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7
días, 6 noches.
-Vos
sabés que no lo podemos hacer. No sólo va en contra de todas las reglas, sino
que se pone toda la operación, en riesgo… vos lo sabés bien, ¿no? ¡Vos lo
entendés!
-Todo
bien, todo bien, yo lo entiendo, perfectamente. Pero lo mío es simple: si no lo
veo, si no estoy con él, yo me muero.
………………
“Cuando
los médicos no quieren hacerse entender, la pucha que lo logran” pensaba Beto
en la sala de espera del sanatorio, sentado, testigo obligado del desfile de
personajes que pugnaban por tener noticias de Guillermo. No faltaba nadie, ni
los obvios, ni algunos colegas, gente de la facultad, ni Ana, ¡Silvina! hasta
Miguel Angel , ni hablar. Suerte que todos sabían que no se admitían visitas…
pero la caída del gran Guillermo Graziani causaba sensación, hijos de puta, todos
querían estar.
Y
el gran ausente… porque todo era culpa de Pedro, “desde que Pedro apareció”,
“de dónde lo sacó”, “ese asesino”, todos tenían algo que decir, todos tenían
una opinión… Si supieran, se decía Beto. En un rinconcito, Cuca sollozaba sola y
Sonia la acompañaba, tomaditas de la mano… Hasta María del Carmen le había
mandado un mensaje, poniéndose a disposición. Qué rápidas las noticias, o los
informantes…
Guillermo
ingresó directo a terapia intensiva de la unidad coronaria, pero hoy ya estaba
en intermedia, muy controlado. Y si tenía una noche estable, mañana podría
volver a su casa. Totalmente preservado del delirio más allá de su puerta, el
hombre estaba agotado. Asustado, enojado, pero fundamentalmente, exhausto. Sólo
Fabián y Beto habían accedido a verlo. Los médicos entendían que todo el cuadro
de Guillermo era resultado de una angustia larga y profunda que lo había
extenuado. Con la presencia de Fabián se sentía reconfortado, además, quería a
toda costa tranquilizarlo. Pero era cuando estaba a solas con Beto, que brotaba
el “Graziani auténtico” y no paraba de llorar: -La cagué, Beto, ahora sí que la
cagué, ¿adónde va a volver ahora Pedro, a esto? Y entonces entraba la
enfermera para echar a Beto, hasta que se daba cuenta que en realidad era sólo
llorando, contenido por ese hombre, que Guillermo lograba apenas descansar. El
resto del tiempo, era aciago. Beto, sabía lo que tenía que hacer: estar ahí,
para Guille, y se sentía útil. Pero todo el resto del tiempo, cuando no lo
dejaban estar con él, se sentía un tarado impotente, ¿cómo ayudarlo?
Por
lo pronto, no se movía del sanatorio, por si necesitaba algo. No lo pudieron
convencer de que ahí no podía hacer nada, y optaron por acompañarlo: un rato,
Marcos, otro Gabi, otro Fabián…
Y
fue esa mañana, en la cafetería, con Marcos, que lo vio. Sentado en la mesita
más alejada del bar, casi mirando a la pared… ¿era el “Mudo”? ¿Podía ser el
“Mudo”? ¿Estaba solo? ¿Qué hacía acá? Y mientras evaluaba el modo más rápido de
acercársele y partirle la cara sin preguntar, se dio cuenta de que el hombre no
se estaba escondiendo, se estaba mostrando… para él, que era el único que podía
reconocerlo. ¿Cuánto tiempo hacía que estaba ahí? No podía ser una casualidad…
El Mudo estaba ahí por Guille…
Pero,
¿por qué? Beto dejó de escuchar el apasionante relato de las conquistas
amorosas de Marcos en la facultad, para concentrarse en ese hombre delgado, que
disfrutaba su cerveza con maníes, sin perder detalle de los movimientos a su
alrededor. No fue en el único lugar en que se lo encontró: El Mudo resultó
estar en todas partes, o mejor dicho, donde él estaba. En el hall, cerca de la
estación de las enfermeras, en el pasillo de la habitación de Guillermo… ¿qué
hacía? Algo le decía que no era una amenaza, ¿pero y entonces, qué hacía?
El
día, en el sanatorio ya había dejado paso a la noche, y poca gente pululaba por
los pasillos. Beto, “encantador de enfermeras”, aprovecha la última oportunidad
para entrar a ver a la habitación.
-Si
querés me quedo acá, me siento en el pasillo, espero, qué se yo – retirándole
la mesita con la cena – lo asustaba verlo conectado a todos esos aparatos, tan
frágil.
Guille
estaba perfectamente despierto, cansado, pero tranquilo. -¿Y para qué te vas a
quedar, Betito? Yo estoy bien, custodiado por expertos, ¿qué me puede
pasar? Además me quiero portar bien, porque me quiero ir a casa, sabés, para
poder retomar esa vida de mierda que tengo en casa… - y se le llenaron los ojos
de lágrimas.
-No,
Guille…
-Andate,
Beto, haceme caso, antes de que entre la enfermera, y te eche igual a la
mierda. Y no te pongas así pelotudo, que lo único que falta es que yo te tenga
que cuidar a vos…
-Vos
sabés que yo estoy, Guille, yo estoy siempre…
-Ya
lo sé, Beto, ya lo sé… andate, así mañana me venís a buscar, que me preparo el
bolsito…
Beto
salió al pasillo, saludó con una inclinación de cabeza a las enfermeras, que le
sonrieron, y prefirió bajar por la escalera. Y al abrir la puerta de
salida de emergencia, se lo encontró. Y no se pudo contener. ¿Qué tenía que
perder? Pero, ¿qué se le puede decir a un hombre que no dice nada?
Se
miraron de arriba abajo: Beto, hasta amenazante; El Mudo, sin mover un músculo.
Pero Beto sintió esa sensación de seguridad, de código, y en su frecuencia,
decidió hacerle caso a lo que le decían sus tripas.
-LPM,LPM,LPM,
Pedro, ¿por qué no me la hacés más fácil? – Y dirigiéndose al Mudo agregó:
-Vuelvo a la mañana, ojo al piojo – y con otra inclinación de cabeza, se fue.
………………………………..
Guille
estaba seguro de que si lograba dominar con su mente y ritmo de respiración,
los pitidos y chillidos de la aparatología a su alrededor, convencería a los
médico de que lo dejaran ir. Ir a ninguna parte, es verdad, pero no estar
encerrado. Entre todos los lugares del mundo este era bien difícil para sentir
a Pedro. Insufrible. Entonces, hoy nada de sueños. Nada de alteraciones. Si
había que quedarse despierto toda la noche, lo hacía.
