lunes, 27 de enero de 2014

El hombre equivocado (1era parte) by Mary Buhler

Ante una muerte que me dolió profundamente y me pareció más inexplicable por cuanto era evitable, me pregunté, como todos los que amábamos esta historia de amor, cómo se podría revertir un final tan trágico y espantoso.  Esta fue la manera en que yo lo imaginé.
 Los personajes le pertenecen a los autores de Farsantes, algunas frases y situaciones también, lo demás me pertenece a mí y va dedicado a los que aman incondicionalmente la historia de amor de Pedro y Guillermo.
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Parte I


Va caminando despacio, con la cabeza baja como contando baldosas, o esquivando los charcos que la lluvia del mediodía dejó sembrados por todas partes.  No tiene apuro, no necesita llegar, no lo está esperando nadie, las horas se estiran vacías sobre la tranquila calle del Tigre que transita a paso lento.  Extraña sus cigarrillos, ese vicio que lo acompaña desde sus épocas de boliche y que algún día pretende dejar.  Piensa en todas aquellas cosas que parecían tan fáciles, rutina de su vida común y corriente de abogado, sus casos, sus litigios, sus horas en el estudio, en tribunales, su cansancio de entonces. Las peleas con su esposa, sus desencuentros con su socio, sus eternas dudas.  Todo ha quedado atrás, increíblemente pequeño, irremediablemente perdido.  En días como hoy, se le hace imposible creer que todo pueda volver a la normalidad, que pronto va a despertar nuevamente en una cama propia, junto a la persona que ama, a la persona que hace tan poco se convirtió en el centro de su mundo, en el único puerto al que quiere llegar.
Tal vez sea el silencio de los suburbios, el gris del cielo, o el celular que no llama, que no reclama su existencia, como si hubiese dejado de ser, de importar, de merecer. Hace dos días, rememora, ya… dos días que vio por última vez a Guillermo.  Fue en el barcito del club donde se encuentran a veces, él lo encontró hablando con otra persona, se enojó, le dijo cosas terribles, lo abandonó pese a sus súplicas como si ya no le importara.  Después entendió que estaba preocupado, que sus palabras habían sido duras pero ciertas, comprendió que Guillermo una vez más tenía razón: volver sería el fin de toda esperanza de salvación, él debía seguir escondido y tener más cuidado, ser más prudente, silencioso.
Ahora siente que quizá se deben una disculpa…él por ser tan imprudente, Guillermo por haberse dejado ganar por la bronca.  Quiere llamarlo, o enviarle un mensaje, pero tiene miedo que vuelva a enojarse, que aún no se hayan calmado las aguas.  Va a dejar que sea él quien dé el primer paso, que afloje y lo busque, que sienta un poco también la incertidumbre de no sentirse extrañado, requerido…  Pero cuánto tiempo más dejará pasar Guillermo hasta tomar el teléfono y decirle, como si nada hubiera pasado, “mi amor encontrémonos, en el lugar de siempre, en un rato…te extraño”, …cuántas horas más de agonía mirando una pantalla sin mensajes, imaginando en el colmo de lo absurdo que la vida de su  amor sigue su curso tranquilamente, intentando tal vez borrarlo como si se tratara de una ecuación equivocada en el pizarrón y buscando consuelo en brazos de alguien que no le traiga tanta zozobra, que no sea un nene inseguro al que hay que corregir a cada paso…? 
Estás celoso? Solía decirle Guillermo, riéndose de él, de sus broncas y sus negaciones, cuando aún no asumía lo que sentía en toda su magnitud, cuando negaba su amor en gestos de indiferencia pero se ahogaba en la desesperación de ver a su socio rodeado de personas interesadas, parte de su pasado como Juan, o de un presente que buscaba su lugar apasionadamente como Matías, recuerda aquellos días en que se enojaba y no podía gritar lo que le estaba pasando, porque hacerlo sería admitir que se moría de amor, de miedo, de ganas de avanzar y arremeter contra todo, derribar todos sus prejuicios y dejarse llevar a los brazos de la única persona que ocupaba su mente noches y días, que llenaba su mundo, de dudas y de seguridades, de lágrimas y risas.  Aquel que generaba ese sentimiento que corría por su sangre como un tren desbocado que no teme descarrilar y al que no le importa llegar sino atravesar los limites, romper las barreras, llegar al borde del precipicio y volar más allá, harto de rieles, de destinos fijados, feliz en el paroxismo de la libertad.
Así se deja llevar por los recuerdos, se deja acunar por la dulzura de las horas no tan lejanas en que todo dio un giro y por fin pudieron hablar con la verdad, confesarse su mutuo amor, dejarse arrastrar por las caricias postergadas, por los besos tanto tiempo reprimidos.  Esos momentos que Pedro sabe, siente, que nunca podrán ser opacados por nada ni ensuciados por nadie.  Podría ahora mismo gritarle al mundo lo que siente, su amor, su urgencia, su total sumisión al destino que le tocó junto a ese hombre que es, ya sin ningún tipo de dudas, el hombre para su vida.  Y en medio de su nostalgia, de su tristeza, de su soledad, sin quererlo esboza una sonrisa… No está bien dudar del amor de Guillermo, es una chiquilinada eso de ponerse a imaginar cosas que no son, de interpretar indiferencia en sus silencios o desamor en sus retos.  Llega a la pensión, cierra la puerta de la habitación que es su refugio desde casi dos semanas, se tira en la cama y piensa que todo va a terminar bien, porque Guillermo se lo prometió, porque él mismo así lo siente, endulzado por la esperanza se va durmiendo lentamente, se deja ir a esa otra vida de sueños donde la magia es real y el amor está siempre al alcance de la mano.


