martes, 21 de enero de 2014

Después del disparo (4ta parte) by Antonia



Los días corren lentos, como granos de arena; te resbalan entre los dedos uno a uno, mientras vos, analizás los recuerdos de un pasado que parece pertenecer a otra vida.
Los ojos fijos sobre una mancha de humedad que estropea el techo de tu habitación, evitás de todos los modos mirar aquella silla vacía junto a tu cama que parece burlarse, irreverente.
Nada de tu vida parece igual que antes; todas tus certezas te han abandonado, te han sacado las pocas fuerzas que habías recobrado en la espera del enésimo encuentro con Miller, dejando las ruinas de tu vida sobre tus hombros.
No podés evitar recordar lo que te dijo Guille la última vez que hablaste por teléfono con él.
-¡Te amo!
Nunca te lo confesó; sí, te dijo "te quiero". “Te amo" ".. una afirmación tan definitiva pero después, Guille nunca pidió ver tu cuerpo.
No puedo evitar recordar el rostro de Miller, sus ojos, mientras precisaba:
“Guillermo nunca pidió ver tu cuerpo.”
Como un veneno, "esta frase" se introduce bajo tu piel, quemando como si te estuviera marcando a fuego vivo.
Recordás las llamadas no contestadas de Guille, cuando todo te aniquilaba en el Delta del Tigre.
Cuando la soledad pareció tragar todos tus pensamientos y lo real se puso irreal.
Cuando el único punto firme de tu vida, el amor por Guille y lo que probaste con él aquella noche, parecía perder definición para volverse un sueño indistinto.
Luego la primer llamada, aquel primer contacto cariñoso dónde aquel "Hola amorcito" logró darte ánimo, fe en el futuro, seguridad de ser querido.
Pero la seguridad había durado poco frente a un Guille que no contestaba el teléfono o que, cuando contestaba, no parecía entender tu necesidad de sentir al menos su voz para evitar hundirte en aquel pozo sin fin en que se había convertido tu vida.
La tentativa de Miguel Angel de matarte había marcado un cambio de estado.
Te había dado la excusa para huir de tu destierro sin escape.
Volver a la ciudad, entre la gente, aunque con el miedo y la angustia de ser descubierto, te había hecho sentir vivo.
De nuevo vivo, activo, con la mente concentrada en objetivos precisos.
Encontrar de nuevo a Guille había sido el más importante.
¿Y cómo se había comportado Guille cuándo, por fin, lograste tu intento? ¿Cuál había sido su reacción?
Ni un abrazo, ni un beso… sólo un interrogatorio infinito.
Todavía recordás la sensación de desconcierto... luego intentaste buscar una justificación para no volverte loco de dolor.
"Guille tiene miedo por mí y trata de protegerme.¿Pero tampoco un beso? ¿Tampoco un abrazo? ¿Por qué? ¿Era realmente necesario?”
No... no lo era... nadie habría visto. Sólo tu alma, tu cuerpo, tus labios lo necesitaban.
Y lo habrían tenido... si también él hubiera sentido la misma necesidad, el mismo deseo.
Inmóvil en la cama, los ojos siempre fijos en el vacío, siguen arremolinándose tus pensamientos.
Recordás cuando Guille te dijo que no podía dedicar todo el tiempo a hablar por teléfono, para verse contigo.
Se encontraban, sentados uno frente al otro, evitando tocarse si no al momento de los saludos..
Cuántas veces seguiste el deseo, ineludible, de tocarlo para sentir su presencia y él se había alejado, rechazando tu contacto.
¡Como si el chocolate, los cigarrillos pudieran llenar aquel vacío sin fin que había provocado su ausencia!
Tus ojos, probablemente, gritaban tu necesidad de sentirlo, mientras él, casi con indiferencia, te decía que huyeras, te decía que sólo separados quedarían libres.
¡Te lo dijo a vos, que estabas dispuesto a ir a la cárcel con tal de poder verlo al menos una vez al mes!
Sentiste un golpe al corazón cuando te entregó los documentos falsos - como pudo  pensar que habrías sido capaz de dejarlo - y te sentiste morir cuando comprendiste que no habría esperado tu vuelta.
Todavía recordás cuando evitó dar una respuesta precisa a tu necesidad de certezas, de confirmaciones..
-Te espero, que seguridad tenés que te espero; no te espero, que seguridad tenés que no te espero.
Pero, tercamente, continuaste en tu postura de no querer ver lo que era más que evidente: él ya no era tu Guille.
Ciertamente, no te habría dejado a tu suerte... pero habría hecho lo mismo por cualquier otro del estudio, tal como lo había hecho por Beto, por ejemplo.
