en el cuerpo, la cabeza le da vueltas. Llama al estudio para avisar que la audiencia se suspendió para mañana y que se queda en su casa ya que no se siente bien, lo cual es cierto.
Almuerza algo que encuentra en la heladera y de nuevo se derrumba en el sillón. El sueño lo va ganando de a poco, pero pronto transmuta en una pesadilla en la que ve a Pedro observarlo con desprecio, diciéndole que ya no siente nada por él, que ya no existe ni como recuerdo.
Se despierta bañado en sudor frío. Le cuesta volver de la espantosa sensación que le dejó el sueño. No sabe cuánto durmió ni qué hora es pero presume que tarde a juzgar por la casa totalmente a oscuras. Se levanta, la cabeza parece que le va a estallar. Se dirige al baño y se da una ducha fría que logra despejarlo un poco. Mira el reloj, son pasadas las once de la noche, no puede creer haber dormido tanto. Va hacia la cocina y se prepara un café bien cargado.
Se sienta a la mesa y ha perdido de nuevo la noción del tiempo cuando escucha el timbre de la puerta. Raro que Fabián venga a esta hora. Tal vez se olvidó de algo y justo se acordó ahora, suele pasarle. Por las dudas que no sea su hijo sino los padres de Jael, se viste para estar presentable.
Abre la puerta. No es Fabián, tampoco los padres de Jael.
-Buenas noches doctor Gra zia ni – Pedro arrastra las palabras y apenas se sostiene en pie. Aparta a Guille y entra tambaleándose en la casa. En el primer escalón trastabilla y cae de espaldas.
Guille se apresura a ir en su auxilio pero Pedro lo rechaza con vehemencia.
-Dejame! – le grita – no me toques!
Guille se aparta y lo ve llegar con dificultad al sillón donde se desploma.
Lleva dos cervezas en la mano y las bebe como si fueran agua.
-¿Quién te dijo dónde vivo? –
-Mmm – cierra los ojos y se ríe moviendo los dedos en el aire – tu clienta me dio la dirección del estudio y de ahí … yo solito … solito … fui … yyyy – le cuesta hilar la frase – me presenté … permiso … siempre muuuuy educado … y les dije – comienza a reírse – que era un familiar tuyo y que hacía mu cho que no te veía y que tenía unas ganas lo cas de charlar con vos … - señalando a Guille con el dedo – aunque no lo creas soy muy inteligente … incluso más inteligente que vos … sí … mucho más inteligente que vos Graziani!!! … pero no, no tendrías que llamarte Graziani … te tendrías que llamar … Houdini! … sí!!! … Houdini: el gran escapistaaa!!! – destapa la otra cerveza y la levanta – a tu salud Guillermo Hou di ni! Sí! – y comienza a beber de nuevo.
Guille ya repuesto de la sorpresa inicial va hacia él y le quita la lata de la mano y dejándola lejos de su alcance.
-Hijo de puta! Dame mi cerveza hi jo de pu ta – intenta levantarse y de nuevo trastabilla, esta vez Guille alcanza a sostenerlo pero Pedro se debate intentando soltarse – dejame te dije!-
Guille no le hace caso y lo lleva casi arrastrándolo hasta el baño, abre la ducha. Lo hace sentar, le quita la ropa y sin contemplaciones lo pone bajo el agua, Pedro grita, lo insulta, trata de salir, así que Guille vestido como está entra con él en la ducha, de otro modo sabe que Pedro puede llegar a caerse y va a lamentar más que la resaca de una borrachera.
El agua fría lo hace temblar de pies a cabeza pero logra ir devolviéndolo lentamente a la realidad. De a poco va tranquilizándose, se queda quieto un rato sin reaccionar, dejando que el agua lo despeje. Frente a él Guille lo sostiene de los brazos.
-Estás mejor? –
Definitivamente serio – Sí – apartándolo – podés soltarme ahora.
