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Capítulo
3: ¿Vivir con Pedro?
No
sabía si el viaje en remis había durado siglos o un instante. Desesperado,
enojado, con un no rotundo a la esperanza, Guille igual se dirigía a
tribunales. Beto lo esperaba en la puerta. Como tantas otras veces, como
ninguna otra. Bajó hecho una tromba, sin pagar. Beto lo había previsto, se
acercó al chofer y después se fue corriendo detrás de él, que entraba a
las apuradas, sin rumbo.
-Guille,
Guille…
-A
ver Beto, me querés decir qué hacemos acá, me querés decir qué mierda… -sin
detenerse, sin mirarlo.
-Guille,
pará, Guille, dejame que te diga, aflojá Guille… - pero Guille estaba furioso.
-Te
mato. Si esta es una estupidez te mato. No, mejor me mato. Sabés que trato de no
venir acá. Decime Beto, decime qué pasa –. Algunos colegas se detenían a
mirarlo. Graziani sacado, era moneda corriente, pero no muy frecuente en esos
días.
-Guille,
bajá un cambio, por favor, te va a hacer mal.
-¡Me
va a hacer mal? Ya me hace mal, Beto, ya me hace mal…
-Dale
Guille, ¿y si no es, qué perdemos? No perdemos nada - Y ahí sí. Gira sobre sí
mismo, y lo mira, los ojos como dos fuegos.
-¿Qué
perdemos? ¿Qué no perdemos nada? Beto, lo único que tengo es nada . Y si pierdo
esa nada, lo pierdo todo.
-Con
más razón Guille, con más razón. Escuchá. Ahora pasaron a cuarto intermedio
hasta las tres. Vamos a servirnos un café y te cuento. Es en el recinto.
Sala 2.
Guille
mira a Beto, incrédulo, derrotado. “En la sala 2”. La puta que lo parió. Y Beto
sabe lo que le pasa, y aprovecha el momento. Guille “vencido” es más fácil de
empujar hasta la máquina de café.
-Escuchá
Guille, haceme el favor. Dejá que te cuente y después hablás. – el otro ya ni
quiere contestar.
Beto
le alcanza un café a un Guille sentado, con la vista perdida en el ventanal.
Pero sabe que lo escucha.
-Mira,
el run run empezó en la facultad: una abogada nueva, joven, que está buena, del
interior, con casos chiquitos, difíciles y unos alegatos de la puta madre.
-¿Tengo
que opinar?
-No
opinés, dale, aguantá, aguantá. Viene de Entre Ríos, pero ya tuvo casos en
varios provincias, un par en Córdoba y ahora este es el segundo que vino a
representar acá, viste. Y se habla, viste. Y yo no pude venir a verla, hasta
hoy.
Y
como Beto veía que Guille se iba cerrando, él sabía qué palabra tenía que decir
para recuperar su atención.
-Se
especializa en casos de prófugos, Guille. Solamente representa prófugos,
prófugos inocentes.
Guille
no se movió, ni el aire a su alrededor. El mensaje le había llegado. Beto podía
continuar, si lograba mantener la atención de su único espectador. Para estar
seguro, hizo una pausa larga. Y entonces, Guille, sin mirarlo, habló.
-Seguí.
-Les
llamó la atención a unos cerebritos de un blog: salió de la nada y solamente
defiende prófugos con historias pesadas o muy embarrados que se presentan a la
justicia después de toda una vida clandestina. Que se la juegan, ¿viste?
Siempre alega inocencia, presenta un caso sólido, bien fundamentado y hasta
ahora ganó todos. Cinco. En el último año y monedas. Le dicen “leidimarian”
porque…
-Ya
sé por qué, Beto. Seguí.
-Pero
lo que llama la atención, es que la mina habla como si tuviera años de oficio.
Una mina con calle, viste, una pícara, con eso que solamente te da la calle… y
el kilometraje. Y es una piba.
Un
secretario anuncia que se retoma la sesión en la Sala 2. Graziani se levanta
disparado por un resorte y Beto lo sigue de cerca. Su perro guardián. Porque
Beto sabe lo que va a pasar.
En
el filo de la puerta del recinto, se detiene una fracción de segundo. Inspira
profundo. El aire ya huele a Pedro. Si puede superar el desgarro de ese primer
instante, podrá entrar. Es consciente de que en esa acción, es él el que
arrastra consigo a Pedro. Pero una vez adentro, acosado por los recuerdos de
algo que ya no es… puede hasta desaparecer en el aire, prisionero de algo que
no domina, que no entiende, ¿qué busca? Pero Beto lo cuerpea un poquito y ya
están adentro. Instintivamente Guille va para el banco del defensor, pero Beto,
lo toma del brazo y lo ”redirige” a las butacas. Se sientan. Es el turno de un
testigo y el fiscal interroga. Aburrimiento total. Y él, que siempre se jactó
de poder aislarse cuando quería de toda la cháchara inútil y navegar su propio
mundo, hoy odia esa capacidad, porque su mente viaja desatada, de Pedro en
Pedro.
