-Pedro, ¿vos estabas al tanto de
esto? – dice Guillermo alcanzándole el cuaderno.
-No. Ni idea – lee. -¿Te cita la
maestra de Diego? ¿A vos? ¿Qué pasó?
-¿Qué pasó?, eso es lo que te
pregunto yo. ¡Qué pasó! ¡Y a mí, por qué a mí! Yo no voy. Andá vos.
-Guille, la nota no es para el
papá de Diego: la nota es para el Dr. Guillermo Graziani, papá de Diego. Y te
cita en la última semana de clase, ¿qué habrá pasado?
-¡Qué habrá hecho! ¡Venía tan
bien!
-No me mires a mí: yo a los 11
años era invisible…
-Pedro, hablá con ese chico, por
favor.
-No, Guille, mejor hablá vos. Vos
vas a tener que tratar después con la maestra.
-Pero Pedro, si Dieguito no habla,
¡es una lucha sacarle una palabra!
-Vamos Graziani, ¿me vas a decir
que perdiste el toque? – y lo descoloca. Pedro siempre lo descoloca. Lo mira, el
recuerdo estalla, se ríe, lo llama con la mano, Pedro se acerca y lo besa suave
en los labios – Es que con vos, todo me sale bien, chiquitín.
-Casi todo – provocador.
-Pelotudo.
………………………………
Diego ya está acostado, leyendo un
libro cuando Guille se asoma a la puerta entreabierta:
-¿Se puede?
Diego asiente.
Guillermo se sienta en la cama con
el cuaderno en la mano.
-¿Qué leés hijo?
Diego le muestra la tapa: Cartago
en Llamas, de la editorial Robin Hood.
-¡Ah, Salgari! ¡Qué tiempos! ¿No
sos un poco chiquito para ese libro? ¿Te gusta? (toma nota de hablar el tema con
Pedro).
Gestito afirmativo de Diego.
-¿De dónde lo sacaste?
-Papi.
Gesto. Palabra. Gesto. Palabra. De
ahí no lo mueve. Paciencia Guillermo, se dice para sí. Directo al punto,
mostrándole el cuaderno.
-¿Sabes por qué me citó tu
maestra?
Diego niega con la cabeza.
-¿Por qué sabés que la maestra me
citó, a mí, no?
Diego afirma con la cabeza.
-Hijo, ya sé que no te gusta
hablar, a mí tampoco me gusta hablar, pero a veces es necesario, cómo ahora…
Y Guille levanta los pies y se
acomoda en la cama, al lado de su hijo, mostrándole que esta noche, tiene todo
el tiempo del mundo.
-¿Pasó algo en la escuela?
-No, nada.
-¿No pasó nada?
-No, papá.
-¿Y por qué me llama la
maestra?
Dieguito se encoje de hombros.
-¿Tuviste problemas con algún
chico? – No.
-¿Le pegaste a alguien…
porque a vos te va bien ahora en la escuela, no?
-Sí.
-Diego, ¿qué te puedo preguntar
para que me respondas con más de una o dos palabras? ¿Cuántas piezas tiene el
Lego barco pirata? ¿La genealogía de Bilbo Bossom? Tenés que hablar hijo, tenés
que hablar. ¿Qué pasa? Retrocedimos 40 casilleros, porque así era antes,
antes… que no hablabas, que no decías nada, te acordás, ¿te
acordás o no te acordás?
-Me acuerdo pa.
-¿Ah… te acordás?
¡que te vas a acordar! ¡O sos como yo, que me acuerdo todo en blanco y
negro!
Y pellizca a Dieguito,
molestándolo, tratando de que se ría.
-Me acuerdo papá, pará…
-¿Así que te acordás? ¿De qué te
acordás?
-Me acuerdo, papá, dejame, me
acuerdo…
-Ah, sí, ¿y de qué te acordás?
-Me acuerdo de todo, pa, de
todo…
Guille lo mira con ternura, con
emoción. Porque es uno de esos momentos, en que tu hijo te da la oportunidad
única de elegir desviar la conversación, cortarla, o sumergirte en un mundo para
el que un padre nunca se siente del todo preparado. Guille decide:
-Contame entonces, hijo, contame,
¿qué es todo?
-Que me acuerdo de todo, papá, de
todo – y parece que el chico no va a salir de ahí. Y Guille arremete:
-¿Y qué quiere decir eso? ¿Qué te
acordás de todo lo que te querés acordar, y de todo lo que no te querés acordar
también? Y Guille busca tristeza en la mirada de su hijo. Y no la encuentra.