Llueve otra vez.  Guillermo mira a través de la ventana de su estudio, la gente corre por la calle a resguardarse, la plaza se vacía, el mundo se sumerge en un gris opresivo.  Está solo, sus socios ya se fueron y él se prepara para llamar el remis cuando lo detiene este imprevisto aguacero.  “Dónde estará Pedro?”, piensa.  Hace frío en esa tarde lluviosa de octubre, se pregunta si estará abrigado, si estará bajo techo… Se había hecho la promesa de no llamarlo ni enviarle mensajes por unos días para que reflexionara sobre lo mal que estaba procediendo, mostrándose despreocupado, hablando de su trabajo como abogado, minimizando riesgos.  Siempre tan inocente, tan confiado, como si el mundo fuera un lugar de gente buena, de corderos sin lobos acechando y esperando el descuido fatal de sus presas.  Aquí el lobo tiene nombre y apellido, ese hermano de su infancia que lo odia sin cansancio, que juró venganza y que no se va a detener hasta cumplirla.  Sabe que Pedro es su punto débil, su amor absoluto, su tesoro más preciado.  Tiene la mira puesta en ese objetivo y Guillermo no va a permitir que dé en el blanco.  Como sea defenderá su amor de todos los peligros, recurrirá a lo que sea, bueno o malo, dejará de lado todo lo aprendido y si es necesario, renunciará a todo por cuidar de su pareja, por acompañarlo, por ser su guarida y su cobijo.  La noche anterior ya lo tenía casi decidido.  Había hecho el bolso y preparado una nota para dejarle a su hijo, donde le explicaba todo, le pedía perdón por abandonarlo.  Después pensó que Fabián se merecía una charla con él, cara a cara, un abrazo, una despedida  de verdad y no un pedazo de papel lleno de cobardía y de preguntas no respondidas.
Hoy era el día.  Arregló todos sus asuntos, los papeles del estudio, dejó todas sus instrucciones en manos de Juan, su gran amigo, la persona que sabe que nunca va a traicionarlo.  Le queda por delante la despedida de Fabián, ese trago amargo que no siente deseos de apurar.  Tal vez por eso se queda allí mirando a través de la ventana, perdido en la lluvia, absorto en el silencio de la tarde que se va.
Pero antes tiene algo que hacer, algo impostergable.  Toma el teléfono y marca el número privado…suena tres veces y entonces escucha su voz, tan familiar, tan querida, tan anhelada.  “Pedro, prepará todo, nos vamos juntos…te amo”.