Cuanta alegría sentiste cuando te pareció que Guille estaba celoso de aquel chico conocido, en el bar donde se veían cuando era posible y como te hundiste en la desesperación cuando Guille te regañó ásperamente por tu imprudencia, casi como si fueras un muchachito de pocos años, y se alejó de repente, tirándote arriba de la mesa, con descuido, un paquete de cigarrillos.
Con angustia intentaste calmarlo, reconducirlo hacia vos; le dijiste "Soy yo Graziani, te amo."
No había alcanzado; sin ningún titubeo se alejó dejándote allí, incrédulo, sin pretextos para entender. Por todo el fin de semana no te contestó el teléfono.
Cuando, por fin, lograste contactarlo no te dio ninguna explicación por su comportamiento y vos no preguntaste nada por miedo a escuchar una respuesta que  te habría hecho mucho mal.
Por el mismo miedo loco que ahora tomó posesión de tus pensamientos y se ha convertido en conciencia y dolor. Sucesivamente breves destellos de ternura, miradas controladas, palabras mesuradas a los que te aferraste como un náufrago.
Hasta cuando, acorralado por vos que ya no tenías más fuerzas para huir, cuando ya habías decidido entregarte a la policía para poner la palabra fin a aquel abismo sin fin en que se había convertido tu vida, él te prometió que huiría con vos.
Aquel juramento, neto, dicho mirándote fijo a los ojos, te calentó el corazón.
Todavía te hace dudar.
Todavía te hace esperar.
Todavía te saca la respiración.
Por este juramento sentís que tenés que aclarar cada duda; ¿pero cómo hacer?
No tenés las fuerzas para levantarte, no hay teléfono sobre la mesita de noche de tu habitación, los hombres que te vigilan, ciertamente, no te permitirían ponerte en contacto con Guille.
Y además, no querés ponerlo en peligro. Te queda la duda de que quizás Miller tenga razón en afirmar que el haber sobrevivido pone en riesgo la vida de Guille.
Pero el deseo de saber de él, de oír su voz, se torna cada día más insoportable.
Y las dudas sólo son una excusa, en realidad todo tu ser grita la necesidad de ponerse en contacto con él, de cualquier modo, para calmar la sed que te devora como una fiebre implacable.
¿Cómo hacer?.. Tomas en consideración todas las personas que se alternan para cuidarte.
El único eslabón débil es la enfermera que te asiste, aquella joven que te afeita cada mañana. Sólo de ella puedes conseguir información; estás seguro de esto y esta certeza te hace sentir más fuerte.
La detenés cuando se acerca con el almuerzo, y le preguntás si puede prestarte el celular.
Lo has decidido.. y lo hacés sin darle a entender cuanta importancia tiene para vos esta llamada.
-Lo siento pero no puedo, me advertieron que no podés tener contactos con nadie. No puedo hacerlo.
Se ruboriza mientras te dice esto; notás que le cuesta decirte que no.
-Lo sé. No me expliqué bien. Perdoname. Es sólo que mi mejor amigo, antes de mi "accidente" ha tenido un problema de salud muy grave y quisiera sólo saber como está. Estoy pensando en él.
La explicación la golpea, la veo titubear, igualmente soy consciente que no me dejará llamar.
-Podés llamar vos, si me querés dar una mano.
-¿Como? Yo no conozco a nadie de tus amigos. ¿Cómo puedo llamar?
Bien, un pequeño resquicio; la veo bien dispuesta, al menos no dijo enseguida que no.
-Mi amigo es abogado. Podés llamar al estudio y preguntar por el, pedir hablar con él por teléfono. Si está y te lo pasan, quiere decir que está bien. Le das un nombre falso y fijás una cita. ¿Sabés cuántas veces los clientes no se presentan a las citas?
La propuesta parece convencerla.
-¿De veras no se enteraría?
-Ciertamente. Te lo aseguro. Mi amigo es un hombre muy ocupado, después de cinco minutos se habrá olvidado de esa llamada.
Leo indecisión en su rostro, mira alrededor, mira hacia la puerta
- Podés cerrar la puerta con una excusa cualquiera.. no se van a asombrar.
Y señalo hacia los hombres que están fuera de la puerta.
-Está bien. Decime como se llama.
¡Lo logré! Cierro los ojos por un instante mientras ella se acerca a la puerta y la entriecerra despacio.
-¿Cómo se llama tu amigo?
-Guillermo Graziani. Recordá, cualquiera que te conteste vos le decís que es una cuestión personal y que querés hablar con él, personalmente.
-Está bien. ¿Y luego?
-Cuando te lo pasan le pedís una cita para discutir una división hereditaria muy espinosa.
Titubea de nuevo, pero es un hecho. Estoy seguro de esto.
