Capitulo Anterior: http://actosdefeylibertad.blogspot.com.ar/2014/01/despues-del-disparo-3era-parte-by.html
Los días
corren lentos, como granos de arena; te resbalan entre los dedos uno a uno, mientras
vos, analizás los recuerdos de un pasado que parece pertenecer a otra vida.
Los ojos
fijos sobre una mancha de humedad que estropea el techo de tu habitación, evitás
de todos los modos mirar aquella silla vacía junto a tu cama que parece burlarse,
irreverente.
Nada de
tu vida parece igual que antes; todas tus certezas te han abandonado, te han
sacado las pocas fuerzas que habías recobrado en la espera del enésimo
encuentro con Miller, dejando las ruinas de tu vida sobre tus hombros.
No podés
evitar recordar lo que te dijo Guille la última vez que hablaste por teléfono
con él.
-¡Te amo!
Nunca te
lo confesó; sí, te dijo "te quiero".
“Te amo" ".. una afirmación
tan definitiva pero después, Guille nunca pidió ver tu cuerpo.
No puedo
evitar recordar el rostro de Miller, sus ojos, mientras precisaba:
“Guillermo nunca pidió ver tu cuerpo.”
Como un
veneno, "esta frase" se introduce bajo tu piel, quemando como si te
estuviera marcando a fuego vivo.
Recordás
las llamadas no contestadas de Guille, cuando todo te aniquilaba en el Delta del
Tigre.
Cuando
la soledad pareció tragar todos tus pensamientos y lo real se puso irreal.
Cuando
el único punto firme de tu vida, el amor por Guille y lo que probaste con él
aquella noche, parecía perder definición para volverse un sueño indistinto.
Luego la
primer llamada, aquel primer contacto cariñoso dónde aquel "Hola amorcito" logró darte ánimo,
fe en el futuro, seguridad de ser querido.
Pero la
seguridad había durado poco frente a un Guille que no contestaba el teléfono o
que, cuando contestaba, no parecía entender tu necesidad de sentir al menos su
voz para evitar hundirte en aquel pozo sin fin en que se había convertido tu
vida.
La
tentativa de Miguel Angel de matarte había marcado un cambio de estado.
Te había
dado la excusa para huir de tu destierro sin escape.
Volver a
la ciudad, entre la gente, aunque con el miedo y la angustia de ser
descubierto, te había hecho sentir vivo.
De nuevo
vivo, activo, con la mente concentrada en objetivos precisos.
Encontrar
de nuevo a Guille había sido el más importante.
¿Y cómo
se había comportado Guille cuándo, por fin, lograste tu intento? ¿Cuál había
sido su reacción?
Ni un
abrazo, ni un beso… sólo un interrogatorio infinito.
Todavía
recordás la sensación de desconcierto... luego intentaste buscar una
justificación para no volverte loco de dolor.
"Guille tiene miedo por mí y trata
de protegerme.¿Pero tampoco un beso? ¿Tampoco un abrazo? ¿Por qué? ¿Era
realmente necesario?”
No... no
lo era... nadie habría visto. Sólo tu alma, tu cuerpo, tus labios lo
necesitaban.
Y lo
habrían tenido... si también él hubiera sentido la misma necesidad, el mismo
deseo.
Inmóvil
en la cama, los ojos siempre fijos en el vacío, siguen arremolinándose tus
pensamientos.
Recordás
cuando Guille te dijo que no podía dedicar todo el tiempo a hablar por
teléfono, para verse contigo.
Se
encontraban, sentados uno frente al otro, evitando tocarse si no al momento de
los saludos..
Cuántas
veces seguiste el deseo, ineludible, de tocarlo para sentir su presencia y él
se había alejado, rechazando tu contacto.
¡Como si
el chocolate, los cigarrillos pudieran llenar aquel vacío sin fin que había provocado
su ausencia!
Tus
ojos, probablemente, gritaban tu necesidad de sentirlo, mientras él, casi con
indiferencia, te decía que huyeras, te decía que sólo separados quedarían
libres.
¡Te lo
dijo a vos, que estabas dispuesto a ir a la cárcel con tal de poder verlo al
menos una vez al mes!
Sentiste
un golpe al corazón cuando te entregó los documentos falsos - como pudo pensar que habrías sido capaz de dejarlo - y
te sentiste morir cuando comprendiste que no habría esperado tu vuelta.