La
silla vacía a su lado lo devastaba. ¿Arrepentido de no aceptar la compañía de
Beto, o de Fabián? Si al único hombre que quería ver allí sentado, no lo tenía.
Pero no podía dejarse ganar por la angustia, no otra vez… “Tranquilo mi amor…”
¿acaso no es lo que él te diría en un momento así? "Que vengan imágenes
bonitas, recuerdos lindos..." Y te tomaría las manos, y te las besaría, y
te miraría con esos ojazos de los que ya no hubo retorno… y ya se dejaba caer
otra vez, los aparatitos a punto de enloquecer, cuando, el ruido de la puerta
de blindex corrediza lo trajo de vuelta. Un hombre entraba a la habitación y
lentamente, ocupaba la silla a su lado. Guillermo prefirió mirar al
techo, y buscar donde fijar la vista para poder controlar el temblor de su
barbilla que rápidamente se extendió a todo el cuerpo. El detector de humo. Buen
punto. Pugnó por no llorar, pero las lágrimas se le escapaban solas… Tranquilo,
mi amor… a ver esas imágenes bonitas… pasaron los minutos, en silencio. Guille
se recomponía. Había tenido razón Beto: el hombre era mudo.
Pero,
por alguna razón, Guille no se inquietó. Tal vez, la manera mansa, respetuosa
del hombre, para nada amenazante, tal vez su ligero parecido físico a Beto, que
antes no había notado, tal vez el ver un rostro familiar.
El
Mudo se acercó y se arrellenó en la única silla, mirándolo.
“¿Vos
viniste a decirme algo? ¿No me vas a decir nada?¿Hay algo que yo te pueda decir
que te haga hablar? Entonces, ¿viniste a escuchar? ¿Y qué querés que te diga?”,
pero sin pronunciar palabra.
“Decile
que tengo miedo de morirme sin volver a verlo… de eso me voy a morir, no por
ninguna otra mierda de estas…” piensa Guillermo. Y por tan bizarra que era la
idea de decir ciertas cosas, mirando a la cara a ese casi extraño, y como no
podía cerrar los ojos, porque sumergirse en su Pedro con los ojos cerrados, era
rendirse a la ausencia de esos besos jóvenes, que le devoraban los labios y el
alma, y lo hubiera matado, optó por el detector de humo de nuevo, y no pudo
evitar el temblor en la voz y alguna lagrimita, pero sabía que este hombre
había visto esto… y mucho más.
-Yo
te espero acá, ¿sabés?- dijo en voz alta Guille - Tranquilo, entero, yo te
espero mi amor. Tomate el tiempo que necesites, y no te asustes por esto,
achaques de viejo… que a mí me pone viejo no tenerte. Pero me quedo acá, o
donde vos quieras, por el tiempo que… ya sabés… pero volvé Pedro. Volvé a mí.
Y
Guille no supo si se quedó dormido hablando o qué, pero sí tuvo la certeza que
El Mudo se quedó a su lado toda la noche.
…………………………………………………
Por
la mañana, médicos y enfermeras estaban muy satisfechos. El paciente había
pasado una noche espléndida, de descanso profundo. Se iba a casa.
Ya
en el auto, Beto no preguntó y Guille no contó, ¿para qué? Guille sabía lo que
tenía que hacer, y Beto sabía que lo ayudaría en lo que fuera.
………………………………….
Siete
días después de salir del sanatorio, se sintió con fuerzas suficientes, y
llegaba caminando a la pizzería. Sí, el tugurio aquel, de los chocolates, la
revoleada de cigarrillos, sus celos, su actitud hostil, (mirá que había sido
pelotudo), su pérdida anunciada… en fin, un lugar que sólo le devolvía la
imagen de sus miserias.
Entró,
y al ver la mesa de Pedro, vacía, lo recorrió un escalofrío de pies a cabeza,
¡Ay mi amor!
Se
dirigió al mostrador. El encargado, levantó la vista, lo miró, primero neutro,
y luego le sonrió, cotidiano.
-Bueno,
hombre, qué bueno es verlo bien.
¿Sorprendido,
Guillermo? Se sentaron, claro, en la mesa de Pedro.
-…
Siempre cambiamos de lugar, sabe, pero si quiere tómelo como una señal: la
próxima sale de donde estuvo Ud. ¡se acuerda?
Guille
asintió. ¿Quién se olvida del instante en que tu vida queda interrumpida?
-Entonces,
no hay nada más que hablar: en 7 días, 3 y media de la mañana. Sólo. Puntual. Y
que no se le haga tarde. Mire que este tren para una sola vez.
Se
despidieron con una inclinación da cabeza y cuando ya salía, el hombre le
gritó:
-Y
salúdemelo al muchacho. Yo sabía que ese iba a ser de los buenos.
Orgullo,
sí, y no sólo eso. El pecho finalmente tan lleno de la certeza de encontrarse
con Pedro, que no lo dejaba respirar.
……………………………………………..
-¿Estás
seguro, Guille?
-A
ver Beto, ¿por qué no me preguntás una que no me sepa? ¿Estoy seguro? Sí, estoy
seguro. ¿Estoy tranquilo? No, estoy cagado hasta las pelotas. ¿Tengo miedo?
Sólo de que ya no me quiera… ¿por qué no me decís de una vez todo lo que me
querés decir?
-Es
que, Guille, no sé… ¿tenés instrucciones? ¿vas a volver?
Y
Guille se rió. Y Beto se rió también.
-No
me jodás Beto, no sé, lo ignoro, soy un ignorante, y ese es hoy un derecho que
me asiste – Guille enfatizó con una larga pausa – pero esperame, no sé qué va a
pasar, pero, si podés, si querés, esperame, porque sólo eso me puede hacer
volver…
Un
murmullo de lancha a motor indicó que el viaje ya había comenzado. Recién en
ese momento, fueron conscientes de otra figura en la escollerita: una figura
conocida.
-Ah,
bueh!– exclamó Beto- pongan los fideos, ¿qué hacés vos acá? - El Mudo, claro,
no le respondió.
-Está
bien, Beto. Dejá. – y lo saludó con un movimiento de cabeza.
La
lancha se arrimó al muelle y el Mudo apuró el trámite con un ademán.
-Claro
que voy a volver – le dijo Guille en un profundo abrazo, y palmada fuerte de
despedida con Beto– Voy a volver… y lo voy a traer.
-Vamos
Guillermo, suba y cuidado con el borde, no se vaya a caer al agua… y bienvenido
– dijo El Mudo, Checho, tendiéndole una mano de apoyo a Guille, pero mirando a
Beto. Y Beto supo que hasta ahí llegaba él. Ahora lo dejaba en manos de Checho.
-Mirá
que es más que mi viejo- y Checho, asintió.