-Mejor no – lo ayuda a salir y le alcanza una toalla y una bata para que se seque – voy a la cocina a preparar café. Creo que lo vas a necesitar –
Pedro se queda quieto, se mira al espejo “qué pelotudo” se reprocha “No podías ¿no?, tenías que venir a verlo, para que vea que después de tres años seguís tan hecho mierda como antes. Felicitaciones Beggio”. Se pone la bata que le dejó Guille, huele a él “pelotudo, mil veces pelotudo” piensa. Se seca el cabello y se dirige a la cocina. Lo ve preparar el café y un aroma lejano viene a su memoria: la casa de Pilar, la cocina a leña, Guille preparando el desayuno.
De nuevo esa proximidad que lo marea. Trata de recomponerse. Se sienta a la mesa. Guille le acerca un tazón de café bien cargado, casi color tinta, trae otro para él y se sienta frente a Pedro.
Bebe un sorbo y pone cara de asco – No le pusiste azúcar! – grita enojado
Guille se sorprende riéndose – Perdón, me equivoqué de taza – le acerca la otra – esta es tuya, tomala tranquilo, le puse azúcar y lo revolví.
-De qué mierda te reís? – agresivo
-Vi tu cara y no lo pude evitar, perdoname –
Pedro irónico imita el gesto de Guille.
Mirándolo directo a los ojos – No tendrías que haber venido Pedro –
-A Uruguay? a Montevideo? a la audiencia? a tu casa?, adónde no tendría que haber venido? –
-Decime ¿a qué viniste a mi casa Pedro? –
-A decirte todo lo que tengo anudado acá – y lleva su mano a la garganta – desde hace tres años cuando escuché ese mensaje de mierda que me dejaste en la grabadora. Y yo como un pelotudo llorando en tu despacho semivacío. Patético … qué infeliz patético –
-Dale, acá estoy, decímelo todo, dale –
No era así como Pedro lo había pensado todos estos años. Había repasado mil veces los insultos, las recriminaciones, las palabras para herirlo, los golpes hasta hacerlo sangrar, para que pudiera sentir aunque sea una pequeña parte del sufrimiento al que lo había sometido con su decisión.
Pero las palabras no salen, como si hubieran desaparecido. A lo único que atina es a mirarlo, con una voracidad que nunca creyó volver a sentir. Todo este tiempo vivió convencido de que lo odiaba y ahora que lo tiene enfrente, lo único que quiere es abrazarlo, sentirlo de nuevo.
Por primera vez desde que lo vio esta mañana Guille ve asomar apenas insinuada aquella mirada, esa de Pedro cuando lo atrapaba y él se dejaba llevar por esos ojos de mago que lo enamoraron.
Busca sus ojos, como antes - Decime – la voz de Guille llega a Pedro cargada de ternura.
Pedro siente que aquellos dolores viejos que lo sostuvieron todo este tiempo se desmoronan. Siempre había pensado que el odio y el rencor le habían permitido sostener su vida, resistir el dolor y termina descubriendo ahora que debajo de las ruinas su amor por Guille sigue intacto y es él y no el odio lo que lo sostuvo y lo salvó de convertirse en un hombre miserable y cruel. Su amor se ocultó dentro del disfraz del odio para salvarse y salvar lo mejor de Pedro.
Definitivamente su mago de ojos grandes ha regresado, ¿por qué sino temblaría así, como el primer día?, ¿como si el tiempo no hubiera pasado?.
Guille se levanta, se aproxima a él, Pedro se incorpora. Vuelven los besos suaves, deliciosos, profundos, el sabor de la piel guardado en la memoria de los cuerpos estalla de nuevo, el tacto reconoce los lugares del amor y descubre otros nuevos.
Guille se pregunta cómo pudo sobrevivir sin esto mientras lame el mentón de Pedro y se demora feliz en ese hundimiento que conduce a su boca, que vuelve a saborear una y otra vez.
Todos los sentidos que Pedro creía dormidos para siempre, se despiertan al contacto con el cuerpo de Guille. Su perfume intenso vuelve a marearlo y su boca se rinde al sentir nuevamente ese sabor de su piel, tan suyo.
Descubren que lejos de decaer por efecto del tiempo y la lejanía, la pasión sigue más viva que nunca y más intensa aún que antes. No pueden ni quieren refrenarla.
Huelen, saborean, muerden, tocan, se hunden, se agitan, los cuerpos relatan la añoranza después de tanta ausencia y celebran ese goce de recuperar la perfecta geometría del uno en el otro.
