Disclaimer: Guillermo Graziani, Pedro
Beggio, el resto de los personajes y el cánon de Farsantes siguen sin ser míos,
pertenecen a la dupla Aguirre&Segade y ayudantes de ocasión, amontonados
bajo el paraguas asesino de Pol-ka.
Lo que sí es mío son los proyectos que tengo
para el universo Guilledro, como esta historia, que me ha divertido escribir.
Espero que la disfruten.
Resumen: Un
día de nieve, en algún momento de 2023, Guillermo y Pedro recuerdan otro día de
nieve en algún momento de 2013...
En algún momento de 2023...
0700
Guillermo
termina de ducharse y sonríe cuando escucha el sonido que le avisa que tiene un
nuevo correo de voz. No ocurre todos los días que Pedro le gane para levantarse.
“¡Buenos
días, mi amor! Ya dejó de nevar y el sol va en aumento. Voy a aprovechar antes de
que los turistas se despierten y empiecen a estorbar para llegarme hasta la
delegación a revisar esos permisos. Calculo estar de vuelta dentro de una hora.
¡Espero que el desayuno esté listo! Sí, yo también te quiero”.
Es
casi un ritual la caminata hasta la panadería, donde las chicas lo esperan con
los churros recién hechos, y Guillermo disfruta cada momento. La próxima parada
es el puesto del Rafa, si hay suerte y el avión llega a tiempo con los envíos
de Buenos Aires, compra el diario. Y de vuelta a la cabaña para preparar el
café y desayunar juntos, planificando las actividades del día.
0824
“Pedro,
te aviso que los churros ya se enfriaron.”
0841
“Pedro,
amorcito ¿está todo bien?”
0856
Pedro
¿dónde estás?
0911
“Pedro
¿dónde mierda estás?
0926
“Peeedrooo”
0937
“Por
si te interesa, te digo que estoy empezando a preocuparme”.
0955
“Yo
caminando voy y vuelvo más rápido que vos. Porquería de nieve. Muy linda
mientras está cayendo, sí, pero después... Probablemente vos estás encantado ¿no
es así? Ah, no, no me digas nada ¿ahí es donde estás? En comunión con las cosas
desagradables de la naturaleza. Yo puedo morirme acá ¿me comprendés? Y no hice
testamento, así que no creo que ese sea tu plan. Mirá, Pedro, llamame ¿sí?
1008
“No
estás manejando, ¿no es así? Digo, tenés las manos libres y es completamente
seguro que me llames, Pedro. ¿Vos comprendés que estoy pre-o-cu-pa-do, cielito?”
1026
“Volvé
cuando quieras, atorrante. Pero te aviso que hoy no hay almuerzo”.
El
cielo está despejado y el sol brilla a pleno, aunque la temperatura esté bajo
cero. Agarra la campera y decide salir a buscarlo. El sol en la nieve es tan
brillante que se pone los lentes de sol de Pedro. Nieve, anteojos de sol y sol
brillante. No va a admitirlo ante nadie —especialmente no ante Pedro— pero no puede
dejar de pensar en el día de hoy como una especie de aniversario.
En algún momento de 2013...
Unos
golpes en la puerta lo despiertan. Guillermo los ignora todo el tiempo que puede,
después se saca el acolchado de la cabeza y mira el reloj. Larga una palabrota
y se hunde de nuevo en la calidez de su cama y sus sueños.
Eso,
siempre y cuando el maldito idiota deje de aporrear la maldita puerta.
Guillermo
tira el acolchado a un lado, sale de la cama, abre de un tirón. —¿Qué?
—Vestite.
Vamos a caminar. ¡Es mágico allá afuera!
—Chau,
Pedro.
Trata
de cerrar la puerta, pero el cabroncito mete el pie.
—Vinimos
a descansar, hincha pelotas.
—Vinimos
a disfrutar, amargo.
Guillermo
entrecierra los ojos. —Yo estaba disfrutando. Disfrutando de una cama
calentita.
—¿Vos
viste afuera? ¡Es nieve! ¡Hay un montón de nieve! ¿Alguna vez caminaste en la
nieve?
—No,
Pedro. Y tengo ninguna intención de empezar ahora.
—Anoche
me hiciste ver ese partido de mierda, aburrido... ¡durante horas!
—¡Ni
siquiera lo vimos todo, me hiciste perder el final!
—Mirás
el resultado en el celular y sin tantos nervios.
—Hace
mucho frío, Pedro.