Mi seguridad se vuelve certeza cuando la veo tomar el suyo celular de un bolsillo de su bata y me pregunta el número.
-Sólo una cosa. Quiero oír su voz. Quiero tener la certeza que está bien.
-¿Pero no decís ni una palabra, verdad?
Lo dice con ansiedad.. ¡le prometería la luna con tal de escuchar a Guille!
-Sí. Te prometo que no voy a hablar.
-¿Y si no está?
-Entonces preguntás dónde fue y si vuelve a estudio.
-Está bien.
Le dicto el número del estudio y ella se acerca a mi lado, para hacerme oir.
Cuca contesta, reconozco enseguida su voz.
-No, Guillermo no está. ¿Puedo comunicarla con otro abogado del estudio?
-No, tengo que hablar con él. ¿Adónde fue? ¿Vuelve más tarde? Porque si vuelve al estudio lo llamo más tarde.
-No. Salió con un profesor, su amigo, de la facultad. Por hoy no vuelve.
- ¿Con quién salió?
-Con el profesor Franco Nazarre. Un colega, su amigo, de la facultad.
-¿Dijo que no vuelve por la tarde?
-No. No vuelve. No sé bien qué cosa tiene que hacer, no puedo decirle nada más preciso porque tiene el celular apagado y tampoco pude avisarle que vino un cliente suyo al estudio, por una cita, y no lo encontró.
-Fue una cosa urgente, entonces.
-No, no creo. Salieron sin apuro. ¿Quiere hablar con otro abogado del estudio?
-No, ¿No es que está enfermo?
-¿Enfermo? No, no me dijo nada.
-Está bien. Gracias. Vuelvo a llamar.
Interrumpe la comunicación y me mira tranquila.
-¿Escuchaste? Está bien! Salió con un colega. Si todavía estuviera enfermo la señora que me contestó me lo hubiera dicho.
-Tenés razón. Gracias. Te pido por favor que no hables con nadie.
-No. Con nadie. Ahora almorzá.
Y me deja solo.
¿Quién es Nazarre? ¿Por qué Guille salió del estudio, sin un destino preciso, con este Nazarre?
¡Él, que informa a Cuca de cada movimiento para estar siempre disponible!
¡Él, que quiere conocer cada movimiento del estudio!
¡Él, que siempre tiene el celular encendido!
Ahora sale a la hora del almuerzo, con un amigo, y no vuelve al despacho.
¿Quién es Nazarre?
Ahora son dos las preguntas que te hacés mientras, lentamente, recuperás las fuerzas y hacés planes por el futuro.
¿Por qué no quiso ver tu cuerpo? .. Y.. ¿ Quien es Nazarre?
Sabés que no podés pedir de nuevo ayuda a la enfermera, para no despertar sospechas.
Sabés que tenés que moverte con cautela, si querés dar una respuesta a tus preguntas.
Preguntarle a Miller no es el caso; no ha vuelto a visitarte y seguro protegería a Guille.
El único modo es recobrar las fuerzas, simulando no haber recuperado la plena autonomía, para intentar llamar por teléfono de nuevo, esta vez solo.
¿Pero como hacer?
La idea te la provee un camillero del hospital.
Simulando dormir descubriste que, cuando dormís, los agentes puestos a tu custodia suelen ir a ver la televisión en la habitación de los enfermeros.
"Esta noche pregunto un somnífero; nada es más radical que un somnífero.”
Como habías previsto, tus ángeles de la guarda dejan la puerta sin vigilancia y se alejan.
Lentamente, sin hacer ruido, te acercás a la puerta; la abrís y te encaminás a la búsqueda de un teléfono.
Te metés dentro de un consultorio médico y, después de haber cerrado la puerta, marcás el número del celular de Guille.
Esta vez estás dispuesto a jugarte el todo por todo.. también a confesar la verdad a Guille si es necesario.
Del otro lado contestan enseguida.
-Hola.. quien es? quién habla?.
No reconocés la voz.. quizás te equivocaste.
-Perdon, me parece que me equivoqué de número. Buscaba el Dr. Graziani.
-Éste es su celular en efecto, quién es usted?
-¿Puedo hablar con él?
Un momento de indecisión.
-No, lo siento, está duchándose y no puede contestar.
¿Bajo la ducha? ¿Y él qué hace, a esta hora, en casa de Guille?
-Perdon. ¿Pero usted quién es?
-¿Soy Franco Nazarre y usted?
-Lopez. Juan Lopez.
-Un momento. ¿Guillermo podés contestar el teléfono? Quieren hablar con vos.
Siento el ruido del agua. ¿Qué tipo de relación tiene Nazarre con Guille para tener acceso al dormitorio?
-Lo siento. Lo vuelvo a llamar mañana, no se preocupe, no es urgente.
Hablo de prisa, no soy capaz de decir nada más. Resbalo al piso mientras el auricular del teléfono cae de mi mano.
Me miento a mí mismo.. conozco Graziani.. nadie entra en su casa.. tan fácilmente.
Nadie entra en su habitación, nadie entra en su baño.
Excepto.. quien ha tomado mi sitio.
"Nazarre.. ¡Nazarre!”
Pierdo el conocimiento mientras el dolor me arrolla cruelmente.
-continuará-