Y
Beto no se fue hasta que la lancha desapareció. No estaba tan seguro del deseo
de Guille. Pero cuando volviera, con o sin Pedro, él, lo iba a estar esperando.
………………………………………………………………………………
-
Acomódese, Guillermo y trate de dormir un poco… el viaje es largo… – Pero
Guille estaba tan excitado que le daba lo mismo dormir que no dormir. Ya no
necesitaba soñar. Mirando al frente la negrura abismal del río, sentía, por
primera vez en muchísimo tiempo, que le bastaba estirar la mano, para
“tocarlo”.
……………………………………………………………………..
-Guillermo
, Guillermo – lo despertó Checho – paramos a cargar combustible y algunas
provisiones. Aproveche para tomar un café y respirar este aire.
Checho
tenía razón. En la tibia mañana, Guille se asomó por primera vez a un nuevo
mundo. No sabía dónde estaba, pero era el Delta profundo: la vegetación, la
gente, el color del agua, los pájaros y un sutil olor flotando en el aire. Otro
país.
A
partir de allí, el viaje no fue largo, “una fracción de eternidad”.
-Ya
estamos casi llegando.-
Este
Checho. Otra vez dándole la oportunidad de prepararse, le hizo señas de subir.
El
río dejó atrás su inmensidad y se presentó riacho, y más tarde mutó a riachito.
Y más adelante, siempre un poco más adelante, un muelle. Y de pie, en el muelle
lejano, una pequeña silueta… una visión… inconfundible. Guille se hizo
visera con la mano para poder taparse un poco la cara y restregase los ojos.
Pero la visión seguía allí, ¡y se agrandaba! Y Guille temblaba, y sudaba. Y
había perdido todo control sobre su cuerpo, o su voz, cuando la visión lo fue
todo, y, sin tiempo, tapó la luz del sol, llegó hasta él, le alcanzó una mano a
la cual aferrarse, lo ayudó a subir al muelle y lo atrapó en un abrazo
definitivo:
-¡Precioso!
-¡Guille!
……………………………………………
DÍA
1
Uno
sólo, otra vez, como si no hubiera habido una última vez, ni una próxima.
Sólo
un continuo en el tiempo, que los abraza y los encuentra siempre juntos.
-¡Estás
tan hermoso, Pedro!
Y
Pedro, ¡tanto para decirle y nada logra salir de su boca!
Guille
no puede creer la tontera que dijo. ¡Pero si apenas tiene fuerzas para
aferrarse hasta la locura del cuerpo amado! Y no hay más ni arriba, ni abajo,
ni adelante, ni atrás, ni presente, ni futuro, sólo su hombre en sus brazos,
quien también lo aprieta hasta dejarlo sin respirar.
Y
no saben cómo llegaron a una habitación pequeña, clara, luminosa. Pero Guille
no ve más allá de Pedro y Pedro no va más allá de Guille.
-Amor,
tengo tanto que decirte, pero ahora…
Guille
lo calla con un tierno beso y le apoya, suave, el índice sobre los labios.
-Shh,
dejá, cielito, dejá… ya tantos se encargaron de contar momentos como estos con
bellísimas palabras… ya encontraremos las nuestras… no digas nada. Teneme.
Quereme.
Y
Guille pudo cerrar los ojos sin temor. Sus jóvenes besos habían regresado.
………………………………………………………………
DIA
2
Guillermo
sueña que está despierto, mirando dormir a su cielito a su lado, semitapado por
un revoltijo de sábanas blancas. Se siente bendecido por la vida. Todo lo que
ve es perfecto: su cuerpo, su rostro, su piel, sus largos y hermosos dedos, sus
piernas. Y Guillermo sabe como tocarlo, para iluminarlo sin despertarlo. Y se
siente joven, sensual, invencible, y se deja arrastrar por esas sensaciones de
plenitud que lo envuelven, y perdido en su Pedro, se queda dormido.
Pedro
sueña que está despierto, cuidando el sueño de su Guille. No deja de tocarlo ni
un instante, porque siente que Guille respira mejor cuando él lo acaricia… ¡qué
va! no puede dejar de tocarlo porque es ese contacto el que le da sentido a su
vida. Y nunca se sintió más hombre, más bello, más fuerte que en los brazos de
ese amor que lo cambió. No, de verdad, Pedro nunca había imaginado que pudiera
llegar a ser tan feliz. Y apoya suavemente la cabeza en su pecho acompasado, y
se duerme al arrullo del ritmo vital de Guillermo.
Se
despiertan. Están tan abrazados, tan enredados uno en el otro, que al moverse
uno, se mueven los dos…
-Amor…
-Mmmmm…..
-Nos
quedamos redormidos.
La
luz del atardecer es inconfundible para Pedro, colándose por las ventanas
cubiertas con lona color crudo, y los sonidos del día que se apaga en la isla.
Atardecer sí, ¿pero de qué día?
-Amor
¿tenés hambre?
-¡Me
muero de hambre, cielito! -Y se sonroja al decirlo – y eso que desayuné
con unas medialunas…
-Desayunaste…
ayer, amor…
-Todavía
es de día.
-Guille-
tomándole la cara con las dos manos- desayunaste ayer amor, te aseguro que
estamos en esta cama hace más de 24 horas…
“Bueno”,
piensa Guille, “entonces no es que estoy tan totalmente fuera de forma”, pero
responde coqueto:
–
Nooo.
-Si,
si.
-Nooo…
Pedro, ¿más de un día encerrados y nadie vino a ver qué pasa? ¿Y si vine a
matarte… y a suicidarme?
Pedro
se ríe y lo besa, largo, profundo.
-Todos
saben que no viniste a matarme… además, acá sabemos todo de pérdidas, y casi
nada de reencuentros felices…
Y
Guille piensa que si tuviera que definir qué es la belleza, le bastaría poder
describir la cara de Pedro en este momento, pero claro, ¿con qué palabras? Lo
mira muy serio, caricaturesco…
-Mirá
que yo puedo ser muy pasional – advierte Guillermo.
-Eso
espero.
Y
se hizo de noche, nomás.
………………………………………………..
DIA
3
Dormir
en Guille. Así era exactamente como se sentía Pedro al despertarse, enredado en
sus piernas fuertes, borracho de su perfume, erizado por el simple contacto con
su piel suave y áspera a la vez. Se levantó, se puso una bermuda, lo besó una
vez más mientras dormía y salió de la cabaña. Al minuto regresó con cuatro
canastas.
Afuera,
un nuevo día en el campamento arrancaba, espléndido. Guille empezó a
despertarse por el mero hecho de no sentir a Pedro en sus brazos.