Pedro se ha quedado sin palabras… la sorpresa fue tan grande, que no atinó a responder cuando escuchó las palabras de Guillermo.  Es la primera vez que de su boca salen esas dos palabras maravillosas, demoledoramente amorosas, ese “te amo” profundamente dulce, entregado, que confirma que él también siente lo mismo, que los dos se ven atraídos por idéntica fuerza irresistible, su amor es un espejo que los refleja como lo que son, dos seres atrapados en la vorágine de ese torbellino llamado amor, pero amor con mayúsculas, amor sin reservas, amor que entrega todo lo que tiene y lo que tiene es el alma misma…
Tiene que apurarse, junta la poca ropa que tiene, que le llevó Guillermo, la plata, guarda el celular junto con lo demás en un bolso y sale rumbo a su antiguo hogar.  La adrenalina le infunde una sensación de que puede con todo, no se ha detenido a pensar en nada, lo lleva el entusiasmo como antes lo empujó el miedo, desanda las calles del Tigre que le parecieran tan odiosas, ahora todo es más brillante, todo fulgura.  Feliz, feliz en toda su inmensidad, disfrutando anticipadamente del momento que se acerca, reencontrarse con Guillermo y no separarse jamás. Aunque él le haya dicho una vez que nunca es una palabra que no le gusta usar en el amor, Pedro siente que esta vez es así…van a estar juntos…nunca más separados.  Cueste lo que cueste.
Llega al departamento.  Toca timbre una, dos veces.  Camila no atiende.  Insiste.  No puede creer en la contrariedad de que justo ahora no esté.  Necesita  juntar un poco más de ropa, despedirse de ella, decirle que no tema que él se va a encargar de hacerle llegar plata en cuanto pueda. En el camino pensó que debería firmar un boleto de venta para el auto, para que ella pueda disponer de ese dinero mientras él no esté.  Ya va a ver cómo se lo hace llegar.  Toca timbre nuevamente.  La vecina del 9 sale del ascensor empujando un cochecito de bebé, lo saluda y entra a su departamento.  Nota que lo mira de forma extraña, tal vez sepa de él, de su situación, pero ya no le importa.  Está a punto de irse.  No van a encontrarlo. En el momento que va a golpear la puerta ésta se abre despacio.  En el umbral, Camila lo observa con el rostro pálido, profundas ojeras, una mirada rara, como perdida.  No se hace a un lado para dejarlo pasar, simplemente lo observa.
_ Camila, hola… tengo que juntar algunas cosas, dejame pasar por favor.
Ella no le responde.  El está demasiado apurado para advertir la oscuridad que se esconde tras ese silencio.
_ Pensé que eras vos  –balbucea, mirándolo con esa forma extraña, como si en realidad no lo viera a los ojos sino a través de él.
_Qué te pasa, Cami… estabas durmiendo?  Dejame entrar que tengo poco tiempo.  - Va a hacerla a un lado para pasar cuando nota que ella conserva las manos detrás de la espalda.  No resigna su posición en el umbral, sigue allí parada como sonámbula, como si en verdad él no estuviera.   Pedro se impacienta y la empuja, entonces ella saca las manos de la espalda y le apunta a la cara con un arma.  El se queda quieto, no puede creer lo que está viendo. 
_Yo pensé que eras vos, te dije…-su voz es casi un susurro monótono, sin inflexiones- entonces le disparé… Le disparé, entendés? Dos tiros le pegué…
Pedro no puede salir de su estupor.  _Qué hiciste qué? …A quién le disparaste? Qué hacés con esa arma, dámela! –Intenta quitársela pero ella reacciona más rápido y se apunta a la propia cabeza.
_Quedate quieto o me mato!!! Me mato, imbécil de mierda, y vos vas a tener la culpa! –la mano le tiembla, sus ojos despiden furia… Pedro se da cuenta que no está fingiendo, que si no tiene más cuidado ella va a dispararse.  La expresión de Camila es de odio y terror por partes iguales, está al borde un abismo a punto de saltar, y lo sabe.
_Yo sabía que Guillermo y vos se iban juntos, él me lo dijo hace un rato por teléfono…  entonces, cuando llegué a casa fui al cuarto… y ahí estabas…!