Gracias Paula por la colaboración en la traducción.


Lingua Originale
Dopo lo sparo – quarta parte: la consapevolezza dell’abbandono-

I giorni scorrono lenti, come grani di sabbia; ti scivolano tra le dita mentre tu, ad uno ad uno, analizzi i ricordi di un passato che sembra appartenere ad un’altra vita.
Gli occhi fissi su una macchia di umidità che deturpa il soffitto della tua stanza, eviti in tutti i modi di guardare quella sedia vuota accanto al tuo letto che sembra irriderti, irriverente.
Niente, della tua vita, ti sembra uguale a prima; tutte le tue certezze ti hanno abbandonato, ti hanno tolto le poche forze che hai recuperato nell’attesa dell’ennesimo incontro con Miller, lasciando le rovine della tua vita dietro le tue spalle.
Non puoi fare a meno di ricordare cosa ti ha detto Guille l’ultima volta che lo hai sentito per telefono.
-Ti amo!
Mai te lo aveva confessato; sì, ti aveva detto “ti voglio bene”… “ti voglio molto bene”, ma niente di più..
“Ti amo”.. un’affermazione così definitiva… ma poi non ha chiesto di vedere il tuo corpo.
Non poteva evitare di ricordare il volto di Miller, i suoi occhi, mentre precisava:
-Guillermo non ha mai chiesto di vedere il suo corpo.
Come un veleno, “questa frase” si insinua sotto la tua pelle, bruciando come se ti stesse marchiando vivo.
Ripensi alle telefonate non risposte di Guille, quando tutto ti annientava sul Delta del Tigre.
Quando la solitudine sembrava inghiottire tutti i tuoi pensieri ed il reale diveniva irreale.
Quando l’unico punto fermo della tua vita – l’amore per Guille e quello che avevi provato con lui quella notte – sembrava perdere definizione per divenire un sogno indistinto.
Poi la prima telefonata, quel primo contatto affettuoso dove quel “Hola amorcito” era riuscito a darti animo, fede nel futuro, sicurezza di essere amato..
Ma la sicurezza era durata poco di fronte ad un Guille che non rispondeva al telefono o che, quando rispondeva, sembrava non capire il tuo bisogno di sentire almeno la sua voce per evitare di sprofondare in quel pozzo senza fine in cui si era tramutata la tua vita.
Il tentativo di Miguel Angel di ucciderti aveva segnato un cambiamento di stato.
Ti aveva dato la scusa per fuggire dal tuo esilio senza via d’uscita.
Ritornare nella città, tra la gente, seppure con la paura e l’angoscia di essere scoperto, ti aveva fatto sentire vivo.
Di nuovo vivo, attivo, con la mente concentrata in obiettivi precisi.
Reincontrare Guille era stato il più importante.
E come si è comportato Guille quando, finalmente, sei riuscito nel tuo intento? Qual’è stata la sua reazione?
Non un abbraccio, non un bacio… un interrogatorio infinito.
Ancora ricordi la sensazione di sconcerto provata.. poi ti sei dato una giustificazione per non impazzire di dolore.
“Guille ha paura per me e cerca di proteggermi.”
Ma neppure un bacio? Neppure un abbraccio? Perché? Era veramente necessario?
No.. non lo era.. nessuno avrebbe visto… solo la sua anima, il suo corpo, le sue labbra avevano  bisogno di questo.
E l’avrebbero avuto .. se anche lui avesse provato lo stesso bisogno, lo stesso desiderio.
Immobile nel letto, gli occhi sempre fissi nel vuoto, segui il vorticare dei tuoi pensieri.
Ricordi quando Guille ti ha detto che non poteva passare tutto il tempo a parlare per telefono, per vedersi con te.
Incontrarsi con te… seduti uno di fronte all’altro, evitando di toccarsi se non al momento dei saluti…