—El
clima es perfecto. Dale, te doy cinco minutos para que te vistas o te saco así
como estás, Graziani.
—Pelotudo.
Pero
Guillermo sabe que no es una amenaza. También sabe que le va a llevar más de
cinco minutos, y siempre existe la posibilidad de convencer a Pedro de quedarse
en el calorcito. —Está bien, Pedro. Esperame.
Cuando
Pedro está girando para irse, Guillermo lo mira de arriba abajo y se le escapa
un gemido. Pedro, vestido con calzas y camiseta térmicas negras, chaleco de
softshell y campera de alta montaña azul eléctrico, irradia energía.
—Apuesto
a que eras la clase de chico que corría a la ventana y pegabas la nariz contra
el vidrio a la primera señal de un copo de nieve.
—Cinco
minutos y contando, Graziani —le dice y se aleja por el pasillo. Guillermo
suelta otra palabrota por lo bajo, mientras busca las zapatillas. Al final se
viste rápido, y antes de que terminen los cinco minutos están afuera de la
cabaña, en el Corsa.
—Tomá
—Pedro le da un termo.
—¿Qué
es?
Pedro
se limita a sonreír y pone en marcha el auto.
Guillermo
desenrosca la tapa y huele el aroma del café recién hecho. Se sirve una buena
parte y lo toma mientras Pedro maneja. Se sirve la segunda taza antes de
hablar. —Esto no tiene azúcar.
—Ah
¿no tiene? —Pedro parece sorprendido.
—Mmm.
De todos modos, ¿adónde vamos?
—Al
Parque Llao Llao.
—Vos
estás loco.
—Nah
—Pedro lo mira de reojo—. Te va a encantar.
Guillermo
pone los ojos en blanco, pero el café lo hace entrar en calor y no puede
resistir el entusiasmo de Pedro.
Pedro
encuentra un lugar para estacionar cerca de la entrada del parque. Hay algunas
huellas en la nieve en el camino hacia el ingreso, pero no ven a nadie más. La
nieve es crujiente bajo sus pies, y no demasiado profunda. La escarcha en los
árboles brilla con el sol de la mañana y el entorno da la impresión de un mundo
encerrado en hielo y nieve.
—Dejate
de joder, tanto brillo me va a dejar ciego —se queja Guillermo.
Pedro
mete la mano en la mochila, saca un par de lentes de sol y se los ofrece.
—Esas
cosas para lo único que sirven es para empañarse —porfía Guillermo.
Pedro
se encoge de hombros, se pone los lentes de sol y empieza a caminar.
Guillermo
suspira y empieza a seguirlo. —Seguís estando loco.
—¡Es
hermoso!
—Esto
no es descansar.
—Relajate
y disfrutalo, dale...
—Oia,
es tan hermoso que somos los únicos pelotudos en kilómetros a la redonda.
—¿Y
desde cuándo el gran Graziani sigue a la multitud?
—Hoy
desearía hacerlo, querido.
Guillermo
resbala y se balancea ligeramente antes de recuperar del todo el equilibrio.
Hay hielo bajo la nieve, y la perspectiva de terminar de culo en el suelo o
peor aún, con un yeso en alguna parte del cuerpo no le hace ninguna gracia.
—Siempre
lo supe.
—¿Saber
qué?
—Que
en el fondo sos un poquito sádico.
Pedro
sonríe y se le marcan hoyuelos en las mejillas.
—Muy,
muy...
Guillermo
lo mira y Pedro se larga a reír, pero le explica cómo tiene que poner los pies
al caminar para no patinar. Dejan atrás el Bosque de Arrayanes y van hacia la
Playa Moreno. Guillermo empieza secretamente a disfrutar de la caminata. El
aire frío se siente maravillosamente bien en su piel caliente. El parque es
precioso, un lugar extraño, extrañamente amortiguado. Todo lo que puede oír es
el sonido de sus pisadas, sus respiraciones, el canto de los pájaros. Es como
si fueran los únicos seres humanos en ese mundo; no hay maldad, no hay intrusos.
No hay ninguna razón para moverse como no sea por el placer del movimiento. Son
nada más que él y Pedro, lado a lado. Puede ver el aliento de Pedro en el aire.
A
Pedro le hubiera gustado llegar hasta el Mirador del Lago Moreno, siente que
puede seguir caminando al lado de Guille para siempre, pero no quiere tentar la
suerte. Por hoy y por ser la primera caminata, se da por satisfecho.
—Vamos
a comprar churros para el desayuno.
Pedro
lo mira, y Guillermo desea que ojalá no tuviera puestos los lentes de sol.