-Esta
es la prueba del delito – le dijo el chico risueño, señalando cada canasta que
traía – cena día 1, desayuno día 2, almuerzo día 2, cena día 2 y… parece que se
dieron cuenta que ya teníamos suficiente para desayunar hoy… - se ríe y vuelve
a tirarse en la cama y abrazar a Guillermo. Los muchachos habían cumplido
con el acuerdo.
-Mirá
como te cuidan, ¿eh? Quieren que te sientas bien…
-
Y sí, me cuidan mucho, me quieren mucho, acá nos cuidamos mucho…
-¿Y
se puede saber donde es acá? – le pregunta Guille jugando con su pelo, aunque
en realidad, poco le importa dónde está: está con Pedro.
-¿Te
importa?
-No.
Juntos
comienzan a sacar las provisiones de las canastas. Pedro le muestra la etiqueta
del vino, cabernet. Guille sonríe, pero está interesado en mirar un poco más el
lugar: el lugar donde vive Pedro. La mesa de trabajo, atiborrada de papeles.
Una pluma, que toma y le muestra.
-¿No
es la misma, no?
-No…
-Ah,
porque la auténtica la tengo yo… te la hubiera traído- se ríe, pero no es
cierto, jamás se desprendería de esa pluma. Y Pedro se acerca a besarlo. Cada
palabra, cada frase, es una buena excusa, para que se toquen, se acaricien, se
compartan…
Biblioratos,
expedientes, libros de leyes, Pedro no estuvo perdiendo el tiempo. Y una
nutrida biblioteca…
Guille
hojeaba con interés: El corazón de las Tinieblas de Conrad, La Odisea de
Homero, Trópico de Capricornio de Miller, El libro de la Selva de Ruyard
Kipling, Tarzán de Burroughs, Obras Completas de Oscar Wilde, Antes que
Anochezca de Reinaldo Arenas, Los Tigres de la Malasia de Salgari, Cuentos de
la Selva de Horacio Quiroga, Cuentos Completos de Ambrose Bierce, La Vorágine,
de José Eustasio Rivera, Antología Poética y El Arco y La Lira de Octavio Paz,
(ah… entonces era cierto… se encontraron, obvio), El viejo que leía poemas de
amor de Luis Sepúlveda, Sudeste de Haroldo Conti, entre muchos otros…
-Parece
que te dedicás a la lectura… (¡Gracias Beba!)
-Tiempo
es lo que más tengo… - mientras empieza a preparar algo de comer - además,
tenía que buscarte en alguna parte.
-¿Y
me encontraste, precioso?
-Algo
así… – y otro beso.
Comieron
algo, conversaron, descansaron un poco más, todo muy relajado. Pedro le fue
contando, “con interrupciones”, claro, su vida en aquel lugar, y la misión a la
que se había entregado, mientras buscaba la manera de volver a él.
Guille
lo escuchaba fascinado… porque siempre lo escuchaba fascinado, y en cada
palabra confirmaba lo que ya sabía: la fortaleza, la inteligencia, la tenacidad
de ese hombre al que amaba profundamente. Eso lo llenaba de orgullo. Pero al
mismo tiempo, su mente autodeterminante, tremenda, no podía dejar de mostrarle
a ese Pedro autosuficiente, que hablaba de “volver a él”, pero nunca de que
Guille se quedara allí. Y sabía que Pedro no podía volver, no tenía que volver.
La
operación que habían montado era increíble. ¡Qué mal se había portado con Beto!
pensaba avergonzado. Porque el amigo, brillante, había ido intuyendo,
entendiendo todo, y tratando de contárselo. Pero, él no lo había escuchado. Una
organización que, desde la clandestinidad, trabaja para devolverle una vida a
aquellos pobres diablos a los que la injusticia se las había sacado. Y Pedro,
la pieza clave. ¡Cómo se rió Guille cuando Pedro le mostró todas esas copias de
sus viejos casos, de dónde sacaba muchas de las ideas “ganadoras”… y como lo
llevaban a otras ideas, que recogía de haberlo visto actuar, o colaborar con
él, que combinaba con sus lecturas, con sus paseos entre las cortaderas, los
sauces, o bañándose en el río. Guille entrecerraba los ojos, y podía verlo… y
desearlo. Pedro le decía cómo, algunas veces, la naturaleza lo abrazaba, lo
abrumaba, tan vivamente, lo acorralaba, y era cuando él se rendía ante ella,
que las ideas venían, como riéndose de él, mostrándole el camino hacia un nuevo
caso. Y el tratar de descubrir “cómo Guille lo hubiera hecho”, finalmente era
la guía hasta la estrategia.
Guille
en su cabeza. Así lo hacía sentir: amo de su mundo, dueño a pesar de la
distancia, del dolor. Sólo Pedro podía darle eso. Y entonces, lo único que
quería era abrazarlo, abarcarlo, devolverle un poco de lo que recibía, para
sentirse vivo. Pedro en su cabeza.
-Chiquitín
lindo, si querés, podemos levantarnos y salir un rato a dar una vuelta… y me
mostrás.
-Amor,
ahora, de noche, afuera está lleno de bichos.
-Buen
punto…
……………………………………………
DÍA
4
Nadie
en ese lugar había visto nunca al doctor así: feliz. Después de tres días
“puertas adentro”, ahí estaba, compartiendo el aire de la mañana, sentado junto
al río con su “amigo”. Ajenos al tema, eran sin duda el centro de atención. No
eran frecuentes las visitas al campamento y nunca al doctor, o al “monje”, cómo
preferían llamarlo algunos. “¿Monje?¿Y se puede saber por qué?”-curioso
Guillermo . “No”, le había respondido Pedro, final. Guillermo se rió fuerte
cuando cayó: ”Ay, mi lindo, no puedo quererte más…” Y lo abrazó.
Hoy,
el monje, estaba cambiado. Encendido.
Charlaban,
se reían, se miraban, se escuchaban, caminaban rozándose las manos, se tocaban
hasta para cederse el paso, se sentaban muy juntos. “El doctor” cada tanto le
apoyaba la cabeza en el hombro, y el “amigo” aprovechaba para abrazarlo.
-Mirá
– sacando algo del bolsillo.
-Precioso,
todavía andás con una monedita, ¿la necesitás?
-No,
pero me hace sentirte más cerca. El río también me hace sentirte más cerca. El
río siempre me lleva, hasta vos…
-Hasta
ahora, ya estoy acá…
Pedro
se sonríe, mirando el agua. Le toma el brazo y lo besa. Y Guille le sonríe y le
besa la cabeza.
-Por
ahora… ¿pero hasta cuándo Pedro? - Al chico se le oscurece la mirada.
-Todavía
no, Guille – aferrado a su brazo, rozándolo con los labios.