Quante volte hai seguito il desiderio, insopprimibile, di toccarlo per sentire la sua presenza e lui si è allontanato, ha rifiutato il tuo contatto.
Come se la cioccolata, le sigarette regalate potessero colmare quel vuoto senza fine che era divenuta la sua assenza!
I tuoi occhi, probabilmente, urlavano il tuo bisogno di lui mentre lui, quasi con indifferenza, ti invitava ad andare via, ti diceva che solo separandovi sareste rimasti liberi.
Lo diceva a te, che eri disposto ad andare in carcere pur di poterlo vedere almeno una volta al mese!
Hai provato un colpo al cuore quando ti ha consegnato i documenti falsi - come poteva anche solo pensare che saresti stato capace di lasciarlo – e ti sei sentito morire quando hai compreso che non avrebbe aspettato il tuo ritorno.
Ricordi ancora quando ha evitato di dare una risposta precisa al tuo bisogno di certezze, di conferme..
-Ti aspetto, che sicurezza hai che ti aspetto; non ti aspetto, che sicurezza hai che non ti aspetto.
Ma, pervicacemente, hai continuato nel non voler vedere ciò che era più che evidente: lui non era più il tuo Guille.
Certo, lui non ti avrebbe abbandonato al tuo destino... ma non lo avrebbe mai fatto per nessun altro del suo studio, così come non lo aveva fatto per Beto, ad esempio.
Quanta gioia hai provato quando ti è sembrato che Guille fosse geloso di quel ragazzo  conosciuto in quel bar ove ti vedevi, quando possibile, con lui e come sei sprofondato nella disperazione quando Guille ti ha rimproverato aspramente, quasi fossi un ragazzino di pochi anni, per la tua imprudenza e si è allontanato all’improvviso, gettandoti sul tavolino, con noncuranza, un pacchetto di sigarette.
Con angoscia hai tentato di calmarlo, di riportarlo a te; gli hai detto “Sono io Graziani, ti amo”.
Non era bastato; senza alcuna titubanza si è allontanato lasciandoti lì, incredulo, senza appigli per capire.
Per tutto il fine settimana non ti ha risposto al telefono.
Quando, finalmente, sei riuscito a sentirlo… non ti ha dato spiegazione alcuna per il suo comportamento e tu non hai chiesto nulla per paura di sentire una risposta che ti avrebbe fatto ancora più male.
Per la stessa paura folle che adesso ha preso possesso dei tuoi pensieri e si è convertita in consapevolezza e dolore.
In seguito brevi sprazzi di tenerezza, sguardi controllati, parole misurate alle quali ti sei attaccato come un naufrago.
Fino a quando, messo alle strette da te che non avevi più la forza di fuggire, quando già avevi deciso di consegnarti alla polizia per porre la parola fine a quel baratro senza fine in cui si era tramutata la tua vita, lui non ha promesso che sarebbe fuggito con te.
Quel giuramento, netto, detto guardandoti fisso negli occhi, ti ha riscaldato il cuore.
Ancora ti fa dubitare.
Ancora ti fa sperare.
Ancora ti toglie il respiro.
Per questo giuramento senti che devi chiarire ogni dubbio; ma come fare?
Non hai le forze per alzarti, non c’è telefono sul comodino della tua stanza, gli uomini che ti sorvegliano, certamente, non ti consentirebbero di metterti in contatto con Guille.
E poi non vuoi metterlo in pericolo… ti rimane il dubbio che Miller abbia ragione nell’affermare che l’essere sopravvissuto pone in rischio la vita di Guille.
Ma il desiderio di sapere di lui, sentire la sua voce, diventa ogni giorno più insopportabile.
Ed i dubbi sono solo una scusa… in realtà tutto il tuo essere urla il suo bisogno di entrare in contatto con lui, in qualsiasi modo, per placare la sete che lo divora come una febbre implacabile.