Dieguito no está triste: una vez más su hijo lo sorprende… y van…
Diego lo mira directo a los ojos:
la misma mirada de su papá, en un estuche de apenas 11 años. Podría sospecharse
hasta que se desliza una pizca de picardía…
-Qué se yo, de todo, papá: del día
que nos conocimos, de antes, de todo…
Guillermo se acomoda en la cama:
-¿Ah sí? ¿Del día que nos conocimos, mirá vos? ¿Se me notaba mucho que estaba
aterrorizado? Le dice sonriendo Guillermo.
-Sí – se sonríe
Dieguito, recordando la escena. Y Guille, sabe que lo logró, que abrió una
puerta de las difíciles; de ahora en más, pura montaña rusa.
-Mirá como te reís, atorrante…
mirá como me gozás eh? ¿Y de qué más te acordás, eh? ¿de antes, qué es eso de
antes?
-Sí, de antes, papá, de nuestra de
vida de antes – sigue mirando a los ojos a Guille que a su vez le clava la
mirada - de mi vida, de mi mamá, de todo…del viento, del campo, de todo…
-Dieguito hace una pausa, como pidiéndole a su padre permiso para seguir… y
Guille, sin un gesto visible, asiente - de mi mamá, yo me acuerdo todos los días
de mi mamá…
- Ah sí, mirá vos – alcanza a
decirle Guille, tratando de hacer audibles sus propias palabras, atrapado en una
tensión que le crece desde el pecho, le gana el cuello y que detiene antes de
que le tome la cara, porque quiere acompañarlo, no interrumpirlo o desalentarlo,
eso es lo último que quiere. –¿Y qué te hace acordar tanto de tu mamá, si se
puede saber, la extrañas? Pregunta Guille tratando de controlar el temblor en su
voz…
Dieguito baja la mirada, vuelve a
mirar a Guille y se sonríe. El sabe lo que le está costando a su papá
escucharlo. El sabe del miedo de sus papás y siente que él también puede
protegerlos…
-Todos los días, cuando papi nos
despide en la escuela con un abrazo y un beso, y todas las noches cuando viene a
verme a la cama y me da las buenas noches, y que soy el mejor, con
un abrazo y un beso, papi me hace acordar a mi mamá… ella era igual-Dieguito se
detiene, acariciando su recuerdo – igual a papi: ella siempre sabía cuando algo
malo nos podía pasar… y estaba ahí, como papi.
Guillermo solo atina a pasarle la
mano por la cabeza, revolverle el pelo y arrastrarlo en un abrazo contra su
pecho. Dieguito también lo abraza, y Guille sabe que hay más.
-Mi mamá no quería llevarnos al
trabajo con mi papá, y mi papá se enojaba… y decía que éramos chicos, y mi mamá
le decía que yo entendía todo… y tenía razón- Guille abre los ojos
grandes, le toma el mentón y asiente con convicción. – Y mi papá se enojaba, que
esa era nuestra vida y que él no se avergonzaba. Y mi mamá le contestaba que
ella tampoco pero que era mejor que no sepamos nada. Y cambiábamos
de casa todo el tiempo, y todas las casas eran horribles. A mí no me molestaba,
y no nos llevaba a la escuela porque no podía, porque nadie nos quería, y no
quería que los chicos nos trataran mal, que las maestras le preguntaran, pero
ella nos enseñaba lo que podía. ¿Sabías que la primera vez que vi un play móvil
y un lego fue acá, en casa?
-No – responde Guille – pero me
imaginé…
-¿Por qué no sabía jugar? – “Y yo
que pensé que Pedro tenía ojos expresivos” piensa Guille… “es de familia… de
nuestra familia”.
-¡Yo tampoco sabía! – Guille, en
modo juego, tratando de recomponerse – trataba, trataba pero no los podía
encastrar.
-¡Papá, un play móvil con un lego
nunca pueden hacer click! Y me hacías creer que yo sí sabía, y me pedías que yo
te ayudara…
-¡Es que no sabía hijo! - Se ríe
con ganas Guillermo—y lo abraza más fuerte.