El ímpetu de Pedro sorprende deliciosamente a Guille, lo esperaba apasionado, pero lo descubre atrevido, osado, siente que lo arrebata, lo arrastra, se atreve a buscarlo más allá, incendia el cuerpo de Guille con un deseo que le quema en los huesos. Es su hombre que lo reclama y lo vuelve a la vida justo cuando creía haber clausurado la puerta sobre sus deseos.
Pedro siente como nunca el poder del cuerpo de Guille sobre él, lo demanda, lo urge, lo toma, no le da tregua, lo excita esta intensa masculinidad que emana de este hombre tan suyo, cuando como ahora lo busca, lo recorre sin pausa, lo redescubre, se desliza sobre él, dentro de él hasta encenderlo, hasta llevarlo a la agonía del placer absoluto.
Sudores, gemidos, bocas que devoran, manos que queman al tacto, piernas que se entrelazan, se sueltan, se aprisionan, danza perfecta de los cuerpos que se buscan, se penetran, se entregan, se acoplan, piel con piel, sexo que estalla. Desvanecimiento de los sentidos, almas que se tocan más allá del tacto, cuerpos vueltos a nacer juntos que siendo dos son uno.
Acostados, muy próximos el uno frente al otro, no pueden dejar de mirarse, de buscar con las manos el rostro del otro, la piel del otro.
Pedro le pregunta por Fabián y Guille le cuenta que le resultó más fácil la adaptación que a su padre, ya es un adolescente de quince años, que por ahora responde sus preguntas, ya verá luego qué pasa. No bien llegó a Montevideo comenzó a trabajar en un estudio pequeño, ayudado por su amigo Juan Arismendi que lo recomendó ampliamente. Pedro agenda en su cabeza “preguntar por el tal Juan” igual no lo preocupa, los ojos de Guille siguen siendo para él. Le cuenta que si bien su trabajo allí le ha permitido cubrir los gastos y lograr una vida sin sobresaltos económicos para Fabián y para él, internamente no se siente satisfecho, siente que ha tocado su techo ahí. Pedro se sorprende de que Guille haya resistido tanto tiempo en un lugar así, alguien con su pasión e inteligencia, verse reducido a llevar casos que no pasan de pequeños delitos, algún caso de derecho de familia, nada con mucho compromiso.
Pedro le cuenta de su trabajo en el juzgado, como abogado de la defensoría y Guille no puede disimular su orgullo, le dice que siempre supo que iba a ser un abogado brillante, sensible, comprometido, por encima de la media, sin dudas. Pedro se sonroja frente al halago, porque lo sabe sincero.
Ya vendrán las otras preguntas que vayan completando la historia de los años que vivieron separados. Pero habrá tiempo para eso.
Dormir juntos y abrazados es lo único que en este momento necesitan.
La primera luz del día los encuentra en la cocina, desayunando uno al lado del otro, sin mesas que separen, las piernas de Pedro descansando en las de Guille. Hacen bromas sobre el café que preparó Pedro y las tostadas que se le quemaron a Guille, según él por culpa de Pedro que lo desconcentra.
Una hora antes de la audiencia recuerdan que tienen que leer el documento, no hay tiempo de modo que Guille se lo comenta con lujo de detalles.
-Qué pensás que diría el juez si nos viera acá juntos, comentando el caso … -
-No me importa precioso, en este momento no me importa nada, pero nada de nada. Solamente el hombre que tengo frente a mí –
Pedro se acerca mimoso y lo besa.
-Mmm … - saborea Guille – no estaban tan mal las tostadas después de todo.
Ríen con ganas.
La audiencia se desarrolla sin problemas. Tanto Guille como Pedro están inspirados en sus alegatos y el conmovedor testimonio de la madre logra convencer finalmente al juez que se anima a adelantar una resolución favorable para que sea ella quien obtenga la tenencia de su hijo.
Es jueves y Guille llama al estudio para avisar que quedaron algunos asuntos pendientes con respecto al caso de Tomás y que va a aprovechar que el defensor de oficio se queda el resto de la semana para hablar con él. Debido al tiempo que esto le insumirá les dice que presume que recién el lunes volverá a trabajar al bufete. Pedro lo mira sonriendo.