_No Cami, no, qué decís? –le interrumpe Pedro- no entiendo… dejame entrar y me contás adentro.  Bajá el arma, por favor, no quiero que te hagas daño… por favor –le dice mientras ella comienza a retroceder y lo deja pasar.  Pedro cierra la puerta, ella lo mira sin bajar el arma, él no sabe cómo salir de esa situación de locura.
_Creí que eras vos… fui a buscar el arma que tenias escondida en el vestidor, volví y le disparé… pero entonces me di cuenta que no… no eras vos… y ya era tarde porque él cayó muerto y yo no podía volver para atrás, entendés? 
_A quién le disparaste, Camila, por el amor de Dios! –Pedro comienza a creer que está inventando todo, no puede ser lo que le está diciendo. 
_Dejame pasar, necesito verlo –la hace a un lado suavemente, Camila baja el arma y lo sigue al cuarto.
Al entrar, él sólo nota un reguero de sangre que baja por la pared junto a la cama, pero al acercarse, ve el bulto tirado bajo las manchas de sangre, semicubierto entre un revoltijo de ropa caída, comprende que es una persona pero solo distingue la parte de un brazo, una gorrita y una boca crispada de dolor… está muerto, sin dudas, se da vuelta horrorizado y se queda mirándola sin poder creer lo que está pasando.
_Qué hiciste, mujer!!! A quién mataste pedazo de loca!!!
Camila se sienta en el borde de la cama.  Mira hacia el lugar del hombre muerto y una sonrisa dulce se dibuja en sus labios.
_Era tan parecido a vos… por eso, yo creo que por eso yo le permití venir a hacerme ese trabajo. –inspira y se queda callada, recordando.
Pedro se sienta junto a ella.  Un feroz dolor comienza a partirle la cabeza… _Seguí –le dice.
_Hace unos días, lo vi abajo en el palier.  Dejaba unos volantes en los buzones…de atrás se parecía tanto a vos… Me acerqué y entonces me dijo que necesitaba trabajar, que recién había llegado del interior donde había sido encargado de mantenimiento, o algo así.  Yo no podía dejar de mirarlo y pensaba…  es tan parecido… el cuerpo, el pelo… pero los ojos… no.  Los tuyos son más grandes. 
Camila se calla y baja la mirada.  Se queda asi, inmóvil con el arma en la mano sobre el regazo.  Pedro ve una oportunidad de ser más rápido y sacarle el arma, pero al moverse ella lo advierte y se levanta, gritándole: _Yo lo maté a él! Estaba robando y lo maté! Pero no tengo la culpa…pensé que eras vos, te odiaba por lo que me dijo Guillermo, quería verte muerto!
_Cami… Dios mío, no entendés… yo no puedo quedarme con vos… tengo que irme, por un tiempo… Miguel me quiere asesinar, tengo que esconderme, lejos, yo ahora me voy… Vos vas a llamar a la policía y les vas a decir lo que pasó.
_No!!! –le grita ella fuera de sí- vos no te vas, vos no te vas con el puto de Guillermo, vos sos mi marido, no me podés dejar con todo esto! 
_Si no me voy… estoy perdido…
_Si te vas, vas a estar tan muerto como ése –le dice señalando al costado de la cama-  Yo te voy a seguir, te voy a matar, no Miguel…y también a Guillermo.  El es el verdadero culpable de todas estas desgracias… hace tiempo que tengo ganas de matarlo.
Pedro suspira y baja la cabeza.  Siente que a pesar de que hace mucho tiempo ya que le cuesta entenderse con Camila, es en este preciso momento cuando ellos dos han terminado de cruzar la avenida que los separa y se encuentran en veredas opuestas, incapaces de volver a conectarse, de comprenderse.  Sin mirarla, casi como hablando para sí mismo, le dice _Qué ganarías con matarnos? No te das cuenta que aún él y yo muertos, vos y yo seguiríamos estando separados… –Pedro levanta la mirada y le suplica- Te pido, te ruego que comprendas, mi amor… -se da cuenta lo que acaba de decir y baja la mirada, avergonzado.
_Mi amor? Me estás cargando, Pedro? Tu amor es ese otro que te está esperando!  Por qué me mentís!  Estoy harta que me mientas, acabo de matar un hombre por tu culpa y vos seguís pensando solamente en vos, pidiéndome que te deje ir, que te deje ir con él! Y mientras tanto yo, sola, como siempre, -Camila más que hablar escupe las palabras en la cara de Pedro- sola.  Cargando con la culpa de ustedes dos. Presa.