Todavía
recordás cuando evitó dar una respuesta precisa a tu necesidad de certezas, de
confirmaciones..
-Te espero, que seguridad tenés que te
espero; no te espero, que seguridad tenés que no te espero.
Pero, tercamente,
continuaste en tu postura de no querer ver lo que era más que evidente: él ya
no era tu Guille.
Ciertamente,
no te habría dejado a tu suerte... pero habría hecho lo mismo por cualquier
otro del estudio, tal como lo había hecho por Beto, por ejemplo.
Cuanta
alegría sentiste cuando te pareció que Guille estaba celoso de aquel chico
conocido, en el bar donde se veían cuando era posible y como te hundiste en la
desesperación cuando Guille te regañó ásperamente por tu imprudencia, casi como
si fueras un muchachito de pocos años, y se alejó de repente, tirándote arriba
de la mesa, con descuido, un paquete de cigarrillos.
Con
angustia intentaste calmarlo, reconducirlo hacia vos; le dijiste "Soy yo Graziani, te amo."
No había
alcanzado; sin ningún titubeo se alejó dejándote allí, incrédulo, sin pretextos
para entender. Por todo el fin de semana no te contestó el teléfono.
Cuando,
por fin, lograste contactarlo no te dio ninguna explicación por su comportamiento
y vos no preguntaste nada por miedo a escuchar una respuesta que te habría hecho mucho mal.
Por el
mismo miedo loco que ahora tomó posesión de tus pensamientos y se ha convertido
en conciencia y dolor. Sucesivamente breves destellos de ternura, miradas
controladas, palabras mesuradas a los que te aferraste como un náufrago.
Hasta
cuando, acorralado por vos que ya no tenías más fuerzas para huir, cuando ya
habías decidido entregarte a la policía para poner la palabra fin a aquel
abismo sin fin en que se había convertido tu vida, él te prometió que huiría
con vos.
Aquel
juramento, neto, dicho mirándote fijo a los ojos, te calentó
el corazón.
Todavía
te hace dudar.
Todavía
te hace esperar.
Todavía
te saca la respiración.
Por este
juramento sentís que tenés que aclarar cada duda; ¿pero cómo hacer?
No tenés
las fuerzas para levantarte, no hay teléfono sobre la mesita de noche de tu
habitación, los hombres que te vigilan, ciertamente, no te permitirían ponerte
en contacto con Guille.
Y
además, no querés ponerlo en peligro. Te queda la duda de que quizás Miller
tenga razón en afirmar que el haber sobrevivido pone en riesgo la vida de
Guille.
Pero el
deseo de saber de él, de oír su voz, se torna cada día más insoportable.
Y las
dudas sólo son una excusa, en realidad todo tu ser grita la necesidad de
ponerse en contacto con él, de cualquier modo, para calmar la sed que te devora
como una fiebre implacable.
¿Cómo
hacer?.. Tomas en consideración todas las personas que se alternan para
cuidarte.
El único
eslabón débil es la enfermera que te asiste, aquella joven que te afeita cada
mañana. Sólo de ella puedes conseguir información; estás seguro de esto y esta
certeza te hace sentir más fuerte.
La
detenés cuando se acerca con el almuerzo, y le preguntás si puede prestarte el
celular.
Lo has
decidido.. y lo hacés sin darle a entender cuanta importancia tiene para vos
esta llamada.
-Lo siento pero no puedo, me advertieron
que no podés tener contactos con nadie. No puedo hacerlo.
Se ruboriza
mientras te dice esto; notás que le cuesta decirte que no.
-Lo sé. No me expliqué bien. Perdoname. Es
sólo que mi mejor amigo, antes de mi "accidente" ha tenido un
problema de salud muy grave y quisiera sólo saber como está. Estoy pensando en
él.
La
explicación la golpea, la veo titubear, igualmente soy consciente que no me
dejará llamar.
-Podés llamar vos, si me querés dar una
mano.
-¿Como? Yo no conozco a nadie de tus
amigos. ¿Cómo puedo llamar?
Bien, un
pequeño resquicio; la veo bien dispuesta, al menos no dijo enseguida que no.
-Mi amigo es abogado. Podés llamar al
estudio y preguntar por el, pedir hablar con él por teléfono. Si está y te lo
pasan, quiere decir que está bien. Le das un nombre falso y fijás una cita.
¿Sabés cuántas veces los clientes no se presentan a las citas?