Y
de telón de fondo, las voces del recinto, ininteligibles.
Beto
lo codea, pero él ni se inmuta. Sin embargo, algo ha cambiado, algo le suena,
se detiene a escuchar. Ahora, es la abogada defensora la que interroga. Pero es
breve, y de nuevo el fiscal.
Aún
así, algo se despertó en Guille, que lo hace comenzar a seguir el caso.
Prefiere pensar que sin interés… todavía.
-Guille…
- lo frena terminante con la mano. Guillermo ya está adentro.
Angel
Ramos, el imputado, fue acusado de asesinato, único sospechoso, hace siete
años. Se fugó. Todas las pruebas en su contra circunstanciales, mucho mar de
fondo. Se entregó a la justicia hace 6 meses.
El
hombre, sentado en la banca al lado de sus abogados, es… invisible. Guille
quiere evitarlo, pero no puede. Un hombre quieto, que no pierde detalle de todo
lo que sucede a su alrededor: a la defensiva, acorralado. En algún momento
cruzan la mirada, y una catarata de sensaciones se cuelan en el alma de
Guillermo: ¿necesita recorrerlas todas? Por un instante teme que todo su
padecer ni se compara con lo que podía estarle pasando a Pedro, su Pedro…
¿estaba él a la altura de pensarlo todavía “su Pedro”? No, qué va… y el
instante atrapa todo tiempo.
La
buena noticia es que el juicio había salido en tiempo record. Otro buen trabajo
de la defensa,que además, parece haber sacado pruebas y testigos hasta de abajo
las piedras. Presenta un caso bien preparado. Guille escucha. La sesión
termina. Continúa mañana.
-Quiero
saber todo sobre esta mina, Beto. Hoy. Me voy al estudio. – dijo levantándose.
-Hecho.
María
del Carmen Banegas, argentina. Soltera. Nacida en Concepción del Uruguay,
provincia de Entre Ríos. Título de la Universidad del Litoral. Buena carrera.
Rápida, con buenos promedios. Trabajó apenas un tiempo, en un estudio chico de
su ciudad. Y en los tribunales locales. Renuncia y reaparece en Río Cuarto,
Córdoba, defendiendo a Carlos Martínez, acusado por asesinato 10 años antes,
encarcelado. Siempre se declaró inocente. Fugado. Prófugo desde entonces, se
presentó voluntariamente ante la justicia un año antes del inicio del juicio.
Que ganó, patrocinado por la abogada Banegas y el Dr. Luro, hoy retirado.
Podría haber esperado la prescripción. Pero prefirió, en cambio arriesgarse y
recuperar aunque sea parte de su vida. Los siguientes casos podían encuadrarse
perfectamente en la misma descripción.
Guille
siguió atentamente las siete sesiones que duró el juicio, sin perder detalle:
sin duda María del Carmen era una abogada fuera de lo común. Su entorno era
fuera de lo común. Llegaba siempre acompañada por otros dos jóvenes abogados
que la secundaban en la banca. Y además, estaba unos días con dos y otros con
tres hombres, de mediana edad. Por su manera de vestir y su actitud, Guillermo
diría que se trataba de un juicio laboral, como si fueran representantes de un
“sindicato”, no penalistas. Siempre están con ella. La rodean… la protegen.
Y
Beto, con otra mirada, también ha detectado otro personaje, que siempre se
sienta al fondo de la sala, solo. No entra en contacto con el grupo, pero, que
por algunos detalles, Beto sabe que está con ellos. Una mirada o una leve
inclinación de cabeza al final de cada sesión, lo confirman. Nunca se juntan.
La
chica es impecable, en sus gestos, su manera de vestir, de manual. Mide sus
palabras cuidadosamente al exponer, y cuando es impulsiva, Guille se da cuenta
que está actuando. Reconoce ese tipo de comportamiento. Se sonríe, se
entusiasma. Y todo el tiempo, María del Carmen consulta sus notas, que al
comienzo de cada jornada, saca de un folio, y ordena prolijamente sobre su
banca. Guille hasta se atrevería a decir, que no dice ni hace nada sin
consultar sus notas.
-Quiero
esas notas, Beto, quiero verlas. Traémelas.
-Pero
Guille…
-Las
notas, Beto, quiero leerlas.