—¡¿Qué,
llenarnos de colesterol después de esto?!
—¡Ah,
‘llenarnos’... te tentaste! ¡Vos también querés! —. Guille tiene una vista
lateral de la sonrisa de Pedro.
—Puede
ser...
Para
cuando desembocan en el sendero de ingreso, hay otros caminantes y corredores
en el parque, desafiando la nieve. Reducen el paso. Guillermo ensaya una
sonrisa con Pedro, respirando el aire frío, sintiéndose en forma y malditamente
vivo.
—Te
dije que te iba a gustar —Pedro encara para el auto, pero no resiste provocarlo
un poco.
—No
te hagas el vidente conmigo, chiquitín.
—Debería...
—la voz de Pedro se interrumpe cuando se resbala en el camino.
Guillermo
lo agarra de un brazo, de un tirón lo pone en posición vertical y lo estabiliza
con la otra mano. —Tontito.
Pedro
se ríe. Tiene las mejillas rojas por el frío, y hay escarcha en el borde de sus
lentes de sol. Y Dios lo ayude, pero Guillermo quiere arrimarlo más cerca suyo.
Más que nada en el mundo, quiere besarlo. Su mano aprieta el brazo de Pedro.
Pero escucha niños gritando y riendo, y se detiene. Pedro no se mueve.
—Si
te llevo a comprar churros —le dice Pedro en voz baja— ¿me mirás así otra vez?
Guillermo
no respira. Se siente expuesto.
Pedro
se saca los lentes de sol. Sus ojos se estrechan un poco y la expresión de su
cara es seria.
—¿Querés?
—Sí.
—Su propia voz es apenas un susurro. Aparta la mirada, parpadea bajo la luz del
sol.
Pedro
se acerca más a él y le pone los lentes de sol. —Ya está. ¿Mejor?
Guillermo
consigue asentir. Pedro se aparta.
—No
te olvides. Me prometiste el desayuno. —Se vuelve hacia el auto. Guillermo lo sigue,
su corazón late más fuerte que si hubiera estado corriendo.
Pedro
maneja por las calles cubiertas de nieve, en silencio. Es muy consciente de la
presencia de Guillermo junto a él, los hombros encogidos, la cabeza contra el
reposacabezas.
Guillermo
piensa en que todo es una mala idea. Casi podría haber sido un sueño. Salvo que
tiene puestos los lentes de sol de Pedro. No
te olvides.
El
deseo ha sido el impulso de un momento, una reacción al calor de la caminata. Es
la ceguera de la nieve, la locura de la nieve. No es real. No puede serlo. No puede
permitir que lo sea.
Pedro
lo desea.
Locura.
No hay futuro en eso. Y pone en riesgo la amistad...
No.
Pero se acuerda de la risa de Pedro, más brillante que el sol. Sostenerlo, abrazarlo
aunque solo sea por un momento fugaz como la nieve misma. Se siente él como un
niño con la nariz apretada contra el vidrio, esperando que la magia caiga del
cielo.
Ninguno
de los dos se acuerda de los churros. Llegan a la cabaña. Pedro está tan
callado como Guillermo mientras caminan hacia la puerta. ¿Segundos
pensamientos? Pedro siempre fue sensible. Él entiende los peligros, tan bien como
Guillermo. El estómago de Guillermo se encoge. Ellos son adultos, no niños.
Pedro
se vuelve cuando Guillermo cierra la puerta. Inclina la cabeza señalando los
lentes de sol.
—Esos
son míos.
Guillermo
parpadea, después estira la mano y le alcanza los lentes. Pedro se adelanta y pone
las manos a ambos lados de la cara de Guillermo. —Quedate con los lentes. Pero
tus labios...
Pedro
lo besa. Y todos los temores de Guillermo huyen en un instante. Pone sus brazos
alrededor de Pedro, lo atrae hacia él, y siente la respuesta en el cuerpo de Pedro.
Se besan hasta que Guillermo finalmente termina el beso, y entonces mira a Pedro y lo que ve en sus ojos hace que se olvide de respirar.
Se besan hasta que Guillermo finalmente termina el beso, y entonces mira a Pedro y lo que ve en sus ojos hace que se olvide de respirar.
—Ojo
por ojo—. La voz de Pedro vacila, pero su mirada es firme.
—La
mejor caminata de mi vida —dice Guillermo, y su boca lo busca otra vez.
En algún momento de 2023...