La
propuesta parece convencerla.
-¿De veras no se enteraría?
-Ciertamente. Te lo aseguro. Mi amigo es
un hombre muy ocupado, después de cinco minutos se habrá olvidado de esa
llamada.
Leo
indecisión en su rostro, mira alrededor, mira hacia la puerta
- Podés cerrar la puerta con una excusa
cualquiera.. no se van a asombrar.
Y señalo
hacia los hombres que están fuera de la puerta.
-Está bien. Decime como se llama.
¡Lo logré!
Cierro los ojos por un instante mientras ella se acerca a la puerta y la
entriecerra despacio.
-¿Cómo se llama tu amigo?
-Guillermo Graziani. Recordá, cualquiera
que te conteste vos le decís que es una cuestión personal y que querés hablar con
él, personalmente.
-Está bien. ¿Y luego?
-Cuando te lo pasan le pedís una cita
para discutir una división hereditaria muy espinosa.
Titubea
de nuevo, pero es un hecho. Estoy seguro de esto.
Mi
seguridad se vuelve certeza cuando la veo tomar el suyo celular de un bolsillo
de su bata y me pregunta el número.
-Sólo una cosa. Quiero oír su voz.
Quiero tener la certeza que está bien.
-¿Pero no decís ni una palabra, verdad?
Lo dice
con ansiedad.. ¡le prometería la luna con tal de escuchar a Guille!
-Sí. Te
prometo que no voy a hablar.
-¿Y si no está?
-Entonces preguntás dónde fue y si
vuelve a estudio.
-Está bien.
Le dicto
el número del estudio y ella se acerca a mi lado, para hacerme oir.
Cuca
contesta, reconozco enseguida su voz.
-No, Guillermo no está. ¿Puedo comunicarla
con otro abogado del estudio?
-No, tengo que hablar con él. ¿Adónde fue?
¿Vuelve más tarde? Porque si vuelve al estudio lo llamo más tarde.
-No. Salió con un profesor, su amigo, de
la facultad. Por hoy no vuelve.
- ¿Con quién salió?
-Con el profesor Franco Nazarre. Un
colega, su amigo, de la facultad.
-¿Dijo que no vuelve por la tarde?
-No. No vuelve. No sé bien qué cosa
tiene que hacer, no puedo decirle nada más preciso porque tiene el celular
apagado y tampoco pude avisarle que vino un cliente suyo al estudio, por una
cita, y no lo encontró.
-Fue una cosa urgente, entonces.
-No, no creo. Salieron sin apuro.
¿Quiere hablar con otro abogado del estudio?
-No, ¿No es que está enfermo?
-¿Enfermo? No, no me dijo nada.
-Está bien. Gracias. Vuelvo a llamar.
Interrumpe
la comunicación y me mira tranquila.
-¿Escuchaste? Está bien! Salió con un
colega. Si todavía estuviera enfermo la señora que me contestó me lo hubiera
dicho.
-Tenés razón. Gracias. Te pido por favor
que no hables con nadie.
-No. Con nadie. Ahora almorzá.
Y me
deja solo.
¿Quién
es Nazarre? ¿Por qué Guille salió del estudio, sin un destino preciso, con este
Nazarre?
¡Él, que
informa a Cuca de cada movimiento para estar siempre disponible!
¡Él, que
quiere conocer cada movimiento del estudio!
¡Él, que
siempre tiene el celular encendido!
Ahora
sale a la hora del almuerzo, con un amigo, y no vuelve al despacho.
¿Quién
es Nazarre?
Ahora
son dos las preguntas que te hacés mientras, lentamente, recuperás las fuerzas
y hacés planes por el futuro.
¿Por qué no quiso ver tu cuerpo? .. Y..
¿ Quien es Nazarre?
Sabés
que no podés pedir de nuevo ayuda a la enfermera, para no despertar sospechas.
Sabés
que tenés que moverte con cautela, si querés dar una respuesta a tus preguntas.
Preguntarle
a Miller no es el caso; no ha vuelto a visitarte y seguro protegería a Guille.
El único
modo es recobrar las fuerzas, simulando no haber recuperado la plena autonomía,
para intentar llamar por teléfono de nuevo, esta vez solo.
¿Pero como hacer?
La idea
te la provee un camillero del hospital.
Simulando
dormir descubriste que, cuando dormís, los agentes puestos a tu custodia suelen
ir a ver la televisión en la habitación de los enfermeros.