-Ese día – Dieguito siente que
tiene que sacar todo afuera, no puede parar – ese día ella sabía que algo malo
iba a pasar, y en vez de quedarse con nosotros, lo quiso acompañar a mi papá, y
nos dejó con una vecina, y con un bolso con nuestras cosas. Y cuando se fue, nos
abrazó muy fuerte, nos besó y me dijo: “cuidá a tu hermana tesoro,
yo los voy a venir a buscar”. Guille lo miraba con los ojos bien abiertos, como
si fuera él el chico, esperando el final de la historia. – Y después me dijo
también: “Y si no vengo yo, nene, voy a mandar a alguien, sí?
-¿A quién mamá?
-Ahora no sé Dieguito, ahora no
sé. Pero vos ya sos grande y te vas a dar cuenta de que lo mando yo.
Y Guille no necesitó cerrar los
ojos para recordar ese día, el primer día que se encontraron con los chicos. El
estaba pendiente de Pedro, que temblaba como una hoja… pero en cuanto vio a los
chicos, quedó atrapado en la mirada profunda, esquiva, desafiante de ese niño,
peguntándole desde el brillo de sus ojos…
-El día más importante de la vida
de papi y mía, ¿sabés? – no hacía falta explicación. Los dos sabían de qué
hablaban. Los dos se escuchaban en su silencio.
-Sabés que creo, Dieguito…
-¿Qué papá?
-Qué le tendrías que contar todo
esto a Brisa, hijo… ella era muy chiquita… y seguramente no se debe acordar…
……………………………….
-¿Y, sabemos por qué te citó la
maestra de Diego?
-No, no sabemos…
-Pero Guille!!!
-Pedro, tranquilo, ya lo conocés a
Dieguito, ya nos va a contar.
Guillermo sale del baño y se mete
en la cama con Pedro.
- ¿Por qué
Graziani, sé que no me estás contando algo?
- Porque ya
somos de esos matrimonios viejos que se conocen todas las mañas…
- Me gusta lo
de matrimonio, no me gusta lo de viejo… ¿qué pasa?
- No señor,
ahora no… haceme acordar mañana que te cuento algo de los chicos…
- -¿Por qué
mañana? – puchereando.
- Amorcito,
mañana. Porque si te lo cuento ahora, te vas a quedar pensando toda la noche en
los chicos, y ahora quiero que sólo pienses en mí, toda la noche
en mí. Y abrazame y besame y quedate así conmigo… que me hace bien.
Y para Pedro, un pedido de
Guillermo, es una orden.
……………………….
Ahora debería contarles porqué la
maestra lo citó a Guillermo… mejor lo dejamos para otra historia…
Ilgora como disfruto leyendo tus historias!! Que familia hermosa, llena de amor, que dulce es Pedro, que enamorados están. Me encanta!! Podes decirme que edad tienen Brisa y Diego por favor?
ResponderEliminarGracias por tu comentario! Dieguito tiene 11 años, y Brisa 8 para 9. Ya hace 4 años que viven con Pedro y Guille. :)
EliminarComo disfruto leyendo de mi familia favorita! Me gusto muchisimo lo del libro de Salgari de la coleccion Robin Hood!!!!!!!! quien no se durmio leyendo uno de esos heredado de nuestros viejos! las tapas amarillas ajadas por muchas manitos q las sostuvieron leyendo sus historias! Lau
ResponderEliminarTodos nos dormimos con un Robin Hood en las manos!! Gracias por compartirel recuerdo, Lau!
Eliminardivino!!!!!!!!!!!! mujer me tienes fascinada con este par de bellezas.....como sin ser hijos biológicos son la expresión viva de ellos dos......la combinación perfecta en cada uno de ellos.....hermoso hermoso hermoso....se nota que tienes hijos, yo no sabría como abordar a un chico asi, quedaría en el umbral esperando no se que ..algo que pase....jajajjajajaja divino!!!!
ResponderEliminarY a mí me fascina cuando describís a tu Guille de ojos profundos y Pedro de bellos y largos dedos... Es genial como entre todas hacemos una construcción colectiva de Guille y Pedro!
Eliminaryo no quiero hablar pero con vos se me escapan la palabras, papá...Otro rasgo de familia. Se que me voy a quedar pensando en esta historia unos cuantos días, que se va a ir y va a volver. Ya solita tiene un peso extraordinario, pero si además lo veo y lo escucho a Guillermo ahí, ya no tiene límite. Muchas gracias por compartir así un cachito de tu alma. MIMI
ResponderEliminarGracias Mimi,tan bello!
EliminarMe dejas sin palabras pero abris mi corazon y me lo llenas de emociones...Me encanta lo que generas en mi con esta historias...Un gran abrazo....!!
ResponderEliminarGracias Adriana!