Guille
le acaricia el pelo. Acepta su silencio. Ya llegará el tiempo de las malas
noticias.
-¿Vos
no tenés que irte a trabajar?
-Estoy
de franco.
-¿De
franco higiénico?
-No
seas guarro.
-¿Guarro,
querido? Realista. ¿O qué te creés que piensa todo el mundo?
-No
me interesa lo que piense todo el mundo.
-Ni
a mí.
Pedro
se queda un momento pensativo. Guille pagaría por saber lo que piensa
-¿Querés
que te presente a los muchachos? Ellos quieren conocerte.
-¿Puedo
evitarlo?
-¿Te
avergüenzo?
-Nunca
– y tomándole la cara, en ese gesto suyo tan característico, Guille le dio un
casto beso en al boca, a pleno sol, que terminó en nuevo abrazo. Y se pusieron
de pie, y se fueron caminando, abrazados.
Otra
vez, esa clásica caminata juntos, que ambos siempre evocan cuando se faltan. Y
ahora se tienen.
-Precioso,
¿sabés lo que estoy pensando? – le susurra, envolvente Guillermo, abrazándolo
todavía más, si es eso posible. Y Pedro se sonríe.
-Que
hoy sí quiero volver a casa.
……………
-Pedro,
Guillermo, pasen por favor, bienvenido Guillermo.
La
casa “central” es amplia, de madera, con muy buena luz natural en un único
ambiente. Ordenado, limpio, con muchas sillas. Cada uno de los muchachos se va
presentando, con apretón de manos a Guillermo, con cierto toque marcial pero
cálido, cada uno marcando su territorio, definiéndose, y saludo amistoso a
Pedro. Dante, Héctor, Saturnino, Checho. Guille no esboza una sonrisa pero la
piensa. Se respira un aire de comando revolucionario civil, en medio de la
selva nicaragüense, 1960, 1970… (que él sólo ha visto en lecturas y en
películas, claro). Sí, seguirle el ritmo a su chiquitín, es un trabajo de
tiempo completo.
Los
“muchachos”, todos mayores que Pedro, se van acomodando. Circula el mate, y es
viéndolos que Guillermo se da cuenta de que “el doctor”, ya es uno de ellos. Lo
mira, con otros ojos, tal vez por primera vez desde que llegó: jean, camisa
blanca arremangada hasta los codos, el pelo ligeramente más largo que la última
vez, algo de patilla, y una barba que evidentemente se volvió a dejar para él.
¡Tan bello! Y en ese momento, no sabe muy bien por qué, diría, inalcanzable.
¿Quién vencerá? ¿La amistad o el amor?
-Cuando
Hermes, mi… bueno, cuanto menos sepa mejor, -toma la palabra Dante, sin duda el
jefe- Hermes, decía, el encargado del boliche del puerto, nos habló de Pedro,
era demasiado bueno para ser verdad. Lo investigamos, pero había poco tiempo:
el “doctor” se veía desesperado, y en cualquier momento, podía hacer una
macana. Pero entonces, Hermes lo vio a Ud., y fue lo que nos decidió,
Guillermo.
Pedro
se sonrió. Guille lo miró, y luego a Dante, inquisitivo, que continuó contando:
- Sí. A veces el problema es el entorno, no la persona: una madre desesperada,
una novia histérica, nenes chiquitos, una familia que se vuelve loca, y claro,
el hombre también se vuelve loco. Pero el “doctor” hablaba sólo de “Guillermo”,
- Pedro le apoya la mano suavemente sobre la pierna – y Ud., Ud. la tenía
clarísima: distante, actuando frío, midiendo cada uno de sus movimientos para
no alentar, preparándolo para lo que se le iba a venir. Lo dejaba, pero siempre
volvía. No lo abandonaba. Nos sorprendió lo bien que manejaba la situación. Si
este hombre – y lo miró a Pedro con respeto – sobrevivía a ese desgarro,
“pelaba” entereza, por Ud., podría sobrevivir a esta vida. Porque sabría que
aún en el fondo del tazón, lo tenía a Ud. Y eso lo hacía imbatible. Eso, más el
fogueo en el trabajo. No lo podíamos perder.
Guille,
conmovido, redimido, tomó la mano de Pedro, y la besó. Y se encontró con su
mirada llena de ternura, y la respuesta a su propia pregunta: el amor. A su
alrededor, nadie se inmutó.
-Pedro,
venís un momento que llegaron un montón de papeles – irrumpe uno de los
muchachos. Pedro se levanta con la mano de Guille entre las suyas sonríe
excusándose y sale.
-La
idea la teníamos desde hacía tempo. Era un sueño de revancha, pero yo sabía que
podía ser realidad. El Dr. Luro, no sé si sabe de él, que en paz descanse -
Guille asiente con la cabeza –nos ayudó mucho con el plan original. Algún
intento se hizo en el pasado, pera la pasamos canuta. Casi no podemos sacarlo.
Nos faltaba la última puntada, la que nos asegurara el éxito. Hasta que
apareció Pedro y bueno, en cierto modo, atrás de Pedro, Ud. Las casualidades no
existen; ya la teníamos preparándose a María del Carmen, que por cierto,
no conoce a Pedro –Guille se sonríe para sus adentros, agradece la aclaración –
y con el bonus además, de que “el doctor” resultó ser un detector viviente de
inocentes – Dante se ríe, Guille también – Sí, créame, así de “tiernito” como
se ve, el pibe sabe conocer y tratar con las personas. El maneja personalmente
el interrogatorio al posible candidato. Tiene un instinto, olfato… Bueno, mire
a quién se lo estoy diciendo – y Dante se rió – El mundo está lleno de buena
gente, que no se nota, y que nos da una mano, a veces sin saberlo. Gente de
adentro y de afuera de la justicia.
Siguieron
dialogando un rato. A Guille le gustó el mundo de Pedro. Y sintió envidia de
esos hombres: por lo que estaban haciendo, y porque estaban todo el día con su
amor.
-Así
que le agradezco Guillermo. Es mucho lo que Ud. hace por acá.
-No,
soy yo el agradecido. Por lo que hacen y por lo que hacen por Pedro. Me imagino
además, que, uno por uno, ya les irá tocando el turno a Uds. también, ¿no?
Dante,
Saturnino, Checho y Héctor se miraron entre sí y se sonrieron.
-No,
Guillermo, nosotros no – riendo – nosotros, acá, somos todos culpables. Y como
no estábamos dispuestos a ser juzgados por “esa” justicia”… esta es nuestra
pena, autoimpuesta, por propia mano, ¿vio?. ¿Ud. me entiende.
-Perfectamente.