El
teléfono de Guillermo suena en el mismo momento en que sale al camino. Lo mira,
ve que es Pedro y contesta. —Tranquilo, atendé cuando quieras, que total no
pasa nada...
—¿Sabés
que me dejaste 9 mensajes de voz?
—Y
brillantes, cada uno de ellos.
—Estoy
particularmente encariñado con ese en el que gritaste mi nombre. Me trajo de
vuelta, me hizo recordar. Buenos recuerdos.
—¿Qué
querés decir con “buenos recuerdos”? Todos son más que buenos, eso son. De todos modos ¿dónde estabas?
—¿Dónde
estás?
—En
casa.
—¿Cómo
en casa?
—Bueno,
en la cabaña, es casi lo mismo... ¿Por qué?
—Te
necesito para buscar algo.
—¿Después
que me abandonaste a mi suerte, con nieve por todas partes y una docena de
churros fríos?
—Por
lo menos no te estaba distrayendo...
—Muy
generoso de tu parte. ¿Qué es lo que querés que busque?
—A
mí.
—¿A
vos...? ¿Qué pasa, Pedro?
—¡Por
dios! ¡Qué suspicaz, Graziani! ¿Por qué crees que pasa algo?
—¿Dónde
estás?
Pedro
suspira.
—En
el hospital.
Guillermo
cuenta hasta diez y putea por lo bajo.
—¿Qué
pasó?
—No
importa...
—¿Qué?
—No
te lo voy a decir mientras estés solo.
—Así
de mal, ¿eh?
—Vení
a buscarme. —Pedro desconecta la llamada.
—Pelotudo
—explota Guillermo en voz alta. No le toma mucho tiempo llegar en taxi al
hospital local. Pedro lo está esperando en el vestíbulo, en una silla de
ruedas, con un par de muletas cruzadas sobre las rodillas. Hay un yeso en su
pierna izquierda. Guillermo niega con la cabeza mientras camina hacia él.
—No
te puedo dejar solo por un minuto, ¿eh?
—Eso
es cierto. —Pedro se ilumina. —Así que esto es completamente tu culpa.
—Ya
quisieras. ¿Cuál es el daño?
—Fractura
de tobillo. ¿Podemos irnos ahora?
Guillermo
se cruza de brazos. —¿Hay medicamentos? ¿Instrucciones? ¿Algo que quieras explicarme?
Pedro
suspira.
—Me
caí.
Guillermo
levanta las cejas.
—Afuera.
Por si querés saberlo —. Pedro suena irritado.
—No
sos muy original, ¿verdad? ¿Por qué no me llamaste?
Pedro
tiene una mirada furtiva.
—No
quería preocuparte.
—Tené
en cuenta que yo soy el que te va a cuidar...
—Cabrón.
—Tontín.
—Está
todo bien, la señora Gaiman llamó a una ambulancia.
—¿La
señora Gaiman? Eso es a kilómetros del... —Guillermo deja de hablar y entrecierra
los ojos—. ¡Pelotudo! Saliste a correr, ¿no es así?
Pedro
tose.
—Es
posible.
—Hay
nieve ahí afuera, eso es nieve, eso es lo que es —Guillermo gesticula con una de
sus manos.
—Sí,
bueno... me trajo suerte una vez, ¿no? —Pedro sonríe brillantemente.
Guillermo
lo mira.
—No
pienses ni por un minuto que voy a caer en eso.
Pedro
parece desalentado.
—O
en eso —Guillermo camina hacia la parte posterior de la silla de ruedas y empuja
a Pedro hacia la entrada.
—Vas
a hacer que me las tenga que arreglar solo, ¿no es así?
—Sin
piedad, cielito.
Guillermo
abre la puerta del taxi y lo ayuda a levantarse de la silla. Pedro lo mira con
los ojos entrecerrados contra el sol.
—Fue
mágico ahí afuera —dice, sonando un poco melancólico.
Guillermo
sacude la cabeza. Entonces le pone los lentes de sol a Pedro y le da un beso
rápido pero profundo.
—Todavía
lo es.
fin
Alessa, que bueno volverte a ver por estos parajes! Ya te extrañabamos, y volver con todo, es un lujo para el ojo y una alegria como lectora! Gracias por seguir soñando y compartiendo esta felicidad de ver a Pedro y Guille en cada momento: Gracias y Feliz de leerte!
ResponderEliminarAy, qué hermosisismo!!
ResponderEliminarGracias por regalarnos una mirada al futuro, se sigun eligindo, se siguen amando!