Y
Beto asiente con la cabeza. Pero en los días siguientes, sus tímidos intentos
de acercarse a ellas serán vanos. Las notas, son el “tesoro” mejor custodiado
del grupo. Además, Beto ya se dio cuenta de que “el otro”, el que siempre está
aparte, no le saca la mirada de encima. Ni a él, ni a Guille. Y se establece un
duelo silencioso entre los dos.
-Ese,
”el Mudo”, no me gusta.
-No
sé de qué me hablás Beto – Guille no quiere desviar su atención.
-Ese,
el que siempre se sienta al fondo, el que no nos saca la mirada de encima…
-Nosotros
tampoco les sacamos la mirada de encima. Dejalo y conseguime las notas.
La
joven abogada logró interesar a Guille. Hay algo en lo que expone, en cómo lo
expone, casi diría en la manera de ordenar las ideas, que le resulta… propio. Y
además está la pasión que pone en la defensa lo que entiende por justicia. Una
pasión que Guille supo sentir, y que luego volvió a ver, reflejada en el fondo
de esos ojos… y eso también lo hizo enamorar.
Y
así, durante varios días, Guille se sonrío, se enojó, quiso él mismo
contestarle al fiscal, disfrutó y sufrió con el juicio, pero no fue hasta el
testimonio de un comisario retirado, que sintió que el mundo desaparecía bajo
sus pies.
El
hombre había sido, hacía 7 años, el testigo clave en torno a quien se construyó
todo el caso en contra de Angel Ramos. Pero este hombre que se presentaba hoy a
declarar, estaba en un estado lamentable. Desprolijo, altanero, vencido,
buscando presencia en el alcohol, la prueba de una vida mal vivida. Y para lo
que más nos interesa, falso, inconsistente. Guille se estremeció. Imposible no
relacionar ese testimonio, con otro muy cercano, también en el mismo recinto.
El
hombre incurría en todo tipo de contradicciones, dudaba, se trababa. Vanos eran
los intentos del fiscal por salvar el testimonio. El juez no tuvo más remedio
que interrumpirlo, y pedir que lo ayudaran a abandonar la sala.
María
del Carmen seguía la escena con atención, agazapada, esperando el momento, sin
dejar de consultar sus notas. Guille, la observaba y sentía que a él también,
le hervía la sangre. Porque Guille sabía exactamente lo que iba a suceder en el
próximo instante.
Y
en ese momento, María del Carmen se puso de pie y con una hoja de sus notas en
la mano, dijo imperativamente:
-Sr.
Juez, exijo la nulidad de este acto judicial. El comisario inspector con retiro
efectivo Sr. Marquez, ha puesto en duda la veracidad de los testimonios y
testigos de la parte querellante. Alego además invalidez de las pruebas y
testimonios por falta de requisitos...
Y
Guille, necesitó cerrar los ojos para escuchar mejor, y sentir la dulce humedad
de esa boca, que lo sorprendió, atrapó en su “último primer beso” que lo
arrancó de lo hasta ese momento su vida, si a eso podía llamársele vida. Y
sintió ese temblor en toda la piel, imperceptible, para otro, pero incontenible
para él, que no le recordaba nada, porque nunca antes se había sentido así…
porque eso era “el chico”: una promesa por venir. Y Guille, se tomó la cabeza
entre las manos, y lloró. Beto, a su lado, sentía que sólo podía acompañarlo.
-Guille,
esto es bueno, Guille – tratando de calmarlo – esto tiene que ser bueno,
Guille. Pero Guille estaba inconsolable. El juez pidió cuarto intermedio y
Guille salió disparado al baño.
De
regreso en el recinto, la sesión duró poco. Guillermo, recompuesto, se sentía
en una montaña rusa. No podía decir que se sintiera feliz. No podía decir que
estuviera desesperado.
Cuando
se dio cierre a la jornada hasta el día siguiente, antes de que Beto pudiera
reaccionar, encaró a la abogada.
-La
felicito abogada, se adelantó a decir atravesando la “barrera” de hombres que
la rodeaba, con su mano extendida.
María
del Carmen, un poco sorprendida pero no tanto, correspondió con un enérgico
apretón de manos.
-Bueno,
muchas gracias Dr. Graziani.
Ahora
era él el sorprendido. -¿Sorprendido? – preguntó la abogada -¿De qué? Una
visualiza entre el público a un evidente colega, que viene todos los días, y no
puede menos que preguntar… Sé tanto de Ud. como Ud. de mí, ¿no? – y la chica le
sonríe. Y a Guillermo le gusta lo que ve: es clara, directa, de cara franca.