Come fare?.. prendi in considerazione tutte le persone che si alternano al tuo capezzale.
L’unico anello debole è l’infermiera che ti assiste, quella giovane che ti rade ogni mattina.
Solo attraverso di lei puoi ottenere informazioni; ne sei certo e questa certezza ti fa sentire più forte.
Attendi che si avvicini a te, con il pranzo, e le chiedi se può prestarti il cellulare.
Lo hai deciso.. e lo fai… senza farle capire quanta importanza ha per te questa telefonata.
-Mi spiace ma non posso, sono stata avvertita che non deve avere contatti con nessuno. Non posso farlo.
Arrossisce mentre ti dice questo; si nota che le costa dirti di no.
-Lo so. Non mi sono spiegato. Scusami. Solo che il mio migliore amico, prima del mio “incidente” ha avuto un problema di salute molto grave ed io volevo solo sapere come sta. Sono in pensiero per lui.’
La spiegazione la colpisce, la vedo tentennare, ugualmente sono consapevole che non mi farà chiamare.
-Puoi chiamare tu, se mi vuoi dare una mano.
-Come? Io non conosco nessuno dei tuoi amici. Come posso chiamare?
Bene, un piccolo spiraglio; la vedo ben disposta, quantomeno non ha detto subito di no.
-Il mio amico è avvocato. Puoi chiamare allo studio e chiedere che te lo passino al telefono. Se c’è e te lo passano, vuol dire che sta bene. Gli dai un nome falso e fissi un appuntamento. Sai quante volte i clienti non si presentano agli appuntamenti?
La proposta sembra convincerla.
-Davvero non se ne accorgerebbe?
-Certo. Te lo assicuro. Il mio amico è un tipo molto occupato, dopo cinque minuti si sarà persino dimenticato della telefonata.
Leggo indecisione sul suo volto, si guarda attorno, guarda verso la porta…
-Puoi chiudere la porta con una scusa qualunque.. non si meraviglieranno.
E faccio cenno verso gli uomini che stanno fuori della porta.
-Va bene. Dimmi come si chiama.
Ci sono riuscito! Chiudo gli occhi per un attimo mentre lei si avvicina alla porta e la socchiude piano piano.
-Come si chiama il tuo amico?
-Guillermo Graziani. Ricorda, chiunque ti risponda tu dici che è una questione personale e che vuoi parlare, personalmente, con lui.
-Va bene. E poi?
-Quando te lo passano gli chiedi un appuntamento per discutere di una divisione ereditaria molto spinosa.
Tentenna nuovamente, ma è fatta. Ne sono sicuro.
La mia sicurezza diviene certezza quando la vedo prendere il suo cellulare da una tasca del suo camice e mi chiede il numero.
-Solo una cosa. Voglio sentire la sua voce. Voglio avere la certezza che sta bene.
-Ma non dici una parola, vero?
Lo dice con ansia… gli prometterei la luna pur di sentire Guille!
-Si. Ti prometto che non parlerò.
-E se non c’è?
-Allora chiedi dov’è andato e se ritorna in studio.
-Va bene.
Gli detto il numero dello studio e lei si accovaccia  al mio fianco, per farmi sentire.
Risponde Cuca, riconosco subito la sua voce.
-No Guillermo non c’è. Le posso passare un altro avvocato dello studio?
-No, devo parlare con lui. Dov’è andato? Ritorna più tardi? Perché se ritorna in studio lo chiamo più tardi.
-No. E’ uscito con un professore, amico suo, della facoltà. Per oggi non torna.
- Con chi è uscito?
-Con il professore Franco Lazarre. Un collega, amico suo, della facoltà.
-Ha detto che non torna nel pomeriggio?
-No. Non torna. Non so bene cosa dovesse fare, non posso dirle nulla di più preciso perché ha il cellulare spento e non ho potuto riferirgli neppure che è venuto un suo cliente allo studio, per un appuntamento, e non l’ha trovato.