Pedro
entró con la noticia:
-Aparecieron
los dos testigos que faltaban – anunció exultante y se sentó con unos papeles
al lado de Guille – y aceptaron declarar. Caso Ibañez, cocinado. Ya podemos
avisarle – dijo con un ligero temblor en la voz.
Hubo
un par de aplausos, y Dante se levantó a darle la mano a Pedro – Doctor, ahora
es todo tuyo.
“
Otro en camino de volver a casa”, pensó Guillermo, conmovido.
………………………………………………
Ya
recostados, uno en brazos del otro, Guille dibuja el contorno del cuerpo de
Pedro, detalle por detalle, hasta esa cicatriz junto al abdomen, de la que el
chico no quiso hablar todavía… chiquitín lindo se sonríe, pero no dice nada.
-¿Te
costó trabajo traerme acá, no? ¿son duros los muchachos? - Sonrisa con oyuelos
sin comentarios -¿Qué? De verdad, ¿qué les dijiste? ¿Pensaste que yo me moría?
-No
Guille – con infinita ternura – pensé que yo me moría.
…………………………………………………………………..
DIA
5
Guille
y Pedro revisan los papeles del caso Ibañez. Sacaron la mesa a la galería de la
casita, enmarcada por ceibos en flor, y juntos analizan paso por paso. Habiendo
conseguido los testigos claves, la cosa se precipita y ahora todo es una
carrera para que el hombre recupere su vida lo más pronto posible. Para Pedro,
trabajar con Guille es la gloria. Dudó en proponérselo, como si eso le restara
tiempo a estar juntos. Pero Guille lo primerió pidiéndole información, datos,
tirando ideas. Guille siempre un paso adelante. Lo amaba. Sí, trabajando con
él, Pedro se sentía tan pleno como haciéndole el amor.
Desde
la casa principal del campamento, Dante los observaba. Ninguna duda: había sido
un error traer a Guillermo. Un error inevitable, pero error al fin.
Y
así transcurrió el día, como en los viejos tiempos, en el estudio. Otros se
sumaron al trabajo. Es que era atractivo verlos: el entusiasmo, la energía, el
humor, y las ideas e hipótesis que surgían y que sin duda serían útiles en este
u otros casos. Guillermo volvió a encontrar su trabajo divertido, con
sentido, y con Pedro, los dos, a sus anchas se prodigaron todas las
miradas, todos los guiños, los gestos imperceptibles que los hacían sentir parte
de una pareja feliz.
Y
a la noche, “pintó” cena todos juntos, celebrando el inicio de un futuro nuevo
éxito, y una jornada de trabajo excepcional.
Como
ya habrán imaginado, cocinó “el maestro”, cuya “fama en el mundo de la cocina
italiana” había alcanzado las fronteras del campamento hacía ya largo tiempo.
Y
como imaginarán, también, nadie pudo meter el pancito en la salsa.
Y
naturalmente, sólo uno tuvo el privilegio de probar de la cuchara.
-¡Ri-quí-si-ma!
………………………………
-Precioso,
quiero llevarte de vuelta a casa – le dijo Guille en la nuca, acostado detrás
suyo, abrazados, apretándolo contra su pecho.
-Ya
estoy en casa – sin mirarlo.
-No
me jodás, Pedro, este lugar no es tu casa- Guillermo fastidiado, pero no lo
suficiente como para dejar de acariciarlo.
Y
Pedro giró, con un revoloteo de sábanas y metiéndose en Guille por los ojos,
sin perder un milímetro de contacto con su cuerpo, respondió:
-No,
mi amor, vos sos mi casa.
……………………………………….
DIA
6
Y
le tocó, inevitable -en semejante lugar- el turno a la naturaleza.
Nuevamente fue Guille el que se adelantó, y mostró curiosidad por el “fenómeno
natural”, que tan buen efecto causaba en Pedro. Al principio reticente, después
insistió: “Algún contacto tengo que tener”. Y Pedro, no se hizo rogar: se salía
de la vaina por mostrarle su reino “outdoors”.
Fue
un día especial, con mucha caminata en solitario, -Guillermo se resistió
sistemáticamente a ponerse nada en la cabeza y Pedro aceptó sólo porque era el
sol de octubre- muchos besos, el “animalito” trepándose a un árbol para delicia
de su único espectador, muchos secretos, muchas caricias, cabernet, mini siesta
incluida. ¿Y los bichos? Los bichos no fueron un problema, porque Pedro se
encargó de “untar” literalmente a Guillermo en repelente, antes de salir de la
casa. –“Podría acostumbrarme a esta vida perfectamente” -sentenció Guillermo
muy formal, mientras buscaba un buen bastón de rama fuerte para la caminata,
ante un Pedro estallado en carcajadas. – Y tené el repelente a mano, por las
dudas – concluyó.
Era
cierto: Pedro florecía en contacto con la naturaleza. No era que Guille no lo
supiera, pero verlo, una vez más, era una experiencia que le llenaba todos los
sentidos. Antes había habido sólo un anhelo, seguido de impotencia. Ahora,
Pedro era suyo. Pero… ¡ay! Siempre tiene que haber un pero… ¿por cuánto tiempo?
Del
otro lado de la isla, sentados, junto al río, compartían su copa de vino.
Pedro, con la cabeza recostada contra el hombro de Guille. Bucólico.
–Nos
falta la cañita de pescar, querido, y somos Tom Sawyer y Huckleberry Finn. Yo,
Tom Sawyer, por supuesto. No, mejor no, yo soy Mark Twain…
Sí,
podría vivir en un lugar así con Pedro. Bueno, podría vivir en cualquier lugar
con Pedro.
-¿Hermoso?
Soy yo, o hay una fragancia permanente flotando en el aire? La siento desde que
llegué. Muy suave, pero…
-Sí.
-Pero,
¿es lo que yo pienso?
-Si,
Guille – Pedro risueño ante la cara de extrañeza de Guille – es canabis.
Estamos rodeados de plantaciones de canabis. No son nuestras. Protección y
financiación.
-
Ah… -“¿Dejaría el chico de sorprenderlo en algún momento?” No, no lo cree.-Y
ahora viene la demostración de nado en el río, ¿no?
-¿De
veras? ¿Te vas a meter Guille?
-Muy
gracioso, chiquito, hablas con un anciano con antecedentes cardíacos… vos te
vas meter.
-Todavía
está muy frío…
-Bueno,
¿entonces será para la vuelta, no? – y Pedro no respondió.
-Hermoso
– tomándolo de la barbilla, obligándolo a mirarlo - ¿Cómo sigue? ¿Qué vamos a
hacer con “esto”? “Lo nuestro” dicho sin voz, gesto de mano incluido, un sello
de identidad.