-Además,
debería ser yo quien le agradezca – ahora es él quien la mira con
interrogación, y una ligera sonrisa – En primer lugar, la atención que nos
presta, un abogado importante, ocupado, como Ud. En segundo lugar, la letra… me
imagino que debe haber detectado por aquí y por allá, algunas de sus palabras,
algunos de sus recursos…me interesa muchísimo la manera que ha tenido de
plantear algunos casos… y soy una recolectora: todo lo que encuentro que me
sirva para el bien de mis clientes, lo uso.
Guillermo
le sonríe y va a responderle, pero ella sigue con su discurso: -La gente a la
que defiendo necesita más que suerte u oficio: ellos se juegan por recuperar su
vida, sus sueños, su familia. Y se entregan a la mal llamada justicia,
confiando en mí. Se ponen en mis manos, ¿me entiende? Y yo, bueno, yo echo mano
de todo lo que pueda para ayudar a salvarlos.
-Precisamente
– logra interrumpirla – la invito a un café y charlamos…
-Le
agradezco pero no, Dr. Graziani. Esto todavía no se terminó: es un caso pesado.
El juez, no nos dio la nulidad, y mañana hay que alegar.
-Precisamente…
– Guille está tan nervioso que parece que hoy, no le sale otra palabra.
-
¿Y si le digo que sé lo que está pensando? – retoma María del Carmen - Que para
sacar provecho de una anulación más que justificada pero no concedida, caída de
testigos más otras falsedades evidentes, podría meter mano a su alegato en
“Mariani contra el estado provincial, 1989”, y hasta le damos un perfil
tragicómico a la cosa…¿qué le parece? Porque es exactamente lo que voy a hacer.
– Y María del Carmen se ríe con calidez. –¿Nos vemos mañana? – recoge sus
cosas, sus notas y justo antes de arrancar, se vuelve hacia Guillermo y le dice:
-Usted es un maestro Dr. Graziani. Y rodeada por su séquito, sale del recinto.
“Admiro
al profesional… y lo quiero” ¿A qué me viene justo en este momento esta imagen
a la mente?
Y
Guillermo agradece haber estado parado tan cerca de la banca, porque si no se
apoyaba en algo, caía redondo al piso. Muy lentamente logró sentarse,
peleándose con las miles de imágenes frenéticas que daban tumbos dentro de su
cabeza.
La
visión desde el sillón del despacho, era inmejorable. Verlo estirándose para
ordenar biblioratos siempre se agradecía, pero Pedro ya estaba a punto de
sacarle el trabajo a Cuca.
-Pedro,
¿otra vez? ¿Se puede saber que estás haciendo con esas carpetas viejas?
-Es
que me las llevo el fin de semana para leer en casa –responde Pedro con cierto
pudor- algunos casos están buenísimos…
-Pedro,
me vas a decir que no tenés nada mejor que hacer en tu casa, que leer el
“Manual Graziani del alumno de leyes”-se ríe, y Guille no podía más del
orgullo, aunque lo disimulaba, o al menos eso creía...
-Dale,
Graziani, -se reía Pedro también- que no sos “Hombres de Ley”…
“Claro
que no bobo”, piensa Guille, “soy Perry Mason, pero mejor ni te lo digo, si ni
vas a saber de qué estoy hablando”.
-Me
gustan tus casos viejos – continuaba Pedro, siempre sin mirarlo, siguiendo con
su tarea – sos gracioso, mordaz, atrevido, irreverente…
-¿Joven?
– le pregunta, provocándolo.
-Graziani,
¿Querés que te cuente qué hacía yo en 1989? – redoblando la apuesta… porque
Pedro sabe cómo darle fin a una conversación.
-Ni
te atrevas – se rie Guille con grandes gestos… y se queda sentado, mirándolo,
porque eran de “aquellos – lejanos- días” en que Guille se había
autoimpuesto una restricción de por lo menos metro y medio respecto de Pedro,
sino... “No te atrevas, lindo, que sino, me atrevo yo” para adentro, y Guille,
todavía, no quería asustarlo. Bastante con el propio susto.
…………………………………………….
-Guille,
¿estás bien? ¿te pasó algo? Se fueron todos, menos ese, “el Mudo”, es como si
nos esperara el chabón… ¿te podés mover?
-Beto,
¿vos pensás que si pudiera moverme no lo haría?
-¿Te
ayudo con algo, Guille? ¿Qué hago?
-Sacame
20 años de encima y tiralos a la mierda…
Esa
noche, Guillermo, no pudo dormir.
……………………………………………
Al
otro día, tuvo lugar la última jornada del juicio, que transcurrió sin mayores
sobresaltos. Poco era lo que podía ya hacer la fiscalía: el caso estaba
resuelto en favor del imputado. La alegría, aunque todavía encerrada, estaba en
el aire.