-E’ stata una cosa urgente, allora.
-No, non credo. Sono andati via senza fretta. Vuole parlare con un altro avvocato dello studio?
–No, preferisco parlare con lui personalmente. Non è che è malato?
-Malato? No, non mi ha detto niente.
-Va bene. Grazie. Richiamerò.
Interrompe la comunicazione e mi guarda rasserenata.
-Ha visto? Sta bene se è uscito con un collega. Se fosse ancora malato la signora che ha risposto me l’avrebbe detto.
-Ha ragione. Grazie. Mi raccomando, non ne parli con nessuno.
-No. Con nessuno. Adesso pranzi, però.
E mi lascia da solo.
Chi è Lazarre? Perché Guille è uscito dallo studio, senza una meta precisa, con questo Lazarre?
Lui che informa Cuca di ogni movimento per essere sempre raggiungibile!
Lui che vuole conoscere ogni movimento dello studio!
Lui che ha sempre il cellulare acceso!
Adesso esce per ora di pranzo, con un amico, e non torna in ufficio.
Chi è Lazarre?
Adesso sono due le domande che ti poni mentre, pian piano, recuperi le forze e fai piani per il futuro.
Perché non ha voluto vedere il tuo corpo? .. e …Chi è Lazarre?
Comprendi di non poter chiedere altro all’infermiera, per non far sorgere sospetti.
Comprendi che devi muoverti con circospezione, se vuoi dare una risposta alle tue domande.
Chiedere a Miller non è il caso; non è tornato a trovarti e poi proteggerebbe Guille.
L’unico modo è recuperare le forze, facendo finta di non aver recuperato la piena autonomia, per tentare di telefonare di nuovo, questa volta da solo.
Ma come fare?
L’idea te la fornisce un portantino dell’ospedale.
Facendo finta di dormire hai scoperto che, quando dormi, gli agenti posti a tua custodia sono soliti andare a vedere la televisione nella stanza degli infermieri.
“Stasera chiedo un sonnifero; niente è più radicale di un sonnifero.”
Come previsto, i tuoi angeli custodi lasciano la porta accostata e si allontanano.
Lentamente, senza fare rumore, ti avvicini alla porta; la apri e ti avvii alla ricerca di un telefono.
Ti infili dentro uno studio medico e, dopo aver chiuso la porta, componi il numero del cellulare di Guille.
Questa volta sei disposto a giocare il tutto per tutto.. anche a confessare la verità a Guille se necessario.
Dall’altra parte rispondono subito.
-Pronto… Pronto.. chi è all’apparecchio.
Non riconosci la voce.. forse hai sbagliato.
-Mi scusi, ho sbagliato numero. Cercavo il dr. Graziani.
-Questo è il suo cellulare, infatti, lei chi è?
-Posso parlare con lui?
Un momento di indecisione.
-No, mi dispiace, è sotto la doccia e non può rispondere.
Sotto la doccia? E lui cosa ci fa, a quest’ora, a casa di Guille?
-Mi scusi. Ma lei chi è?
-Sono Franco Lazarre, e lei?
-Lopez. Juan Lopez.
-Un momento. Guillermo puoi rispondere al telefono? Vogliono parlare con te.
Sento il rumore dell’acqua. Che tipo di rapporto ha Lazarre con Guille per avere accesso alla camera da letto?
-Senta. Lo richiamerò domani, non si preoccupi, non è urgente.
Parlo in fretta, non sono in grado di dire nulla di più. Scivolo a terra mentre la cornetta del telefono mi cade di mano.
Mento a me stesso.. conosco Graziani.. nessuno entra nella sua casa.. così facilmente.
Nessuno entra nella sua stanza da letto… nessuno entra nel suo bagno…nessuno, tranne lui ed Ana, l’ha fatto.
Tranne .. chi ha preso il suo posto.
“Lazarre.. Lazarre!”
Perdo conoscenza mentre il dolore mi travolge impietoso.
-continua-