_No, Cami, por favor, te digo que no podés ir presa, fue un accidente, tenés que decir que tuviste mucho miedo, que te defendiste de ese desconocido que entró a robar!  No somos culpables de lo que pasó, vos estabas alterada, cuando lo viste te asustaste…
_No Pedro… yo no me asusté…  Yo quería matarte.  Pero no te maté, estás acá y seguís sin entender…  Que vos sos mío, sos mi marido, no te vas a ir con él.
_Si no me voy, Miguel se va encargar de hacerme matar por alguien más.  Querés  eso, Camila? Realmente?
_Y sí –le grita- quiero eso! Y quiero que Guillermo sufra también, como yo….
Se levanta, va hacia la puerta y sin mirarlo dice: _Guillermo Graziani es hombre muerto si te vas!
_Camila no! Me estás poniendo entre la espada y la pared!  Haga lo que haga no puedo terminar bien! Si me voy, me matás, si me quedo, me manda matar Miguel!  Que soy, un patito de kermesse? Date cuenta mujer, esto no tiene lógica…
_Entonces me mato yo… eso te parece mejor, no? –lentamente sube el arma y se apunta a la sien.
_No! No quiero eso, yo te quiero mucho, entendés? No he dejado de sentir mucho por vos… me preocupa que te pase algo… bajá el arma y charlemos por favor… todo esto tiene arreglo…  Sé que te hice mucho mal, te lastimé, pero no quería hacerlo, no! –se larga a llorar y le extiende la mano- vení, abrazame, todo esto se va a arreglar…
Ella se acerca y lo abraza.  Siente las lágrimas de Pedro deslizarse por su hombro, él tiembla y le pide perdón…  Lentamente, Camila mueve el arma y la apoya en la cabeza de Pedro.  Al sentir la dureza del metal, se queda inmóvil, paralizado.  _Me vas a matar entonces, Camila? Es la manera de calmar tu dolor?  Si lo hacés… ya no hay vuelta atrás…
_Vuelta atrás decís? Acaso volverías conmigo?  Te escaparías conmigo, Pedro? En lugar de Guillermo?
La presión del arma disminuye y entonces él siente que allí hay una pequeña oportunidad de salvación.  La mira a los ojos largamente, le acaricia el cabello… ella no deja de apuntarle con el arma.  Entonces la besa.  Camila saborea la sal de las lágrimas de Pedro, disfruta la calidez de sus labios, la torpeza de su miedo, pero continúa apretando firme el arma contra la cabeza de él, revolviendo sus cabellos con ella, juega con ese poder que la excita de una forma extraña, embriagante.
Pedro besa su boca, baja por su cuello, buscando el momento en que finalmente se relaje para poder arrebatarle el arma que ella no deja de apretar contra su cabeza.  Pero de repente ella se separa y lo mira, risueña.  _Pensás que soy tan tonta que vas a distraerme con esto? Nunca me besaste así Pedro! En qué pensabas cuando me besabas… en Guillermo? –levanta el arma y la apunta al medio del pecho de su marido.
_A quién amás, Pedro! –le grita- contestame, quién es tu amor!
El retrocede… siente un irrefrenable impulso de mentir, de salvar su vida con una última mentira que lo aleje por fin de esta pesadilla siniestra en que lo ha hundido Camila.  Decir “no soporto perderte… te amo a vos Camila… sólo estoy confundido… dejame irme por un tiempo hasta que todo se calme…”
Pero allí, en ese hueco fugaz de instinto de supervivencia, se infiltra la voz de Guillermo, desafiando la traición que supone este pensamiento de Pedro, diciéndole en el teléfono “te amo”.  Lo imagina esperándolo, ansioso, asustado, luego de haberse jugado entero para estar con él, dejando todo su mundo y su vida para acompañarlo.  Y no puede, “Dios mío!”, no puede mentir…
_A Guillermo –murmura, finalmente perdido, irremediablemente condenado.  La mira a los ojos, ha encontrado en esa afirmación la paz que estaba intentando recobrar sin éxito, sabe que éste es el fin… Ya no le queda más que resignarse y aceptar que morir es la única solución, el último dolor que tendrá que soportar.  Los ojos de Camila reflejan el fuego de su infierno, grita, su alarido surge de lo más profundo de sus entrañas heridas, no piensa, no siente más que la urgente necesidad de acabar también ella con ese dolor y esa afrenta que la humilla sin descanso.