Pasan el resto de la semana juntos. A Guille no le gusta la cuestión turística pero hace un esfuerzo y lleva a Pedro a conocer la Ciudad Vieja, algunos bares antiguos. Pedro bromea y le dice que le armó un paseo para jubilados, Guille le dice que tiene razón pero que detesta las playas llenas de gente y que además se supone que no se quedó a hacer turismo sino para estar con él. A Pedro le gusta pelearlo y se divierte con sus reacciones, las extrañaba.
A sus quince años Fabián ya hace rato ha comprendido el por qué su padre se separó de Ana. Y cuando pudo preguntarle Guille le contestó con la verdad, su verdad. Pudo entender ahí el por qué dejó el estudio y se fueron a vivir a Montevideo. Sin embargo, nunca le preguntó por Pedro, porque intuía que su profunda tristeza tenía que ver con él.
Por eso cuando apareció Pedro en la casa Fabián se puso muy feliz, en especial por su padre, que parecía haber rejuvenecido diez años en estos pocos días. Desde aquella cena de los tres en Buenos Aires que no veía a su padre tan feliz.
No hubo necesidad de que Guille le hiciera ninguna aclaración a su hijo, Fabián entendió que Pedro ya formaba parte de la vida de su padre y por lo tanto de la de él también. Y estaba bien que así fuera, “se ven bien juntos” pensó Fabián.
Ese viernes lleva a Pedro a cenar y – en un momento en que éste sale a comprar vino para la cena – le pregunta a su hijo si le molestaría que Pedro se quede a dormir.
-Mi viejo de novio – dice Fabián sonriendo.
-Hijo! Un poco más de respeto caramba!, qué pelotudez es esa de “mi novio”? –
-Bueno, perdón perdón, ¿tu pareja entonces? –
Esa manía de poner nombre a las relaciones. El sabía perfectamente quién era Pedro para él, no necesitaba etiquetarlo. Pero entiende a Fabián y acepta aunque no muy convencido - Está bien, está bien, mi pareja está bien –
Cenan entre bromas casi todas dirigidas a Guille sobre la comida a la que le falta sal, los lugares antiguos a los que llevó a Pedro, pasando por las anécdotas de Fabián sobre las eternas discusiones de su padre con sus profesores; cuando escucha estas anécdotas Pedro se ríe a carcajadas y a Guille no le queda otra que aceptar con resignación ser el centro de los chistes de su hijo y de “su pareja”. Pero lejos de quejarse se siente feliz compartiendo ese momento con las dos personas que más ama en la vida.
Por primera vez Pedro se queda a dormir en la casa de Guille estando Fabián, que los acompaña un rato a mirar una película del cable hasta que el sueño lo rinde y se va a dormir. Guille y Pedro apagan el televisor y se quedan hablando hasta tarde, les da placer estar juntos, se divierten, siempre descubren algo nuevo que los atrae del otro. Finalmente deciden irse a dormir. Aún no pueden creer poder compartir esa cotidianeidad como cualquier pareja, “como siempre debió haber sido” piensa Guille. La palabra “pareja” no suena tan mal después de todo.
El domingo Pedro debe volver a Buenos Aires para retomar el lunes su actividad en el Juzgado. Ese sábado a la noche deciden alquilar un auto y se van a una playa alejada, que Guille sabe que no es muy frecuentada.
Se sientan en la orilla, con la botella de vino a un costado.
Pedro se sienta donde más le gusta, entre las piernas de Guille, para abrazarlo y que lo abrace bien, la espalda contra su pecho, la cabeza descansando en su hombro, los brazos abrazados a sus piernas.
Saben que tienen que hablar, por eso buscaron ese lugar tranquilo, relajado.
-Qué vamos a hacer mi amor? Vos acá, yo en Buenos Aires, no quiero, no me gusta. Si antes me costó ahora me va a resultar insoportable –
-Podemos vernos los fines de semana – dice Guille sin un gramo de convicción.