Bienvenidad Alessa! Me encantó tu historia. Hermosos y enamorados Pedro y Guille. Bellísimo el primer encuentro y ternura total en el segundo. Me gustan esos diálogos donde se desafían todo el tiempo, son una delicia y además llenos de humor, de conocerse tanto y tan profundamente que casi no necesitan palabras. Hermoso tu relato Alessa y espero más días como estos. Abrazo.
ResponderEliminarHermoso! muy dulce el recuerdo! me encanto
ResponderEliminarCreo que me derretí con "Si te llevo a comprar churros... ¿me mirás así otra vez?"...y definitivamente me volví loca de amor con "Esos son míos...Quedate con los lentes. Pero tus labios..."
ResponderEliminarAlessa, lo lograste: ahora ni en la nieve podré non pensar en Pedro&Guille!!!
Gracias por toda esta hermosura!
un abrazo, Mo
Me encanta la forma que tenés de escribir, es diferente. No sé bien en qué sentido, quizás menos dramática, menos sensible, más madura, más real. Es como leer cosas que perfectamente podemos imaginar por fuera de la ficción. Re-bienvenida:)) abrazo!
ResponderEliminarAlessa que bueno volver a leerte! Me encanto, me parecio la mezcla perfecta de amor, ternura, gracia y un leve -pero presente- erotismo. Hermosa, hermosa historia, espero verte pronto por estos lares. Gracias, Marisa.
ResponderEliminarAaaahhhhh morí d amor con este pantallazo al futuro!!! siempre juntos!! me encanto! FELICITACIONES!!!!
ResponderEliminarSUBLIME Y BELLO!! GRACIAS!!
ResponderEliminarQ bello!!!
ResponderEliminar¡Muy bonito este cuento! Leve, dulce, tierno con una seña al deseo que sigue siempre, de cerca, un amor profundo.Un Guillermo más tranquilo y un Pedro más irreverente. Se siente la pareja. Me es gustado, particularmente, como has construido el cuento. Intrigante.
ResponderEliminarBeio, beio, beio, sabés que me encanta como escribís y leerlos juntos y felices, con esa cotidianeidad y confianza... amé!
ResponderEliminar"Fue mágico ahí afuera"... "Todavía lo es." suspiro profundo, porque resume todo. Seguí inspirada por favor, gracias por esta historia!!!
"—Si te llevo a comprar churros —le dice Pedro en voz baja— ¿me mirás así otra vez?" Me encaaanto!! escribis Hermoso!!
ResponderEliminarRo. :3
Alessa tu relato tiene MAGIA, no solo está muy bien contado haciendo el paralelismo entre estas dos situaciones con diez años de diferencia, sino que también nos regalás esta combinación perfecta de diálogos, humor, complicidad y conocimiento mutuo entre estos dos hombres que se aman y se conocen y conectan a la perfección. Siempre me emociona leer en estas historias cómo el amor y la pasión persiste intacto a lo largo de los años, soñar con ese futuro juntos. Y ese símbolo de los anteojos de sol, pasando de mano en mano a través de los años me pareció sencillamente un detalle perfecto. Gracias por esta joyita! María Elena
ResponderEliminarbello bello excelente trabajo!
ResponderEliminar¡Y tembló la trinchera nomás! ¡Y de frío, qué yapa! Alessa, en tu pluma, estos dos no se dan tregua... me encanta!!! y si vamos a recordar frases mágicas: "—Oia, es tan hermoso que somos los únicos pelotudos en kilómetros a la redonda." Tu Guille, siempre impecable...
ResponderEliminarGenial Alessa, diez años de amor entre Guille y Pedro. Què bueno recordar el comienzo de su historia, y verlos en la actualidad felices en su cotidianeidad. Siempre amàndose, y con ese sentido del humor tan especial. Y Graciani en la Nieve, jajajaaaa, no me lo hubiera imaginado nunca.
ResponderEliminarAlessa, este fic es un remanso, ver a estos personajes disfrutar juntos en otros escenarios, es algo que sólo la ficción nos puede dar.. me gustó mucho verlos así, distendidos, felices, recordando aquellos momentos en los que pudieron elegirse y viviendo un presente juntos. Gracias! abrazo
ResponderEliminarVerdaderamente hermoso Alessa!!!. Hermoso el relato, hermosos los diálogos,.. excelente el lugar. MIl gracias por este instante mágico ( Guillermina Pedris)
ResponderEliminarfirmo como anonimo solo por fiaca jjajjaja pero soy marfueguina , alessa ya sabes , te extraño :-)
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