EliminarHistoria bella para el corazòn, como siempre, Ilgora! Gracias!
ResponderEliminarIlgora tus 2 historia no pueden ser mas tiernas xq no te entrenas para mas jejjejej .... guille y Pedro son unos padrasos ..... Que dulzura..... Ahora me dejas con la incognita que le dira la maestra ..... Asi que esperemos !! Graciela CT
ResponderEliminarGracias Graciela! ya vendrá!
EliminarHermoso, hermoso relato de como abordar a un niño poco comunicativo, para poder conseguir que hable y cuente lo que recuerda de su historia.
ResponderEliminarCuanta ternura:-Todos los días, cuando papi nos despide en la escuela con un abrazo y un beso, y todas las noches cuando viene a verme a la cama y me da las buenas noches, y que soy el mejor, con un abrazo y un beso, papi me hace acordar a mi mamá… ella era igual-Dieguito se detiene, acariciando su recuerdo – igual a papi: ella siempre sabía cuando algo malo nos podía pasar… y estaba ahí, como papi. Hermoso. Gladis
Gracias Gladys!
EliminarIlgora me fascina tu forma de contar historias. Una se va deslizando por ellas sin darse cuenta. Es emocionante ver ese vínculo de Pedro y Guille con Brisa y Dieguito, porque los veo claramente cuando los narrás. Los climas que creás entre ellos son de una ternura que conmueve, todo el tiempo tengo un nudo en la garganta. Gracias por estas maravillas. Abrazo.
ResponderEliminarGracias por tu palabras Graciela!
EliminarGenial Ilgora, ir conociendo de a poco la vida de Brisa y Dieguito, esa vida anterior a su llegada a la casa de Pedro y Guille. Y verlos a ellos dos actuar como padres, es maravilloso. Tus historias son puro sentimiento, me encantan.
ResponderEliminarGracias Marcela!
Eliminar"¡Papá, un play móvil con un lego nunca pueden hacer click! Y me hacías creer que yo sí sabía, y me pedías que yo te ayudara…"
ResponderEliminarsin embargo, vos sí en estos relatos, podés hacer que un lego y un play móvil jueguen juntos, "encastren" sin problemas.. todo suena a tiempo, ajustado.. qué hermosa familia creaste!! abrazo
Es que me "robo" la ternura del mundo real, Nora... El niño del play móvil y el lego, es un niño de verdad!! :)
Eliminarhermoso hermoso hermoso, sin mas
ResponderEliminarMuchas gracias Elena!
EliminarIlgora... sólo una palabra: GRACIAS!! x todas estas sensaciones tan increíblemente expresadas, y las que provoca esta hermosa flia en nosotrs. Carina
ResponderEliminarÉste es el Graziani que me gusta, el que se dejó moldear por la ternura de Pedro y ahora de sus hijos, el que se anima a tener una charla profunda con su hijo aún enfrentando a sus propios fantasmas y miedos...el que se animó y se anima a esta altura de su vida a ser feliz! Gracias Ilgora por devolvernos a este Guille entrañable y hacernos disfrutar de una hermosa historia! María Elena
ResponderEliminarMe encanta que lo veas como yo lo veo, María Elena!
EliminarAl fin le tocó el turno a Dieguito. Y vaya si el chiquito tiene cosas para decir... Y Guille, como buen interrogador que es, lo sabe guiar, lo 'pincha' un poquito, lo espera. Alta escena. Coincido con Lupillar, el toque que tenés para hacer interactuar a los grandes con los chicos es magistral. ¡A esperar otra gragea de felicidad!
ResponderEliminarEs que Guille está descubriendo cómo sólo la fuerza del amor lo transforma en padre... El no lo sabía, Alessa!
EliminarMe encanta como todos los que no quieren hablar, se les escapan las palabras con Guille... Graziani es un tierno con una virtud muy grande, saber escuchar. Ahora quiero saber por qué lo citó la maestra al Dr. Graziani, jaja.
ResponderEliminarjajaja
EliminarDe una ternura que emociona, Ilgora! Qué capacidad que tenés para emocionar con tus relatos, con tanta dulzura, tanto amor y en hechos cotidianos de una familia ya consolidada. Guille, Pedro y esta hermosa familia se llevan tan bien con vos que es leerte e imaginarlos en cada situación.
ResponderEliminarContanos porqué lo llamaron a Guille! Acá espero !!
Saludos!
Claro quue sí, Sol. Ya viene!
EliminarAbrazo grande!