"Esta noche pregunto un somnífero;
nada es más radical que un somnífero.”
Como habías
previsto, tus ángeles de la guarda dejan la puerta sin vigilancia y se alejan.
Lentamente,
sin hacer ruido, te acercás a la puerta; la abrís y te encaminás a la búsqueda
de un teléfono.
Te metés
dentro de un consultorio médico y, después de haber cerrado la puerta, marcás
el número del celular de Guille.
Esta vez
estás dispuesto a jugarte el todo por todo.. también a confesar la verdad a
Guille si es necesario.
Del otro
lado contestan enseguida.
-Hola.. quien es? quién habla?.
No
reconocés la voz.. quizás te equivocaste.
-Perdon, me parece que me equivoqué de
número. Buscaba el Dr. Graziani.
-Éste es su celular en efecto, quién es
usted?
-¿Puedo hablar con él?
Un
momento de indecisión.
-No, lo siento, está duchándose y no
puede contestar.
¿Bajo la
ducha? ¿Y él qué hace, a esta hora, en casa de Guille?
-Perdon. ¿Pero usted quién es?
-¿Soy Franco Nazarre y usted?
-Lopez. Juan Lopez.
-Un momento. ¿Guillermo podés contestar
el teléfono? Quieren hablar con vos.
Siento
el ruido del agua. ¿Qué tipo de relación tiene Nazarre con Guille para tener
acceso al dormitorio?
-Lo siento. Lo vuelvo a llamar mañana,
no se preocupe, no es urgente.
Hablo de
prisa, no soy capaz de decir nada más. Resbalo al piso mientras el auricular
del teléfono cae de mi mano.
Me miento
a mí mismo.. conozco Graziani.. nadie entra en su casa.. tan fácilmente.
Nadie
entra en su habitación, nadie entra en su baño.
Excepto..
quien ha tomado mi sitio.
"Nazarre.. ¡Nazarre!”
Pierdo el
conocimiento mientras el dolor me arrolla cruelmente.
-continuará-
Gracias Paula por la colaboración en la traducción.
Lingua Originale
Dopo lo
sparo – quarta parte: la consapevolezza dell’abbandono-
I giorni
scorrono lenti, come grani di sabbia; ti scivolano tra le dita mentre tu, ad
uno ad uno, analizzi i ricordi di un passato che sembra appartenere ad un’altra
vita.
Gli
occhi fissi su una macchia di umidità che deturpa il soffitto della tua stanza,
eviti in tutti i modi di guardare quella sedia vuota accanto al tuo letto che
sembra irriderti, irriverente.
Niente,
della tua vita, ti sembra uguale a prima; tutte le tue certezze ti hanno
abbandonato, ti hanno tolto le poche forze che hai recuperato nell’attesa
dell’ennesimo incontro con Miller, lasciando le rovine della tua vita dietro le
tue spalle.
Non puoi
fare a meno di ricordare cosa ti ha detto Guille l’ultima volta che lo hai
sentito per telefono.
-Ti amo!
Mai te
lo aveva confessato; sì, ti aveva detto “ti
voglio bene”… “ti voglio molto bene”,
ma niente di più..
“Ti amo”..
un’affermazione così definitiva… ma poi non ha chiesto di vedere il tuo corpo.
Non
poteva evitare di ricordare il volto di Miller, i suoi occhi, mentre precisava:
-Guillermo non ha mai chiesto di vedere il
suo corpo.
Come un
veleno, “questa frase” si insinua
sotto la tua pelle, bruciando come se ti stesse marchiando vivo.
Ripensi
alle telefonate non risposte di Guille, quando tutto ti annientava sul Delta
del Tigre.
Quando
la solitudine sembrava inghiottire tutti i tuoi pensieri ed il reale diveniva
irreale.
Quando
l’unico punto fermo della tua vita – l’amore per Guille e quello che avevi
provato con lui quella notte – sembrava perdere definizione per divenire un
sogno indistinto.
Poi la
prima telefonata, quel primo contatto affettuoso dove quel “Hola amorcito” era riuscito a darti animo, fede nel futuro,
sicurezza di essere amato..
Ma la
sicurezza era durata poco di fronte ad un Guille che non rispondeva al telefono
o che, quando rispondeva, sembrava non capire il tuo bisogno di sentire almeno
la sua voce per evitare di sprofondare in quel pozzo senza fine in cui si era
tramutata la tua vita.