En
la última fila, por primera vez en el recinto desde el comienzo del juicio, la
familia del acusado, seguía ansiosamente el desarrollo de cada una de las
declaraciones. Una mujer, la esposa, sentada entre dos adolescentes, chica y
chico que la tomaban de la mano todo el tiempo, al lado de la chica un muchacho
que la tenía abrazada, su novio, cerca de ellos una señora mayor, musitando,
con un rosario en la mano, y un puñado de familiares y amigos más, no tan
indentificables, algún viejo compañero de trabajo, un vecino, el almacenero del
barrio… más de una docena de almas pendiendo de un fallo, de que se haga
justicia. Guillermo miraba y se veía reflejado en ese espejo de la vida. Angel
Ramos, sentado dándoles la espalda, no giraba la cabeza, ni pensarlo. Tenso,
concentrado en lo que ocurría delante de él, con la esperanza cortita, escondida
bajo la banca.
Guille
en cambio, estaba eufórico. Preparado para contar “conejitos”. Y no fue
defraudado.
-“Cómo
podrán Uds. comprender, sus señorías, es muy difícil para mí, poder contarles a
Uds., a nosotros, que no lo hemos vivido, lo que es ser un prófugo. Y un
prófugo víctima de una “distracción” de la justicia. Porque ser un prófugo es
tratar, todos los días, de ser nadie, invisible, tratar de olvidar, pero no ser
olvidado…
Así
nomás arrancaba el alegato final de la defensa. No hablaba sobre detalles del
caso, ni pruebas o falsos testimonios… eso, eso ya estaba dicho. Ahora, la
joven abogada hablaba sobre la naturaleza humana, sobre el derecho a tener la
oportunidad de poder ser…
Guille
estaba preparado, pero no estaba listo. No para esto. ¡Ay, precioso, no puedo
más! Te veo, pero no te veo. Si me trajiste hasta acá, por favor, dame más,
(aunque, íntimamente, Guille sabía).
………………………………………………………………
El
alegato, ya llegaba a su fin: -Nosotros, aquí, no conocemos la forma exacta de
Dios, tampoco conocemos la forma exacta de la justicia, pero sí conocemos los
actos que conducen hacia el bien, y los actos que sin lugar a dudas conducen
hacia el mal… y creo que en este caso, sin lugar ya a dudas, reitero, ha
quedado demostrado que hay algo que rectificar. No siempre uno tiene la
posibilidad de rehacer algo mal hecho. De tener o poder dar una nueva
oportunidad. Nada ni nadie le devolverá al Sr. Ramos, ni a su familia, ni a sus
amigos, estos últimos 8 años de padecimientos, pero sí, podemos, ofrecerle, la
ilusión de un mañana feliz. Será Justicia.”
……………………………………………………..
Guillermo
logró convencer a María del Carmen de tomar un café, más de uno, que intentó
disfrutar, pero nada pudo averiguar. La abogada no largaba prenda: era amable,
hasta simpática, pero hermética en cuanto a su trabajo. No quería, no sabía.
Beto,
en cambio, a “su modo”, pudo enterarse de algo más y fue armando su propia
teoría: si las cosas eran como él pensaba, podía ver perfectamente una mano
“como” la de Pedro en medio de todo esto. La pucha… impresionante… Pero por más
que trataba de contarle, Guille no parecía escucharlo. Guille estaba mal.
Insistía,
e insistía, pero estaba en una vía muerta. Y la tal María del Carmen, ¿por qué
lo hacía? Tal vez, porque había conocido a Pedro en el submundo de los
prófugos, ¿por qué no? Y se había enamorado de él, obvio, y juntos buscaban la
manera de resolver su caso, cosa que él, Graziani, no había podido hacer… y
Pedro se había sentido “abandonado”, y, en fin, ya hacía la suya.
-Y
vos, ¿por qué hacés esto? ¿Vos lo conocés a mi socio, Pedro Beggio, no?-
María
del Carmen, lo miró, con un poco rabia, con un poco de pena… -Me extraña,
Graziani, ¿qué estuvo haciendo su investigador? ¿Qué por qué hago esto? Mire,
en la república Argentina, en este momento, hay más de 105.000 personas con
status de prófugos, calcule Ud. cuántos pueden llegar a ser inocentes… a dos,
tres, con furia cuatro por año… ¿piensa que lo hago por todos ellos? ¿piensa
que lo hago por mirar a la cara de cada una de las personas a las que ayudé a
que recuperara algo bastante parecido, pero que ya nunca llegará a ser “su
vida”? – María del Carmen respiró profundo -Hago esto porque yo también fui y
soy una prófuga. Y no me mire así. Mi padre, acusado, inocente, murió prófugo.