13 comentarios:

  1. Antonia! no me lo hagas sufrir asi pobre cielito!

    ResponderEliminar
  2. Pobre Pedro... su sufrimiento fue el nuestro esos horribles dias de profugo... Odio a Franco!!!!!!! Me encanta, Antonia!!!

    ResponderEliminar
  3. Ay, Antonia! Te juro que me tenés atrapada con tu historia! Con una angustia en estos capítulos, sintiendo lo que sintió Pedro en todo este tiempo internado, lejos de Guille, notando su indiferencia, dudando de su amor. Quiero YA la continuación !!!! Te felicito, escribís hermoso, tenés la capacidad de transmitir tantos sentimientos!
    Gracias por compartir tu historia! Y gracias a las chicas que hicieron la traducción!
    Saludos!

    ResponderEliminar
  4. Antonia por favor!!! Esto es sufrimiento en estado puro. Te juro que leía y yo me iba desmayando antes que Pedro. Por favor qué dolor. Es tremendo, totalmente solo, aislado, pensando lo peor y sin Guille que es el eje de su vida. Por favor que el próximo capítulo comience a mejorar porque sino la que va a necesitar atención médica soy yo. Necesito los dos capítulos que faltan para aliviar la angustia que me dejó este. Excelente tu historia Antonia, muy buena, tiene un ritmo muy atrapante. Abrazo

    ResponderEliminar
  5. Ay Antonia cuando leí la primera parte me propuse como meta no sufrir más allá de la cuarta (calculé más o menos que a partir de la quinta DEBERÍA empezar a mejorar la cosa). Te lo ruego que nos des un respiro porque estoy empezando a detestar otra vez a Guillermo Graziani como en aquellos horribles 17 capítulos que me cuesta tanto rememorar! Todo esto que nos provocás es señal que sos una excelente escritora, y te agradezco esta historia. Ojalá no demore mucho lo que sigue!!! María Elena

    ResponderEliminar
  6. Ya la continuacion!!! Hermoso, sufrido, doloroso!!!

    ResponderEliminar
  7. Ay Antonia, cuanto sufrimiento revivido y renovado!! Porque con los capitulos que en realidad vi de reojo, nunca quise ponerme a pleno en la piel de Pedro, era muy duro. Y a ese Guille no pude entenderlo, me desagradaba... Pero en tu historia Pedro está vivo! así que la transito con esperanza. Gracias!

    ResponderEliminar
  8. Bellisimo!! Espero ansiosamente el proximo!!Gracias

    ResponderEliminar
  9. Antonia, me sumo a los pedidos de todas tus lectoras! Un poco de luz para ese pobre muchacho! excelente una vez más, otra entrega de esta historia tan íntima del sufrimiento de Pedro, en ese tiempo que se abre para él , "después del disparo". Gracias! un abrazo

    ResponderEliminar
  10. El dolor de Pedro es el mismo de todos nosotros preguntandonos porque Guille fue tan frio despues del delta, porque no quiso ver el cuerpo, porque la vacacion con Franco, todas incoherencias!!!! Hermoso Antonia pero por favor que Pedro ya deje de sufrir!!!! Gladys

    ResponderEliminar
  11. ¡Qué manera de sufrir, cara amica! Describís bellamente y con precisión el via crucis que todas sufrimos con Pedro... ¡pero ahora él está vivo! y leo y leo a la espera de la carade Guille cuando lo vea vivo de verdad!! Ah, y otra cosita: si en algún momento me tengo que internar, te aseguro Antonia, que no voy a olvidarme llevar un muñeco de peluche para poner en la silla al lado la cama... esa silla vacía me uccide, Antonia!!!! Continuación Ya!!!

    ResponderEliminar
  12. Antonia estoy sufriendo junto a Pedro ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ Por favor quiero saber como sigue ............

    ResponderEliminar
  13. Por Dios!! Que manera de sufrir con cielito!!! espero la felicidad necesaria que borre todo este martirio pronto!!!!

    ResponderEliminar