Il
tentativo di Miguel Angel di ucciderti aveva segnato un cambiamento di stato.
Ti aveva
dato la scusa per fuggire dal tuo esilio senza via d’uscita.
Ritornare
nella città, tra la gente, seppure con la paura e l’angoscia di essere
scoperto, ti aveva fatto sentire vivo.
Di nuovo
vivo, attivo, con la mente concentrata in obiettivi precisi.
Reincontrare
Guille era stato il più importante.
E come
si è comportato Guille quando, finalmente, sei riuscito nel tuo intento? Qual’è
stata la sua reazione?
Non un
abbraccio, non un bacio… un interrogatorio infinito.
Ancora
ricordi la sensazione di sconcerto provata.. poi ti sei dato una
giustificazione per non impazzire di dolore.
“Guille ha paura per me e cerca di
proteggermi.”
Ma
neppure un bacio? Neppure un abbraccio? Perché? Era veramente necessario?
No.. non
lo era.. nessuno avrebbe visto… solo la sua anima, il suo corpo, le sue labbra
avevano bisogno di questo.
E
l’avrebbero avuto .. se anche lui avesse provato lo stesso bisogno, lo stesso
desiderio.
Immobile
nel letto, gli occhi sempre fissi nel vuoto, segui il vorticare dei tuoi
pensieri.
Ricordi
quando Guille ti ha detto che non poteva passare tutto il tempo a parlare per
telefono, per vedersi con te.
Incontrarsi
con te… seduti uno di fronte all’altro, evitando di toccarsi se non al momento
dei saluti…
Quante
volte hai seguito il desiderio, insopprimibile, di toccarlo per sentire la sua
presenza e lui si è allontanato, ha rifiutato il tuo contatto.
Come se
la cioccolata, le sigarette regalate potessero colmare quel vuoto senza fine
che era divenuta la sua assenza!
I tuoi
occhi, probabilmente, urlavano il tuo bisogno di lui mentre lui, quasi con
indifferenza, ti invitava ad andare via, ti diceva che solo separandovi sareste
rimasti liberi.
Lo diceva
a te, che eri disposto ad andare in carcere pur di poterlo vedere almeno una
volta al mese!
Hai
provato un colpo al cuore quando ti ha consegnato i documenti falsi - come
poteva anche solo pensare che saresti stato capace di lasciarlo – e ti sei
sentito morire quando hai compreso che non avrebbe aspettato il tuo ritorno.
Ricordi
ancora quando ha evitato di dare una risposta precisa al tuo bisogno di
certezze, di conferme..
-Ti aspetto, che sicurezza hai che ti
aspetto; non ti aspetto, che sicurezza hai che non ti aspetto.
Ma,
pervicacemente, hai continuato nel non voler vedere ciò che era più che
evidente: lui non era più il tuo Guille.
Certo,
lui non ti avrebbe abbandonato al tuo destino... ma non lo avrebbe mai fatto
per nessun altro del suo studio, così come non lo aveva fatto per Beto, ad
esempio.
Quanta
gioia hai provato quando ti è sembrato che Guille fosse geloso di quel
ragazzo conosciuto in quel bar ove ti
vedevi, quando possibile, con lui e come sei sprofondato nella disperazione
quando Guille ti ha rimproverato aspramente, quasi fossi un ragazzino di pochi
anni, per la tua imprudenza e si è allontanato all’improvviso, gettandoti sul
tavolino, con noncuranza, un pacchetto di sigarette.
Con
angoscia hai tentato di calmarlo, di riportarlo a te; gli hai detto “Sono io Graziani, ti amo”.
Non era
bastato; senza alcuna titubanza si è allontanato lasciandoti lì, incredulo,
senza appigli per capire.
Per
tutto il fine settimana non ti ha risposto al telefono.
Quando,
finalmente, sei riuscito a sentirlo… non ti ha dato spiegazione alcuna per il
suo comportamento e tu non hai chiesto nulla per paura di sentire una risposta
che ti avrebbe fatto ancora più male.
Per la
stessa paura folle che adesso ha preso possesso dei tuoi pensieri e si è
convertita in consapevolezza e dolore.
In
seguito brevi sprazzi di tenerezza, sguardi controllati, parole misurate alle
quali ti sei attaccato come un naufrago.