Y ser la niñita de cuatro, seis, ocho, diez, doce, quince, años de un prófugo,
me convierte en prófuga, para siempre. Ud. no tiene idea. Porque la familia del
“asesino” tenía que mudarse en cuanto se corría la voz… y trabajar para mi
madre era impensable, ¿quién hubiera podido contratarla? Así que a vivir de la
caridad de la familia, de algún amigo circunstancial… y encima, mi papá. Porque
mi papá, pobre, creía que viéndonos de vez en cuando, siguiéndonos, podrían
mejorar las cosas, y todo el tiempo intentaba aparecer, para nosotros, y ser
nuestro papá… y era un desastre, porque nunca alcanzaba, nunca llegaba a ser
real, siempre era un desgarro, una y otra vez… hasta que se murió, para los
demás, porque para él, vaya uno a saber desde cuando se sentía muerto – María
del Carmen hizo una pausa, y mirándolo intensamente, a la vez con dulzura, con
compasión, agregó - Su socio, Pedro, ese sí que está bien asesorado, se me
hace, bien guardado…y es por Ud., Guillermo, para preservarlo a Ud., para
preservar su vida lo más posible hasta que pueda recuperarla. Para tener adónde
volver. Hasta que él se sienta en condiciones de darle algo que no sea puro
dolor. Esto es así, Graziani: en esto, si no se puede tener todo, mejor tener
nada.
………………………………………………………………………………………………………………
Junto
a la orilla del río, fuma su último cigarrillo de la noche. Le encantan las
noches de luna llena, el reflejo en el agua. Siente que puede ver más allá…
De
fondo, los ecos casi apagados de un festejo. Lo lograron, otra vez. El vaso con
champagne que le alcanzaron a su “ranchito” le recuerda que él también es
parte. Otra vez, alguien puede volver a casa. Algún día… porque no.
Pero
íntimamente, hoy, fue “su día”. Porque fue el primer paso para recuperar su
propia vida, “para volver a él”.
“El
tipo lloró como un chico… feliz”, -frase claramente “arreglada” a último
momento, aunque dicha entre gentes, donde a los hombres se les permite llorar.
Y
sí, su hombre, ahora sabía con certeza, que en algún lugar, él estaba vivo,
trabajando, esperando, amándolo, si alguna vez lo había llegado a dudar… ¡ah,
sombras en las noches sin luna! porque sin él, el sinsentido. Y supo
“atrincherarlo” en el olor a café, en las mil y una palabras que pueden
describir un amanecer en las islas, en el rumor de una lancha que se acerca, en
una salsa que jamás repetirá ese sabor, en una observación aguda, o una salida
irreverente, en adivinar si la corbata va a ser rojo oscuro, o azul, en la sed
de justicia, en los bichos… Hoy, después de más de un año y medio, el haberse
decidido y haber logrado “tocarlo”, lo hacía sentir de nuevo con el derecho de
poder pronunciar su nombre en voz alta: Guillermo.
……………………………………………………………………..
Y
cuando salían de su estudio, María del Carmen, dirigiéndose a Beto, lo apartó y
le dijo: -Nunca te agradecí que no nos robaras la “notas” – riéndose- sabíamos
que querías y podías llegar a hacerlo, pero nos demostraste gran consideración
al “no” hacerlo, -además que era bastante difícil, pensó Beto - y eso se
respeta. Tomá, no sé si está bien, pero tal vez Guillermo se sienta mejor. – y
le entregó un sobre. Cerrado.
Guille
ya había salido antes y lo esperaba en el auto. Beto dudó: ¿y si mejor no decía
nada?
Y
no, no dijo nada, pero entró al auto, le dio el sobre y arrancó. Y Guille, que
salía devastado cuando se encontraba con ella, lo tomó, sin decir nada y lo
abrió de un tirón.
Si
nos guiamos por la mirada de Guille, “el mapa templario de la ubicación del
santo grial en tierras americanas” había llegado a sus manos. Empezó a
sollozar, incontenible, apenas si podía sostener ese manojo de hojas oficio
rayadas manuscritas, con las notas del juicio de Ramos. Él lo sabía, claro que
lo sabía, pero verlo… verlo era otra cosa. La caligrafía de Pedro siempre le
había parecido bellísima, “típico pensamiento de enamorado ridículo”– él mismo
se quejaba, -como el “pequeño placer de escribir su nombre”, pero de
verdad le parecía que Pedro tenía una manera especial de enlazar una letra con
la otra, un ritmo, una claridad, que gozaba recorrer con la yema de su dedo ¡Ay
mi amor! Hubiera besado las hojas, esas hojas en cuyos márgenes, aparecían,
garrapateadas, todo tipo de dibujitos de letras G, mayúsculas, minúsculas… pero
los brazos no le respondían…
Beto
lo relojeaba mientras manejaba. “Esto tenía que hacerle bien, la pucha, ¡qué
fuerte!“.