_No!!! –grita Camila y acto seguido le dispara, no una sino dos, tres veces…
Pedro no puede creerlo… las balas no salieron, allí está ella mirando desorbitada el revólver inútil, descargado, ese artilugio que no sirve ya para nada, que no puede asegurarle la permanencia de su marido.
_No! –grita de nuevo, y se abalanza sobre él, lo golpea en el pecho que hubiera querido destruir, aniquilar a fuego.  _No voy a permitirlo! No vas a irte con él, maldito hijo de puta! –la mujer se detiene abruptamente y lo mira- Sabés una cosa, Pedro? Yo los voy a seguir adonde sea, los voy a seguir…y los voy a matar.  Tal vez no sea hoy, ni mañana, pero te lo juro… voy a dedicar el resto de mi vida a destruirlos.  Aunque no se… creo que Guillermo quiere muchísimo a su hijo, no? Quizás sería mejor empezar por matarlo a Fabián, eso lo destruiría más que nada, no?  Qué cosa peor que perder un hijo? Ese sería el comienzo de su derrumbe… ya nunca te lo podría perdonar, Pedro… que por tu culpa yo hubiera asesinado a su hijo…  -Camila se ríe.  Pedro la mira y no puede creer que haya caído tan profundo en su locura.
_No serías capaz! Matar un inocente…?  Qué decís, mujer! No te reconozco… reaccioná por favor!
_No sería capaz? Y ese que está ahí tirado quién es? No es un inocente? Graziani me robó la razón de seguir viviendo, el amor de mi vida… no tiene derecho a quedarse con lo que es mío sin pagar a cambio!
Pedro siente que las rodillas se le doblan.  Se deja caer lentamente al suelo, cubre su cabeza con los brazos.  Está extenuado, física y emocionalmente.  Al poco rato, levanta la vista y la ve allí, aún de pie frente a él, altiva en su determinación y su locura, mirándolo con una expresión bondadosa, como compadeciéndolo.
_Andate mi amor… andate con él, huí como un cobarde, como el marica que sos… pero andate sabiendo que se viene mi jugada.  Andá… y contá las horas que te quedan para disfrutar con él.
Pedro siente que éste el verdadero fin.  No tiene cómo luchar contra semejante amenaza.  Ella venció… le disparó con un arma descargada, y ahora el desarmado es él.  Se incorpora… siente que los hombros le pesan, el alma es un amasijo de dolor.
_No, Camila.  No me voy con él.  Vos ganás.  Lo dejo para siempre… ése será su dolor, y tu mejor venganza. 
_No entendés Pedro… yo no te creo  nada! Me decís eso y seguro te volvés con él, para contarle y ver como hacen para meterme presa, no?
_No! Yo no quiero más muertes, no quiero más dolor… no es necesario… Si querés, yo regreso con vos… primero me alejo, me guardo por un tiempo, solo… y después vuelvo a buscarte.
En ese momento Pedro se calla y piensa.  El hombre asesinado, su parecido físico… una película comienza a cobrar vida en su cabeza… Medita largo rato mientras ella lo observa intentando descifrar qué está urdiendo.
_Creo que hay una manera.  Podemos armar algo, vos y yo.  Si querés… podemos.  –Ahí le explica su idea.  Camila asiente en silencio, finalmente acepta.
_Te vas y te dan por muerto… incluso Guillermo.  Y a mí no me acusan de asesinato, porque van a creer que fue Miguel Angel… -concluye ella en voz alta.
_Si, Camila.  Ahora me voy.  Desaparezco.  Vos tenés que evitar que nadie vea el cuerpo.  Sólo la policía.  Y después lo reconocés en la morgue…. podés porque aún sos mi esposa.  Cuanto te pregunten, pedís que no haya velatorio.  Nadie puede ver el cuerpo.
_Entonces… vas a volver por mí? En serio, vas a volver, Pedro?
Camila lo mira y de pronto se ha convertido en otra mujer.  Ahora parece vulnerable, tímida.  Desea creerle.
_Si, me voy lejos, me oculto por un tiempo.  Después, cuando todo esté calmado… te vengo a buscar y te llevo conmigo.
_Y si no venís, si no lo hacés… yo voy y cumplo lo que te prometí que haría…
_No, eso no va a pasar.  Yo te busco.  Esperame.  Un tiempito, corto, lo necesario… y después volvemos a estar juntos.    –Pedro toma su bolso y sale del departamento.