Fino a
quando, messo alle strette da te che non avevi più la forza di fuggire, quando
già avevi deciso di consegnarti alla polizia per porre la parola fine a quel
baratro senza fine in cui si era tramutata la tua vita, lui non ha promesso che
sarebbe fuggito con te.
Quel
giuramento, netto, detto guardandoti fisso negli occhi, ti ha riscaldato il
cuore.
Ancora
ti fa dubitare.
Ancora
ti fa sperare.
Ancora
ti toglie il respiro.
Per
questo giuramento senti che devi chiarire ogni dubbio; ma come fare?
Non hai
le forze per alzarti, non c’è telefono sul comodino della tua stanza, gli
uomini che ti sorvegliano, certamente, non ti consentirebbero di metterti in
contatto con Guille.
E poi
non vuoi metterlo in pericolo… ti rimane il dubbio che Miller abbia ragione
nell’affermare che l’essere sopravvissuto pone in rischio la vita di Guille.
Ma il
desiderio di sapere di lui, sentire la sua voce, diventa ogni giorno più
insopportabile.
Ed i
dubbi sono solo una scusa… in realtà tutto il tuo essere urla il suo bisogno di
entrare in contatto con lui, in qualsiasi modo, per placare la sete che lo
divora come una febbre implacabile.
Come
fare?.. prendi in considerazione tutte le persone che si alternano al tuo
capezzale.
L’unico
anello debole è l’infermiera che ti assiste, quella giovane che ti rade ogni
mattina.
Solo
attraverso di lei puoi ottenere informazioni; ne sei certo e questa certezza ti
fa sentire più forte.
Attendi
che si avvicini a te, con il pranzo, e le chiedi se può prestarti il cellulare.
Lo hai
deciso.. e lo fai… senza farle capire quanta importanza ha per te questa
telefonata.
-Mi spiace ma non posso, sono stata
avvertita che non deve avere contatti con nessuno. Non posso farlo.
Arrossisce
mentre ti dice questo; si nota che le costa dirti di no.
-Lo so. Non mi sono spiegato. Scusami.
Solo che il mio migliore amico, prima del mio “incidente” ha avuto un problema
di salute molto grave ed io volevo solo sapere come sta. Sono in pensiero per
lui.’
La
spiegazione la colpisce, la vedo tentennare, ugualmente sono consapevole che
non mi farà chiamare.
-Puoi chiamare tu, se mi vuoi dare una
mano.
-Come? Io non conosco nessuno dei tuoi
amici. Come posso chiamare?
Bene, un
piccolo spiraglio; la vedo ben disposta, quantomeno non ha detto subito di no.
-Il mio amico è avvocato. Puoi chiamare
allo studio e chiedere che te lo passino al telefono. Se c’è e te lo passano,
vuol dire che sta bene. Gli dai un nome falso e fissi un appuntamento. Sai
quante volte i clienti non si presentano agli appuntamenti?
La
proposta sembra convincerla.
-Davvero non se ne accorgerebbe?
-Certo. Te lo assicuro. Il mio amico è
un tipo molto occupato, dopo cinque minuti si sarà persino dimenticato della
telefonata.
Leggo
indecisione sul suo volto, si guarda attorno, guarda verso la porta…
-Puoi chiudere la porta con una scusa
qualunque.. non si meraviglieranno.
E faccio
cenno verso gli uomini che stanno fuori della porta.
-Va bene. Dimmi come si chiama.
Ci sono
riuscito! Chiudo gli occhi per un attimo mentre lei si avvicina alla porta e la
socchiude piano piano.
-Come si chiama il tuo amico?
-Guillermo Graziani. Ricorda, chiunque
ti risponda tu dici che è una questione personale e che vuoi parlare,
personalmente, con lui.
-Va bene. E poi?
-Quando te lo passano gli chiedi un
appuntamento per discutere di una divisione ereditaria molto spinosa.
Tentenna
nuovamente, ma è fatta. Ne sono sicuro.
La mia
sicurezza diviene certezza quando la vedo prendere il suo cellulare da una
tasca del suo camice e mi chiede il numero.
-Solo una cosa. Voglio sentire la sua
voce. Voglio avere la certezza che sta bene.
-Ma non dici una parola, vero?
Lo dice
con ansia… gli prometterei la luna pur di sentire Guille!
-Si. Ti prometto che non parlerò.
-E se non c’è?
-Allora chiedi dov’è andato e se ritorna
in studio.