Pedro
lo miró con una sonrisa triste. Pero Guille no estaba triste; estaba a salvo,
protegido por la profunda conexión que los unía en ese momento.
-Esto
no puede seguir así, chiquitín, yo lo sé, vos lo sabés. El tema es, ¿qué
hacemos?
Pedro
lo miraba adorándolo y preguntándose cómo podía verlo junto a él, cuando en
realidad lo sentía tan dentro suyo. Pero sin respuesta.
-Un
plan, Pedro, un plan, tenemos que tener un plan. Si ya tenemos todo lo demás.
…………..
Esa
noche era la última noche en la isla. Ambos llegaban con la idea de algo
desesperado, arrebatado, desgarrado… pero no.
La
noche los sorprendió acostados en su cama, bañándolos con la clara luz de la
luna llena. Mirándose, abrazados, amándose, planeando un futuro juntos… muy
lejos de pensar que era la última vez en vaya uno a saber cuánto tiempo…
impulsados por la certeza instalada de que “no puede no pasar”.
Pedro
“inspecciona” el pecho de Guille, acariciándolo con exquisita delicadeza.
-Aya!
– a veces no tan delicadamente. Besito por cada tironcito.
-Ay
Pedro, ¿qué hacés precioso?
-Shhhh…
estoy contando…
………………………….
DIA
7
Amanece.
-Entonces,
¿tenemos un plan?
-¿Me
lo estás preguntando?
-¡No!
-Entonces,
qué, precioso: ¡claro!, tenemos un plan.
……………………
Empaquetar
el día. Eso es lo que trató de hacer Guille desde que logró “arrancarse” de la
cama. El café caliente y amargo que le preparó Pedro ayudó. No tenía casi
equipaje: sólo lo que trajo y algunos papeles y un libro que el chico le dio:
“Parece que a vos se te dio por la poesía, a mí por el ensayo”. Tenía apenas
algunas horas para ir cerrando las miles de heridas, dulces y amargas que se le
habían abierto en su visita “clandestina”. Porque aún lo más bello, en este
momento dolía. No era miedo a quedar expuesto, si el chico estaba ahí. El podía
y debía sobreponerse: y proteger a Pedro.
Y
por supuesto, Cielito, trataba de imprimirle cotidianeidad a ese día único;
sólo así podía sobrellevarlo; y proteger a Guille.
Despedidas
de rigor, saludos afectuosos, ausencia de mañana, y varias cajas con toda la
documentación para el juicio de Ibañez.
-¿Vos
confiás en mí? Entonces vas a tener que esperar. Le dijo Pedro, ya abrazándose
en el muelle.
Guille
se separó un poco para mirarlo a la cara, divertido y con reproche: - ¿Vos me
tratás de pelotudo? ¿Qué me toca decirte ahora a mí, Pedro? ¿”Entonces esto es
una despedida…”?
Y
se ríen juntos, y se vuelven a abrazar y se quedan atrapados en el abrazo.
-No,
esto no es una despedida, mi amor – alcanza a susurrar Pedro – porque tenemos
un plan.
Y
Guille se vuelve a soltar, con reticencia, y le sonríe a los ojos, chiquito,
pero con toda la cara, totalmente consciente que será esa sonrisa, la que Pedro
perseguirá enloquecido… hasta lograr el reencuentro. Y su lindo recibe el mensaje.
Guille
se ríe y alza los hombros, en falsa disculpa. –Te amo. Y tenemos un plan.
Y
Pedro, recibe el rayo y se funde en él.
-Precioso,
te prometo que no me voy a morir si no es en tus brazos.
Ya
no importa Checho, ni la lancha, ni el lanchero, ni los compañeros con la
carga. Guille y Pedro se dejan un beso largo, profundo, apasionado, que dure lo
que tenga que durar, hasta la próxima vez.
Y
se miran alejarse, encadenados por la mirada, hasta que la lancha se pierde en
un recodo.
Tienen
un plan.
……………………………………………………
A
bordo, Guille, no necesita de conjuros para retener “la imagen” de su amor: lo
lleva “prendido en el pecho, el alma, el vientre y los ojos”. Todo Guille huele
a Pedro. Y abre el libro, en una página señalada con una servilletita de papel:
El amor nos suspende, nos arranca de nosotros mismos y
nos arroja a lo extraño por excelencia: otro cuerpo, otros ojos, otro ser. Y
sólo en ese cuerpo que no es el nuestro y en esa vida irremediablemente ajena,
podemos ser nosotros mismos. Ya no hay otro, ya no hay dos. El instante
de la enajenación más completa es el de la plena reconquista de nuestro ser.
También aquí todo se hace presente y vemos el otro lado, el oscuro y escondido,
de la existencia. De nuevo el ser abre sus entrañas.
Fragmento de El arco y la lira de Octavio Paz
Fragmento de El arco y la lira de Octavio Paz
Continuará....
No sé pude escribir todo lo que produce esta historia en mi corazón...añoranzas y esperanzas de futuro, así lo resumiría. Profundamente, porque todo es profundamente, agradecida por este sueño Ilgora, la Señal es ese espacio donde todos volvemos a ser felices.
ResponderEliminarGracias Lilita!!
Eliminarhermoso Ilgora! esperamos por el plan!
ResponderEliminar¡ya llega!
EliminarEmocionante. Gracias!
ResponderEliminar¡Gracias por leer!
Eliminarmmmmmm como explicar lo que quiero decir: no se si fue porque lo nombras...pero me imagine a Arturo Cova con una mezcla de Mauricio Babilonia....en un mundo de realismo mágico, claro que faltaron las mariposas amarillas....( espero entiendas Ilgora lo que deseo decir) pero con un final diferente , no perdido en recuerdos o en la "selva de cannabis" ( que buen olor! ja) ESPECTACULAR...hay muchas frases que me encantaría plasmar, pero no voy a molestar. una delicia leerte.
ResponderEliminar¡Qué bueno que traigas a esta mesa a Arturo Cova y a Mauricio Babilonia! me los encontré buscando palabras en la selva... ¿realismo mágico? me gusta... me debo las mariposas amarillas...
EliminarEmbriagada. Embobada. Feliz!!! de leerte Ilgora! Pura belleza éste relato. Gracias, mil gracias por este regalo fabuloso. Mimi
ResponderEliminar¡Gracias Mimí!
EliminarIlgora, sin palabras, Gracias, gracias por escribirlo y compartirlo. Muy bello no puedo decir mas. Gracias. Gladis
ResponderEliminarMuchas gracias Gladis!
EliminarQue bonito escribís, me transporté. Una maravilla poder leerte. Gracias! Marlene
ResponderEliminar:)
Eliminardecir que me gusto, es poco, me encanto!! Hermoso relato, y ese amor, tan pero ta profundo!! Por favor que siga pronto, estamos necesitando estas historias para esperar la vuelta de nuestro Chiquitin lindo!! Silvana.