  Continuará....

6 comentarios:

  1. Bienvenida Mary, gracias por este acto de fe...gracias por darnos una alternativa, gracias por sumarte al sueño y por animarte a compartirlo. Estamos muy felices que te sumes a este espacio...

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  2. Bienvenida Mary. Hermoso relato. Presumo que por como esta planteado el primer capitulo, tendremos varios capítulos para darlo vuelta y tener un final feliz; por que espero un final feliz como nos merecemos. Bienvenida nuevamente y gracias por compartir

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  3. es muy atrapante esta historia muy buena ya quiero la segunda parte :)

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  4. Bienvenida Mary! Gracias por este relato, por sumarte al grupo de los que queríamos otra vuelta en la historia, de los que consideramos que había mucho más para hacer. Hermosa manera de llevar el relato, tanta precisión, que es tan fácil imaginarse la escena, las caras, lo que sienten. Gracias, gracias por compartirlo y espero ansiosa la continuación! Saludos!

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  5. MARY QUE BUENA IDEA SE PERFILA EN ESTA NUEVA FIC.....ME ENCANTA COMO DESCRIBISSS A LA EXPECATTIVA DE LA CONTINUACION ,PORQUE SERA QUE NADA ES FACIL PARA ESTOS DOS!!!GRACIAS MARY Y MUY BIENVENIDA.majo

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