-Si claro! Y pensás que a mí me va a alcanzar! Estás loco si pensás eso. No lo voy a aceptar –
-Ya sé precioso, ya sé – dice besando la cabeza de Pedro y cruzando los brazos por su pecho – pero yo no puedo volver a Buenos Aires Pedro y vos no podés dejar el juzgado donde estás haciendo un trabajo brillante y donde te queda tanto por crecer –
-No te das cuenta ¿no?. A mí no me importa nada de eso, yo quiero estar con vos, todos estos años los dos separados, sufriendo, no quiero Guille, me niego. Tan sólo pensar que mañana me tengo que separar de vos me provoca una angustia que no me deja respirar - la voz le tiembla, se abraza más a Guille – además no quiero que sigas trabajando en ese estudio, yo conozco tu alma y de lo que sos capaz y seguir ahí es como dejarte morir. Yo te he visto trabajando, dando clases, quiero que lo que hagas te apasione, que nos apasione.
Guille sonríe y lo aprieta contra él - A ver, hagamos una cosa Pedro, vos mañana te volvés a Buenos Aires y en estos días vamos pensando qué hacer y yo voy a verte el fin de semana que viene y vemos qué resolvemos ¿te parece? –
-No, vengo yo, la última vez que dijiste algo parecido pasaron tres años –
Guille ríe con ganas – Pero Pedro ¿resulta que ahora no vas a confiar más en mí? –
-No hasta que te tenga seguro conmigo y sepa que no te vas a escapar de nuevo, no hasta saber que cuando me despierte vas a estar al lado mío, recién en ese momento me voy a quedar tranquilo –
-Ya no huyo más precioso – besa su frente, se hunde en su boca.
-No importa, el próximo fin de semana vengo yo –
-¡Si señor!, ¡como usted diga señor! – Guille hace la venia, recordando.
-No me tomes el pelo Graziani si sabés lo que te conviene -
-Ah! Así que ahora además de desconfiar de mí, me amenazás! –
-No te das una idea de cuántos delitos contra la moral se me ocurren para cometer con vos y que no están contemplados en el código penal – se da vuelta y se tira sobre él en la arena – atrapado – encuentra su boca mientras Guille busca su piel bajo la camisa y lo aprieta contra él – despacio Graziani, tenemos toda la noche – susurra en su oído mientras le muerde el lóbulo de la oreja.
-Es poco tiempo para todo lo que vamos a hacer juntos –
-Ahora entiendo lo de la playa alejada y sin gente – mordiendo su mentón – que no me entere que trajiste a otro antes que a mí.
-Vine sí, muchas veces vine, era el único lugar que encontré para pensar en vos y extrañarte –
A Pedro se le llenan los ojos de lágrimas.
-Pero eso no va a volver a pasar mi amor – dice Guille emocionado, acariciando el rostro de Pedro.
-Jurámelo -
-Te lo juro Pedro yo …–
-Shhh … - dice Pedro.
Tenía razón Guille con lo de que una noche era poco tiempo.
-Hijito por favor apurate! – le grita a Fabián mientras se ajusta la corbata nervioso
-Dejame a mí – trata de ayudar Pedro – sos un desastre Graziani, no sé cómo hiciste para vivir tanto tiempo sin mí – ahora sí, ya está.
-Yo tampoco precioso – sonríe mientras toma el rostro de Pedro con su mano y lo besa.
Refiriéndose a Fabián – ¿Viste si preparó el desayuno por lo menos? –
Pedro ríe con ganas - Perdón Guille pero ¿estás hablando de Fabián? –
-Debería haberlo imaginado, le está pegando mal la adolescencia –
-Es un buen pibe tu hijo, dale tiempo, no es fácil tener un padre como vos – y al ver la cara de Guille que se transfigura suelta la carcajada.
-Sos un atorrante! – le dice mientras le comienza a hacer cosquillas
-No no por favor por favor! – se ríe Pedro tratando de defenderse.
Caen en la cama y es otra buena excusa para besarse.