ResponderEliminarIlgora, te leía por ... ya perdí la cuenta de cuántas veces leí tu historia y este capítulo que esperaba tanto y que a la vez está lleno de sorpresas, guiños, gestos esperados, intimidad tan deseada y buscada desesperadamente por Guille y Pedro. Y pensando en esta escritora maravillosa que sos me acordé de un fragmento de una canción de Silvio Rodriguez y a la que sin permiso de su autor modifiqué "Siempre / llega hasta el salón principal / donde está el motor que mueve la luz / y siempre allí hace su tarea mejor / la reparadora de sueños”, porque vos con estas historias tan mágicas sos un poco eso, nuestra reparadora de sueños. Quedo aquí paradita al lado de la palabra continuará, segura de que de tu mano nuestros héroes volverán a encontrarse. Abrazo enorme.
ResponderEliminarAy, Grace, amiga... qué precioso, y como siempre demasiado generoso... me siento, de verdad, parte de un grupo, y es desde ahí desde donde me aparecen las ideas... Nos vemos en epílogo!
EliminarEs un placer leerte y lo que provoca en mi tus escritos!! Muchisimas gracias!!
ResponderEliminar:)
EliminarQue relato inquietante.......Sòlo me queda una duda:cuando Pedro quiera volver,el grupo lo va a dejar...? Mis partes favoritas: "Pero lo mío es simple: si no lo veo, si no estoy con él, yo me muero." " Decile que tengo miedo de morirme sin volver a verlo..." "Y Guillermo sabe como tocarlo, para iluminarlo sin despertarlo..." "Y nunca se sintió más hombre, más bello, más fuerte que en los brazos de ese amor que lo cambió.No,de verdad,Pedro nunca había imaginado que pudiera llegar a ser tan feliz..."
ResponderEliminarPD: fascinante la 1ºhistoria de RED pero cuando se quiere dejar un comentario,la pàg indica que hay un ERROR INTERNO dentro del Blog,por favor,traten de solucionarlo.-
Gracias por leer... guardá tu duda hasta el epílogo que ya llega...
EliminarY respecto de Red, es verdad,Lilita está viendo de solucionarlo... :)
Q maravilla, hermoso relato, otra historia q voy a poner en mi lista d favoritas! (en realidad todas las historias están en mi lista d favoritas!! jaja) una pequeña consulta q no me quedo claro, xq fue un error llevar a Guille al campamento?? eso no lo entendí !! Saludos y espero ansiosa la continuación y el plan!!!!!! Bessoss
ResponderEliminarGracias Cele... "los muchachos" lo intuían, pero ahora,al verlos juntos, saben que Pedro no va a parar hasta no estar con Guille para siempre... que no lo van a poder retener... Abrazo!
Eliminarque hermoso!!! que linda historia...como todas las que escribis.....me encantan.....ahora esta....creo es una de las mejores.....una de las mas posibles......que lindaaaaaaa espero super ansiosa la continuacion!!!! GRacias! gracias !! gracias!!
ResponderEliminarGracias por leer!
EliminarSeguir las imágenes trazadas por la pluma ligera de Ilgora equivale a hacer un viaje en un modo lleno de emociones, sensaciones, recuerdos y, sobre todo, esperanzas.
ResponderEliminarYo estoy tras tu hombro, Ilgora, y soddisfo mi sed con el fruto dulce de tu fantasía descriptiva. Espero el plan perfecto, con ansiedad, porque soy consciente que me llevará en un sitio nuevo, lejano y hermoso.
Dónde los sueños pueden convertirse en realidad. Ti abbraccio.
Carissima amica, muchas gracias por tus palabras, tan finas y delicadas... precisamente, a ese lugar que describís es adonde vamos... Gracias otra vez!
EliminarQuerida Ilgora, que mas decirte, me tuve que tomar un tiempo para comentar por que cada vez que leo cada capitulo de esta historia, quedo profundamente emocionada. Excelente capitulo, amor, ternura, emoción y pasión. Y quería agregar un comentario a la participación de Beto en esta historia, el amigo-hijo de Guille siempre fiel, siempre intuitivo, y como también con el en la novela dejaron trunca lo que podría haber sido una relación mas presente con Guille, sea cual fuere el motivo de alejamiento de ese personaje. Besos Ilgora y gracias. Tenemos un plan. Marisa.
ResponderEliminarBeto es una maravilla que también se perdió, como tantas otras cosas. Siempre te agradezco tu lectura y entusiasmo Marisa...! Tenemos un plan!
EliminarTuve que esperar un día entero para leerlo, porque después de las 3 primeras líneas, me di cuenta de que iba a necesitar un lugar íntimo y de un largo tiempo, para oír el sueño posarse en lo más profundo del alma, como mariposas en las flores.
ResponderEliminarY bueno, lo sabia: me Enamoré de nuevo!!!
De Ellos, siempre, y de tu forma de escribir, otra vez más!
Lamento que el español no sea mi idioma porqué no logro expresar plenamente lo que siento...solo... Gracias por hacer de este cumpleaños algo Especial!!!
Más queda por decir que espero amorosamente de conocer "el plan" :)
un abrazo grande, Mo
Mónica, tu español es perfecto. Y te agradezco mucho el precioso comentario y el tiempo que le dedicás a la lectura. ¡Nos vemos en el epílogo!
Eliminar"Pedro lo miraba adorándolo y preguntándose cómo podía verlo junto a él, cuando en realidad lo sentía tan dentro suyo." En estos siete días, seis noches, encontramos muchas perlas como ésta, un hermoso escenario natural, "un amor de película" una historia donde Pedro y Guillermo pueden vivir una gran aventura... Y con el mejor estilo Ilgora Blue! Puro disfrute. Aquí estaré esperando el gran final.. abrazo!
ResponderEliminarNora! Leal a la historia de principio a fin! Abrazo grande!
EliminarIlgora Blue, excelente su pluma, como siempre.. Totalmente atrapado, aquí, aguardo expectante su conclusión. Cheers
ResponderEliminarSe agradece caballero. Sí, esta vez tocó una de aventuras...cheers!
EliminarCuanta ternura!! un relato que endulza la vida!!! Felicitaciones, totalmente anonadada de la historia, las palabras, la magia!!! Se agradece. Susy
ResponderEliminarSusy! te encontraste con la señal!! Gracisa por tu lectura!
ResponderEliminarNunca es tarde para leer algo tan bello, no tengo palabras para expresarte mis felicitaciones ante un relato tan exquisito, gracias por brindarnos tu arte........
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