Y
Guillermo lloraba, repetía en voz alta el nombre de Pedro, la respiración cada
vez más pesada. Hasta que algo cambió.
Beto
no supo decirle a los médicos qué, fue como un ronquido, como una alteración en
el aire, y de pronto Guille tiró su cabeza hacia atrás, totalmente estático.
-Guille,
por favor, Guille, hablame Guille… - y Beto no dudó y cambió el rumbo hacia el
hospital.
“… Ni el sueño y su pueblo de imágenes rotas,
ni el delirio y su espuma profética,
ni el amor con sus dientes y uñas nos bastan.
Más allá de nosotros,
en las fronteras del ser y el estar,
una vida más vida nos reclama…”
Fragmento del poema “Más allá del amor” de Octavio Paz
ni el delirio y su espuma profética,
ni el amor con sus dientes y uñas nos bastan.
Más allá de nosotros,
en las fronteras del ser y el estar,
una vida más vida nos reclama…”
Fragmento del poema “Más allá del amor” de Octavio Paz
Nota
del Autor 1: Y a los que sobrevivieron al fragmento, ahora respiren profundo,
que se viene el poema completo…
“Más
allá del amor”
Todo nos amenaza:
el tiempo, que en vivientes fragmentos divide
al que fui
del que seré,
como el machete a la culebra;
la conciencia, la transparencia traspasada,
la mirada ciega de mirarse mirar;
las palabras, guantes grises, polvo mental sobre la yerba,
el agua, la piel;
nuestros nombres, que entre tú y yo se levantan,
murallas de vacío que ninguna trompeta derrumba.
Ni el sueño y su pueblo de imágenes rotas,
ni el delirio y su espuma profética,
ni el amor con sus dientes y uñas nos bastan.
Más allá de nosotros,
en las fronteras del ser y el estar,
una vida más vida nos reclama.
Afuera la noche respira, se extiende,
llena de grandes hojas calientes,
de espejos que combaten:
frutos, garras, ojos, follajes,
espaldas que relucen,
cuerpos que se abren paso entre otros cuerpos.
Tiéndete aquí a la orilla de tanta espuma,
de tanta vida que se ignora y se entrega:
tú también perteneces a la noche.
Extiéndete, blancura que respira,
late, oh estrella repartida,
copa,
pan que inclinas la balanza del lado de la aurora,
pausa de sangre entre este tiempo y otro sin medida.
el tiempo, que en vivientes fragmentos divide
al que fui
del que seré,
como el machete a la culebra;
la conciencia, la transparencia traspasada,
la mirada ciega de mirarse mirar;
las palabras, guantes grises, polvo mental sobre la yerba,
el agua, la piel;
nuestros nombres, que entre tú y yo se levantan,
murallas de vacío que ninguna trompeta derrumba.
Ni el sueño y su pueblo de imágenes rotas,
ni el delirio y su espuma profética,
ni el amor con sus dientes y uñas nos bastan.
Más allá de nosotros,
en las fronteras del ser y el estar,
una vida más vida nos reclama.
Afuera la noche respira, se extiende,
llena de grandes hojas calientes,
de espejos que combaten:
frutos, garras, ojos, follajes,
espaldas que relucen,
cuerpos que se abren paso entre otros cuerpos.
Tiéndete aquí a la orilla de tanta espuma,
de tanta vida que se ignora y se entrega:
tú también perteneces a la noche.
Extiéndete, blancura que respira,
late, oh estrella repartida,
copa,
pan que inclinas la balanza del lado de la aurora,
pausa de sangre entre este tiempo y otro sin medida.
Ilgora, amar tu pluma...pero amar la forma en que construis el recuerdo de Guille me emociona y me transporta al sueño donde "lo nuestro" sigue generando cosas maravillosas! Brillante, dulce, doloroso, esperanzador!
ResponderEliminarExcelente. Una tensión narrativa de los tonos siempre altos, sustentada por la interacción de personajes ya conocidos con otros totalmente nuevos e intrigantes. Una vuelta deseada (aquel de Pedro) acuñado en una historia original de amplia respiración narrativa. ¿Y, luego, que decir de estas breves frases:
ResponderEliminar"¡Ay mi amor! Hubiera besado las hojas, esas hojas en cuyos márgenes, aparecían, garrapateadas, todo tipo de dibujitos de letras G, mayúsculas, minúsculas… pero los brazos no le respondían…" qué han calentado nuestro corazón como aquel de Guille?.