-Voy a preparar el desayuno porque sino no vamos a llegar más –
-Lástima, estaba rico este desayuno alternativo – sonríe Pedro enamorado
-Dale vamos, vestite “desayuno alternativo”-
Dejan a Fabián en el colegio y se dirigen al estudio que inauguraron el sábado a dos cuadras de la costanera de Puerto Madryn pero un poco alejada del centro comercial, “no quiero turistas que vengan a preguntar cada cinco minutos cómo llegar a Puerto Pirámides” había dicho Guille. En un cartel de madera rústica ubicado a un costado de la puerta de entrada se lee “Estudio Beggio y Graziani. Abogados”. Se quedan parados mirándolo.
-No te lo dije el otro día pero no está bien que vaya mi apellido primero –
-Ah no sé, vos dijiste que del cartel me encargara yo, mi cartel, mi decisión y así va a quedar –
-Sos un hincha pelota Graziani –
-Viste precioso? Te tendrías que haber dado cuenta antes –
Pero Pedro disfruta de este Graziani, tan diferente del que volvió a encontrar hace un año en Montevideo. Cuando decidieron que ni Buenos Aires ni Montevideo eran lugares para pensar un futuro juntos.
La búsqueda fue ardua porque también Fabián participó de la decisión. Finalmente los tres coincidieron en que Puerto Madryn era el mejor lugar, una ciudad relativamente pequeña (aunque comparada con Buenos Aires cualquiera lo es) pero con mucho movimiento y una vida comercial y turística bastante intensa. Fabián se adaptó de inmediato a su nueva geografía y ellos finalmente pudieron relajarse y disfrutar de su nueva vida juntos.
Saben que los rumores serán inevitables, pero deciden asumir ese riesgo.
Es una ciudad con mucha gente joven y ellos saben que eso con el tiempo jugará a su favor.
-No te preocupes Pedro, para equilibrar, en la Asesoría del barrio el cartel que elegí va a decir “Graziani y Beggio. Asesoría jurídica”.
Pedro lo mira y sonríe – No tenés paz Graziani –
A poco de llegar instalaron provisoriamente su estudio en la casa que alquilaron mientras se acondicionaba el que acaban de inaugurar.
Pero quedaba pendiente el sueño de Pedro al que Guille se sumó: abrir una asesoría jurídica en un algún barrio de alta vulnerabilidad social en el que la gente no pudiera acceder a un abogado para que los oriente. A los tres meses de llegar ya habían abierto la asesoría que funcionaba dos días a la semana y dos sábados por mes. La gente se acostumbró a verlos juntos caminando por el barrio y de a poco los fueron integrando a sus fiestas, a las celebraciones familiares. Guille y Pedro sentían que allí, en ese lugar, habían podido volver a la verdadera fuente de lo que ellos pensaban que era el ejercicio de la abogacía.
A veces les resulta difícil creer que estén viviendo juntos, después de lo que tuvieron que atravesar.
Guille y Pedro pensaron que con el correr de los días la pasión incontrolable que sentían el uno por el otro iba a ceder y a dar paso a una calma hija de la rutina, pensaron que el amor iría decantando hacia el afecto, pero para su sorpresa, sucedió lo contrario, absolutamente lo contrario.
Se siguen buscando con el mismo deseo, la misma pasión del primer día, basta que se miren o se rocen apenas para que sientan en todo el cuerpo un deseo abrasador, pero saben dilatarlo, esperar, para que el goce sea mayor cuando se encuentran.
No saben si este es el lugar donde se van a quedar a vivir para siempre, probablemente con el tiempo vayan buscando otros. Eso no les preocupa ni les importa demasiado.
Algunas noches – cuando el viento lo permite - disfrutan sentarse de la manera que a ellos les gusta, en el suelo, abrazados el uno al otro y mirar el mar desde su casa, dejándose ir.
Mientras permanecen así, abrazados en silencio, el amor abre paso a la certeza.
-Mi lugar en el mundo es donde estás vos Guille –
-Y el mío donde vos estás Pedro –
Y no necesitan saber nada más.
-------------------------------------------------------------------------------------------------------
“Todo principio
no es más que una continuación,
y el libro de los acontecimientos
se encuentra siempre abierto a la mitad”
no es más que una continuación,
y el libro de los acontecimientos
se encuentra siempre abierto a la mitad”
Wislawa Szymborska “Amor a primera vista”