Travieso by Ilgora Blue

Pedro busca a Guillermo en el aeropuerto, proveniente de Córdoba. Guille odia viajar, pero sabe en lo que “anda” Pedro, y lo hizo quedarse. Ya desde el teléfono, Guille sabe que Pedro quiere decirle algo. Lo ve, se abrazan, suben al auto. Ni una palabra más allá de lo casual. Guille recuerda, con una semisonrisa, que en algún momento, a Pedro se le “escapaban las palabras” con él. No es este momento. Guille sabe esperarlo.
Ya en casa: -Te preparé algo livianito, chiquito, de nada, por si estabas muy cansado… -Dale- responde Guille y se sientan a cenar. El viaje de Guille, las ideas nuevas de Marcos, Fabián… todos los temas del día desfilan por la mesa… pero de eso que le está gritando a Pedro desde la boca del estómago, nada. -¿Queso y dulce? – Pedro, solícito, escapándose, haciendo tiempo… -¡Claro! – y Guille lo mira, no puede dejar de mirarlo, con la travesura pintada en la cara, esperando el reto. A Guille casi la da pena y le encanta… y lo espera. Pedro sirve el postre, ojos en el mantel, y cuando levanta la mirada se encuentra con la de Guille, que con un solo gesto de cabeza, lo invita a hablar. Y quien parecía que se iba a quedar mudo toda la noche, arranca, con una fuerza de palabras saliéndole a borbotones de la boca… -Son dos, hermanitos, una niñita y un niño, de cuatro y siete años… nunca fueron a la escuela. Hace ocho meses desmantelaron una cocina de cocaína en Comodoro Rivadavia, se disparó un tiro y terminaron a sangre y fuego… los papás estaban ahí. Pedro se detiene y mira a Guille, quien lo mira fijamente. Busca la reacción. No hay. -Un vecino los encontró… ningún pariente los reclamó… pero todavía podrían reclamarlos… - nueva pausa. Guille nada. –Físicamente están bien, no hay señales de abuso… pero vivían en un clima de mucha violencia… parece que el niñito es bravísimo. Guille juega distraídamente con la servilleta, el ceño casi fruncido. Sólo dice: -Ajá, e invita a Pedro a seguir hablando. Pedro respira profundamente, la ansiedad en el rostro y los ojazos marrones, que Guille nunca vio tan abiertos y expectantes. -Tendríamos que viajar a Comodoro Rivadavia – agrega en un hilo de voz, sosteniéndole la mirada. Y Guille se sonríe, sin mirarlo. Y Pedro lo último que esperaba era que Guille se sonriera. La expresión de Guille le resulta indescifrable… -Y Guille, ¿qué pensás? - la urgencia en los ojazos... Guille deja la servilleta, arrima un poco más la silla a la mesa, le toma las manos a Pedro y se las besa en ese gesto tan íntimo, tan de ellos, lo besa en la frente y sólo dice: -Suena perfecto.