-Va bene.
Gli
detto il numero dello studio e lei si accovaccia al mio fianco, per farmi sentire.
Risponde
Cuca, riconosco subito la sua voce.
-No Guillermo non c’è. Le posso passare
un altro avvocato dello studio?
-No, devo parlare con lui. Dov’è andato?
Ritorna più tardi? Perché se ritorna in studio lo chiamo più tardi.
-No. E’ uscito con un professore, amico
suo, della facoltà. Per oggi non torna.
- Con chi è uscito?
-Con il professore Franco Lazarre. Un
collega, amico suo, della facoltà.
-Ha detto che non torna nel pomeriggio?
-No. Non torna. Non so bene cosa dovesse
fare, non posso dirle nulla di più preciso perché ha il cellulare spento e non
ho potuto riferirgli neppure che è venuto un suo cliente allo studio, per un
appuntamento, e non l’ha trovato.
-E’ stata una cosa urgente, allora.
-No, non credo. Sono andati via senza
fretta. Vuole parlare con un altro avvocato dello studio?
–No, preferisco parlare con lui
personalmente. Non è che è malato?
-Malato? No, non mi ha detto niente.
-Va bene. Grazie. Richiamerò.
Interrompe
la comunicazione e mi guarda rasserenata.
-Ha visto? Sta bene se è uscito con un
collega. Se fosse ancora malato la signora che ha risposto me l’avrebbe detto.
-Ha ragione. Grazie. Mi raccomando, non
ne parli con nessuno.
-No. Con nessuno. Adesso pranzi, però.
E mi
lascia da solo.
Chi è
Lazarre? Perché Guille è uscito dallo studio, senza una meta precisa, con
questo Lazarre?
Lui che
informa Cuca di ogni movimento per essere sempre raggiungibile!
Lui che
vuole conoscere ogni movimento dello studio!
Lui che
ha sempre il cellulare acceso!
Adesso
esce per ora di pranzo, con un amico, e non torna in ufficio.
Chi è
Lazarre?
Adesso
sono due le domande che ti poni mentre, pian piano, recuperi le forze e fai
piani per il futuro.
Perché non ha voluto vedere il tuo
corpo?
.. e …Chi è Lazarre?
Comprendi
di non poter chiedere altro all’infermiera, per non far sorgere sospetti.
Comprendi
che devi muoverti con circospezione, se vuoi dare una risposta alle tue
domande.
Chiedere
a Miller non è il caso; non è tornato a trovarti e poi proteggerebbe Guille.
L’unico
modo è recuperare le forze, facendo finta di non aver recuperato la piena
autonomia, per tentare di telefonare di nuovo, questa volta da solo.
Ma come
fare?
L’idea
te la fornisce un portantino dell’ospedale.
Facendo
finta di dormire hai scoperto che, quando dormi, gli agenti posti a tua
custodia sono soliti andare a vedere la televisione nella stanza degli
infermieri.
“Stasera chiedo un sonnifero; niente è
più radicale di un sonnifero.”
Come
previsto, i tuoi angeli custodi lasciano la porta accostata e si allontanano.
Lentamente,
senza fare rumore, ti avvicini alla porta; la apri e ti avvii alla ricerca di
un telefono.
Ti
infili dentro uno studio medico e, dopo aver chiuso la porta, componi il numero
del cellulare di Guille.
Questa
volta sei disposto a giocare il tutto per tutto.. anche a confessare la verità
a Guille se necessario.
Dall’altra
parte rispondono subito.
-Pronto… Pronto.. chi è all’apparecchio.
Non
riconosci la voce.. forse hai sbagliato.
-Mi scusi, ho sbagliato numero. Cercavo
il dr. Graziani.
-Questo è il suo cellulare, infatti, lei
chi è?
-Posso parlare con lui?
Un
momento di indecisione.
-No, mi dispiace, è sotto la doccia e
non può rispondere.
Sotto la
doccia? E lui cosa ci fa, a quest’ora, a casa di Guille?
-Mi scusi. Ma lei chi è?
-Sono Franco Lazarre, e lei?
-Lopez. Juan Lopez.
-Un momento. Guillermo puoi rispondere
al telefono? Vogliono parlare con te.
Sento il
rumore dell’acqua. Che tipo di rapporto ha Lazarre con Guille per avere accesso
alla camera da letto?
-Senta. Lo richiamerò domani, non si
preoccupi, non è urgente.