Noooooo que le paso a Guille por amor a Dios!!! Espero ansiosa la continuacion. Cande
ResponderEliminarPrecioso Ilgora, como todo lo tuyo, besos Norma
ResponderEliminarIlgora que decirte que no te hayamos dicho antes, tu pluma es una caricia constante al alma!!!! Tan separados pero siempre tan juntos uno en el pensamiento del otro. Gracias gracias gracias y esperando ansiosa una nueva "señal". Gladys
ResponderEliminarIlgora.....no puedo escribirte nada porque me dejaste sin palabras....
ResponderEliminarIlgora que maravilla este relato x favor !! Felicitaciones !
ResponderEliminarAmo al Pedro de esta historia, al que siento más vivo que nunca. Gracias Ilgora!! Mimi
ResponderEliminarCasi no sobrevivo... ni al bellisimo poema ni a La Señal... hermosooooo! Lau
ResponderEliminarAca senada frente a la computadora sin palabras , atónita, inerte, inmensa en èl asi me deja este hermoso relato Leerte es un placer, los mundos que creas en mi son infinitos, los cambios de humores que me provocas mientras te leo son indescriptibles..simplemente GRACIAS..!!
ResponderEliminarIlgora que relato tan atrapante, no veo la hora que Pedro pueda volver...qué buen manejo de los tiempos, de las sutilezas, de los sentimientos. Este Graziani "a flor de piel" me puede, de Pedro ya no digo nada porque lo amo siempre. Me mataste con los dibujitos de las letras G en el margen, esos detallitos son mágicos Ilgora. Espero muy ansiosa la continuación (ah! a Graziani no va a pasarle nada serio no?). María Elena
ResponderEliminarIlgora placer absoluto leerte,cuanta belleza derramada en tus relatos,adoro TODO lo que nos regalas,amo a este Guille y a Pedro!abrazos..
ResponderEliminarPor el amor de Dios, pase por todos los estados con este relato, senti cada sentimiento, cada emocion , en mi piel, no se como explicarlo, pero termine llorando y preocupadisima por Guille, no nos hagas esperar mucho.
ResponderEliminarExcelente, me encanto!!! Silvana.
Completamente atrapada por esta historia!!! Aaayyy Ilgora vos también sacas conejos d la manga!! jajaja Excelente, me encanto! ya quiero la continuación!!!! FELICITACIONES!!
ResponderEliminar"Y supo “atrincherarlo” en el olor a café, en las mil y una palabras que pueden describir un amanecer en las islas, en el rumor de una lancha que se acerca, en una salsa que jamás repetirá ese sabor, en una observación aguda, o una salida irreverente, en adivinar si la corbata va a ser rojo oscuro, o azul, en la sed de justicia, en los bichos… Hoy, después de más de un año y medio, el haberse decidido y haber logrado “tocarlo”, lo hacía sentir de nuevo con el derecho de poder pronunciar su nombre en voz alta: Guillermo". Tu pluma nos acaricia con tus mágicas historias Ilgora. Atravesadas como están por el dolor, la ternura, el amor de Guille y Pedro que resiste a todo. Y Guille que no puede más con su corazón de Pedro. Y Octavio "nuestros nombres, que entre tú y yo se levantan, / murallas de vacío que ninguna trompeta derrumba". Y una que quiere seguir leyéndote pero hay que esperar mientras le toman los signos vitales a Guille y a todos los que tenemos el placer y la emoción de leerte. Abrazo enorme.
ResponderEliminarComo dice el poema en el final...:"pausa de sangre entre este tiempo y otro sin medida " muy bueno como se desdobla esta increible historia de amor.Mis partes favoritas: " sentir la dulce humedad de esa boca, que lo sorprendió, atrapó en su “último primer beso” que lo arrancó de lo hasta ese momento su vida, si a eso podía llamársele vida. Y sintió ese temblor en toda la piel, imperceptible, para otro, pero incontenible para él, que no le recordaba nada, porque nunca antes se había sentido así… porque eso era “el chico”: una promesa por venir...." "Hoy, después de más de un año y medio, el haberse decidido y haber logrado “tocarlo”, lo hacía sentir de nuevo con el derecho de poder pronunciar su nombre en voz alta: Guillermo...."
ResponderEliminarIlgora, La señal va conquistando territorios en cada nueva entrega: original y hermosa historia vas desplegando ; cada vez, una vuelta más de tuerca, y allá voy, presa del anhelo.. Vos sabés, si cierra Octavio, ¿ Nora, qué más puede pedir? abrazo!
ResponderEliminarMe emocionaste hasta las lagrimas...tendría que estar acostumbrada pero no, cada vez me sorprendes! Espero la proxima entrega, totalmente adicta. Un abrazo enorme
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