Parlo in
fretta, non sono in grado di dire nulla di più. Scivolo a terra mentre la
cornetta del telefono mi cade di mano.
Mento a
me stesso.. conosco Graziani.. nessuno entra nella sua casa.. così facilmente.
Nessuno
entra nella sua stanza da letto… nessuno entra nel suo bagno…nessuno, tranne
lui ed Ana, l’ha fatto.
Tranne
.. chi ha preso il suo posto.
“Lazarre.. Lazarre!”
Perdo
conoscenza mentre il dolore mi travolge impietoso.
-continua-
Antonia! no me lo hagas sufrir asi pobre cielito!
ResponderEliminarPobre Pedro... su sufrimiento fue el nuestro esos horribles dias de profugo... Odio a Franco!!!!!!! Me encanta, Antonia!!!
ResponderEliminarAy, Antonia! Te juro que me tenés atrapada con tu historia! Con una angustia en estos capítulos, sintiendo lo que sintió Pedro en todo este tiempo internado, lejos de Guille, notando su indiferencia, dudando de su amor. Quiero YA la continuación !!!! Te felicito, escribís hermoso, tenés la capacidad de transmitir tantos sentimientos!
ResponderEliminarGracias por compartir tu historia! Y gracias a las chicas que hicieron la traducción!
Saludos!
Antonia por favor!!! Esto es sufrimiento en estado puro. Te juro que leía y yo me iba desmayando antes que Pedro. Por favor qué dolor. Es tremendo, totalmente solo, aislado, pensando lo peor y sin Guille que es el eje de su vida. Por favor que el próximo capítulo comience a mejorar porque sino la que va a necesitar atención médica soy yo. Necesito los dos capítulos que faltan para aliviar la angustia que me dejó este. Excelente tu historia Antonia, muy buena, tiene un ritmo muy atrapante. Abrazo
ResponderEliminarAy Antonia cuando leí la primera parte me propuse como meta no sufrir más allá de la cuarta (calculé más o menos que a partir de la quinta DEBERÍA empezar a mejorar la cosa). Te lo ruego que nos des un respiro porque estoy empezando a detestar otra vez a Guillermo Graziani como en aquellos horribles 17 capítulos que me cuesta tanto rememorar! Todo esto que nos provocás es señal que sos una excelente escritora, y te agradezco esta historia. Ojalá no demore mucho lo que sigue!!! María Elena
ResponderEliminarYa la continuacion!!! Hermoso, sufrido, doloroso!!!
ResponderEliminarAy Antonia, cuanto sufrimiento revivido y renovado!! Porque con los capitulos que en realidad vi de reojo, nunca quise ponerme a pleno en la piel de Pedro, era muy duro. Y a ese Guille no pude entenderlo, me desagradaba... Pero en tu historia Pedro está vivo! así que la transito con esperanza. Gracias!
ResponderEliminarBellisimo!! Espero ansiosamente el proximo!!Gracias
ResponderEliminarAntonia, me sumo a los pedidos de todas tus lectoras! Un poco de luz para ese pobre muchacho! excelente una vez más, otra entrega de esta historia tan íntima del sufrimiento de Pedro, en ese tiempo que se abre para él , "después del disparo". Gracias! un abrazo
ResponderEliminarEl dolor de Pedro es el mismo de todos nosotros preguntandonos porque Guille fue tan frio despues del delta, porque no quiso ver el cuerpo, porque la vacacion con Franco, todas incoherencias!!!! Hermoso Antonia pero por favor que Pedro ya deje de sufrir!!!! Gladys
ResponderEliminar¡Qué manera de sufrir, cara amica! Describís bellamente y con precisión el via crucis que todas sufrimos con Pedro... ¡pero ahora él está vivo! y leo y leo a la espera de la carade Guille cuando lo vea vivo de verdad!! Ah, y otra cosita: si en algún momento me tengo que internar, te aseguro Antonia, que no voy a olvidarme llevar un muñeco de peluche para poner en la silla al lado la cama... esa silla vacía me uccide, Antonia!!!! Continuación Ya!!!
ResponderEliminarAntonia estoy sufriendo junto a Pedro ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ Por favor quiero saber como sigue ............
ResponderEliminarPor Dios!! Que manera de sufrir con cielito!!! espero la felicidad necesaria que borre todo este martirio pronto!!!!
ResponderEliminar